El excontralor de Bogotá, una de las figuras más simbólicas de la puerta giratoria entre la justicia y la política, ahora pretende reencaucharse tras su paso por el Consejo Superior de la Judicatura.
Trece años después de perder su investidura como representante a la Cámara, el excontralor de Bogotá Ovidio Claros busca de nuevo una curul, esta vez en el Senado por Cambio Radical. Un refuerzo más para la campaña de Germán Vargas Lleras.
Claros, una de las figuras más simbólicas de la puerta giratoria entre la justicia y la política, ahora pretende reencaucharse luego de ocho años como magistrado del Consejo Superior de la Judicatura.
De su candidatura se habla desde hace meses, aunque en Bogotá apenas comenzará a moverse en forma en dos semanas, en medio del ruido que generaron denuncias por recientes nombramientos en el CSJ, donde aparentemente sigue teniendo influencia.
Y vuelve con propuestas que no suenan a vargasllerismo, como eliminar las EPS y que los servicios públicos vuelvan a estar en manos del Estado.
“Es que yo soy amigo de Germán, pero no sumiso”, dice.
Su palomita en el Congreso
Claros es un abogado de la Universidad Libre que fue funcionario de la Contraloría de Cundinamarca, gerente regional de Caprecom y del desaparecido Seguro Social, y a fines de 1997 fue elegido por el Concejo Contralor, en medio de ruidos por la presunta inhabilidad que le generaba una sanción de cuando estuvo en el Seguro. Llegó a fiscalizar el primer gobierno de Enrique Peñalosa (1998-2000).
Esa elección fue una muestra de que ya sabía moverse políticamente. Él lo admite y le dijo a La Silla Cachaca que pocos meses después ayudó a Germán Varón (hoy el senador más votado de Cambio Radical en Bogotá) para que el Concejo lo eligiera personero.
Aunque La Silla no pudo corroborar esta versión directamente con Varón, ambos recibieron la venia del que era presidente y superpoderoso del Concejo en ese momento, el liberal Germán Olano, hoy condenado por el carrusel de la contratación.
Después de manejar cada uno su respectivo fortín burocrático, se lanzaron a la Cámara en 2002 y salieron elegidos. Varón ya estaba en Cambio Radical, mientras que Claros, que siempre había sido liberal, obtuvo su curul por el Movimiento Nacional Progresista (de estirpe liberal) con 22 mil votos.
En ese cargo alcanzó a mostrar sus simpatías por la izquierda al apoyar la candidatura a la alcaldía de Lucho Garzón contra Juan Lozano, pero no duró ni dos años en su curul porque el Consejo de Estado le quitó su investidura porque supuestamente estaba inhabilitado al haber inscrito su candidatura menos de un año antes de haber terminado su periodo como contralor.
Claros apeló y al cabo de dos años el mismo tribunal echó atrás esa decisión (al parecer hubo un complot político para sacarlo del cargo) y alcanzó a volver al último mes de ese Congreso, junio de 2006. Por eso demandó al Estado por haberlo dejado sin trabajo ese tiempo y terminó indemnizado.
“Había interés en que yo estuviera por fuera debido a mi oposición a la reelección de Álvaro Uribe”, le dijo Claros a La Silla Cachaca, aclarando que era la única diferencia que tenía con el entonces Presidente.
En 2008, de hecho, un Uribe reelegido lo ternó para la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura (CSJ, la que investiga a jueces y abogados pero que ha ocupado muchos titulares por fallar tutelas que interesan a políticos) y su coalición mayoritaria en el Congreso lo eligió, especialmente impulsado por Colombia Democrática, el partido que lideraba Mario Uribe, el primo del Presidente que luego fue condenado por parapolítica.
Ahí comenzó una nueva y polémica etapa para Claros por su presunta participación en un carrusel de pensiones, en el que los magistrados nombraron en cargos con sueldos altos a cuotas suyas para que ganaran el derecho a cobrar pensiones igual de altas.
Eso le valió constantes menciones en medios (como en columnas de Daniel Coronell), y un caso que tiene a exfuncionarios del CSJ respondiendo ante la justicia. Si Claros debe responder en algún momento, será ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara.
En esa Sala Claros armó un grupo con Julia Emma Garzón, el ex secretario de la Cámara Angelino Lizcano y el tolimense Henry Villarraga, aunque fue de los primeros en alejarse de éste en el escándalo que lo tumbó, y era visto por otros magistrados como un político en receso.
A comienzos de este año presentó su renuncia ante el Congreso para lanzarse al Senado, y de nuevo saltó su nombre a los titulares porque los congresistas aplazaron varias veces la decisión, lo que estuvo cerca de inhabilitarlo. Semana contó que entre los que hicieron el quite en varias ocasiones estaban algunos de Cambio Radical (sin mencionar quiénes), que no veían con buenos ojos que él se fuera a meter en una lista a quitarles votos.
“Yo sé muchas cosas de mucha gente y por eso a algunos les puede estorbar que yo llegue”, nos dijo. “No le tengo miedo sino a Dios, y estoy dispuesto a denunciar a gente de mi propio partido, si toca”. No quiso aclarar a quiénes cree que pueda estar incomodando.
Su campaña (y su aparición en la pelea por la curul del Polo)
Una vez Claros renunció a la Judicatura, Vargas Lleras definió que el exmagistrado haría fórmula en Bogotá con Santiago Morales, ex asesor jurídico del exvicepresidente que aspira a la Cámara.
Pero después de varios meses no están juntos. Mientras Claros nos dijo que esa alianza todavía “está por verse”, Morales nos confirmó que ya no van más, pero no quiso dar más detalles.
Eso quiere decir que hasta ahora Claros no tiene fórmula definida a la Cámara ni ayuda de ninguno de los nueve concejales de la bancada, pero se ha movido para conseguir el respaldo de Venus Albeiro Silva, el concejal expulsado del Polo por haber salvado el Plan de Desarrollo de Peñalosa.
Se conocen desde hace más de 15 años, pues fueron compañeros en la Cámara, un escaño que Venus quiere recuperar con su hija Katherine, pero todavía no sabe por qué partido.
Aunque hablamos con dos fuentes del Polo y una de Cambio Radical que dan por hecho esa alianza, Claros y Venus nos dijeron que aún están en conversaciones.
La otra opción para Claros también proviene del Polo: el exconcejal Nelson Castro, que perdió su curul luego de que la Procuraduría lo destituyó en julio porque al parecer estaba inhabilitado para aspirar al cargo. Ambos son amigos desde hace 30 años.
Castro busca recuperar su curul y por eso puso una tutela en el Consejo de la Judicatura, justo donde los medios han denunciado que Claros sigue teniendo poder a través de cuotas nombradas recientemente en altos cargos o que dejó luego de ocho años allá (uno de los más evidentes es el de la magistrada auxiliar Paola Méndez, esposa de Édgar Suárez, un diputado de Cambio Radical en Santander que apoya la campaña al Senado de Claros).
Por eso el remplazo de Castro en el Concejo, Xinia Navarro, aduce falta de garantías para que se resuelva su caso.
Más allá de esa discusión, el apoyo de Castro puede ser útil para Claros porque en 2015 obtuvo 10 mil votos y puede explotar políticamente haber sido uno de los artífices de que en la Alcaldía de Gustavo Petro, cuando era líder sindical del Acueducto, esta empresa comenzara a meter a su planta a 1.300 empleados más para que asumieran procesos que antes hacían privados.
El exmagistrado, por lo pronto, también se mueve en otras regiones: en Cundinamarca está en conversaciones con el excontralor Leonardo Rico, que aspira a la Cámara por Cambio y es muy cercano al gobernador Jorge Rey; en Chocó su fórmula sería Delcin Bejarano, director de Cambio en ese departamento; y en Risaralda tiene a William Córdoba, que era de la estructura del representante conservador Mauricio Salazar.
De lo que logre consolidar con esas movidas dependerá que llegue al Congreso.
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