No se ha caído, pero, después de su fuerte arranque, la demora del Consejo Nacional Electoral trastocó los planes de los promotores, que pretendían terminar el 2017 con la elección de un nuevo alcalde.
El plan para revocar a Enrique Peñalosa y terminar el 2017 con su remplazo en el Palacio Liévano arrancó marcando agenda política y mediática, con el impulso que le daba haberse ambientado desde antes de que el Alcalde se posesionara y apalancado en las altas cifras de impopularidad del Alcalde y en una izquierda unida, junto a sectores sociales, alrededor de esa causa.
De haber seguido con su fuerza inicial habría dado un golpe muy fuerte por tratarse del Alcalde de la capital del país que hace parte del establecimiento. Seguramente hubiera hecho cuajar mucho más la idea de implementar cambios como la segunda vuelta para elegir alcaldes, con el fin de que quien sea elegido llegue con más del 30 por ciento con el que llegaron Peñalosa y sus antecesores, lo que implica que tenga poco consenso a su alrededor para gobernar tranquilamente.
Sin embargo, la revocatoria terminó enredada en el Consejo Nacional Electoral (CNE), sin siquiera un indicio de cuándo se haría el posible referendo revocatorio, y más cerca de hundirse que de salvarse.
La fuerza inicial
Aunque un grupo de promotores comenzó a trabajar en la revocatoria desde antes de que Peñalosa se posesionara, el proceso arrancó formalmente el 2 de enero de este año, cuando se inscribieron en la Registraduría cuatro comités para recoger firmas.
Finalmente, sólo dos lo hicieron y sólo uno, Unidos Revocamos a Peñalosa, presentó las firmas ante la Registraduría, que de 700 mil avaló 458 mil, 187 mil más que las que exige la ley.
La fuerza inicial y más fuerte de ese movimiento estaba en la capacidad de movilización de partidos y movimientos de izquierda como el Polo Democrático, Progresistas, el Partido Comunista, Marcha Patriótica, el Congreso de los Pueblos y la Unión Patriótica, que trabajaron al lado de sindicatos, estudiantes, ambientalistas, recicladores, indígenas, entre otras organizaciones que llegaron a rodear las 50.
Los debates para exponer sus razones les dieron amplio acceso a medios de comunicación y en escenarios como universidades, al tiempo que candidatos presidenciales como Jorge Robledo, del Polo, y Gustavo Petro, de Progresistas, cogían como bandera la revocatoria en medio de su campaña en Bogotá.
La estrategia jurídica de Peñalosa, por su parte, no rindió frutos porque cuando su abogado Humberto Sierra Porto intentó tumbar la revocatoria en tribunales, los jueces no le dieron la razón. Y a pesar de que la defensa argumentó que las firmas recogidas tenían errores y pidieron revisarlas con peritos propios, al final la Registraduría las avaló.
Sin embargo, para el segundo semestre el proceso se empantanó en el CNE.
La desinflada
Para convocar el referendo es necesario, además de las firmas, que el CNE certifique si para financiar la recolección de esos apoyos la contabilidad del comité revocador fue llevada correctamente. La ley no define plazos para eso y hoy, después de seis meses de que le presentaron las cuentas, ese organismo aún no se pronuncia.
El magistrado liberal Emiliano Rivera presentó una ponencia en septiembre argumentando que el comité revocatorio se voló los topes de financiación, lo que en caso de ser cierto tumbaría la revocatoria. Pero la sala plena de nueve magistrados aún no toma una decisión de fondo que acoja o niegue esa postura.
Los defensores del Alcalde han tomado el informe de Rivera como el argumento perfecto para decir que si la revocatoria está en peligro es por culpa de sus promotores, a pesar de que estos insisten en que manejaron bien la contabilidad.
Los revocadores, a su vez, han insistido en la necesidad de que el CNE se pronuncie, pero ni los derechos de petición ni las marchas con la idea de meter presión política movieron al CNE.
Como lo contó La Silla Cachaca, en algunos sectores comenzó a calar el escepticismo y las reuniones de las asambleas del comité, que eran semanales, ahora son menos frecuentes.
Peñalosa, mientras tanto, ha logrado gobernar a pesar de que se mantienen sus bajos niveles de popularidad y de que no ha comenzado a ejecutar sus grandes obras. Por ejemplo, sacó adelante proyectos que la revocatoria pretendía contener, como asegurar la financiación para hacer el metro elevado y para el Transmilenio por la Séptima.
Sólo fue hasta comienzos de diciembre que el Tribunal de Cundinamarca, gracias a una acción de tutela que interpusieron dos promotores de la revocatoria, le llamó la atención a ese organismo y le ordenó destrabar el proceso antes de que termine el año.
Pero más allá del entusiasmo que eso generó entre la oposición y de que el Tribunal dejó en evidencia que no hay una razón de peso para que el CNE se haya demorado tanto, si el proceso vuelve a coger vuelo sólo lo hará el año entrante.
Y eso tiene sus riesgos. Primero, porque ciudadanos hoy indignados con Peñalosa pueden desincentivarse para salir a votar en su contra en caso de que él logre avanzar en la ejecución de obras y pueda mostrar resultados más concretos de los que tiene hoy.
Segundo, porque sería una campaña contra el tiempo, ya que el referendo debe hacerse antes de mitad de año porque, de lo contrario, así el alcalde sea revocado, por ley no pueden hacerse nuevas elecciones sino que el Presidente designaría un encargado que proponga el comité que inscribió a Peñalosa.
En medio de eso hay que tener en cuenta que el movimiento, en plena campaña electoral, tiende a dividirse. La muestra más evidente es la pelea entre el petrismo y el sector del Polo que lidera el senador Robledo. Aunque son rivales desde hace años, tenían como causa común la revocatoria, pero en los últimos días se han mostrado los dientes en medios y en redes sociales por la no inclusión de Petro en la coalición de los Ni-Ni en la que está Robledo y que puso de candidato presidencial a Sergio Fajardo.
De ahí que, así vuelva a coger aire jurídico, la revocatoria de Peñalosa ya no fue en 2017, y en 2018, en caso de que el CNE no la hunda antes, tiene un panorama más incierto.