Crónica de una final triste

Finalmente terminaron las elecciones y con ellas un final triste. Después de fotografiar a cada uno de los candidatos presidenciales, de verles sus gestos y captar sus sonrisas, me quedé con las manos vacías.

Mientras Juan Manuel Santos daba su discurso triunfal de presidente electo, a mi me robaron mi cámara y todo mi equipo fotográfico en la sala de prensa de la campaña en el Coliseo Cubierto El Campín de Bogotá.

Crónica de una final triste

Finalmente terminaron las elecciones y con ellas un final triste. Después de fotografiar a cada uno de los candidatos presidenciales, de verles sus gestos y captar sus sonrisas, me quedé con las manos vacías.

Mientras Juan Manuel Santos daba su discurso triunfal de presidente electo, a mi me robaron mi cámara y todo mi equipo fotográfico en la sala de prensa de la campaña en el Coliseo Cubierto El Campín de Bogotá.

En su discurso, Santos le agradeció al Ejército por devolverle la seguridad al país y sus seguidores le aplaudieron y empezaron a hacerle barra a Uribe.

Pero cuando yo contacté la Policía para denunciar el robo recién hecho, nadie respondió. Ni las chaquetas blancas de la U, ni las chaquetas verdes de la Policía. El equipo de logística estaba igualmente mal preparado para enfrentar un robo a un periodista en el gran evento de cierre de Santos en el Campín.

“Hay mucha gente acá”, fue lo que me dijeron varios policías excusando su pereza y su falta de preparación para este tipo de cosas. Ni siquiera fingieron seguir un protocolo de respuesta a mi denuncia. Quedé sola en el Campín mientras la gente se abrazaba y festejaba el proyecto de la unidad nacional que apenas comienza.

Quizás la Policía y los organizadores del evento no esperaban que en un lugar exclusivo para periodistas registrados y con escarapelas, alguien fuera a robar a La Silla Vacía. Sin embargo, el cordón de seguridad de Santos es tan generoso y mal encarado que uno supondría que están preparados para cualquier cosa. Pero no fue así.

Sigo sin entender cómo en un salón – la sala de prensa adecuada en el Campín- aperado con más de veinte computadores portátiles, internet rapídisimo, y tres pantallas, planas, me robaron mi maleta fotográfica frente a las narices de los demás periodistas y organizadores del evento que después de oír a Santos hablar, se sentaron a comer sanduches con papas y gaseosa.

El ladrón supo meter su gol. Se voló con mi morral justo después de que Santos dio sus últimos agradecimientos, y minutos antes del refrigerio. En ese momento ya nada importaba. El candidato se iba y la gente también.

Triste y vacía, como la canción de salsa, salí del Campín.  No sé, ni sabré, cuánto costó tan magno evento, ni a dónde se habrán llevado mi cámara. No sé si la vuelva a ver en algún sitio de segunda, si la deshuesen o le saquen las fotos. Si alguien la ve, es una Canon Rebel Xsci -como tantas-, pero la mía tiene un sticker que el ladrón no podrá olvidar: unos labios rojos que saltan sobre el flash automático cada vez que alguien dispara la cámara.

Laura Rico Piñeres

Soy la directora de la Silla Vacía. Estudié derecho en la Universidad de los Andes y realicé una maestría en Periodismo de la Universidad de Columbia. Después de trabajar en The Wall Street Journal Americas en Nueva York regresé a Colombia a El Tiempo, donde trabajé como editora de la Unidad de...