Minga indígena en Medellín lidera la protesta. Foto: Juan Manuel Flórez Arias

Aunque hubo amenazas por redes sociales contra los indígenas, estos han sido protagonistas de protestas pacíficas y tienen una mesa de negociación con la gobernación de Antioquia.

Uno de los indígenas que va frente a la marcha de este miércoles en Medellín lanza un grito de ave, agudo pero profundo, y la multitud exclama: “Guardia, guardia. Fuerza, fuerza”. Desde un balcón una mujer grita: “Viva el paro”. El indígena que lidera la marcha alza la mirada y le responde con más fuerza: “¡Viva la Minga!”. 

Desde su llegada el lunes, la Minga se ha vuelto la protagonista de las protestas en Medellín. El recibimiento hostil del fin de semana, con mensajes que amenazaban con dispararles como en Cali, se ha quedado por ahora en las redes sociales.

El martes, los cerca de 700 indígenas que llegaron de Urabá, Bajo Cauca, el suroeste y el occidente de Antioquia lideraron una protesta hacia el centro Administrativo La Alpujarra, y acordaron una mesa de concertación con el gobernador (e) Luis Fernando Suárez.

Este miércoles, mientras sigue el diálogo, la Minga estuvo al frente de una nueva jornada de marchas.

Las razones por las que la Organización Indígena de Antioquia (OIA) convocó a la protesta en Medellín contrastan con el caso de Valle del Cauca. 

En Cali la Minga llegó con el propósito de fortalecer el paro nacional, en la ciudad donde se ha dado la mayor violencia policial. En Medellín, en cambio, los indígenas tienen un pliego de reclamos acotado y se han enfocado en negociarlos con la gobernación.

Los casos de las dos ciudades muestran los matices de la movilización indígena. Aunque agrupada bajo el mismo nombre, cada movimiento tiene diferencias tanto en los reclamos, como en las peticiones regionales y nacionales, y en la forma en la que han sido recibidos en cada ciudad. 

Sin embargo, el panorama pacífico de Medellín puede cambiar con el paso de los días. Como pasó en Cali.

Los matices regionales

La minga en Cali fue impulsada principalmente por el Consejo Regional Indígena del Cauca (Cric). Desde 2017, esta organización se ha alejado gradualmente de la organización nacional (Onic) y ha buscado tener una voz propia. El año pasado, por ejemplo, se deslindó de los estatutos de la Onic y abrió una sede en el barrio La Candelaria.

El Cric llegó a Cali el 1 de mayo con el propósito de convertir a la capital del Valle en el centro de las protestas a nivel nacional. 

“Hemos venido de una manera pacífica a mirar cómo logramos potenciar esa angustia del pueblo caleño, para que Cali se convierta en el epicentro del país que estamos soñando todos”, dijo el 2 de mayo Giovani Yule, consejero principal del Cric.

Katherine Duque, investigadora del Instituto de Estudios Interculturales de la Universidad Javeriana de Cali, dice que “la Minga fue a Cali como un acto de solidaridad por las violaciones de derechos humanos. Puso a disposición su guardia indígena para evitar la violencia en las noches. No llegaron para hablar de tierras ni con un pliego”.

El contexto en Medellín es otro.

Primero, porque aunque se han presentado casos de violencia policial, hasta ahora la capital de Antioquia no ha sido un epicentro de esos abusos y no se han reportado muertos en las protestas.

Segundo, porque si bien la minga de Antioquia respalda al paro, tiene como prioridad lograr una respuesta a reclamos concretos para sus comunidades. 

Uno de los puntos que discuten con la gobernación es la construcción de escuelas y puentes en sus resguardos en Bajo Cauca y en el occidente antioqueño. Otro tiene que ver con la compra de tierras. 

“Antioquia ha tenido un fondo que pedimos reactivar para la compra de tierras para las comunidades”, dijo Amanda Tascón, vocera de la Organización Indígena de Antioquia (OIA).

Ese contexto está lejos del de Cauca. Giovanni Yule, del Cric, le dijo a La Silla que apoyan la minga en Antioquia, pero que “no tenemos mucha información sobre sus propósitos, porque están fuera de nuestra orientación, pero la inga es una expresión colectiva de propuestas y no es solamente del Cric”.

No solo en los motivos contrastan las dos mingas, también en la respuesta política. 

En Cali, la interlocución con el alcalde Jorge Iván Ospina estuvo limitada al hospedaje de los indígenas; y la gobernadora del Valle del Cauca, Clara Luz Roldán, dijo que “los incumplimientos a la minga indígena le corresponden al Gobierno Nacional”.

En Antioquia, en cambio, el gobernador (e) Luis Fernando Suárez se reunió con los indígenas al día siguiente de su llegada. En la reunión, en la que también estuvieron el alcalde Daniel Quintero, el Ministerio del Interior y la Defensoría del Pueblo, acordaron crear una mesa para negociar el pliego de los indígenas.

“Fue una conversación muy armoniosa. Ellos reconocieron que nuestras peticiones son justas”, dijo Tascón.

Sin embargo, el panorama en Medellín puede cambiar. El 1 de mayo, cuando 300 indígenas del Cauca llegaron a Cali, también fueron recibidos en medio de aplausos.

La Minga del Suroccidente se une a Cali y es recibida con el corazón henchido, entrelazando la solidaridad de los pueblos. #ParoNacional1M #Paro1M. Contra el despotismo sordo y ciego de @IvanDuque. #NoALaReformaTributaria No a la #ReformaALaSalud pic.twitter.com/3mGRzUtfSk

— CIVP (@VerdadPacifico) May 1, 2021

La tensión por los bloqueos de algunos miembros de la Minga y los mensajes estigmatizantes aumentaron con los días hasta estallar el 9 de mayo, cuando estaba prevista la llegada de más miembros del cabildo a la ciudad. 

En su comunicado de este miércoles, la OIA dice: “Nos quedamos en Medellín los días que sean necesarios hasta que se tenga una respuesta concreta y efectiva por parte del gobierno departamental y nacional sobre el pliego de peticiones presentado”. 

Esa presencia sostenida, en medio de un contexto de mensajes amenazantes como los del fin de semana, aún implican un riesgo.

La Minga no es vertical

El caso de Antioquia muestra que los espacios nacionales, como la negociación del Gobierno Nacional con el Comité del Paro, no son suficientes para responder a las protestas.

La Organización Nacional Indígena (ONIC), que está en la mesa con el Gobierno, agrupa a la organización indígena de Antioquia. Sin embargo, en la mesa con el presidente no están los mismos reclamos que la Minga le hizo a la gobernación.

“El movimiento indígena no es vertical. Lo que dice la Onic no cubre todas las posturas regionales”, dice Katherine Duque, de la Universidad Javeriana.

Esto es incluso más claro en el caso de los indígenas del Cauca, quienes como Cric decidieron no participar en la negociación con el Gobierno Nacional y dijeron el 11 de mayo que el Comité de Paro “no representa, ni recoge la movilización popular”.

Esta postura fue matizada en un comunicado conjunto el martes en el que la Onic, el Cric y el Comité invitaron a las marchas. Sin embargo, el Cric sigue por fuera de las negociaciones con el Gobierno.

“Vamos a negociar cuando el Gobierno de garantías dé cuidado de la vida y los derechos humanos. Antes no”, le dijo a La Silla Giovani Yule, del Cric.

Yule explicó que, aunque coinciden con las peticiones del Comité (en el que está la Onic), como el rechazo a la tributaria o a la reforma a la salud, su propuesta va más allá. “La Minga está tejiendo la posibilidad de transformar el modelo de gobernabilidad, para avanzar en las autonomías locales y regionales”, dijo.

Son propósitos que tiene el movimiento indígena en el sur del país desde 2019, y que se reactivaron con este paro, como explicó Katherine Duque en su último artículo para La Silla Llena.

Esos cambios de fondo en la estructura del país no están entre las peticiones de la minga en Antioquia, lo que explica en parte el contraste en las formas de la protesta y en el tono con el que políticos como el expresidente Álvaro Uribe se refieren a cada organización.

Pero más allá de las diferencias, la presencia de la minga en Medellín le ha dado un nuevo impulso a las protestas en el bastión político del uribismo, y reafirma el protagonismo de la voz indígena en el paro.