La guerrilla de las FARC tomó esta semana la decisión más arriesgada de todas las que ha tomado desde que inició el proceso con el gobierno colombiano para convenir las condiciones para dar por terminado el conflicto. Declarar un cese unilateral del fuego, con unas condiciones que parecen dirigidas a obligar uno bilateral, rompe definitivamente la regla de “negociar en medio del conflicto”, que ya el gobierno había dejado herida después del secuestro del General Alzate.
La guerrilla de las FARC tomó esta semana la decisión más arriesgada de todas las que ha tomado desde que inició el proceso con el gobierno colombiano para convenir las condiciones para dar por terminado el conflicto. Declarar un cese unilateral del fuego, con unas condiciones que parecen dirigidas a obligar uno bilateral, rompe definitivamente la regla de “negociar en medio del conflicto”, que ya el gobierno había dejado herida después del secuestro del General Alzate.
A partir de esta madrugada, el proceso se adelanta en medio de una tregua antitécnica, sin posibilidades reales de verificación, sin compromisos expresos de una de las partes, es decir literalmente un camino de espinas, para usar el símil que usó el propio Presidente de la República, pero tregua al fin.
Esa especie de “van mis restos” que decidió la guerrilla se da en el momento en el que el proceso atraviesa el peor clima de opinión. La ciudadanía parece estar saturada y negada a cualquier tipo de concesión, por lo que el resultado de la jugada fariana será de todo o nada. Si, como consecuencia de la declaración unilateral hecha por la guerrilla, la dinámica de la guerra cambia a partir de ahora y efectivamente disminuye la confrontación con el ejército, no hay ataques a la infraestructura vial y energética y etc, por primera vez en estos largos dos años habrá una sensación de alivio por cuenta de la negociación, pero si, por el contrario, todos los días estamos metidos en una discusión para determinar si un hecho violento es atribuible a las Farc o no y si esta guerrilla lo intenta justificar en una acción del ejército se puede haber dado la estocada mortal al proceso.
La guerrilla, a mi juicio, ha dado todas las muestras de haber tomado la decisión de llevar el proceso hasta el final. Su reacción frente al incidente del secuestro del General Alzate, el episodio de perdón a las víctimas de la masacre de Bojayá son actitudes inéditas que demuestran que quieren pactar un acuerdo para terminar el conflicto, pero su lógica para actuar resulta tan incomprensible para cualquier mortal que augurar cual va a ser su próxima jugada es casi imposible.
Las FARC pusieron el proceso en su mayor riesgo. La opinión pública no cree en el proceso y no cree en las FARC, tanto que un anuncio de esta magnitud ha sido recibido como una noticia de segundo plano. Imaginar que una declaración de la guerrilla de que va a “cesar el fuego y las hostilidades”, después de más de 50 años de confrontación, no suspende las emisiones de los medios electrónicos, no abre las páginas de los periódicos, no provoca reacciones por doquier más allá de la incredulidad es una muestra del nivel de saturación que hay con el proceso y del nivel de desconfianza en la guerrilla.
Las mismas FARC decidieron apostar su “credibilidad”, que la tienen completamente pérdida y ofrecer lo más que podían ofrecer, con el riesgo de que un eventual incumplimiento sea tenido por la opinión como la prueba reina –como si faltara- de que no hay que creerles. Si las FARC no se toman en serio su propio anuncio, los propios avances del proceso se ponen en riesgo. Cada vez es más difícil argumentar que se han alcanzado acuerdos históricos, que ha habido señales y otros argumentos que la ciudadanía recibe incluso con rabia.
“A esos tipos no hay que creerles nada, solo están buscando sacar ventaja” fue la reacción mayoritaria de la gente. Habían puesto unas condiciones que hacían suponer que se correrían del anuncio por no poderse cumplir y señalarían al gobierno de no haber permitido la tregua. Pero no, persistieron en su anuncio y desde hace algunas horas supuestamente estamos en un cese unilateral de fuego decretado por primera vez en cincuenta años en forma indefinida y sin distinciones.
La guerrilla nunca valora el clima de opinión, con seguridad esta vez tampoco lo hizo, pero habrán de saber que “el palo no está para cucharas”, la mayor parte de la ciudadanía tiene agotada la paciencia y no va a aceptarles un debate sobre si la tregua se rompe o no por culpa del gobierno. Si la “jugada” era para presionar a un cese bilateral, se equivocaron, “tacaron burro” para usar una expresión que le gusta usar al Presidente Santos. La ciudadanía está dispuesta –si fuese necesario- a que el proceso se acabe, la opinión se saturó.
Con la guerrilla es imposible vaticinar cuál es su verdadero propósito cuando dice o deja de hacer, en esta ocasión puede ser que sin proponérselo resolvió jugar “el todo por el todo”. Si la tregua se traduce de veras en un desescalamiento de la guerra habrá razones para creer que finalmente en el 2015 se firmará un acuerdo que la ciudadanía esté dispuesta a apoyar, si lo que entramos fue en un “camino de espinas”, el recorrido será corto y nos conducirá al abismo.