¿Qué le cambió a Quibdó con la visita presidencial?, nada o para decirlo más suave, muy poco.

El Presidente Iván Duque llegó sorpresivamente a Quibdó el martes pasado.  Lo hizo, no para atender la históricamente difícil situación social de esa ciudad, sino para evitar encontrarse con la alcaldesa de Bogotá en un acto público que se realizaría al día siguiente.  Pero eso no es lo criticable, lo cuestionable es que solo hizo anuncios relacionados con más pie de fuerza y prácticamente nada para disminuir la pobreza y el desempleo, que son el origen de todos los males.

La visita se hacía en el marco de una situación de crecimiento de la violencia homicida que pone a Quibdó, con más de 100 homicidios por cada cien mil habitantes, como una de las ciudades con más alta tasa o quizás la más alta en el 2020.

La situación ha tomado características dramáticas. Se han organizado bandas criminales, que cometen todo tipo de tropelías contra la población sin que las autoridades hubieran hecho lo necesario para evitar que eso ocurriera y sin que consigan que no continúe y crezca.

El Alcalde resumió bien la situación: se trata de jóvenes, muchos de ellos incluso menores de edad, hijos de familias desplazadas que llegaron en las dos últimas décadas a la capital, que han crecido y no tienen expectativas de estudio o trabajo. Forman parte del 60 por ciento de personas que se encuentran en situación de pobreza monetaria, claro la más alta del país, y del 23 por ciento de los que están en pobreza extrema, por supuesto también la más alta de Colombia.

Esos jóvenes se involucran en bandas delincuenciales asociadas a economías ilegales, seguramente de micro tráfico, porque el Estado y la sociedad han sido incapaces de promover un modelo de desarrollo económico para un poco más de 120 mil personas que son las que habitan Quibdó; y el presidente Duque, en su intempestiva visita, no dijo nada de eso. Prometió que después lo mirarían, que enviaría una comisión, que harían algunas mesas de trabajo.

La Presidencia de la República, para ambientar la improvisada visita presidencial, preparó un video sobre presuntas realizaciones gubernamentales en el Chocó con cifras tan infladas que, al menos en dos de los anuncios, registran como beneficiarios un número superior al de habitantes del departamento, lo cual solo demuestra el desconocimiento del Gobierno sobre lo que pasa allá.

El desempleo en Quibdó es del 20 por ciento, es un desempleo estructural y no coyuntural producto de la pandemia.  Incluso, es tal vez la ciudad menos afectada económicamente por las restricciones sanitarias. No es de ahora, es de siempre, que el desempleo juvenil supera el 40 por ciento.

La situación de Quibdó es un buen reflejo de lo que ocurre en muchas partes del país y la rápida visita presidencial, una radiografía de la manera como la entienden en Bogotá. Las economías ilegales solo se superan con economías legales, no con 50 policías más, que fue el gran anuncio presidencial de esta semana. Hay que crear empleos, no son tantos, con unos miles sería suficiente para impactar, por fin y de verdad, los dramáticos indicadores sociales que generan las condiciones que facilitan el surgimiento de esas bandas armadas.

Con una visión de, al menos, el siglo pasado, muchos dicen que hay que esperar a ver si algún día hay carretera decente hacia Medellín, la que llevan haciendo hace 120 años.  Es decir que, si nos fuera bien, estos jóvenes ya no tendrían expectativas, sería quizás para los que hoy tienen diez años, no para los que están por los 18 o 20.

Las oportunidades de la economía digital no las ve ni el consejero para el Desarrollo económico de la Presidencia, que se presume experto en esos asuntos, pero que los ejerce solo para armar “bodegas” contra los críticos del Gobierno y ahora, para coordinar la respuesta oficial en las redes en contra de la Alcaldesa de Bogotá.

Con unos pocos subsidios a alguna empresa del sector Tic, del que tanto habla el Presidente, y con una instrucción administrativa para que al menos uno de las decenas de contratos estatales para call center se atiendan desde allá, se generarían centenares de empleos que no necesitan esperar que algún día se pavimente la carretera.

Es llamativo que un Gobierno que habla tanto del tema, que quienes toman las decisiones esenciales sean cuatro jóvenes que pasaron unos buenos años en los Estados Unidos, que sueñan con  Silicon Valley, que seguramente dentro de dos años estarán, otra vez, viviendo en los Estados Unidos, trabajando en la burocracia internacional, no avizoren que si hay alguna oportunidad para las regiones colombianas marginadas del desarrollo económico está en la economía digital, que no requiere ni carreteras, ni puertos.

¿Qué le cambió a Quibdó con la visita presidencial? Nada o, para decirlo más suave, muy poco. Pero esa es la misma visita que hacen en el Cauca, en Putumayo, en el Caquetá o en cualquier otro lugar de Colombia de características similares en las que los principales anuncios son: soldados, fumigaciones, aumento de penas y de pronto el mantenimiento de algún camino veredal y la pintada de una escuela.

Desafortunadamente, los Planes de Desarrollo Territorial, que se convinieron para los municipios más afectados por la violencia, también son listados de pequeñas obras de infraestructura que no van a incluir a esos lugares al desarrollo económico y por tanto, no van a cambiar las condiciones sociales que los han convertido en escenario para el florecimiento de todo tipo de economías ilegales.

El reclamo del soldado, al que lo hicieron estar diez horas de pie, para que el Presidente diera una vuelta por el malecón de Quibdó, que ojalá lo terminaran, es la expresión del sentimiento de la mayoría de los quibdoseños. Pero, seguramente, de los demás colombianos, que saben que esas visitas son promovidas y organizadas por la consejería de Comunicaciones para producir resultados comunicativos y no realmente para tratar de cambiar la calidad de vida de la gente.

Van, dan una vuelta y se devuelven.

Héctor Riveros Serrato es un abogado bogotano, experto en temas de derecho constitucional, egresado de la Universidad Externado de Colombia, donde ha sido profesor por varios años en diversos temas de derecho público. Es analista político, consultor en áreas de gobernabilidad y gestión pública...