El presidente Iván Duque abrió su último año en la Casa de Nariño con dos polémicas entrevistas en El Tiempo y Semana. Rompiendo precedentes, mencionó por nombre a varios candidatos que aspiran a sucederlo. Será, además, la primera elección presidencial sin posibilidad de reelección en los últimos 15 años.
Duque le dijo a sus interlocutores, Vicky Dávila en Semana, y los editores de la redacción de El Tiempo, que “le picaban la lengua” para hablar de política. Aún así, asumió los riesgos de ser acusado de participar indebidamente en política, y respondió con más detalles que cualquier presidente en muchos años.
Dijo que veía a “personas con grandes capacidades y condiciones empezando a salir al ruedo” y en ese grupo mencionó a sus aliados: “Veo también personas que vienen del liderazgo regional como, por ejemplo, el exalcalde de Medellín Federico Gutiérrez. Veo el caso de Alejandro Char, el de Enrique Peñalosa, veo personas que tienen una gran capacidad de ejecución haciendo propuestas importantes”. Sin mencionarlo, volvió a hablar de su principal opositor, Gustavo Petro.
Además de levantar polvareda en el país político –ya hay anuncios de denuncias formales– sus declaraciones revelan cuatro cosas de la estrategia de Duque, desde Palacio, para jugar en 2022 durante los 10 meses que quedan hasta las elecciones.
La apuesta de Duque y Uribe es que no gane Petro
Aunque Duque es cuidadoso en sus intervenciones de no mencionar a su principal opositor, en las dos entrevistas le preguntan por él. En ambas Duque sin mencionarlo directamente, respondió que “el país sabrá rechazar la demagogia y el populismo” que a juicio de la derecha, encarna Petro.
Con Dávila Duque fue más allá y dijo: “Este país nunca se ha dejado doblegar por el odio”, ante la explícita pregunta de la periodista de si se sentiría tranquilo entregándole la banda presidencial a Petro en 2022.
Es una declaración que devela la apuesta de la derecha de cara a 2022: que Petro no llegue a la Casa de Nariño.
“Yo creo que (a Duque) le preocupa no tener a un candidato fuerte que le pelee a Petro y que en la consulta de la derecha no salga un aspirante fuerte”, nos dijo un interlocutor frecuente del Presidente que pidió no ser mencionado para que no lo regañen en Palacio.
Al menos en dos bandas se ve esa apuesta.
Por un lado, el uribismo pasó de poner presidente, a buscar un espacio en una consulta más amplia de la centro derecha. Desde el inicio hay un reconocimiento, advertido por el propio Uribe, de que su nombre y figura están debilitados por sus casos judiciales.
Por el otro lado, gran parte de la apuesta del Gobierno este año es mostrar avances en medio de la crisis social, para tener resultados positivos que le quiten gasolina a la calle, a las quejas de Petro y a los opositores. Programas como la reactivación económica, la vacunación masiva, la política de renta básica y el compendio de programas para los jóvenes que protestan van en esta línea.
“Duque debe tener a un selecto grupo de gente repitiéndole que su mayor legado es haber impedido que Petro llegara al poder en el 2018 y que ese legado será mayor si impide nuevamente que Petro llegue al poder en el 2022, no importa cómo”, nos dijo el analista y profesor Juan Gabriel Gómez.
Desde el año pasado Duque está pidiéndole a su equipo prontos resultados, justamente para quitarle gasolina a la estrategia de polarización del candidato de izquierda. Más recientemente, funcionarios como María Paula Correa, su jefe de gabinete, acusaron a Petro de “irresponsable” por su trino falso sobre la efectividad de las vacunas. Ya en su autoentrevista en inglés, Duque lo acusó de estar detrás del estallido social.
En el discurso del 20 de julio Duque hizo una invitación provocadora: “digámosles no a los promotores del odio, evitemos el camino fácil para obtener placeres momentáneos, que dejan cicatrices eternas”.
Muestra que no le tiene miedo a la Procuraduría
Aunque Duque dijo que le “picaron la lengua” en las entrevistas, habló ampliamente de posibles sucesores y en algunos casos exaltando su capacidad de ejecución, como lo hizo con el trío de exalcaldes Peñalosa, Char y Gutiérrez.
Al hacerlo de forma tan abierta, Duque mostró que no teme represalias de los entes de control, como la Procuraduría, que vigila las conductas disciplinarias de los funcionarios del Estado. La jefe de esa entidad es la exministra de Duque, Margarita Cabello, elegida con una aplanadora de la coalición en el Senado en 2020.
“El presidente fue más allá de lo que se le está permitido en torno a la ley de garantías electorales”, consideró Alejandra Barrios de la Misión de Observación Electoral, que vigila la transparencia de los comicios. Esa ley, la 996 de 2005, se hizo pensando en la reelección de Uribe. Es amplia y deja muchos espacios grises. Por ejemplo, dice que está prohibido para los funcionarios del Estado “difundir, acosar, presionar o determinar en cualquier forma a subalternos para que respalden alguna causa, campaña o controversia política”.
Otros aspectos regulan el gasto estatal en época de campaña. Y aquí, el Gobierno quiere hacer una reforma este año ante el Congreso, bajo el entendido de que sin la reelección no es necesaria la imposición de medidas como la suspensión de adjudicaciones de contratos cuatro meses antes de las elecciones. Aún no es claro si el Gobierno meterá mano a los límites de la participación política de funcionarios.
“El presidente es el de todos y no un analista político. En esas dos entrevistas habló como analista. Los cargos, declaraciones y tiempos del presidente o sus funcionarios no se pueden poner al servicio de campañas políticas”, dijo Barrios.
Es por esas mismas razones que la Coalición de la Esperanza anunció el fin de semana que pedirá un concepto de la Procuraduría sobre las declaraciones de Duque y que la Comisión de Acusación investigue el caso.
Eso al Gobierno no le trasnocha. Su defensa, a través del ministro del Interior, Daniel Palacios, es que Duque habló de personas y no de candidatos, porque formalmente, ninguno de los que mencionó está inscrito.
“No estamos en época electoral, todavía no existen candidaturas oficiales”, dijo Palacios en varias entrevistas. “El presidente ha contestado frente a lo que ha sido su experiencia trabajando con muchas de esas personas”.
En ocasiones anteriores la sola visita de un mandatario a un evento público daba para un jalón de orejas. Así hizo en 2013 el entonces procurador Alejandro Ordóñez, férreo opositor del Gobierno de turno, cuando el entonces presidente Juan Manuel Santos asistió a un evento de su fundación Buen Gobierno antes de definir si se lanzaba a la reelección .
Dos años después, ad portas de las regionales de 2015, el mismo Ordóñez le abrió una indagación preliminar al ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, por decir que en esos comicios los colombianos deberían votar por “la paz y la Unidad Nacional”, en referencia a la coalición de Gobierno. “Existe una regla del sistema democrático que es la imparcialidad de quienes ejercen cargos públicos”, decía en ese entonces el hoy embajador Ordóñez.
Refuerza que su partido no tiene un aspirante fuerte.
Duque decidió hablar ampliamente de los aspirantes de la centro derecha más allá de los que hay en el uribismo, reforzando la tesis de que ni siquiera el Presidente ve un aspirante fuerte dentro de su propio partido para sucederlo.
Englobó en una misma respuesta en El Tiempo a los sectores a los que el uribismo busca para llegar con fuerza en 2022. Habló de los exalcaldes de Bogotá, Medellín y Barranquilla que al menos en dos casos arrancaron campaña por fuera del espectro del uribismo y mencionó los “liderazgos del Partido Conservador”, partido que todavía no define si participará en una eventual consulta. Al uribismo le dijo que “ojalá se defina rápido un mecanismo para que puedan seleccionar la mejor candidatura posible”.
“Es un mensaje interno a su coalición, a sectores diversos que sabemos que orbitan en candidaturas a la derecha”, analiza Felipe Botero, director de Congreso Visible y profesor de ciencia política en los Andes. “(Duque) da un mensaje de publicidad de mover a sus propios aliados”.
Y es que justamente entre los que mencionó Duque hay políticos con afinidades con Palacio. Ejemplo de eso está en los exmandatarios Char, Gutiérrez y Peñalosa. A los dos primeros les ofreció puestos en el Gobierno en 2019 y varios exfuncionarios del tercero son actuales miembros del gabinete del Presidente.
Y entre los uribistas destacó los nombres de su amigo, el senador Ernesto Macías, del representante a la Cámara, Eduard Rodríguez, otro cercano a Palacio. En la entrevista en El Tiempo no mencionó a la senadora María Fernanda Cabal, que lanzó precandidatura. Y en la de Semana sugirió que era de extrema derecha.
Guiños que son un abrazo de oso.
Ninguno de los aspirantes que Duque mencionó con “grandes capacidades” han hablado de los guiños que les dio el presidente. Enrique Peñalosa ha dedicado sus trinos a confrontar a la alcaldesa Claudia López; mientras que Federico Gutiérrez anunció su participación en un foro de la Andi. Alex Char sigue celebrando las victorias de Colombia en los olímpicos. Mientras que otros como el exministro Oscar Iván Zuluaga nos dijo que no tenía comentarios de su respectiva mención.
El silencio ante las palabras de Duque –que cuenta con una desaprobación del 84 por ciento según la última Invamer– muestra que por ahora sus guiños no representan un capital político que algún precandidato quiera explotar.
“Nadie quiere decir que es el candidato de un Gobierno desprestigiado”, nos dijo Camilo Rojas, consultor de campañas políticas de partidos de la derecha. “Más que promocionarlos les hace daño, fácilmente alguien de la oposición sacará una cuña diciendo que tal ‘es el candidato de Duque’”.
De todos modos, tener el respaldo de un presidente en un país presidencialista y centralizado como Colombia tiene frutos inmediatos. Ejemplo de eso fue la campaña desde la vicepresidencia que montó Germán Vargas Lleras, hasta que se desinfló en primera vuelta. O la de Juan Manuel Santos en 2010 con el apoyo de su exjefe y hoy opositor, Álvaro Uribe.
En el uribismo consideran, en la misma línea del Gobierno, que Duque no dio guiños, sino opiniones. “Si Duque quiere hacer guiños los hace al interior del partido y no en medios”, dijo el senador Ernesto Macías, quien, por el guiño de Duque, fue presidente del Senado en 2018.