Los colombianos no se alcanzan a imaginar cuántas personas padecen hambre en el país y la poca efectividad de las políticas del gobierno para combatirla.

La semana pasada, UNICEF reveló que en Colombia 5 mil niños mueren cada año por causas relacionadas con desnutrición. Y el problema del hambre va más allá.

Cuatro de cada diez colombianos sufrían en el 2005 de inseguridad alimentaria, es decir, que no tenían alimentos suficientes de manera permanente, según lo reveló la Encuesta Nacional de Situación Nutricional del ICBF. El panorama para el próximo año, cuando se realizará esta encuesta de nuevo, es desalentador.

“Se evidencia un bajo nivel de efectividad en términos de romper las tendencias crecientes de pobreza e inseguridad alimentaria, lo que pone de relieve una incapacidad política y técnica para utilizar los recursos jurídicos, humanos y financieros de manera efectiva”, dice sobre las políticas del Estado colombiano un informe del 2008 de la Iniciativa de América Latina y el Caribe sin Hambre, una entidad de la  Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

Aunque el gobierno tiene varios programas dirigidos a garantizar la seguridad alimentaria carece de una verdadera estrategia integral para solucionar de raíz el problema del hambre.

Por ejemplo, Familias en Acción, da subsidios en efectivo a un millón 700 mil familias con el fin de que tengan una dieta más balanceada y mantengan a los hijos en el colegio; el programa de restaurantes escolares y desayunos infantiles del ICBF complementa la alimentación de los niños más pobres en las escuelas de todo el país; y la Red de Seguridad Alimentaria (RESA) asiste a familias campesinas para que cultiven la tierra y su alimentación sea autosostenible.

El problema es que estas estrategias –salvo la RESA- son puramente asistencialistas, según la FAO. “Hay que implementar programas de largo plazo que acaben con el hambre”, dijo a la Silla Vacía Michele Espinosa, Coordinadora del Proyecto de Fortelecimiento de Seguridad Alimentaria de la FAO. Por ejemplo, estimular proyectos productivos para que las familias mejoren sus ingresos en las ciudades. En lo rural, aunque la RESA es una buena idea, se sostiene de donaciones y no forma parte del presupuesto ordinario de la Presidencia.

Por todo lo anterior, aunque en el 2000, Colombia –junto con otros 88 países- renovó el compromiso adquirido en 1990 de reducir a la mitad del número de personas con hambre en un plazo de 25 años (ver Metas del Milenio), como lo muestra la siguiente línea de tiempo, lo más seguro es que no logrará cumplir con la meta de reducir el hambre en el 2015.

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Recorrido por la Colombia con hambre

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Periodista Universidad de Antioquia.