Para ser soberana en Barranquilla hay que venir de familia con relaciones y plata. ¿Quién rodea a la de este año?
Ser reina del Carnaval es el sueño de muchas, pero está reservado para unas pocas. Ser elegida por una junta que preside el Alcalde de turno y tener que costear lujosos disfraces y espectáculos musicales que pueden valer cientos de millones, hacen que esa sea una dignidad exclusiva de las hijas de familias con relaciones y plata. Por eso, a nadie sorprende que la corona más importante de Barranquilla termine cada año en las manos de clanes carnavaleros y poderosos como los Gerlein, los Char o los Abuchaibe. Esta vez, esa alegría se la llevó la casa de uno de los hombres del primer círculo del actual mandatario Álex Char.
Se trata de Victino Mendoza Nicolella, un empresario que ha sido contratista y es dueño de envidiables relaciones públicas y un poder en ascenso que aún pasa de agache.
Él es el padre de Stephanie ‘Fefi’ Mendoza, una estudiante de Derecho de la Universidad de los Andes que desde pequeña ha estado vinculada a las actividades de esta gozadera de cuatro días y, después de estar en el sonajero en ediciones pasadas, a sus 22 años se convirtió en la soberana de La Arenosa.
Su elección se anunció en agosto del año pasado y se dio por votación unánime de la junta directiva de la empresa mixta que organiza la programación oficial del Carnaval (llamada Carnaval S.A.), una parranda que mueve unos 45 mil millones de pesos, según la Cámara de Comercio, y genera cada año cerca de 30 mil empleos entre directos e indirectos.
Además del Alcalde de turno, en esa junta se sientan el Secretario de Cultura, tres representantes de la Cámara de Comercio, tres delegados de la Fundación Mario Santo Domingo y tres de los grupos folclóricos.
Dos personas que lo saben de primera mano nos contaron que ‘Fefi’ no tuvo mucha competencia y desde antes que acabara el Carnaval del año pasado allí entendieron que debía ser la elegida porque se trataba de “la candidata señalada por el Alcalde”. Sin embargo, no hay pruebas de que Char haya dado la orden.
La noticia convirtió a su familia en objeto de un honor máximo, apetecido porque automáticamente los vuelve protagonistas del Carnaval y les aumenta su jerarquía social. Mejor dicho, porque se vuelven un símbolo de poder.
El círculo de ‘Fefi’
El círculo de la soberana de estas fiestas lo encabezan sus papás Patricia Vargas y Victino Mendoza Nicolella, miembros de dos familias que son reconocidas en Barranquilla por sus negocios y roce social.
La mamá de ‘Fefi’ es una de las mejores amigas de la primera dama Katia Nule y trabaja con ella en la Alcaldía, donde es la directora de primera infancia de la Secretaría de Gestión Social. Su amistad se remonta a los años 80, cuando ambas estudiaban bachillerato en el colegio Karl C Parrish.
Patricia proviene de una familia que fue dueña de una de las sastrerías más exclusivas de la Barranquilla de los años 50 y 60, llamada Casa Vargas. Ese almacén de ropa funcionó, hasta 1982, en una edificación que hoy es patrimonio arquitectónico y centro cultural, que alberga a los tradicionales libreros del sector San Nicolás de esa ciudad.
En el Atlántico político parte de los Vargas son conocidos por su militancia en el partido Liberal. Uno de ellos es el exdiputado, exconcejal y excongresista Jaime Vargas, primo de la mamá de la reina y dueño de uno de los noticieros locales que se transmite a diario por Telecaribe. Jaime Vargas, además, es el papá de la exrepresentante Victoria Vargas Vives.
El segundo protagonista del círculo de ‘Fefi’ es su papá Victino Mendoza Nicolella. Él, además de ser uno de los mejores amigos del alcalde Char, es un empresario de espectáculos que tiene negocios en discotecas. Uno de esos es la Discoteca Díscolo, ubicada en un centro comercial que edificó la constructora de Char.
Mendoza también ha sido uno de los megacontratistas de obras civiles de la era charista, como representante legal de la firma Kryptos Ingeniería Integral SAS. Según datos del Sistema de Contratación Pública (Secop), esa empresa se ganó dos contratos en 2012.
Uno como miembro del Consorcio Circunvalar 3, por 41.783 millones de pesos, para la pavimentación de un tramo de la Circunvalar. Y el segundo, como parte de la Unión Temporal Havivir, a la que el Ministerio de Vivienda, bajo la dirección de Germán Vargas Lleras, le entregó la construcción de casas en la Urbanización Las Gardenias por 119 mil millones de pesos.
Antes, el papá de la reina habia sido uno de los representantes de la Unión Temporal E5, a la que Char en su primera administración le adjudicó un contrato por 83 mil millones de pesos para la remodelación de la infraestructura escolar. Tanto Mendoza como Char aparecen en un evento de 2010, firmando un acta de compromiso con dos escuelas y anunciando el cambio extremo de otra institución pública.
Victino Mendoza también fue contratista distrital a través de su extinto negocio familiar Congelados Nena Lela, del que fue representante legal. Entre 2008 y 2009, esa empresa se ganó al menos dos contratos por cerca de 447 millones de pesos para preparar la comida en las cárceles de la ciudad y darles meriendas a los bomberos.
Justo por los platos italianos es que el tronco paterno de la reina ‘Fefi’ es más recordado en Barranquilla. Especialmente, por la sazón de su abuela Carmen Nicolella De Caro, hermana del exalcalde Alfonso Nicolella De Caro.
Bajo la batuta de doña Carmen, esa familia de ascendencia italiana ha tenido negocios de comida los últimos 40 años en Barranquilla. En 1982 crearon la marca Nena Lela, que inicialmente fue un solo restaurante y desde 2011 se transformó en dos nuevos sitios con el mismo nombre: una trattoria en un centro comercial y un restaurante – fábrica, que abrió sus puertas hace menos de tres años en el norte de la ciudad.
Mañana con el desfile de la Batalla de Flores, ‘Fefi’ comenzará el conteo regresivo para despedir su Carnaval. Pero, su nombre no quedará en el olvido después de los cuatro días de parranda, porque si hay algo que estas fiestas les deja a las familias reales es la refrendación de su posición social, un estatus que perdura por años en una sociedad como la barranquillera.