La ‘toma de Bogotá’ comenzó con la llegada de 15 mil indígenas que fueron traídos por el gobierno de Gustavo Petro a demostrar su apoyo a las reformas que cursan en el Congreso y terminó con la entrada violenta de un grupo de la comunidad Misak a las instalaciones de la revista Semana. No son hechos desconectados.
El discurso del presidente y de algunos de sus ministros contra los medios crea un terreno fértil para un ataque como este contra un medio de comunicación. No es el primero y seguramente no será el último. Pero la imagen de los indígenas rompiendo los vidrios de Semana refuerza en muchos sus temores sobre el gobierno de Gustavo Petro y le cierran más el espacio para que su candidato en Bogotá pueda ganar en segunda vuelta.
Al mismo tiempo, la irrupción en la sede de la revista de esta minoría de los indígenas que vinieron a Bogotá, avivó el racismo contra estas comunidades con mensajes de odio. A través de Twitter los calificaron de “plaga”, “terroristas”, que debían ser “erradicados” y que no se les debería permitir salir del Cauca.
De la minga pacífica a la violencia de los Misak
La minga indígena comenzó a llegar el lunes a Bogotá, en más de 70 camiones. Acampó en el parque Tercer Milenio, y fue clave para llenar la Plaza Bolívar el día del discurso de Gustavo Petro. Eran la mitad de los asistentes.
La mayoría de ellos se fueron el jueves. Pero un grupo de indígenas Misak, uno de los 7 pueblos del suroccidente, y una voz minoritaria pero radical dentro del movimiento indígena, decidió hacer una parada antes en frente de la revista Semana y entrar a las instalaciones y romper vidrios en el primer piso.
Lo hicieron mientras hacían arengas contra la directora de la revista Vicky Dávila y contra el medio. El discurso que echaron en defensa del gobierno Petro y en contra de los medios hizo eco de las palabras que ha repetido muchas veces el presidente en sus discursos.
En medio de la irrupción violenta al edificio de la revista, la reacción de la ministra del Trabajo, Gloria Inés Ramírez, fue justificarla. Dijo que era “un llamado para que los periodistas no sean incendiarios” y que “son los comentarios que hacen los medios de comunicación que también alientan a que la gente se exprese de esta manera”.
El presidente Petro se demoró en reaccionar, y cuando lo hizo fue de manera tibia, ratificando “su derecho a expresarse sin violencia” y usando el espejo retrovisor.
El discurso antimedios
En los casi 14 meses que Petro lleva en el poder, la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip) le ha hecho 11 llamados de atención al presidente a través de comunicados o trinos, en los que alerta por mensajes que no solamente corrigen y reprochan las publicaciones de los periodistas, sino también en los que Petro acusa a los medios de ser corresponsables de delitos.
“Los constantes señalamientos del Presidente contra la prensa pueden desencadenar en otro tipo de agresiones”, advirtió la Flip en uno de esos llamados del 31 de mayo pasado.
El presidente Petro usa su cuenta de Twitter para señalar de publicar noticias falsas a los medios de comunicación que revelan hechos que no le convienen, al estilo de lo que hacía Donald Trump, cuando era presidente, en la misma red social. También lo ha hecho para insultar, como cuando llamó “canallas” a La Silla Vacía y calificó de “revista injuriosa” a Semana y además para desmentir a periodistas, como lo hace repetidamente con Camila Zuluaga de Blu Radio sobre noticias que son ciertas.
“Soy tolerante con las críticas de los medios del establecimiento pero tengo todo el derecho a defenderme”, ha dicho Petro varias veces para justificar sus respuestas a los medios. De forma recurrente, el presidente utiliza esa expresión de los medios “del establecimiento” o de “los grupos económicos”, que es un mensaje que les llega a sus seguidores más radicales y a otros sectores extremistas.
Antes de que ocurriera lo de hoy, al edificio de Semana ya habían llegado Escudos Azules (una primera línea de Bogotá) a manchar con tinta roja la fuente de agua que queda enfrente del edificio. Además, las sedes de RCN radio y televisión ya han sufrido ataques y cuando ocurrió la controversia entre el presidente y La Silla Vacía, un tuitero petrista publicó una foto de la sede de este medio llamando a una “tomatón” en su contra, un mensaje intimidatorio para todos los empleados de este medio.
Además, en las redes sociales por tercera vez consecutiva tuiteros afines al gobierno han consolidado la tendencia #CaracolMiente, en respuesta a los informes del periodista Ricardo Calderón sobre la financiación de la campaña petrista en Casanare, y en las calles de Bogotá se ve una lluvia de afiches con el mensaje “Los noticieros mienten” y con el logo de Semana escrito con la SS nazi.
El mensaje que llevaron los indígenas a la toma del primer piso del edificio de Semana estaba alimentado por ese mismo discurso antimedios que promueve el presidente y que replican varios de sus ministros. “Hoy hemos tomado aquí pacíficamente para decir no a esa desinformación (…) con estos medios de comunicación perversos, pretenciosos, asesinos y además de asesinos, mentirosos”, arengó uno de los indígenas a un lado de los ascensores de Semana.
Dada la reacción poco contundente del Presidente a este episodio y el de muchos en redes que justifican el episodio por el amarillismo del periodismo de Semana y lo igualan a artículos de opinión de este medio que estigmatizan a los indígenas, es predecible anticipar que sus constantes críticas a los medios se mantendrán y que desconocerá el llamado de la Flip. Con lo cual, ataques como el que vimos hoy posiblemente se seguirán repitiendo.
El efecto sobre Bolívar
Aunque la principal motivación de la megaorganización que trajo a los indígenas a Bogotá no era electoral, el escenario fue aprovechado a favor de la campaña de Gustavo Bolívar para intentar consolidar los votos de la izquierda, claves para ganar en Bogotá, pero quizá no suficientes en esta elección que estrena la segunda vuelta.
Gustavo Bolívar marchó el miércoles hasta una plaza llena, ocupada casi en la mitad por los indígenas que habían venido del Cauca. Hasta entonces el resultado era favorable por lo multitudinaria de la marcha, más su espíritu pacífico, sumado a la ayuda que le podían dar los recorridos que hizo Petro por las localidades de la ciudad el jueves y viernes. Pero el episodio de Semana cambia ese balance.
La escena de los indígenas, que habían llegado invitados y financiados por el gobierno, rompiendo vidrios y tomándose un medio de comunicación, revive la asociación de Bolívar con la primera línea y el vandalismo durante las protestas del 2021.
De alguna manera, la toma de Bogotá quedará en el recuerdo de muchos asociada a la toma de Semana.