En el Congreso se acostumbraron a una frase del exministro del Interior, Alfonso Prada, cada vez que los partidos titubeaban con su apoyo al gobierno: “Ayúdenme, empodérenme para que yo pueda ayudarles con el presidente”, repetía. Lo dijo tantas veces que dejaron de creerle.
Ese desgaste llevó al estallido de la coalición y a la salida de Prada en el remezón ministerial de la semana pasada. Pero detrás de esa crisis de Petro con los partidos hay un asunto más profundo: un cortocircuito en lo que en el Congreso llaman el “computador de palacio”. O sea, las cuentas que lleva el gobierno de los puestos que les entregan a los partidos y a los congresistas individualmente.
“En esencia no hay computador, no saben ni quién tiene qué”, le dijo a La Silla una fuente del gobierno que pidió no ser citada. El problema era que no había un canal claro con Petro: algunos hablaban con Mauricio Lizcano, el exsecretario general, otros con Prada y otros con Laura Sarabia, la jefa de despacho. Y los acuerdos a los que llegaban no se reflejaban luego en nombramientos.
“No se hacía nada ni se tomaba ninguna decisión que no autorizara directamente el presidente. Las demoras y los cortocircuitos son normales en Palacio cuando varias personas hablan en el Congreso, pero solo una decide al final”, dijo una fuente del Ministerio del Interior que pidió no ser citada.
Parte del cambio de gabinete de Petro busca solucionar ese cortocircuito.
Petro sacó a Lizcano de la secretaría general y puso a Carlos Ramón González, un curtido político que viene de ser copresidente del partido Verde. Y en el Ministerio del Interior puso a Luis Fernando Velasco, el exsenador liberal que ha intentado armarle una disidencia al presidente de ese partido, César Gaviria, uno de los obstáculos más grandes de Petro para pasar sus reformas en el Congreso.
Tanto González como Velasco son más cercanos a Petro que sus antecesores. Carlos Ramón fue guerrillero del M19, conoce a Petro desde esa época, y desde el Verde lleva varios años siendo un aliado clave para Petro para hacerle contrapeso dentro del Verde al sector no petrista, como el de Angélica Lozano. Velasco era compañero de Petro en la comisión primera del Senado y fue uno de los primeros políticos tradicionales que llegó a su campaña en 2021.
Ambos serán los encargados de la nueva versión del “computador de Palacio” en esta etapa del gobierno. Lo que no cambiará en el esquema es la importancia de la jefa de despacho, Laura Sarabia, que se ha vuelto la superpoderosa de la Casa de Nariño y es en esencia la voz del presidente. En especial en ese tema, en el que Petro no suele intervenir directamente, aunque siempre se reserva la decisión final. Ese silencio del presidente es el que ha generado hasta ahora el cortocircuito.
El cortocircuito en el “computador de Palacio”
El llamado “computador de Palacio” no existe de forma literal. Pero es un rol que existe con más o menos poder en todos los gobiernos para repartir la burocracia y llevar las cuentas de a quien se entregó. Al final de la presidencia de Iván Duque, por ejemplo, lo manejaba la jefa de gabinete María Paula Correa.
El gobierno Petro llegó sin un conocimiento profundo de ese computador. “No es una información que compartan en el empalme. Hay tantas entidades regionales que al principio no se sabía quién tenía qué. Y muchas veces nos enterábamos porque al mover a alguien el dueño de ese puesto aparecía a reclamar”, dijo una fuente cercana a Casa de Nariño que pidió no ser citada.
En el principio del gobierno el computador funcionaba con tres patas: Mauricio Lizcano, el secretario general, era el encargado de tener toda la información. Alfonso Prada, el ministro del Interior, era el encargado de negociar con los partidos con base en esa información. Y Laura Sarabia, la jefa de despacho, era la que daba el visto bueno o congelaba algún nombramiento según lo que dijera Petro.
Cuatro fuentes, dos del gobierno y dos de los partidos, coincidieron en que Petro no tira línea sobre los nombramientos, pero a la vez casi ninguno se hace sin su visto bueno. Esto, sumado a que no habla directamente con los ministros, concentra mucho poder en Sarabia, que en la práctica se vuelve su voz para esos temas. Pero a la vez congela parte de la relación con los partidos que esperan meses que se cumpla un acuerdo.
Ese embudo fue el que desgastó a Prada y a Lizcano. Lizcano, por estar en la Secretaría General y ser la cabeza de los temas administrativos, encargado de firmar todos los nombramientos, era el primer llamado a manejar el computador. Pero tres congresistas consultados para este artículo y tres fuentes del gobierno dijeron que no logró consolidar su influencia en el gobierno, al que llegó hacia el final de la campaña y sin conocer a Petro.
Parte de sus funciones las asumió Prada, que tampoco era cercano a Petro, pero sí fue clave en la campaña como jefe de debate y al principio del gobierno en el trabajo de armar la coalición. “El problema con Prada es que a todo el mundo le decía que sí, pero no tenía las herramientas para cumplir”, le dijo a La Silla el senador de La U, Juan Felipe Lemos.

Prada tenía un problema adicional: su comunicación con los ministros. “El computador depende de la voluntad de los funcionarios y en este gobierno no se han alineado las voluntades. Prada iba, por ejemplo, al Ministerio de Agricultura o a Salud a pedir algo y le decían que hacían caso cuando lo dijera el presidente”, dijo una fuente del gobierno que pidió no ser citada.
Los cambios en el gabinete de Petro por figuras más cercanas a su proyecto político buscan cambiar esa relación.
Velasco y Carlos Ramón: los nuevos fusibles
A diferencia de Lizcano y Prada, Carlos Ramón González y Luis Fernando Velasco tienen más posibilidades de hablar directamente con Petro.
En las propias palabras del presidente en su entrevista con El País: “Ahora el gobierno es más homogéneo, más de las fuerzas que ganaron las elecciones. Creo que vamos a tener una mayoría parlamentaria más débil, pero mayoría”.
La apuesta, pues, es un computador más pequeño, ahora con menos integrantes en la coalición, pero más eficiente. Los nombramientos de los nuevos encargados del computador van en esa dirección.
Carlos Ramón González es una señal clara para el Partido Verde, un partido clave para el gobierno porque es más cercano ideológicamente al gobierno que los partidos tradicionales, es un potencial aliado en las elecciones regionales de este año y tiene presidencias claves en comisiones como la tercera de Cámara y la quinta de Senado.
González, además, tiene un perfil que coincide con el rol de administrador de la secretaría general. Lleva más de una década manejando el Partido Verde, del que es cofundador. Para mantener su influencia, frente a figuras políticas de más peso como Antonio Navarro y Antanas Mockus (los otros copresidentes), González ha recurrido a una mezcla de bajo perfil e influencia económica y política. Se ha sabido volver indispensable, por ejemplo, como multimillonario prestamista para su propio partido, como reveló esta investigación de La Silla.
“Hay un detalle en él: no es tan visible. No le encanta el bochinche. Es de las personas inteligentes que sabe que se construye más sin tanto bochinche”, le dijo a La Silla José Ángel Amador, exdirigente del Partido Verde en Santander y cercano a González desde 2010.
Ese carácter discreto de González es un contraste con Lizcano, un político que venía de ser el presidente más joven del Senado y que había sido un aliado visible de Álvaro Uribe primero y luego de Juan Manuel Santos, y que en el gobierno Petro asumió protagonismo en temas como la paz.
Luis Fernando Velasco, por su parte, es un ariete para tratar de partir el Partido Liberal, fundamental para Petro en su intento de conseguir mayorías en el Congreso. La semana pasada 18 representantes liberales firmaron una carta en protesta contra el director del partido, César Gaviria, que había amenazado con llevar a la Corte Suprema a los liberales que apoyaran la reforma a la salud.
La apuesta con Velasco es alentar esa rebelión liberal. Velasco, además, viene de ser consejero para las regiones y tiene su capital político en el Cauca. Esa combinación le puede ayudar a Petro para tener en la mira las elecciones regionales de octubre, un tema con el que no estaba conectado el exministro Prada, que viene de Bogotá y llevaba más tiempo fuera de la política electoral.
El nuevo ministro del interior llega con la experiencia de ser puente entre el gobierno y el Congreso: en el gobierno Santos, por ejemplo, tuvo cuotas burocráticas en la Uspec.
Pese a la mayor cercanía de González y Velasco con el proyecto político de Petro, el talante del presidente (que habla poco con sus ministros fuera de los consejos semanales) mantendrá a Laura Sarabia como una parte fundamental de ese esquema.
El nuevo computador, sin embargo, enfrenta problemas similares al anterior. E incluso agravados: una coalición que el propio Petro declaró por terminada hace una semana y un gobierno en el que el presidente es consciente de la existencia del computador de Palacio, pero se toma su tiempo para hacer cualquier movimiento en él.