En Sincelejo no era ninguna noticia ver a Verónica Alcocer bailando fandango el día de las fandangueras, durante las fiestas patronales del 20 de enero. Llevaba ya varios años sin pelar el desfile en homenaje a ese ritual que amenizan, con sus trompetas, sus platillos y sus bombos, las bandas de músicos de las sabanas de Sucre, Córdoba y Bolívar.
Varios de sus compañeros en la comparsa ‘La reina de La Ford y su bololó real’, que nació en 2016, ni siquiera recuerdan que llevara tras ella un gran esquema de seguridad o equipo que llamara la atención. Inclusive en tiempo de campaña electoral. Con sus atuendos, casi siempre de pollera y turbante, celebraba como una bailarina alegre más.

Para los asiduos al festejo, era común encontrársela también comiendo fritos con suero en cualquier puesto ambulante en una esquina, o tomando una cerveza en una rueda de cumbia en la Plaza de Majagual.
“Ella siempre ha sido muy alegre y vital, y creativa, un alma para la comparsa, pero es sencilla y entre la gente a veces hasta podía pasar desapercibida”, resume Claudia “Chiro” Castellanos, realizadora audiovisual y gestora cultural que baila en el mismo grupo. Una definición acorde en general con lo que había sido hasta ahora la vida pública de Alcocer.
En las fiestas de este año, en cambio, la hoy primera dama de Colombia causó una pequeña conmoción. En Sincelejo y en el país político. Apareció bailando sola. O mejor: rodeada, pero de una comitiva productora que incluía videógrafo y fotógrafo. Parando en todas las esquinas en donde había una banda tocando para saludar. Con unos enterizos ajustados y descubiertos en vez de pollera. En plena campaña presidencial. Fue la pequeña sacudida que marcó su entrada mediática al barco electoral de su esposo, el recién posesionado presidente Gustavo Petro. Aunque ella llegó anunciando que lo suyo era un proyecto propio.
Podría llegar a serlo. La mujer que hace 22 años acompaña a uno de los políticos protagonistas de la historia reciente de Colombia, uno al que se unió —-en un principio—- en contra de su propia familia, por el que ha tenido que vivir en medio de riesgos de seguridad y bajo el ataque de los contradictores, es mucho más que una primera dama costeña “sensual” y “desparpajada”, como la han definido algunos medios tras aquella entrada festiva a la campaña.

La nueva primera dama no será tradicional, pero no sólo porque seguramente seguirá bailando, como ya lo empezó a hacer, en los corredores de Palacio. También, porque Verónica Alcocer sabe ejercer poder y se está preparando para seguirlo ejerciendo. Cuando fue primera dama de Bogotá, aun jugando su papel reservado hacia afuera, hizo sentir su peso, cuando allegados suyos terminaron en cargos de alto nivel en el Distrito. Ahora, en el gabinete petrista ya tiene un ministro que viene de su círculo de amigos.
Eso, mientras su popularidad crece y en algunos corrillos se empieza a comentar —-muy temprano, eso sí—- que si a Petro le va bien, ella sería una buena candidata para el Pacto Histórico.
De Sincelejo a Palacio
Verónica del Socorro Alcocer García es lo opuesto a Gustavo Petro en muchos sentidos. Por ejemplo, ella tiene la alegría y espontaneidad costeñas de las que él carece. Es pragmática, explosiva, habladora, “volada, al punto de ser imprudente”, como la definió alguien que la conoció en la Alcaldía. Tiene personalidad de artista, le gusta el teatro, cantar, toca piano. Habla con un acento sabanero marcado, como si acabara de llegar a vivir a Bogotá. Mientras, él es parco, se muestra a veces tímido, huraño, y es de reflexiones intelectuales hondas.
También se diferencian en que él viene de cuna pobre y ella de cuna rica.
Los abuelos de la primera dama eran terratenientes y estuvieron entre las familias pudientes que impulsaron la creación del departamento de Sucre en el 67. Los abuelos paternos. Se llamaban Eustorgio Alcocer Navas, que fue alcalde, y Filomena Rosa, que tenía ascendencia italiana. En la región eran conocidos como “don Toyo” y “doña Mena”.
Don Toyo y doña Mena se dedicaban principalmente a la ganadería. Dos de sus fincas más conocidas en Sucre, por extensas y bonitas, eran unas llamadas “Filadelfia”, en la vía hacia Tolú, y “El Cairo”, que quedaba en las afueras de Sincelejo, bajando los cerros de la Sierra Flor.
Eran godos alvaristas y entre sus mejores amigos estaban los Guerra Tulena, que eran liberales y son la casa de la que salieron los reconocidos hermanos uribistas Joselito y María del Rosario Guerra de la Espriella. Junto al padre y a la abuela de ellos dos, y a otros notables locales, fue que justamente se unió la pareja para constituir el comité pro creación del departamento, tras pedido popular.

El mayor de los nueve hijos de los esposos Alcocer Rosa es el padre de Verónica. Jorge Emilio Alcocer Rosa, un abogado, conservador por herencia familiar, que murió en 2012 y de quien muchos en la ciudad recuerdan su gran afición por las peleas de gallos.
Él y su esposa, Elizabeth García, criaron a Verónica y a sus hermanos,Juan Carlos y María Teresa, en un hogar católico de misa los domingos, colegio de monjas (Verónica estudió en Nuestra Señora de las Mercedes y hasta quiso ser religiosa a los 15 años) y permisos limitados para salir..
Por eso, y porque entonces el pequeño Sincelejo era una sociedad aún más pacata, en la que los cuentos de todas las familias se sabían, fue que el embarazo de Verónica de un novio desconocido, cuando estaba en sus 20 y ya estudiando Derecho, se convirtió en la comidilla y le causó un distanciamiento temporal con su papá.

Alcocer ha dicho años más tarde que las fallas en la educación sexual desde el colegio fueron definitivas para que ella y varias de sus amigas quedaran embarazadas por falta de información, y que sin embargo haber tenido a su hijo mayor, Nicolás, ha sido de sus mejores decisiones. Ella se define como “provida”. Dice que, aunque respeta las libertades individuales de cada una, no está de acuerdo con la ampliación de la despenalización del aborto hasta las 24 semanas. En eso último sí coincide con Petro.
A él lo conoció en 2000, cuando el político fue a dar una charla a la universidad en la que ella estudiaba la carrera, que nunca terminó. Ella tenía 24 años y él 40. Él comenzó el coqueteo. En ese momento, según cuenta en su libro ‘Una vida, muchas vidas’, Petro se encontraba en medio de una crisis matrimonial con su segunda esposa y había decidido “volver a buscar el amor”.
Dice Petro que Verónica Alcocer le recordó a la bailarina Vera, un personaje de Alejo Carpentier inspirado en una refinada y aristócrata rusa que termina en Cuba apoyando a Fidel Castro, y también a las valquirias, que presienten la muerte de los guerreros valerosos, porque cerca de él “sonaban los vientos de la muerte”.
No era falso eso último. Ese mismo año los paramilitares citaron a Petro a conversar en uno de sus campamentos en el sur de Córdoba. Petro era representante a la Cámara por Bogotá y accedió al encuentro clandestino en el que conoció al jefe de las autodefensas, Carlos Castaño, a riesgo de ser secuestrado, como ya había pasado con otros políticos.
Verónica, que desde el principio conoció y asumió de cerca los riesgos de relacionarse con un político como Gustavo Petro, fue quien manejó el carro que lo llevó oculto entre Sincelejo y Montería, para que luego él partiera con otras personas rumbo a la reunión.
Entonces, ya eran novios. Faltaban pocos meses para que se casaran y se fueran juntos a vivir a Bogotá. Alcocer ha dicho en varios escenarios que la enamoró el discurso de Petro y que la vocación de servicio que vio en él le pareció el mejor ejemplo de persona cristiana.
Sin embargo, en un principio a su papá, Jorge Emilio, no le gustó la unión. Una persona de Sincelejo amiga de los Alcocer Rosa, que pidió no ser citada para no causar molestias, comentó para este perfil que durante un periodo corto hubo oposición familiar a la relación por el tema político.
Una amiga sincelejana de Verónica detalla, incluso, que aquellos primeros años casi nunca vieron a Petro compartiendo en las reuniones familiares de los Alcocer. Pero que eso cambió pronto. Con el tiempo, Jorge Emilio Alcocer y Gustavo Petro se volvieron tan cercanos que una de las pocas veces que se le ha visto llorar en público al hoy Presidente ha sido justamente en el entierro de su suegro.
“Vengo de una familia conservadora, ha sido un proceso maravilloso que después de 22 años me engrandece a mí, a pesar de que los seres humanos tengamos diferencias, podemos sobreponernos en ese amor que es universal, que es el amor de los seres humanos”, dijo hace unos meses la primera dama al referirse a las diferencias políticas entre su papá y su esposo.
El fallecimiento de su padre, debido a una insuficiencia renal, fue en 2012. El mismo año en que Petro llegó a la Alcaldía de Bogotá.
Hacia afuera, Verónica Alcocer jugó aquel tiempo un papel similar al que por años le vieron sus paisanos de Sincelejo en las Fiestas del 20 de enero: estaba en el evento, pero no llamaba demasiado la atención.
Por decisión propia que, según ha contado, su esposo siempre le respetó, ella estaba dedicada a la crianza de sus hijos. Ya habían nacido las dos niñas que tuvo con Petro: Sofía, que en ese momento tenía 10 años, y Antonella, que estaba de cuatro.
Su amiga, la ex concejal de Bogotá Ángela Benedetti, destaca al respecto que no es poco que Alcocer haya sido la compañera que apoyó estando al frente del hogar, mientras el marido político destapaba escándalos y allanaba el camino hacia lo que es hoy.
“No debió ser una vida de rosas estar en medio de tantas limitaciones y riesgos por la seguridad, con opositores que te critican todo, en este tiempo ella ha sido nada menos que el soporte. El otro día le oí a un amigo de ellos decir que Verónica fue el polo a tierra de esa familia, la que ayudó a Gustavo a organizar los míos, los tuyos y los nuestros, y le hizo un cerco familiar”, dijo Benedetti.
En un sentido parecido, Nicolás Petro Burgos, el mayor de los seis hijos que en total tiene Petro (Nicolás, Andrés y Andrea, de matrimonios anteriores), definió a la esposa de su papá como una “pieza fundamental de esta gran familia en la que todos tenemos nuestro espacio. No cualquier mujer está a tu lado en varias campañas en las que te conviertes en un blanco sólo por ser familia, y Verónica, a pesar de todo, ha sido una compañera incondicional”.
Cuenta Rodrigo Silva, entonces jefe de prensa de la Alcaldía, que Alcocer muy poco iba al Palacio Liévano, que no daba órdenes al equipo de prensa y que, incluso, casi no le gustaba que se metieran a difundir las actividades que realizaba como gestora social. En general, no mostraba interés en salir en medios. Frente a los periodistas, a veces se mostraba hasta tímida y en alguna entrevista dijo que sufría de pánico escénico.
Hacia dentro, en un nivel más alto del poder, sin embargo, otras versiones señalan que su mano y su voz sí se sentían.
Un secretario de despacho y un asesor de la época, que aceptaron hablar sólo si no eran citados, coincidieron en asegurar que en varias ocasiones la primera dama mostró interés en que familiares suyos fueran ubicados en cargos del Distrito.
“No es que tuviera interés en algún sector en especial, o que le importara la gran contratación, pero ella sí tenía la inquietud de ayudarles a ciertos familiares a obtener puesto, es algo muy colombiano”, dijo una de las fuentes.
Verónica Alcocer declinó hablar para este perfil, por lo que no fue posible pedirle su versión. A través de una de sus asesoras, comunicó que sólo dará entrevistas a partir del próximo mes de septiembre, cuando tenga listo su plan de trabajo como primera dama.
A mediados de 2014, el periodista Iván Serrano mostró en Noticias Uno una lista de personas del círculo de Alcocer que habían llegado a cargos en la Administración. Entre ellos, el gerente de Transmilenio Fernando Sanclemente, esposo de una sobrina de la primera dama; y el gerente del Acueducto, Alberto Merlano Alcocer, tío de la primera dama.
Quizás su momento de mayor exposición, no obstante, no fue ese, ni cuando Daniel Coronell contó los negocios controvertidos que tenían en Bogotá empresas controladas por los dos hermanos de Alcocer y sus parejas, sino cuando una contratista (Leszli Kalli, que más tarde entró al uribismo) denunció ser víctima de matoneo laboral porque supuestamente la primera dama le tenía celos y no quería verla en la Alcaldía.
“Fueron días de muchas contrariedades en el matrimonio del Alcalde”, comenta una persona que ha sido cercana a la pareja, sin dar más detalles.
Lo de si es o no celosa es un lugar común en muchos de los artículos que le han hecho. “Estoy completamente segura de él y de la relación. Pero le tengo celos hasta de mis hijas, que él llama primero. Yo le digo: ‘Chiqui, de última no’”, dijo en un artículo de 2011. En alguna entrevista reciente, se mostró incómoda cuando le preguntaron por el episodio del supuesto golpe que le pegó al marido con un tacón, una historia que se regó porque Petro efectivamente se dio un golpe que le causó un edema, pero que ella ha negado y nunca ocurrió, según coinciden varias fuentes conocedoras.
Lo que sí está más que probado es que, tanto antes como ahora, Verónica Alcocer tiene la llave de la puerta que accede a Gustavo Petro y la usa.
Un miembro de la campaña presidencial de 2018 recuerda, por ejemplo, que alguna vez en un pueblo del Valle todo estaba listo para que subiera a la tarima un soldado víctima de las Farc que quería declarar su apoyo a Petro, y que al final no pudo hacerlo porque ella consideró que no era conveniente.
En la campaña de este año, aunque no daba directrices al equipo del hoy Presidente, cuando asistía a algún viaje con el candidato podía pasar que se modificara el cronograma de alguna actividad porque ella decía que Petro necesitaba descansar o comer, o que para hablar con él hubiera que contar con la aprobación de ella.
Como no tiene términos medios —-algo que a veces la hace pasar por imprudente, pues no suele disimular sus afectos ni sus malquerencias—-, si alguien le cae bien accede de una y lo contrario si no.
En los llamados “Petrovideos” que se filtraron de las reuniones internas de la candidatura, se pudo ver bien su capacidad de tirarle línea al marido. En alguno se le observa regañarlo por ser “terco” y no escuchar las recomendaciones de los estrategas, o por no haberse pronunciado en su momento en respaldo a los marchantes del Paro. A él se le ve escucharla en silencio y, a veces, esbozando una leve sonrisa resignada ante los llamados de atención.
En la ceremonia de transmisión de mando y posesión llena de símbolos del pasado 7 de agosto, fue la dueña absoluta de la batuta. Aunque entre los asesores de Petro estaban esperando órdenes, fue el equipo de la primera dama el que hizo el contacto con el grupo de funcionarios del saliente mandatario Iván Duque para coordinar todo, y también el que se encargó de hacer la convocatoria a medios, el diseño con las mariposas y la escogencia de las imágenes que se proyectaron.
Tras la conformación del gabinete, entre los petristas más conocedores revivieron las viejas impresiones sobre su influencia en la burocracia, por cuenta del nombramiento de Guillermo Reyes como ministro de Transporte. Reyes, cuya hoja de vida fue presentada por el presidente del Partido Conservador, no tiene trayectoria en ese sector y es protagonista de varios casos que evidencian que es un plagiador. Al mismo tiempo, él y su esposa, la sexóloga Carmen Larrazábal tienen una vieja relación de amistad con Petro y con la primera dama.
“De lejos, es uno de los nombramientos más raros, muy difícil entender que no sea cuota de Verónica”, comentó al respecto una persona cercana a Petro.
Pero además de su influencia y don de mando, Verónica Alcocer aportó apoyos concretos al proyecto electoral petrista, como el de la maquinaria de su primo, el exsenador sucreño Mario Fernández Alcocer, cuya adhesión concretó ella misma en varias reuniones políticas en Sincelejo.
Por todo eso, y por la gran popularidad y simpatías que logró despertar tras su salida a campaña —-divertida, simpática y prometiendo ser la amiga (YoSoyTuAmiga es la etiqueta que ha usado en sus redes) que tendrá como línea principal de trabajo las mujeres y los niños—- una persona que la conoce dice que está convencida de que buena parte del triunfo de Petro se debe a ella.
Quién sabe si hay forma de calcularlo a ciencia cierta. Los murales y las vallas que hay en algunas calles de Sincelejo con su imagen al lado de la del Presidente evidencian, en cualquier caso, que no se trata de una primera dama más.

En los corrillos de Sucre, ya hay quien vaticina que, si a Petro le va bien y ella no se equivoca, Alcocer podría ser la próxima candidata presidencial del Pacto Histórico.
Falta mucho, pero no suena descabellado. Para empezar, ella está dando muestras de quererlo. Más allá de una preparación física que ha incluido un régimen especial de alimentación, recientemente ha recibido asesorías para asuntos como expresarse en público. En un video, hace poco, dijo equivocadamente que el suyo es un cargo público al que llegó elegida.
También está el antecedente de que en las elecciones regionales de 2019 Alcocer ya había considerado incursionar en la política electoral como candidata a la Alcaldía de Sincelejo. En esa ocasión, llegó incluso a comentarles la idea a amigos locales para pedirles su opinión.
Todo indica que aún falta por verse mucho más del poder de su baile.
