Las metas del Gobierno de Iván Duque sobre el aporte de Colombia en la lucha contra el cambio climático son cada vez más ambiciosas. Pero en su hoja de ruta para lograrlo, las acciones sobre la ganadería, una de las actividades que más pesan en la generación de gases con efecto invernadero (GEI), se quedan cortas, según varios expertos.
La iniciativa principal alrededor de la ganadería, en cabeza de MinAgricultura, es un sello de sostenibilidad que les reconoce el esfuerzo voluntario a los ganaderos que hacen el tránsito a sistemas silvopastoriles, sembrando árboles en los potreros hoy dedicados a ganadería extensiva.
La meta que puso el Gobierno Duque es llegar a 3.6 millones de hectáreas de “ganadería bovina sostenible” en 2030, y dentro de esas, poco menos de 70 mil con sistemas silvopastoriles. El sello es su principal apuesta para lograrlo. Aún así, sería una meta que reduce las apuestas de transformación a sistemas silvopastoriles que el mismo gremio de los ganaderos, Fedegán, tenía hace 6 años, cuando apuntaban a 10 millones de hectáreas.
Una medida tímida sobre una actividad, la producción de carne y lácteos, que el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU, la colaboración científica más importante alrededor del tema, ha recomendado reducir como tarea prioritaria para combatir el cambio climático.
Sin embargo, la hoja de ruta del Gobierno no toca dos problemas claves asociados a la ganadería en Colombia.
Primero, no se mete con el exceso de tierra destinado a esta actividad. Segundo, no hay acciones relacionadas con la responsabilidad de la ganadería en la deforestación, un fenómeno que, medido dentro de la categoría de las actividades forestales, aporta el 33 por ciento de las emisiones de GEI en Colombia, según el inventario de GEI del Ideam.
Sobre todo en la Amazonía, la deforestación es el principal problema ambiental, en uno de los ecosistemas más valiosos que tiene el país para hacer frente al calentamiento global.
Las vacas contaminan como los carros
El Gobierno Duque elevó la meta de reducción de GEI del 20 al 51 por ciento en 2030. En 2050, le apunta a la carbono neutralidad, absorber la misma cantidad de GEI de las que emite. Es una meta ambiciosa, y así lo ha presentado el Gobierno a nivel internacional. “Frente al reto de la crisis climática, Colombia actúa con determinación y compromiso moral”, dijo el presidente ante la ONU el pasado septiembre.
Para lograrlo ha lanzado una serie de leyes y modificaciones a leyes que no tienen financiamiento claro. Este Gobierno está en la tarea de dejar armada la hoja de ruta, que presentarán a nivel internacional en la COP 26, en Escocia. Hasta ahora, ese trabajo no se mete con los problemas fundamentales que genera la ganadería, empezando por la sobre explotación ganadera.
En Colombia el 30 por ciento de la tierra –38 millones de hectáreas– está destinada a la ganadería. Las estimaciones del Instituto Agustín Codazzi dicen que solo el 13,3 por ciento de esos suelos son aptos para esa actividad.
“El ganado hace parte de los territorios rurales, no se trata entonces de eliminar las vacas”, dice Felipe Ochoa, zootecnista experto en ganadería, e investigador en agroecología en la Universidad Nacional. De hecho, su aporte a la economía, con un 1.6 por ciento del PIB, es considerable, además de ser fuente de empleo y sustento para miles de familias campesinas.
Se trata de reducir el enorme impacto que tiene la ganadería, que produce el 16 por ciento de los GEI, según un inventario del MinAmbiente. Las mismas emisiones del transporte terrestre, según el Ideam.
Por un lado, las vacas erosionan el suelo con su peso, lo que dificulta que la tierra produzca forraje y árboles, que capturan GEI. También contaminan las fuentes de agua cerca a los potreros. Pero, sobre todo, las vacas y sus heces emiten metano y otros gases que son más contaminantes que el dióxido de carbono. Según estimaciones de la Fundación de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la ganadería es responsable del 20 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo.
Un estudio de científicos publicado en la revista Science en 2018 consideró que reducir el consumo de carne y lácteos, más que comprar un carro eléctrico, es la manera más efectiva de reducir el impacto en el planeta tierra.
En Colombia, “lo que hay que mirar es las vacas en qué extensión de tierra están. Tienen una extensión de tierra que es ineficiente en términos de la propiedad”, dice Carlos Duarte, profesor de la Universidad Javeriana y experto en desarrollo rural y ordenamiento territorial.
Contexto

El sello sostenible se queda corto
De las 32 estrategias que el Gobierno Duque ha propuesto para cumplir sus metas a 2030, una se enfoca exclusivamente en la ganadería, en el marco de una estrategia que se adquiere como un compromiso internacional.
Bajo el aterrizaje del Gobierno Duque, se trata del sello de ganadería sostenible, que responde a las metas del documento de Contribución Nacional Actualizada (NDC) –que sigue las metas de adaptación y mitigación de Colombia–. Esta busca intensificar “la producción de los sistemas ganaderos mediante la implementación de Sistemas Silvopastoriles Intensivos y No intensivos”.
La esencia de ese sistema es que los potreros no sean terrenos desnudos, sino que también pueda haber árboles nativos de cada región y arbustos. Esto hace más eficiente el uso de la tierra, pues produce más carne y leche en la misma área, y de mejor calidad. También reduce la cantidad de fertilizantes necesarios. Además, la vegetación adicional captura carbono, contrarrestando la emisión de metano inevitable de las vacas.
Pero, en teoría, la meta que puso el Gobierno de impactar 3.6 millones de hectáreas ganaderas a 2030 –de las 38 millones que ocupa la ganadería– , y que podrían tener este sello, es un retroceso de lo que se imaginaba la misma Fedegán en el 2016.
Adriana Soto, ex viceministra de Ambiente del Gobierno Santos, hoy consultora ambiental, dice que “la meta podría haberle apuntado a las 10 millones de hectáreas que puso Fedegán para los sistemas silvopastoriles hace seis años. El cambio climático es como un reloj de arena, y ya no queda mucha en la parte de arriba”.
Jose Felix Lafaurie, el presidente de Fedegán, dice que la transición al esquema silvopastoril tiene un potencial mucho más grande: “De 38 millones de hectáreas en que está la ganadería podríamos pasar a 20 millones, cediendo más de 14 millones de hectáreas a bosques”.
Sin embargo, en la meta de la NDC, apenas le apuntan a liberar de ganadería 69 mil hectáreas para restauración. Aún más, las metas son tan vagas, que de las 3.6 millones que serían “intervenidas”, según la NDC, 2.2 serían en “praderas mejoradas”, y apenas 61 mil en sistemas silvopastoriles.
En este tema el país está arrancado casi de cero. Según las estimaciones de Fedegán, apenas 75 mil hectáreas ganaderas –el 0.2 por ciento del total– usan el sistema silvopastoril hoy en día.
Transitar es costoso, sobre todo para los pequeños ganaderos, y hasta ahora el Gobierno no tiene una cifra de cuánto invertirá. Sobre todo, le apuntan a que los esquemas silvopastoriles sean jalonados por el sello sostenible que llevará la carne y la leche, y que esperan sea reconocido por los consumidores.
Según Juan Gonzalo Botero, viceministro de Asuntos Aropecuarios, “el sello es como un diferenciador comercial. La idea son mejores mercados. A un ganadero le conviene porque su producto puede ser más costoso y cuando se exporta es más valorado”.
Según Ochoa, el investigador que ha modelado el tránsito al sistema silvopastoril y ha acompañado a ganaderos en ese proceso, los que empiezan de cero deben invertir cerca de 11 millones de pesos por hectárea. “El 40 por ciento es para mano de obra, el 30 por ciento para material vegetal y otro 30 por ciento el ganado. En fincas pequeñas lo que hace la gente es empezar a sembrar arbustos”, dijo.
No es claro cuánto de eso podría poner el Gobierno. Para lograr las metas de Colombia frente a la reducción de emisiones a 2050, las inversiones programadas para todo el sector ganadero son de 306 mil millones de pesos, según estableció el MinAmbiente en la NDC, en un paquete donde están otros cultivos. La plata saldría de donaciones y créditos que aún no están establecidos.
“Lo otro es que no tenemos subsidios del Gobierno. Es costoso, pero si nos organizamos y las asociaciones ganaderas nos ponemos ese propósito, podemos lograr muchas ideas buenas”, dice John Ramos, un ganadero de La Pintada, Antioquia.
Pero para reconvertir las 20 millones de hectáreas de las que habla Lafaurie, con un cálculo de servilleta, serían necesarios más de 200 billones de pesos, una cifra que no está contemplada en ninguna planeación estatal.
La deforestación ganadera
“Es terriblemente inapropiado ese sello cuando no se metió con el tema estructural, que es definir una frontera de expansión ganadera”, dice Rodrigo Botero, director de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo (FCDS) y una de las personas que más ha estudiado la deforestación en Colombia.
Solo el año pasado la deforestación aumentó un 8 por ciento en comparación con el año 2019. Por eso Duque impulsó la Ley de Delitos Ambientales –que reconoce la deforestación como un delito– y la Operación Artemisa, una controversial estrategia militar para contener ese problema.
En la deforestación está la principal fuente de gases de efecto invernadero en Colombia. Las actividades forestales, entre las que está la deforestación, emiten el 33 por ciento de los gases GEI del país, según el Ideam. Allí se contabilizan entre los incendios y lo que dejan de capturar los árboles tumbados.
La meta del Gobierno es llevar la deforestación a cero para el año 2050, lo que implica esfuerzos enormes, porque el año pasado se deforestaron más de 171 hectáreas, según el IDEAM.
Según los datos disponibles, la deforestación está muy ligada a la ganadería. En los departamentos de la deforestación del arco amazónico– Meta, Caquetá, Guaviare, y Putumayo– donde se concentró 64 por ciento de la deforestación el año pasado, las cabezas de ganado registrados por el ICA aumentaron 10 por ciento en solo un año, casi medio millón de vacas.
Según Botero, de FCBS, “las cifras muestran que los sitios donde hay mayor deforestación y mayor concentración de hato ganadero. Además, coinciden con los sitios donde hay mayor número de km de vías construidas”. De acuerdo a los cálculos de su organización, que trabaja en terreno el terreno, en la región se han construido más de 9 mil kilómetros de vías ilegales.
Y ante la relación de deforestación y ganadería, el sello de sostenibilidad hace poco: “Este sello no incluyó el tema de la no deforestación y de no avanzar en la frontera de deforestación”, concluyó el ambientalista. Eso quiere decir que no hay una manera de rastrear la carne que se produce en tierras deforestadas de la amazonía, que podrían llegar a la mesa de consumidores de las ciudades de manera inadvertida.
Ese rastreo, si bien está contemplado en el documento de NDC, no ha sido elaborado por el Gobierno, que se ha limitado a, según el viceministro Botero, monitorear “a través del ICA las zonas de deforestación en el norte de la amazonía y remitir la a la Fiscalía para su respectiva judicialización”. Un procedimiento que hasta la fecha, según informó Botero, no ha logrado procesar a nadie.
“Por ahora hay un acuerdo de voluntades para lograr acuerdos de cero deforestación e imprementación de sistemas silvopastoriles”, admitió el viceministro Botero.