Inspirado en José Obdulio, Petro proclama la “democracia multitudinaria”

José Obdulio Gaviria es un personaje sin mayores méritos que ganó notoriedad porque se autoproclamó “ideólogo”  del uribismo. Le vendió a ese grupo la necesidad de construir una “doctrina” que fijara las bases programáticas de ese sector político que representa Álvaro Uribe.  Petro parece convencido también de tener que construir una “doctrina” e inventar “conceptos”, con los que al igual que José Obdulio, cree que pasa por genial.

Los principales aportes de Gaviria a la “doctrina” fueron la teoría de que en Colombia no había un conflicto armado sino una amenaza terrorista y la noción del “Estado de Opinión” con el que pretendían legitimar el tercer período de Uribe. Petro ya le ha aportado, en apenas cinco meses, dos figuras a la teoría política universal: la “política del amor” y la “democracia multitudinaria”. Su aporte a la ciencia política es sustancialmente más significativo que al desarrollo social y urbano de Bogotá.

La “política del amor” no se ha podido saber bien qué es, pero varias veces se le ha oído decir al Alcalde que es darle prioridad a los niños y las niñas en las políticas públicas. Vaya y venga. Ya habrá tesis doctorales que desarrollen el concepto.

La “democracia multitudinaria”, en cambio, tiene muchas aplicaciones prácticas y explica varias de las actuaciones de Petro como Alcalde.  Para los que no somos científicos políticos que no entendemos los  elevados conceptos del Alcalde podríamos resumirla como la “política del tropel”. Es decir la política de la “muchedumbre que se mueve en desorden ruidoso”, según la definición del diccionario.

Ya Petro la había puesto en práctica cuando promovió las protestas ciudadanas contra el sistema Transmilenio que terminaron en cruentos hechos violentos. Ahí no la mencionó. Eso lo hizo sin poner la cara. Esta semana, si estuvo al frente de la “muchedumbre”. Abandonó el gobierno y regresó a la oposición, donde lo hace bastante mejor. Paralizó los servicios de salud del Distrito durante un día y llevó a todos los trabajadores del sector a una marcha que terminó en la Plaza de Bolívar con una arenga, en el sentido más literal del término, esto es, “discurso pronunciado para enardecer los ánimos”.

Petro proclamó que “Bogotá es un gobierno de multitudes”. Invitó a otras marchas “para no dejar perder sus hospitales, para reabrir el que nos robaron, el San Juan de Dios”, es decir para hacer lo que le corresponde a su gobierno. Petro – ya en ese momento poseído de su condición de Mesías- denunció que “el señor más rico del mundo se quedó con 200.000 millones de pesos del pueblo bogotano”.

Parece que se refería a un proceso judicial que la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá perdió contra COMCEL y que el Gobierno Distrital busca revertir en el Consejo de Estado, con base en una decisión del Tribunal Andino de Justicia. Petro también vociferaba, como queriendo que le oyeran al otro lado de la Plaza de Bolívar, que la Corte Constitucional debería actuar para declarar el estado de cosas inconstitucional en materia del sistema de salud. El Alcalde no ha consultado la sentencia T-760 de 2008 que ya adoptó una decisión similar. Las sentencias no caben en el concepto de “democracia multitudinaria”.

En un ademán parecido al que adopta José Obdulio cuando acusa a alguien de idiota útil de la guerrilla, Petro advirtió “no nos asustan las amenazas, mientras estemos acompañados de multitudes”.

Se atribuyó la tarea de liberarnos de los “muy poderosos negociantes de la salud del pueblo” y buscó la compasión de la “multitud” para lo que dijo estar dispuesto a ir a la cárcel antes que abandonar “la bandera del interés general”.

La “democracia multitudinaria” de Petro se parece al “Estado de Opinión” de José Obdulio porque pretende invocar un supuesto apoyo ciudadano para enfrentar a los otros poderes, para no aceptar los límites de la ley, para proclamarse como suprapoder, para rebelarse contra la Constitución mientras la invocan.

La “democracia multitudinaria”, va más allá. Le sirve a quién la invoca para incumplir sus deberes de gobierno y atribuir los males a los demás. Es por lo menos exótico que el Alcalde de Bogotá lidere una marcha por el mal funcionamiento del sistema de salud de la ciudad que tiene a su cargo.

La “democracia multitudinaria” sirve para simular un amplio proceso de participación como el que el Alcalde dice que hubo durante la discusión del Plan de Desarrollo. Las estimaciones oficiales indican que 270 mil ciudadanos de Bogotá habrían participado en ese debate, es decir 50.000 menos que los que La Silla que participaron en la elección de las directivas de las Juntas de acción comunal en el Departamento de Cundinamarca. La democracia de Cundinamarca es super-multitudinaria.

De la “política del amor” a la “política del tropel”, porque esto se va a “poner caliente” según vaticinó el Alcalde 24 horas antes de su arenga en la Plaza de Bolívar. Se necesita -según ha dicho- un gabinete menos cobarde. Uno con más capacidad de confrontación. Uno que organice más marchas. Uno que esté dispuesto a darle en la cara al marica que se nos atraviese.

Héctor Riveros Serrato es un abogado bogotano, experto en temas de derecho constitucional, egresado de la Universidad Externado de Colombia, donde ha sido profesor por varios años en diversos temas de derecho público. Es analista político, consultor en áreas de gobernabilidad y gestión pública...