Una semana después de comenzar el paro nacional agrario, en Boyacá -que se ha convertido, junto con Nariño y el nororiente de Cundinamarca, en el epicentro de la protesta campesina- sienten que el presidente Juan Manuel Santos está apagando el incendio con más gasolina.
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Miles de personas salieron a marchar anoche en Tunja en solidaridad con los campesinos, minutos después de que Santos aclarara que al decir que “el tal paro agrario nacional no existe” no estaba minimizando la protesta rural. Foto cortesia minuto30.com |
Una semana después de comenzar el paro nacional agrario, en Boyacá -que se ha convertido, junto con Nariño y el nororiente de Cundinamarca, en el epicentro de la protesta campesina- sienten que el presidente Juan Manuel Santos está apagando el incendio con más gasolina.
En efecto, la insistencia de Santos en que el paro no ha tenido la magnitud que le atribuyen las redes sociales -probablemente para bajarle el perfil ante la opinión pública- y la apuesta del Gobierno por resolver los bloqueos de carreteras con el Esmad, no han hecho sino atizar la protesta en estas tres regiones. Y de paso han reforzando la sensación, entre muchos de los campesinos en las carreteras, de que el presidente y su gabinete están desconectados del campo y leen sus problemas desde Bogotá.
La indignación de los boyacenses con el presidente alcanzó su pico anoche, cuando las calles de Tunja se llenaron de estudiantes, camioneros y miles de boyacenses que no viven del campo, en un cacerolazo improvisado que reunió a miles de personas en la Plaza de Bolívar.
Tal vez consciente de que la situación todavía se le puede salir aún más de las manos, Santos acaba de salir de reunirse con líderes paperos, lecheros y cebolleros de los tres departamentos en la Arquidiócesis de Tunja.



Desde que comenzó, el Gobierno ha tratado de bajarle el perfil al paro, en parte para evitar la percepción de que había estallado un Catatumbo nacional y en parte para negociar por separado con los grupos con mayor capacidad de movilización. Es por esto que, como contó La Silla, su estrategia inicial fue negociar con los caficultores del Huila, que al bajarse del bus a último minuto permitieron desactivar el paro en uno de los departamentos que se anticipaba más álgido.
Al mismo tiempo, se le fue creciendo la protesta en Nariño, Boyacá y el oriente de Cundinamarca, tres regiones donde no lo había anticipado y donde paperos, lecheros y cebolleros salieron a bloquear las carreteras para quejarse de la situación de los pequeños campesinos de clima frío.
Sus quejas son similares a las de los agricultores en otras regiones: los altos precios de los insumos agrícolas -abonos, insecticidas y fungicidas- y de la gasolina, la competencia de productos similares importados a precios más bajos o contrabandeados y la falta de apoyo -no de subsidios- al pequeño productor.
Pero con una dificultad añadida: Colombia importa más productos de clima frío que de templado o cálido, por las condiciones climáticas de sus socios de TLC que cuestionan los campesinos. Por eso la fuerza del paro precisamente en las zonas donde más se producen esos bienes.
“Los costos de producción son demasiado altos y estamos a pérdida. Ni siquiera llegamos a pagar los préstamos. Mientras tanto estamos importando papa de países como Argentina, Holanda y los vecinos como Ecuador y Perú, cuando deberíamos ser autosostenibles”, le dijo a La Silla César Pachón, el ingeniero agrónomo que se ha convertido en la cara visible de Dignidad Papera y en el vocero de los papicultores. Según Pachón y otros líderes paperos, el Gobierno les ha incumplido los acuerdos a los que llegaron en el paro del pasado 7 de mayo, que duró solo un día.
Esa visión la comparten otros sectores del campo en clima frío. “Ahorita estamos vendiendo la canastilla de tomates al precio que nos cuesta producirla. Si el precio está bajo, salimos perdiendo porque no recuperamos lo que le metemos. Si está alto, también porque nos llevan por delante las importaciones.”, cuenta Julio Ruiz, un productor de Tinjacá que emplea a 20 personas y transporta sus tomates a Corabastos en Bogotá.
Una parte importante de la indignación campesina está dirigida contra los insumos agrícolas, que según un estudio del economista y ex candidato del Polo a la Alcaldía de Bogotá Aurelio Suárez representa hasta una tercera parte de los costos de producción de papa.
“¿Por qué los TLC nos aumentan la competencia de los alimentos pero no nos rebajan en nada los precios de los insumos?”, dice Fernando Rincón, otro tomatero de la zona de Ráquira.
“En las regiones de clima frío perdieron el trigo, la cebada y la avena para refugiarse en la papa, la leche y las hortalizas. Ahora lo están perdiendo todo y no tienen ninguna salida. El café está muy difícil, pero todavía se puede vivir de él. Acá en el clima frío ya no sucede eso”, dice Aurelio Suárez.


Pero el mayor problema para los campesinos es que -según ellos- en vez de asumir una postura de diálogo, Santos ha buscado minimizar la importancia del paro.
Sus declaraciones, primero diciendo que “el paro no ha sido de la magnitud que se esperaba” y este fin de semana que “el tal paro agrario nacional no existe”, han sido leídas en Boyacá como un síntoma de la desconexión de Santos con el campo en el mejor de los casos o una prueba de soberbia en el peor.
A eso se le suma la indignación producida por los videos de redes sociales que muestran a la Esmad golpeando a los manifestantes, que motivó a los congresistas verdes y boyacenses Jorge Londoño y Carlos Andrés Amaya a radicar hoy una citación para hacerle un debate de control político al Ministro Juan Carlos Pinzón y al nuevo Comandante de la Policía Rodolfo Palomino. El propio Amaya denunció que el lunes festivo fue agredido a bolillazos por el Esmad mientras estaba parado en la orilla de una carretera.
“No me cabe ninguna duda de que Santos ha cometido dos errores garrafales: ha mandado mensajes equivocados cuando ha dicho que el paro era menor de lo esperado y ha permitido el abuso de los campesinos por parte de la Fuerza Pública. Y eso es lo que realmente rebosó la copa de la gente y la sacó a la calle”, dice el representante Carlos Andrés Amaya.
Los políticos boyacenses también le han venido advirtiendo a Santos que el problema se sigue agudizando y que debería dialogar personalmente con ellos.
Este sábado pasado, 11 de los 12 congresistas boyacenses -todos menos el senador Plinio Olano de La U- se reunieron en la Comisión Primera del Senado para discutir la situación y decidieron irse a Casa de Nariño a pedirle una cita al presidente. Llegaron a las 10 de la mañana y solamente a las siete de la noche lograron reunirse con él.
“El descuido del campo viene de tiempo atrás pero no se está haciendo nada. En vez de discutir si debe haber subsidios o no, el Gobierno tendría que concentrarse en cómo eliminar el contrabando, en cómo ayudar a los campesinos a asociarse en cooperativas, en cómo sustituir cultivos para impulsar exportaciones como la de papa criolla, en cómo mejorar los créditos razonables o en cómo titularles la tierra para que puedan acceder a éstos”, dice Londoño.
Curiosamente, menos de doce horas después esa reunión, Santos dijo que “el tal paro nacional agrario no existe” y luego tuvo que salir a aclarar que su intención no era menospreciar la protesta, sino darle su dimensión real. En el mismo instante en que hacía su aclaración, los tunjanos ya se habían volcado a las calles.
Y Santos parece haber entendido finalmente el mensaje, como lo muestra la reunión de urgencia que programaron hoy con los pequeños campesinos de las tres regiones y que se está adelantando en la oficina del Arzobispo Luis Augusto Castro.
Es el segundo gran intento de desmontar el paro en Boyacá, después de la reunión el jueves pasado en Tunja de los paperos con el Ministro del Interior Fernando Carrillo, el de Agricultura Francisco Estupiñán, el Defensor del Pueblo Jorge Armando Otálora, el gobernador Juan Carlos Granados y 20 alcaldes de la zona papera.
Aunque la estrategia inicial de Santos logró que el paro arrancara con menos fuerza, desde entonces el presidente no ha hecho sino echarle leña al fuego y ha vuelto a demostrar sus dificultades para manejar la protesta social. Y justo en momentos en que otros sectores como las madres comunitarias y los profesores de Fecode anuncian sus propios paros y que los estudiantes de la Mane también están listos para salir a la calle.
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