La aprobación de la ponencia positiva de la reforma a la salud del gobierno de Gustavo Petro en la comisión Séptima de la Cámara fue una muestra de filigrana legislativa. La decisión le abre camino al debate del articulado del controversial proyecto, y lo mantiene vivo.
Además, es una señal de que, aún distanciados, los partidos tradicionales siguen mandando guiños al gobierno y la ministra de Salud, Carolina Corcho, para llegar a un acuerdo sobre el proyecto. Sin embargo, desde Casa de Nariño la respuesta, horas después de las movidas en el Congreso, fue pedir una renuncia protocolaria a todo el gabinete. Una movida que pone aún más presión al partido Liberal, La U y el Conservador, los miembros de la coalición.
Los tambores de guerra
El ambiente a favor del gobierno empezó a forma desde temprano. A las 7:17 de la mañana la representante liberal Olga Beatriz González, del Tolima, publicó un video cantando el respaldo a la reforma a la salud. “Ser liberal progresista significa apoyar las reformas las grandes reformas sociales que el gobierno del cambio exige”, dijo.
Aunque ella no es de la Séptima, su pronunciamiento significó el segundo apoyo público de un congresista Liberal a la reforma. La semana pasada el atlanticense Dolcey Torres había hecho lo mismo renunciando a su vocería en la Cámara. Y eso, confirmó un voz a voz que ya hace eco en el Congreso: que los liberales no están unificados en las posturas de su líder César Gaviria, quien está contra la reforma.
Los liberales son claves en las votaciones de las reformas a la salud, laboral y pensional.
A las 8:12 llegó el segundo campanazo. A esa hora, a los chats y correos de los congresistas de la Comisión Séptima llegó un mensaje de la presidencia, del petrista Agmeth Escaff, señalando que la sesión no se iba a hacer a esa hora como estaba programado sino a las 2 de la tarde.
Para ese momento, varios asesores del ministerio de Salud salían y entraban de las oficinas del quinto piso del edificio nuevo del Congreso, al lado de la Casa de Nariño. Desde ahí despachan la mayoría de los representantes de la Séptima.
Decidieron correr la sesión para las 2 porque a medio día el partido de La U estaba citado para debatir de nuevo qué hacer con la reforma: si apoyarla para que siguiera en debate o hundirla definitivamente. A las 12 se reunieron los senadores y a la 1 los representantes. No hubo una decisión unánime.
A las 12:58 un nuevo mensaje de Escaff. Esta vez para decir que la sesión no iba a ser en el salón de la comisión, que se había quedado pequeño la semana pasada ante tantos asistentes interesados, sino en el de las plenarias.
Para la hora fijada la mayoría de congresistas de la Séptima daba por hecho que la ponencia positiva iba a ser aprobada, lo que no se sabía era el cómo.
La filigrana legislativa
Para ser una comisión de novatos – de 21 congresistas, 20 son debutantes– la Séptima de la Cámara ya se apropió de las minucias de la mecánica legislativa. Al menos el grupo de aliados del gobierno que terminó aprobando la ponencia positiva por acción y omisión.
Durante las semanas previas al debate, la especulación giró alrededor de cuántos votos eran necesarios para sacar adelante el proyecto. Doce era el número mágico para salvarla o hundirla.
En la antesala el gobierno no los tenía. Sus tres aliados, el Liberal, Conservador y La U, que suman 8 votos de los 21 de la Séptima, salieron a decir que no apoyaban el proyecto tal como estaba redactado. Además estaba vivo el antecedente del primer debate del 18 de abril.
Ese día, cuando la oposición pidió suspender la sesión contrario a lo que quería el gobierno, 12 congresistas estuvieron a favor. Incluyendo el representante verde Juan Camilo Londoño, en el papel uno de los votos fijos del gobierno.
Hoy el gobierno tampoco tuvo los 12 votos. Ni 11. Pero sacó adelante la reforma. La movida se dio en tres pasos acordados en una puesta en escena propia de la libreta de técnicas legislativas.
El 1,2,3
Primero, el gobierno se aseguró de que estuvieran los 21 congresistas. Y que en las intervenciones para explicar la ponencia positiva hablaran los que firmaron el documento. Es decir, los petristas Alfredo Mondragón y Martha Jurado, pero también Gerardo Yepes del partido Conservador.
Yepes, y el otro conservador, Alexander Quevedo de Guaviare, hablaron para asumir responsabilidad por haber firmado la ponencia y destacar aspectos positivos de la reforma. Sin embargo, advirtiendo que sus partidos habían acordado no apoyar la reforma tal como está planteada, dijeron que se apartaban de la votación. Es decir, que se salían. Así se empezó a reducir el quórum, y la mayoría necesaria para aprobar una ponencia positiva.

Fue el salvavidas camuflado entre conservadores y La U para mantenerse en la mesa de negociación con el gobierno. Porque ni Efraín Cepeda, cabeza del conservador, ni Dilian Toro de La U, prohibieron esas ausencias.
Reducir de 21 a 18 el número de votantes fue el segundo paso acordado. Porque así, ya el gobierno no necesitaba 12 ni 11 votos. Le bastaba con 10 para tener mayoría. La coalición de Petro tenía ya nueve fijos: cuatro del Pacto, dos verdes, dos curules de paz y uno de Comunes. Es decir, que para aprobar la ponencia y lograr pasar a debatir el articulado solo había que voltear un voto de los partidos tradicionales.
Por eso, cuando los conservadores Yepes y Quevedo, y Camilo Ávila de La U, salieron del recinto, los ojos se centraron en los congresistas que quedaron de la coalición de gobierno. Había cuatro liberales, Héctor Chaparro de Boyacá, Hugo Archila de Casanare, Germán Rozzo de Arauca y María Eugenia Lopera de Antioquia; y Víctor Salcedo de La U.
Sobre los liberales pendía un comunicado que sacó sobre 4:50 de la tarde el director del partido, César Gaviria. El expresidente amenazaba con sanciones a los congresistas que votaran a favor la reforma o se ausentaran de las sesiones.
“Estamos de acuerdo con el reparo que ha hecho el Partido Conservador sobre el desconocimiento del texto que llevarán a votación, con los múltiples cambios anunciados por el gobierno y la confusión que esto ha generado al no recoger las líneas gruesas propuestas por los partidos. Estas consideraciones nos llevan a mantener nuestra decisión de votar no a la reforma presentada por el Gobierno”, dijo Gaviria.
El presidente Petro estaba conectado al debate desde el Valle, donde había entregado unos predios a familias campesinas, y le mandó un mensaje a Gaviria: “El presidente Gaviria se va en contra de su propio partido. Lamentable que un liberal vote obligado por los nostálgicos del poder. Sancionar por ejercer la libertad”.
Pero, oficialmente, la bancada del partido Liberal no ha hecho una votación interna sobre su posición en la reforma. Sí han aparecido reiterados comunicados de Gaviria reprochando el proyecto, pero no una decisión oficial. Por eso, los reflectores sobre los representantes liberales.
Y las miradas sobre Salcedo, de La U, porque es cercano de la directora del partido, Dilian Francisca Toro, y porque ha sido una de las voces más críticas de la reforma dentro de las discusiones de bancada.
A las 6:17, el presidente Escaff abrió la votación. Y ahí se confirmó la tercera movida: el décimo voto fue liberal, el de la antioqueña María Eugenia Lopera. “Esas 87 mil personas que confiaron en mí, les digo, voté pensando en las personas de a pie, en los campesinos, en las personas que tienen que arrodillarse ante un sistema para que los atiendan. No voy a ser más cómplice de este sistema. Y con tranquilidad y con conciencia he dado mi voto”, dijo.
Apenas cantó su voto, el representante Mondragón empezó a grabar un video para anunciar el triunfo parcial de la reforma. La postura de Lopera sorprendió más por llevarle la contraria a Gaviria que por su historial político. Ingeniera sanitaria y especialista en alta gerencia, hace parte del equipo político del exsenador y barón liberal, Julián Bedoya. Ese equipo se la jugó por la campaña de Gustavo Petro desde la primera vuelta.
Bedoya está buscando que el Pacto Histórico de Antioquia lo apoye para ganar la Gobernación.
Así, con un voto liberal y una estrategia concertada con La U y Conservadores, el gobierno Petro logró un respaldo mínimo para mantener viva su reforma a la salud y empezar, por fin, a dar el debate. Uno que sucederá en la misma Comisión Séptima mañana, pero con un ambiente más hostil. Por un lado, la amenaza de una crisis ministerial sobre los partidos, y por el otro, los comunicados de La U y Conservadores anunciando sanciones para sus representantes.