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Hoy, después de un año, termina Crimen y Castigo, el proyecto de La Silla Vacía con el que los homicidios volvieron a ser noticia durante el 2015. En una ciudad donde el año pasado fueron asesinadas 1.353 personas, tres en promedio cada día, La Silla se la jugó porque esas muertes volvieran a doler. Y dolieron.

Hoy, después de un año, termina Crimen y Castigo, el proyecto de La Silla Vacía con el que los homicidios volvieron a ser noticia durante el 2015. En una ciudad donde el año pasado fueron asesinadas 1.353 personas, tres en promedio cada día, La Silla se la jugó porque esas muertes volvieran a doler. Y dolieron.

Con Crimen y Castigo, un proyecto generosamente financiado por el Open Society Foundation y que concluye hoy, La Silla pudo conocer las historias de 81 personas de carne y hueso, que tuvieron problemas con sus vecinos o se tomaron un trago de más cualquier noche o tuvieron bienes valiosos -una bicicleta, a veces menos que eso- o simplemente estaban en el lugar o con la persona equivocada. Personas que, por alguna de esas razones, fueron asesinadas en cualquier calle de la localidad de Suba. Si bien algunos asesinatos fueron por ajuste de cuentas relacionadas con el microtráfico, la mayoría fueron producto del alcohol y la incontinencia emocional.

Escogimos Suba por muchas razones. No sólo porque fue una de las cinco localidades con más asesinatos en Bogotá durante el 2014, cuando planeamos este proyecto, sino porque como pocas tiene al mismo tiempo tres factores que la hacen una microciudad dentro de Bogotá: tiene los seis estratos sociales en un mismo territorio, a ella llegan personas de todo el país buscando mejores condiciones de trabajo y padece la actividad de dos pandillas de microtráfico que a pesar de las incontables veces que han sido desmanteladas se niegan a desaparecer: Los Paisas y Los Boyacos. O mejor, sus herederos.

Suba tiene una densidad poblacional parecida a la de una ciudad importante de Colombia como Barranquilla en tres veces menos espacio. Como escribía uno de nuestros reporteros en una de estas historias, el efecto espacial es atroz: los asesinatos están tan apiñados en “las zonas calientes” de la localidad que los habitantes de barrios como El Rincón o Bilbao o Santa Cecilia o Tibabuyes o La Manuelita o La Gaitana están rodeados de lugares donde asesinaron a alguno de sus vecinos. Por eso es usual que cuando uno pregunta por un asesinado en particular la respuesta sea el relato de varios crímenes y que todos, en el tiempo, se conviertan en recuerdos difusos.

Además de contar las historias de las personas que terminaron asesinadas en Suba, le hicimos seguimiento a sus casos en la justicia. Pero de los 81 homicidios que Crimen y Castigo cubrió el año pasado sólo cuatro terminaron con condena. Así, con reportería sobre el terreno, pudimos demostrar cómo la impunidad campea.

Lo impresionante de esto, es que Suba es una de las localidades donde bajaron las cifras de homicidios. Mientras el promedio de los cuatro años anteriores fue 120, este año estuvo en 93, según una fuente oficial de la Estación de Suba.

Aunque la Policía registra oficialmente 93 homicidios, a pesar de que hicimos todos los esfuerzos, solo pudimos cubrir la muerte de 81 personas. Que no tengamos ni un dato de los otros 12 es, en buena parte, la dificultad que enfrenta cualquier persona que intente cubrir información reservada.