Ayer en la presentación del Plan de Desarrollo en el Concejo de Bogotá la sesión tuvo que ser suspendida después de que se armara una pelea a gritos entre los opositores y los aliados del alcalde Gustavo Petro. En este ambiente caldeado, el Distrito está definiendo su hoja de ruta para los próximos cinco años.
La Silla Vacía revisó el Plan presentado por Petro y encontró unas ideas novedosas que reflejan las preocupaciones de la izquierda moderna de América Latina más cercanas a Lula que a Chávez; unas propuestas que le dan continuidad a proyectos que ya están andando; y unos puntos que parecen difíciles de lograr.

De la discriminación a la segregación: uno de los tres ejes del Plan de Desarrollo de Petro es la lucha contra una ciudad segregada. El Plan de Desarrollo busca “construir un territorio donde se garantice el acceso equitativo a la ciudad”. Con eso aterriza el problema de la desigualdad y de las discriminaciones al tema urbano, lo que es una novedad en las políticas distritales.
Esta es una visión que, hasta ahora, no habían tenido los planes de desarrollo de Bogotá. Sin embargo, las estrategias de este eje se enfocan más en la discriminación que en la segregación física. De los 15 programas de ese eje, sólo uno -la revitalización del centro- le apunta a superar la segregación, mientras los otros se refieren a la discriminación o a la desigualdad (como aumentar las tasas de escolaridad en estratos 1 y 2, bajar las de mortalidad infantil, o reducir la percepción de discriminación).
Por eso, entre las recomendaciones de Bogotá Cómo Vamos al Plan de Desarrollo sobre este punto está incluir la mejora de las redes de servicios públicos, parques y vías en barrios que están muy mal dotados pero que no están necesariamente en el centro.
El énfasis en las víctimas: El Plan de Desarrollo enfatiza la reparación de las víctimas. Presupuesta dedicarles 1,9 billones de pesos entre 2012 y 2016, mientras que para vivienda y hábitat hay 1,1 billones y para seguridad poco menos de 800 mil millones. Esos casi 2 billones de pesos están orientados a construir memoria histórica y reparar a las víctimas. Además de este programa directamente dirigido a ellas, las víctimas tendrán una posición preferente para acceder a servicios del Distrito como el acceso a la vivienda.
Esta política está en consonancia con las decisiones de la Corte Constitucional y del gobierno de Santos de apoyar a las víctimas. Pero ha recibido críticas porque, para algunos, existen otros grupos vulnerables y muchos sectores pobres que pueden terminar discriminados frente a las víctimas. Ésa ha sido la opinión de concejales que no hacen parte de la coalición mayoritaria opositora, como Juan Carlos Flórez y María Victoria Vargas, quien además señala que falta un censo de víctimas para definir técnicamente el presupuesto.
El ambientalismo: la idea de ordenar la ciudad alrededor del agua, de incentivar el reciclaje de basuras, de incrementar la importancia de lo rural y la lucha contra el cambio climático son ejemplos de que los asuntos ambientales dejan de ser un capítulo del Plan de Desarrollo para convertirse en una de las columnas vertebrales del gobierno de Petro.
La revitalización del centro: La propuesta de Petro de revitalizar el centro es una vieja idea, pero la fuerza que tiene en este Plan de Desarrollo y la manera de hacerla sí son nuevas. Desde hace más de 10 años se habla en Bogotá del Plan Centro. En el Plan de Desarrollo de Enrique Peñalosa buscaba evitar el deterioro del centro mediante la renovación urbana, en el de la segunda alcaldía de Antanas Mockus se prometía la realización de cuatro planes parciales de renovación del suelo, el de ‘Lucho’ Garzón regresaba a la renovación urbana del centro y buscaba crear nuevas centralidades en Usme, Suba y Tunjuelito. Con Samuel Moreno esa aspiración desapareció del Plan de Desarrollo.
Petro no solo retoma esa bandera sino que la refuerza: propone seis intervenciones urbanas de iniciativa pública (en Los Mártires, el Campín, la Zona Industrial, el centro tradicional y la llamada Ciudad Salud, además de otra con el Gobierno Nacional en el CAN), rehabilitar todas las redes de acueducto y alcantarillado y crear un sistema de drenajes sostenibles de un kilómetro. Además, plantea hacer las intervenciones sin desplazar a quienes actualmente viven en los barrios y haciendo énfasis en darle vivienda a los hogares de menores ingresos, lo que hasta ahora no se había planteado.
La participación: desde la campaña, Petro ha defendido la idea de realizar procesos participativos para la toma de decisiones clave de la ciudad. Precisamente el mismo Plan fue objeto de unos cabildos ciudadanos, muchos de los cuales arrojaron una participación mucho más baja de la esperada. Pero el plan mismo establece que otras iniciativas centrales para Petro, como el presupuesto, serán consultadas previamente con la comunidad y, sobre todo, que habrá un porcentaje de presupuesto cuya destinación será definida por los ciudadanos.
Aunque en la alcaldía de Moreno ya se había iniciado tímidamente un ejercicio de presupuesto participativo, el Plan de Desarrollo lo quiere llevar mucho más lejos, imitando los esfuerzos de otros lugares en Latinoamérica, espacialmente Porto Alegre, en el Brasil. Esta iniciativa, que tiene el potencial de acercar más a los ciudadanos a la administración, también corre el riesgo de terminar tomado por los pequeños poderes que ya existen en los barrios de Bogotá y que ya toman decisiones a través de los ediles y las juntas de acción comunal que manejan.

La importancia de la movilidad: la preocupación por el transporte de los bogotanos no es nueva y Petro no solo la retoma sino que la profundiza. El Plan de Desarrollo le hace un gran énfasis a los proyectos de movilidad, especialmente si se considera su peso presupuestal. Por encima incluso de la educación (que incluye los salarios de los 30 mil maestros del Distrito para atender a más de un millón de estudiantes), la movilidad es el sector con más plata: más de 15 billones entre 2012 y 2016. Además, incluye todo un menú de modos de transporte, desde el metro pesado hasta las ciclorrutas.
Retoma la iniciativa del metro de Samuel Moreno y continúa con el proceso que, de la mando del Banco Mundial, se está adelantado desde hace varios años para empezar las obras. La apuesta a dos nuevas troncales de Transmilenio por la 68 y la Boyacá que están en el plan de Transmilenio desde Mockus I. Propone construir nuevas ciclorrutas como hizo en momento Peñalosa. Le cogió la caña a Clara López y al Viceministro Felipe Targa del corredor verde de la Carrera Séptima, ahora con un tranvía. Lo nuevo que le agrega es un Tranvía por la ALO y propone dos metrocables, uno en Ciudad Bolívar y otro en San Cristóbal.
La descentralización: El Plan de Desarrollo refuerza la descentralización de las decisiones del Distrito a la que ya Samuel Moreno le había dado un gran impulso. Desde la alcaldía de Peñalosa las Unidades Ejecutivas Locales, que dependen de las secretarías de la Alcaldía Mayor, contrataban la mayor parte del presupuesto de las localidades, y los Alcaldes Locales sólo disponían libremente de alrededor del 30 por ciento de ese dinero. Desde julio de 2010, los alcaldes locales son quienes definen cómo se gasta todo ese dinero. En 2011, las localidades ejecutaron directamente el 93,88 por ciento de sus recursos; el Plan quiere que lo hagan con el 97 por ciento.
El discurso del desarrollo económico: desde las administraciones pasadas el Distrito ha hecho énfasis en el desarrollo económico. Incluso, en la reorganización administrativa de 2006, durante el gobierno de Lucho Garzón, se creó una Secretaría de Desarrollo Económico. Ahora, el Plan de Desarrollo mantiene el énfasis en el apoyo a la economía popular, que ha sido la principal función de esa Secretaría.
Ese discurso forma parte de la visión social de izquierda que se ha ido profundizando en los planes de Desarrollo desde la elección de Luis Eduardo Garzón. Para algunos, como Bogotá Cómo Vamos, esta visión se debería ampliar: en lugar de concentrarse en el mercado bogotano, debería pensar estrategias de exportación y reforzar clústers de productos o servicios que puedan potenciar el desarrollo económico de la ciudad.
La lucha contra la discriminación: además de la segregación espacial, el Plan mantiene políticas contra la discriminación social, como varios proyectos que buscan reducir las personas que se han sentido discriminadas del 23,4 al 20 por ciento. En esto continúa políticas de Moreno (que se comprometió en su Plan a reducir ese mismo porcentaje a menos del 24 por ciento), y de Garzón, cuyo Plan de Desarrollo se llamaba “Bogotá sin indiferencia”. En palabras del concejal Verde Antonio Sanguino, cercano a garzón, “la propuesta de plan de desarrollo mantiene un enfoque ligado al desarrollo humano”.
La salud y la educación: los proyectos de salud y educación de Petro solo cambian en pequeños detalles los dos últimos planes de desarrollo. No hay grandes innovaciones como fue el programa Salud a su hogar, ni hay una puesta fuerte por el bilinguismo.
Además, la educación ha sido uno de los puntos más criticados, por la poca ambición en la jornada única. Esta fue una de sus banderas de campaña y, según su Plan de Gobierno, comenzaría a implementar. Pero en el Plan de Desarrollo dice que sólo va a empezar, como plan piloto, en 15 escuelas; y en otras 150 sí habrá 40 horas de clase a la semana, pero no como clases formales. Petro también dijo en campaña que crearía mil nuevos jardines infantiles, y el Plan afirma que se adecuarán y dotarán 836 “equipamientos para la atención integral a la primera infancia”, lo que ha llevado a críticas por un cambio frente a su promesa pues un “equipamiento” podría ser adecuar un salón comunal o un garaje y no crear un nuevo jardín infantil.

Conseguir la plata: El Plan de Desarrollo de Petro cuesta un poco más de 61 billones de pesos para invertir y gastar entre 2012 y 2016, es decir algo más de 12 billones de pesos al año. Eso significa gastar más de lo que se ha gastado en los últimos años, lo que lleva a que el mismo Plan prevea que la ciudad se endeudará por 4,3 billones en estos 5 años. Además, le apuesta a una modernización tributaria, que en realidad es una reforma, y a dineros de otras fuentes, como alianzas público-privadas y dineros de la Nación. Ninguno de estos recursos está asegurado puesto que la reforma tributaria depende de un Concejo que está en contra de él, las alianzas público-privadas dependen del interés de los inversionistas y los recursos de la Nación dependen de que alcance “la mermelada” del ministro Echeverry.
Este punto ha sido muy debatido. Desde Bogotá Cómo Vamos hasta el concejal de Cambio Radical Fernando López o la ex candidata a la alcaldía Gina Parody, varias voces han señalado que no hay claridad en cómo se va a conseguir el dinero. Además, no tomó en cuenta los ingresos que va a recibir Bogotá gracias a la Reforma a las Regalías.
Hacer todo el programa de movilidad: El programa de Petro en movilidad es todo lo contrario al de educación: es sumamente ambicioso. Quiere avanzar en el metro, hacer varias líneas de metro ligero (o tranvía), dos metrocables, dos troncales de Transmilenio, y ciclorutas, además de implementar el Sistema Integrado de Trasnporte Público.
Aparte de la controversia por la falta de estudios del metro ligero y del uso que finalmente se de a los terrenos que se habían destinado para la ALO, es difícil conseguir el dinero para tantas cosas, sacar adelante los estudios y licitaciones que se necesitan, y hacer tantas obras a la vez. Por ejemplo, Bogotá Cómo Vamos recomendó “ajustar las metas de movilidad a la disponibilidad presupuestal y a los costos de estudios y diseños.”
Conseguir que el Concejo le apruebe nuevos tributos: Cobrar por el alumbrado público es un viejo anhelo. Antanas Mockus intentó en varias ocasiones que el Concejo le aprobara un proyecto de acuerdo para lograrlo, y siempre fracasó. Aunque Garzón y Moreno no mantuvieron la iniciativa, ahora Petro la quiere llevar a cabo. Pero con un Concejo cuya mayoría se ha mostrado opuesta a sus programas, el panorama es oscuro; lo mismo ocurre con su proyecto de modernización tributaria. Además, ya han surgido varias críticas contra la idea del cobro, como suele ocurrir cada vez que se crean nuevos tributos.