Mientras una parte importante del gobierno de Iván Duque conversaba con la ciudadanía sobre cómo mejorar la implementación del Acuerdo de Paz en el centro de Bogotá, la ministra del Interior lo deslegitimaba en un foro de Semana
Ayer, mientras una parte importante del gobierno conversaba con la ciudadanía sobre cómo mejorar la implementación del Acuerdo de Paz en el centro de Bogotá, la ministra del Interior lo deslegitimaba en un foro en el Club El Nogal. Una contradicción pública que pone en evidencia, una vez más, la ambigüedad que existe al interior del gobierno de Iván Duque sobre este tema, y que opaca la Conversación Nacional que abrió en respuesta a las movilizaciones del 21N.
Los eventos eran simultáneos. En el Gran Foro Colombia 2020, organizado por la revista Semana, líderes políticos y empresariales debatían alrededor de la pregunta ¿para dónde va el país?; a la misma hora, en la Biblioteca Luis Ángel Arango, líderes sociales y activistas participaban en la tercera jornada de la Conversación Nacional sobre paz.
En la Conversación Nacional había unas 200 personas, de orígenes diversos, aunque, en promedio, varios años mayores que los jóvenes que llenaron las calles en noviembre de 2019.
Estaban distribuidos en once mesas, de acuerdo a los principales temas del Acuerdo de Paz, y en cada una de ellas había uno, dos o tres funcionarios de primer nivel del gobierno a cargo de las entidades responsables de la implementación del Acuerdo.
El director de la Unidad de Restitución de Tierras, el encargado de la ley de Víctimas, el del Programa de sustitución de coca y el Alto consejero de paz, respondieron todas las preguntas de su respectiva mesa, con una actitud abierta y cero defensiva. Era un poco sorprendente verlos explicar a fondo los puntos de un Acuerdo que no pactaron, y en el que cuando fue elegido Duque no creían.
Del otro lado de la mesa, la dinámica tampoco reflejaba la polarización política del país. Como si se hubiera superado la brecha entre el Sí y el No, los líderes y activistas enriquecieron la matriz de 180 propuestas que habían recogido y organizado los moderadores en la segunda conversación de finales de diciembre.
El Gobierno de Duque y los convocados (La Silla Vacía entrevistó 15 de los asistentes escogidos por azar y de esos, trece habían votado por el Sí, y marchado en noviembre) estaban -literalmente- mirando en la misma dirección, anotando las ideas sobre cómo mejorar la aplicación del Acuerdo en unos papelógrafos en la pared.
Hasta ahí, una luz de optimismo.

La Conversación Nacional
Las marchas multitudinarias de finales de 2019 provocaron como respuesta del Gobierno, la Conversación Nacional lanzada por Duque para canalizar el descontento y desactivar las marchas.
La Conversación Nacional buscaba ser un espejo de la iniciativa que tuvo el presidente Emmanuel Macron (que es el modelo de Duque en muchos sentidos) como respuesta a los chalecos amarillos que llevan más de un año protestando en Francia.
Aprovechando que desde octubre la Vicepresidenta Marta Lucía Ramírez ya había iniciado un ejercicio de diálogo nacional con la excusa del Bicentenario, decidieron anticipar esa conversación y lanzarla alrededor de siete grandes ejes que atravesaban el pliego presentado por el Comité del Paro.
Para moderar cada uno de los grupos, nombraron personas de alta credibilidad con los que marchaban: el exrector de la Universidad Nacional Moisés Wasserman lidera la mesa de Educación; Ricardo Ávila y Bethoven Herrera la de equidad; la exdirectora del Instituto Humboldt Brigitte Baptiste la de Medio Ambiente; María Victoria Llorente y Jorge Restrepo -directores de dos importantes tanques de pensamiento en temas de conflicto- la de paz. Ninguno de bolsillo.
El Presidente Duque fue a la primera conversación de paz, y según tres personas que asistieron, fue un fracaso. Dijo que iba a escuchar, pero habló y defendió su gestión todo el tiempo. En la segunda, identificaron las propuestas. Ayer, el propósito era priorizarlas. Y en la siguiente conversación, en febrero, buscan convertirlas en propuestas que se puedan traducir en reformas legislativas o decisiones concretas.
Más allá del ejercicio deliberativo y democrático, la pregunta es si servirá su principal propósito de desactivar las marchas. La respuesta no es evidente.
Las movilizaciones convocaron tres tipos de personas: los militantes orgánicos de los partidos y de organizaciones que se oponen al gobierno como los sindicatos; los activistas que defienden causas puntuales como la defensa de tiburones, las víctimas, el medio ambiente o el metoo; y ciudadanos que no militan en nada pero se unieron al cacerolazo porque están inconformes con el gobierno, con la inseguridad, con la corrupción o con la falta de oportunidades.
Con la Conversación Nacional, el gobierno no logrará desactivar al primer grupo; los miembros del Comité del Paro decidieron marginarse porque Duque no les reconoció la vocería y optó por una conversación más amplia.
En el tema de paz, por ejemplo, el grupo Defendamos la Paz, integrado por promotores visibles del Acuerdo de Paz como Humberto de la Calle, Juan Fernando Cristo o los negociadores de las Farc, declinó la invitación.
“La Conversación Nacional es un distractor, no tiene ningún propósito… No vamos a prestarnos para un show”, dijo a La Silla el exministro del Interior de Santos y exnegociador de paz, Juan Fernando Cristo. “Si el gobierno quiere hacer un verdadero cambio, que haga un diálogo con la oposición”.
Cristo ofrece, como ejemplo, la negociación del gobierno Santos con los líderes del No después de que ganaron el plebiscito y que dio como resultado un acuerdo renegociado.
Aunque algunas organizaciones que forman parte de Defendamos la Paz fueron ayer a la Conversación en la Luis Ángel Arango, los líderes políticos y sus militantes volverán a salir a marchar en marzo.
Es posible que Conversaciones como la de ayer desactiven a algunos de los activistas del segundo grupo. Como contó La Silla Vacía, la modificación de la resolución sobre las aletas de tiburón, que hizo el Gobierno semanas después de la marcha del 21N, desinfló la principal razón por la que marcharon estos animalistas. Aunque, igual, están buscando otras razones para hacerlo.
Decisiones que ya ha tomado el gobierno para abrir plazas de empleo en el sector público para jóvenes o modificaciones al Icetex le pueden quitar razones a algunos grupos de jóvenes.
El problema para el gobierno es el tercer sector, el del país de la cacerola, que, en su gran mayoría, según algunas encuestas, no sabe qué es el Comité del Paro. Pero, tampoco, se ha enterado que existe una Conversación Nacional.
Como no hubo ninguna estrategia de comunicaciones por parte del Gobierno, ayer en la Luis Ángel Árango no había un solo medio importante cubriendo el evento, y, por consiguiente, nada de lo que ocurrió allí fue noticia.
Los medios estaban en el Gran Foro de Semana, justo el espacio que escogió Nancy Patricia Gutiérrez, la ministra del Interior, para despacharse contra el Acuerdo de Paz.
Durante su intervención, la encargada de la cartera política dijo que el Gobierno no “comparte mucho de la estructuración” de lo que pactó el gobierno de Juan Manuel Santos en la Habana; que considera que el Acuerdo de Paz “es semifallido”; que “las Farc no respondieron a quienes creyeron en ellas”; y, para rematar, se refirió a la implementación como “una carga”.
Su alocución, ampliamente difundida y repetida por todos los medios, borró en un par de minutos la intención de escucha y apertura que en ese mismo instante estaba demostrando el otro polo del Gobierno en el centro de Bogotá.