Tiembla el imperio del político que pasó de congresista desapercibido a barón electoral profesional de la mermelada.
Hace dos días la Corte Suprema de Justicia ordenó capturar a Musa Besaile, pero hasta anoche, cuando terminamos de escribir esta historia, su paradero era un verdadero misterio.
En la Fiscalía, encargada de ejecutar la detención con el CTI, nos dijeron que el Senador de La U prescindió de sus escoltas oficiales la semana pasada, se excusó para no asistir a dos sesiones del Congreso y no aparecía ni en su natal Córdoba ni en Bogotá.
Varios de sus compañeros en el Legislativo, por su parte, nos comentaron informalmente que desde el lunes pasado Besaile tiene los celulares apagados y que los mensajes que le mandan al chat de whatsapp quedan con un sólo chulo, es decir, no recibidos.
En la Secretaría del Senado nos informaron que no asiste a plenarias desde el pasado 16 de agosto y que esta semana no ha presentado ninguna excusa.
Contactamos a su abogado Julián Quintana para preguntarle si Musa piensa o no comparecer ante la justicia, y éste nos respondió que cuando hable con él nos cuenta. Aunque luego trinó que oficialmente no les habían comunicado nada y que hoy irá al alto tribunal “a verificar la información”.
Anoche en el ente acusador la versión que se estaba manejando es la de que está prófugo, según nos dijeron en la oficina de prensa.
Este epílogo contrasta con las mieles de las que hasta hace poco disfrutaba el congresista más votado de la coalición santista, quien junto a su colega y coterráneo Bernardo ‘el Ñoño’ Elías (capturado por el escándalo de Odebrecht) se convirtió en barón electoral gracias a la mermelada que les dio el Gobierno de Juan Manuel Santos, luego de lo cual ambos fueron determinantes para reelegirlo.
La captura de este “ñoño”, como les llaman a los dos senadores nacidos en el pueblo de Sahagún, fue ordenada para que responda en indagatoria por los cargos de peculado por apropiación y cohecho por dar, en uno de los peores casos de corrupción en la justicia que el país haya visto.
Ese caso fue, justamente, destapado por Musa a fines del mes pasado, cuando el legislador confesó públicamente con pelos y señales cómo en 2015 le pagó dos mil millones de pesos al corrupto exfiscal anticorrupción, Gustavo Moreno, para que en la Corte le frenaran una orden de captura por parapolítica.
En una estrategia jurídica que le valió varias críticas por redes y en medios y claramente le falló, Besaile intentó pasar de señalado (ya había versiones según las cuales había hecho ese pago) a señalador, presentándose en el programa de la periodista Vicky Dávila como una víctima de extorsión.
Incluso a lo largo del relato, en el que expone como socios de Moreno a los exmagistrados Leonidas Bustos y Francisco Ricaurte (hoy capturado en el mismo caso), lloró un par de veces y juró “por Dios” que estaba diciendo la verdad.
Fue la primera vez en la que muchas personas, incluyendo periodistas que cubren política, le oyeron la voz al Senador, que en términos de debates y leyes pasó por el Congreso sin pena ni gloria.
Aunque, el protagonismo legislativo que no tuvo lo reemplazó con creces con su enorme figuración como profesional de la política electoral, experto en conseguir mermelada (inversión en región, cuyo destino es decidido informalmente por congresistas aliados del Gobierno) y hacer vueltas para levantar votos a la manera tradicional.
Profesional de la mermelada
De 47 años, Musa Abraham Besaile Fayad es hijo de una millonaria familia de origen árabe, que a mediados de los 60 se estableció en el pueblo de Sahagún, a una hora de Montería, y hoy es dueña de una gran fortuna representada en empresas y grandes extensiones de tierra con ganado.
Aunque los Besaile ya habían tenido a Johnny, hermano del Congresista, como alcalde de Sahagún, su pisada fuerte en la política se dio en 2002, cuando Musa aspiró a la Cámara por el Partido Liberal como segundo renglón de Miguel Alfonso de la Espriella (condenado por parapolítica).
Por la época, los Besaile o “los musas”, como les empezaron a decir en el municipio, eran el brazo político fuerte del senador Mario Uribe (también parapolítico) en tierra sahagunense.
De hecho, dicen allá que por recomendación del papá de Musa fue que Mario Uribe puso como uno de sus renglones a Congreso al exsenador Otto Bula, hoy detenido y procesado dentro del escándalo de las coimas de Odebrecht.
Bula y los Besaile rompieron al poco tiempo sus relaciones, según ha contado el propio Senador.
Para las siguientes legislativas, Musa le apuesta a ir él mismo por una curul a la Cámara en el Partido Liberal y con el respaldo del grupo del entonces poderoso cacique Juan Manuel ‘Juancho’ López Cabrales (hoy condenado por parapolítica).
El vestido rojo le duró hasta 2010, cuando bajo la sombrilla del uribismo Besaile aspiró por primera vez a Senado con aval del Partido de La U.
Con 62 mil votos largos en su haber, pasó sus primeros cuatro años en el Senado prácticamente desapercibido.
Su trabajo legislativo entonces se limitó a impulsar leyes como, por ejemplo, una para declarar patrimonio artístico y cultural de la Nación un festival de acordeoneros y otra para declarar patrimonio histórico una institución educativa. Ambos en Sahagún.
Por ello, y aunque en 2011 junto al Ñoño se había ganado la Gobernación en cabeza del cuestionado Alejandro Lyons, fue toda una sorpresa que en 2014 Musa -y también el Ñoño- se haya convertido en un fenómeno electoral que en apenas un cuatrienio aumentó en 83 mil apoyos su caudal de votos (sacó 154.402).
Con eso se convirtió en el segundo congresista más votado de Colombia, apenas por debajo de Jorge Enrique Robledo del Polo, considerado en varios sondeos como uno de los mejores senadores del país.
Su éxito fue tan vertiginoso que los ñoños se convirtieron en la comidilla y pronto la única explicación que hubo fue que ambos fueron los grandes beneficiarios de la mermelada de Santos.
En una investigación que publicamos en La Silla en 2014, detallamos cómo Musa Besaile ayudó a varios mandatarios regionales amigos suyos a gestionar mermelada, que aterrizó en contratos de obra que terminaron en manos de un grupo reducido de contratistas y bajo condiciones que, en algunos casos, parecían obedecer a un cálculo político y no a la necesidad de obras en las regiones.
Además de eso, según pudimos verificar con una fuente a la que le constó personalmente en el caso de Besaile, revelamos que este congresista no sólo fue particularmente consentido por el Gobierno sino que, además, les compró los cupos a los que tenían “derecho” otros congresistas. Básicamente, les pagó de contado a algunos de ellos el 10 por ciento de su cupo o valor de la inversión antes de la campaña electoral y luego lo hizo efectivo en inversión para sus alcaldes.
En aquella ocasión, Musa no nos recibió las llamadas para hablar sobre esos hechos.
La mermelada se convirtió en una de las fuentes de financiación de campaña más poderosa para muchos congresistas de la coalición oficial, porque los alcaldes que reciben la plata tradicionalmente contratan las obras con los que, a su vez, patrocinan la reelección del legislador en cuestión.
La engordada que se pegó la estructura electoral de Besaile le dio para ser clave en la reelección santista (que se definió en el Caribe a punta de maquinaria), para respaldar el SÍ en el plebiscito del acuerdo con las Farc -que aunque perdió en el país, triunfó en la Costa- y para ganar de nuevo la Gobernación cordobesa en cabeza de su hermano Edwin Besaile.
La casa Besaile cuenta con varias alcaldías, diputados y concejales, tiene como representante en la Cámara a Raimundo Méndez de La U y domina burocracia en todo el departamento, incluyendo la CAR CVS, como lo hemos contado en La Silla Caribe.
Todo ese imperio, no obstante, hoy se ve sacudido por el terremoto llamado justicia, que lo está llamando a la puerta.