Después de su victoria el domingo, La Silla Vacía entrevistó a Enrique Peñalosa en su oficina. Acababa de sacar más de dos millones de votos, lo que lo convirtió de inmediato en un rival viable de Juan Manuel Santos
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Después de su victoria el domingo, La Silla Vacía entrevistó a Enrique Peñalosa en su oficina. Acababa de sacar más de dos millones de votos, lo que lo convirtió de inmediato en un rival viable de Juan Manuel Santos. Peñalosa estaba contento y no paró de hablar. De por sí un hombre muy alto, dio la mitad de la entrevista de pie, paseándose de un lado a otro, manoteando, exhalando pasión por lo que cree. Peñalosa es un hombre de convicciones fuertes, sobre todo sobre su idea de una ciudad moderna en la que la gente pueda vivir feliz. Él ahora quiere ser Presidente, pero su discurso ha variado muy poco y en muchos sentidos es idéntico al que tenía cuando quería ser Alcalde. Algo que no niega. Para él todo empieza y termina en la ciudad. Esta es la entrevista editada:
La Silla Vacía: Después de cuatro elecciones en línea perdidas, por fin ganó una y con dos millones de votos. ¿A qué atribuye esta victoria?
Hay varias cosas. Primero, creo que represento algo, es un trabajo de 30 años en política, totalmente coherente, donde siempre he hecho una política limpia. Aún mis amigos políticos me dicen que soy antipolítico, jamás he recibido plata de contratistas, no hay un líder popular que pueda decir que le he dado 100 mil pesos para una reunión. He tomado decisiones difíciles sobre temas impopulares. A diferencia de muchos políticos, la gente tiene claro lo que Peñalosa representa: para los que le gusta y los que no. He sido lo que soy y de repente se pueden dar las circunstancias para que lo que yo he sido le vaya bien.
¿A qué se refiere?
Siempre me criticaron que yo era pelión, intransigente, terco. Que peleaba por lo que creía. Ahora, a la gente lo que le molesta es que los gobernantes estén mas interesados en ser populares que en pelear por aquello en lo que creen. Eso que era un pasivo, puede percibirse ahora como un activo: alguien que está dispuesto a dar peleas impopulares.
Después de su última derrota, usted había dicho que ya era un muerto político. ¿Por qué resucitó?
Yo no estaba buscando ser candidato, estaba dedicado a trabajar como consultor internacional, y comencé a marcar en las encuestas. Esto es lo que siempre me ha apasionado, le pedí a mi esposa permiso para hacer un ejercicio adicional. A otros les gusta hacer algún deporte, yo disfruto una campaña. No hay nada que pueda hacerme más feliz que estar con la gente por toda Colombia.
Terminó siendo candidato de un partido que no lo quiere
Este triunfo también se debe a mi persistencia y aguante en el partido Alianza Verde, porque obviamente cuando Gilma Jiménez, que era de mi corazón y de mi equipo, se murió, y Alfonso Prada se fue, todos mis contradictores, para no llamarlos más fuerte, esperaban que apenas se hiciera la fusión con progresistas saliera corriendo. Y todos mis amigos me atacaban por quedarme. Yo, entre otras, he tenido una situación muy curiosa: la mitad me insultan por uribista y la otra por petrista.
Los que lo acusan de petrista están muy perdidos.
Cuando me quedé dijeron que estaba haciendo una alianza con Petro.

Cuando dice que de pronto ahora la gente quiere una persona que no tema tomar decisiones impopulares, ¿le está echando una puya a Santos?
Lo que le está faltando a Colombia es una visión de sociedad. Si tuviéramos una varita mágica no tendríamos claro cómo es la Colombia que queremos. Nos está haciendo falta saber para dónde vamos. Como dice el dicho, ningún viento es favorable para el barco que no sabe a donde vá.
¿Es ese el problema de Santos?
No quiero personalizar. Pero tenemos que tener claro que las carreteras no son el fin, ni los puertos. El fin de una sociedad es una manera más feliz de vivir. Si encontráramos un megapozo petrolero, que multiplicara por cuatro el PIB, tendríamos la misma corrupción, criminalidad, los mismos niños no deseados y no seríamos mucho más felices. Aunque suene un poco agresivo, se trata de aprender a vivir mejor, de una manera mas igualitaria y más civilizada.
¿La igualdad va a volver a ser su bandera?
Mi pasión, mi sueño, aunque suene cursi, es hacer una Colombia más feliz y mas igualitaria, y eso implica proteger nuestras selvas, que los niños estén en parques, en colegios maravillosos. La igualdad siempre me ha movido en política. Porque sentirse inferior o excluido es uno de los mayores obstáculos a la felicidad y al mismo tiempo, es uno de los obstáculos que la sociedad más puede contribuir a superar.
¿Qué propone para lograrlo?
Hacer efectivo que los ciudadanos sean realmente iguales ante la ley, y la consecuencia de esto: que el interés general prevalezca sobre el particular. Esto hace posible que cuando sea necesario se utilice la expropiación remunerada para hacer carreteras que no se demoren 20 años por un lote. Impedir que se privaticen las playas. Que los buses tengan prioridad sobre los carros.
La segunda forma de igualdad, es la igualdad de calidad de vida. Aún con el capitalismo más rabioso, es posible propender porque todos los niños tengan acceso a jardines infantiles de calidad, a clases de música, piscinas, a campos deportivos, parques, actividades culturales. El Estado puede ser más eficiente en esos campos.
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O sea que su propuesta para ser presidente es la misma que tenía para la Alcaldía
En alguna medida es similar. Aunque a la gente le parezca absurdo, 8 de cada diez colombianos viven en ciudades, y de lo que pase en las ciudades depende el futuro del campo. Solo 53 municipios generan más ingresos que las transferencias que reciben. Eso significa que unas pocas ciudades sostienen a todo el país. Si esas ciudades no funcionan bien no se puede hacer investigación para el campo, ni carreteras rurales ni distritos de riego. Para la calidad de vida en Colombia no hay nada más importante que la manera como se hagan las ciudades. Así me condenen por preocuparme por el tema urbano yo creo que eso debe ser la prioridad.
¿Cómo piensa armonizar ese énfasis en las ciudades con un proceso de paz, que usted ha defendido, y cuyo eje es una megainversión en el campo?
Es un peligro muy grande que se nos ruralice excesivamente la agenda. La mitad de las ciudades colombianas han surgido ilegalmente, y en gran medida siguen surgiendo así. Pero aun las que lo hicieron de manera legal tienen un desarrollo urbano desastrozo. No hay parques, no hay buen transporte público. Podemos hacer lo mismo que se ha hecho hasta ahora y es ignorar el tema, y seguir haciéndolo mal, pero nada afecta tanto la competitividad de este país como esto.
Pero es que ya hay unos acuerdos parciales firmados, y uno de ellos es sobre el desarrollo agrario, que exige que el país se vuelque al campo.
Hay que mirar con mucha calma estos acuerdos. No conozco ningún estudio serio que haya cuantificado cuánto va a costar este acuerdo. No hay ninguna inversión que pueda competir con la rentabilidad de la coca. Ni muchas de esas tierras son adecuadas para ningún otro tipo de producción agrícola. En el pacífico nariñense, o el Catatumbo los cultivos de coca no van a ser sustituídos por alverjas o fríjoles. Se necesitan políticas distintas para encontrar alternativas distintas para esa población, que no necesariamente son rurales.
En el mundo entero, lo normal es la migración campo-ciudad. La gente migra detrás del ingreso. La gente migra a las zonas auríferas, cocaleras, petroleras, bananeras, incluso en una migración que va en contravía de la historia. La gente lo que necesita es ingresos, no necesariamente que estos tengan una vocación agrícola.
Toda la idea del proceso de paz es crear las condiciones para que las Farc puedan convertirse en un partido político. Trabajar en las ciudades no va ayudarles a los guerrilleros a cobrarse políticamente ese desarrollo.
Yo no estoy diciendo que hay que enfocar todo en las ciudades. Se necesita una política agrícola e industrial. No creo en firmar Tratados de Libre Comercio a diestra y siniestra sino en estrategias serias de política agrícola. No se puede dar el mismo tratamiento tributario a una cauchera que al Banco de Bogotá. Aquí solo firmamos TLC a diestra y siniestra sin que haya una política a largo plazo. Yo entiendo lo que sufren nuestros campesinos. Se necesita una estrategia: investigación, créditos, mercadeo. No es simplemente porque las Farc dijo ‘vamos a hacer esto’, toca hacer solo lo que sea racional. Yo asumo que ni las Farc ni el Gobierno quieren botar plata.
Pero cómo piensa hacer para que las Farc se fortalezcan políticamente
Respaldo plenamente el proceso de paz, vengo de un partido donde hay varios líderes muy importantes y constructivos que son guerrilleros amnistiados. Estoy convencido de la posibilidad (no de la certeza) de la paz y no tengo ningún problema en que se fortalezcan políticamente. Se les permite que hagan política, pero no inversiones irracionales técnicamente para ver si se fortalecen. En este proceso de negociación los negociadores son gente responsable y seria. Estoy tranquilo.
Insisto en mi pregunta. El proceso está diseñado para crear las condiciones que permitan que la guerrilla se fortalezca políticamente de tal forma que le tenga confianza a acceder al poder a través de las urnas. ¿Cómo piensa hacer eso si su énfasis no es el campo?
Hay que ver cómo. En muchas de las zonas donde operan hay muy poca población. Hay que fortalecer esas regiones, pero no creo que eso sea lo que los vaya a volver un partido político fuerte. Donde está el mayor potencial de la izquierda es en las zonas urbanas. En los barrios de Bogotá y Medellín tienen más apoyo que en Caquetá y Putumayo sumados en términos de votos. Finalmente, los campesinos son fuerzas muy conservadoras, que lo que quieren es seguridad y un bienestar económico mínimo.
¿Cree en una reforma agraria?
Tengo toda la simpatía por la reforma agraria. Cuando era niño me daban duro por que el Incora, que mi padre gerenciaba, estaba expropiándole las fincas a algunos compañeros de colegio. Desde los 11 años tuve que tener posiciones sobre estos auntos. Tengo el máximo interés en fortalecer a los campesinos, pero se trata de mejorar el bienestar de los campesinos, no de gastar plata a la loca. Lo importante no es cuánto es la inversión sino que le mejore la vida a la gente y produzca desarrollo en las regiones.

Usted dice que su anhelo es hacer a la gente feliz pero mucha gente lo odia.
Me odian algunas personas en Bogotá mucho más por las calumnias regadas de manera paga por gente como Samuel Moreno, que ya se comprobó que invirtió 16 mil millones de pesos en contratar gente para que regaran calumnias sobre Enrique Peñalosa.
Durante mi período como Alcalde tuve que enfrentar muchas dificultades y llegué a tener el 15 por ciento de popularidad, pero terminé con la popularidad más alta que haya tenido ningún alcalde. Yo estuve dispuesto a hacer lo técnicamente responsable así tuviera costos políticos, que es una diferencia con el gobierno nacional.
Yo tengo un sueño. No tengo interés en ser presidente, eso no me va a hacer más feliz. Solo veo en ser presidente un instrumento. Si se llega a una crisis por el chantaje de los congresistas que están mal acostumbrados a la rapiña del Estado, yo estoy dispuesto a llevarlo hasta las últimas consecuencias. Mi objetivo no es ser presidente, sino hacer una serie de transformaciones para solucionar la ineficiencia y la corrupción cuya raíz es la estructura de relaciones clientelistas.
Usted nunca había sido un oportunista hasta que se alió con Álvaro Uribe en la última campaña a la Alcaldía…
Aunque yo tengo muchas diferencias con el presidente Uribe, por ejemplo creo que le doy mucha más prioridad al tema de la igualdad y él hizo demasiadas concesiones a la política tradicional, yo sí creo que él entregó un país que en términos de seguridad, de crecimiento económico es mejor que el que recibió. Pero además, lo nuestro no fue una alianza.
¿Qué era si no era una alianza?
Él dijo, sin que yo hubiera hablado con él, que iba a votar por mí, esto lo discutimos los copresidentes, incluyendo Lucho, Antanas y Jorge Londoño y estuvimos de acuerdo en no rechazar ese voto. Y la dirección me aprobó que el candidato hiciera las alianzas con quien quisiera. Fue un tema institucional, todo el mundo estuvo de acuerdo. Se trataba de sumar, yo le di las gracias por su apoyo. Cuando yo fui oficializado como candidato, Antanas dijo que el interés de Bogotá estaba por encima de sus diferencias con Uribe. Si Antanas no decide lanzarse, y hacer todo el show habría sido un tema menor.
Más allá de si violó las reglas internas de su partido, usted terminó aliándose con un político tradicional que representaba todo lo contrario a lo que inspiró la Ola Verde.
Teníamos un estilo distinto, teníamos prioridades distintas. Cuando yo pienso en la política tradicional corrupta y politiquera estoy pensando en congresistas que chantajean al gobierno y que quieren hacer negocios. Tengo diferencias con Uribe pero estoy seguro que no va a chantajear al gobierno para hacer negocios. En ese sentido no es un político tradicional. Él les hizo muchas concesiones pero no es uno de ellos.
Lo que nos había unido a Sergio Fajardo, a Antanas Mockus, a Lucho y a mí es que nos oponíamos a esa segunda reelección. A mí me da risa que me mencionen tanto el tema de Uribe cuando mis contrincantes todos fueron ministros de Uribe. Uribe me ofreció varias veces ministerios y nunca lo quise aceptar. Tengo diferencias en las prioridades con el presidente Uribe. Si hubiera querido estar allá hubiera sido fácil haber ido allá y buscar ser el candidato de su movimiento.
Pero que tenga diferencias con él no significa que sea mi enemigo. Cuando Claudia López dijo que el Dna de la Alianza Verde es el antiuribismo, yo no lo entiendo así. Yo no soy antiuribe, ni antipolo, ni antisantos. Tan tengo diferencias que preferí aguantar todo el palo en la Alianza Verde y no irme a otra parte.
Pasando a otro tema, alguna gente ha dicho que al escoger Santos a Vargas Lleras compensó las falencias que él tiene donde usted es fuerte, como problemas de carácter o de ejecución.
Pero es que el que quieren elegir es a Santos y no a Vargas Lleras. Con Vargas Lleras también hay diferencias enormes. Si Santos hace concesiones enormes a la política tradicional, Vargas Lleras ES la política tradicional.
Mas aún, en nuestro gobierno vamos a hacer vivienda popular, alguna gratis también, pero no vamos a regalar vivienda a cambio de hacer política. Vamos a hacer ciudades. Este gobierno, después de hacer 100 mil viviendas, no invirtió en parques, ni en colegios. Es casi para llorar que una inversión de 2 mil millones de dólares en el área urbana no se note en ninguna ciudad por su mejor calidad urbanística. No se trata de regalar vivienda sino de crear las condiciones para que la gente tenga una mejor vida. Aquí no salieron a comprar vivienda sino a hacer política y eso sí les funcionó muy bien.
Una cosa en la que usted de pronto sí es igual que Santos es que para los colombianos no es tan fácil identificarse con usted.
Yo siento todo lo contrario. Aunque aparentemente seamos parecidos, es una cuestión difícil de distinguir racionalmente, pero lo ves cuando estamos con la gente. Yo siento como ellos, soy más cercano. Por supuesto que no soy pobre. Pero, por ejemplo, en mi infancia, conocí el mar cuando tenía 12 años; salí por primera vez del país cuando mi familia se fue a vivir en Estados Unidos. No tuve finca. No fui socio de un club. Viviendo por fuera trabajé dos años de obrero raso, trabajé lavando platos en París mientras hacía mi posgrado. Trabajé toda la noche en un 7/11. Limpiando pisos, canecas y baños en una especie de McDonald’s. Todavía hoy ando en buseta, en taxi. No tengo escoltas. No estoy diciendo que soy pobre ni que no he tenido ventajas. Pero yo no heredé ni un peso y tengo una manera distinta de vivir.
Una sola cosa por la que quisiera ser recordado
Sueño con una Colombia en la que tengamos claro qué nos hace más felices. Para acabar con la corrupción tenemos que construir unos valores distintos. Tenemos que comenzar a despreciar los valores materialistas, ramplones de los corruptos. Sueño con una sociedad que valore a los que enseñan, mas que a los que tienen. Una sociedad en la que el héroe del barrio sea el joven que va en una bicicleta vieja, que hace deporte, que pinta. Hay que enaltecer al señor que le dedica tiempo a entrenar a los niños del barrio en fútbol. Una sociedad que crea unos valores distintos, donde sepamos los nombres de los árboles, y las bromelias, una sociedad con senderos para bicicletas. Tenemos que aprender a vivir mejor.
Suena más como un gurú espiritual que a un aspirante a presidente
Es que el presidente tiene que ser un poco gurú, tiene un valor simbólico que no puede ser desaprovechado, no es simplemente hacer carreteras sino básicamente enseñar a vivir mejor. Y tiene que dar ejemplo. Uno no puede hablar en campaña de esto porque la gente piensa que es una ridiculez. Pero esto es lo importante.