El factor Panamá, clave en la derrota de la OEA

Anoche Colombia quedó a un voto de lograr que los embajadores de los países miembros de la Organización de Estados Americanos aceptaran su propuesta de convocar a una reunión de cancilleres de esos mismos países para discutir la crisis fronteriza con Venezuela. Ese voto que faltó fue el de Panamá, un país tradicionalmente más cercano a Colombia que a Venezuela, pero con el que no se ha resuelto un problema de diplomacia económica.

Anoche Colombia quedó a un voto de lograr que los embajadores de los países miembros de la Organización de Estados Americanos aceptaran su propuesta de convocar a una reunión de cancilleres de esos mismos países para discutir la crisis fronteriza con Venezuela. Ese voto que faltó fue el de Panamá, un país tradicionalmente más cercano a Colombia que a Venezuela, pero con el que no se ha resuelto un problema de diplomacia económica.

Si el gobierno de Juan Carlos Varela hubiera votado a favor de la propuesta colombiana, el presidente Juan Manuel Santos habría alcanzado los 18 votos necesarios para convocar a los cancilleres y elevar así el costo político de las decisiones venezolanas y meterle más presión al gobierno de Nicolás Maduro.

Pero Panamá decidió abstenerse con el argumento de que quiere ser mediador entre los dos países.

Un medidor inesperado

Este domingo, menos de 24 horas antes de la reunión, Panamá se ofreció para mediar entre los dos países, un hecho llamativo por varios motivos.

Uno es que Panamá no tiene una tradición de mediación entre países, como sí lo tienen Costa Rica o Canadá y, por lo tanto, esa propuesta tenía pocos antecedentes.

Otro es que hace menos de un año y medio Panamá y Venezuela rompieron sus relaciones diplomáticas por cuenta de que el gobierno del entonces presidente panameño Ricardo Martinelli se ofreció a mediar entre Nicolás Maduro y los estudiantes que protestaban en su contra, algo que Maduro interpretó como una afrenta en la que un gobierno extranjero igualaba a su gobierno con los que se le rebelaban.

La crisis fue tan fuerte que los dos países duraron casi cuatro meses con las relaciones rotas y solo las reanudaron el 1 de julio del año pasado, cuando se posesionó Varela en la presidencia panameña.

A pesar de ese cambio de Gobierno, ha pasado poco tiempo desde esa fuerte crisis y por eso no es tan probable que Venezuela hubiese aceptado la oferta panameña. Y ahora, después de que la canciller María Ángela Holguín manifestó que Colombia contaba con el voto panameño (lo que en términos diplomático equivale a decir que hubo una traición), es improbable que el gobierno colombiano acepte su mediación.

Es decir, es una propuesta sin mayor fuerza ni viabilidad.

Pero, aún así, Panamá llegó a la reunión del lunes con esa oferta sobre la mesa. ¿Por qué?

La estrategia panameña

La reunión del Consejo Permanente de la OEA empezó hacia las 2 de la tarde, hora colombiana. Intervinieron primero Colombia y Venezuela, explicando sus posiciones sobre la crisis. Luego lo hicieron los demás países, manifestando -como es propio de un foro diplomático- su amistad con Venezuela y Colombia y su deseo de que el impasse se resolviera por la vía diplomática.

La pelea, detrás, era si quien debía mediar era la OEA (como quería Colombia) o la Unasur (como prefiere Venezuela). Y las intervenciones de sus embajadores iban mostrando hacia dónde se orientaba cada voto.

Algunos de quienes prefieren que sea la Unasur dijeron que respaldaban un diálogo directo entre los dos países. Con eso lograban que no se definiera la reunión de cancilleres, pues esa vía se agotó tras la reunión de la semana pasada entre Holguín y su homóloga venezolana Delcy Rodríguez, que fracasó después de que no se acordó la apertura de la frontera y luego de que Venezuela incumpliera el primer compromiso (una reunión de Defensores del Pueblo a la que nunca llegó el venezolano).

En ese momento, el embajador panameño dijo que ofrecía su mediación y que respaldaba la reunión de los cancilleres. Es decir, parecía estar del lado colombiano.

 

Después de que intervinieron todos los interesados (habló menos de la mitad y las pequeñas naciones caribeñas no dijeron nada) y se hicieron un par de recesos, poco después de las 4 de la tarde se decidió votar. El embajador colombiano, Andrés González, pidió que la votación fuera nominal, lo que le ponía más presión a quienes se hubieran comprometido con el país para votar a favor.

Y así pasó. Uno a uno fueron votando en orden alfabético (como determina el reglamento) y en líneas gruesas como se esperaba: los países del Alba y los beneficiarios de Petrocaribe (el primero, una alianza económica liderada por Venezuela, y el segundo, un programa que creó Hugo Chávez para dar petróleo barato a cambio de otros bienes) en contra de la propuesta colombiana o absteniéndose, y los demás a favor.

Cuando era el turno de Panamá, ya era claro que su voto era prácticamente decisivo. El embajador, Jorge Miranda Corona, dijo que se abstenía porque quería ser facilitador y un voto en favor o en contra comprometía esa posibilidad, pues se entendería como estar con uno de los dos países. Pero la realidad es que, con los votos tan justos, una abstención equivalía a un voto contra Colombia.

Y, efectivamente, al final ese voto fue el que faltó (acá puede ver todos los votos y la alineación política de cada Estado).

¿Todo por la plata?

La decisión de Panamá tiene un costo diplomático claro con Colombia, como muestran las palabras de la Canciller Holguín que -en términos diplomáticos- traducen que Panamá se le volteó a Colombia.

“Contábamos con el voto de Panamá, un país amigo (…) Reconozco que sí fue algo que nos cayó muy de sorpresa. La canciller [panameña, Isabel de Saint Malo de Alvarado] los últimos días que yo había conversado con ella entendía la situación, sacaron un comunicado muy favorable y en el transcurso de la tarde al parecer tuvieron alguna conversación con el presidente de Venezuela”, dijo Holguín.

Aunque no es fácil saber qué hay detrás de la decisión panameña, los dos países vivieron un fuerte pulso diplomático hace menos de un año, cuando Colombia incluyó a Panamá en su lista de paraísos fiscales.

Dos semanas después el Gobierno de Santos se echó para atrás tras una reunión bilateral con Cancillería y Dian a bordo, pero las heridas quedaron abiertas y la amenaza latente: en octubre el Gobierno debe revisar una vez más la lista de paraísos fiscales y el caso de Panamá sigue pendiente.

Por eso, la decisión panameña de hoy puede tener algo de desquite (algunos panameños se sintieron agraviados y alcanzaron a hablar de imperialismo colombiano el año pasado) y otro tanto de advertencia sobre lo que podría pasar si terminan de nuevo en la lista.

Pero lo que en todo caso deja claro su decisión hoy es que las relaciones entre los dos países, que aparentemente estaban bien, tienen problemas de fondo. Y eso, cuando Colombia tiene un diferendo latente con Nicaragua y una crisis de frontera con Venezuela, plantea enormes retos para la Cancillería y para Santos.

Fui usuario y luego periodista de La Silla Vacía. Tras más de una década haciendo de todo en esta escuela de periodismo, de la que fui director editorial, me fui a ser lector y SuperAmigo. Ahora me desempeño como redactor jefe de El País América Colombia.