Hoy, con el primer debate de coaliciones organizado por Caracol Televisión y La Silla Vacía en televisión abierta, arranca una etapa inédita de la política presidencial en Colombia, la de las coaliciones interpartidistas que se votarán en marzo, el mismo día que las elecciones legislativas.
Es el estreno de un esquema de tres vueltas, en el que por primera vez están participando casi todas las fuerzas políticas del país, de izquierda, centro y derecha.
Tras meses de negociaciones, las tres coaliciones presidenciales están compuestas, por ahora, por 18 precandidatos, casi todos poco conocidos para la mayoría de votantes. Por eso entre los electores aún reina la confusión.
Apenas cuatro aspirantes (Gustavo Petro, Sergio Fajardo, Enrique Peñalosa y Juan Manuel Galán) son conocidos por más del 50 por ciento de los encuestados, según la encuesta Invamer, de Noticias Caracol y Blu Radio, que hizo esta semana la primera medición de las coaliciones.


Al tener que decidir por uno de los tres tarjetones, el primer voto presidencial en 2022 no será por una persona, sino por una consulta. Por eso, además de elegir al candidato de cada coalición, la puja será por dar el golpe de opinión de ser la coalición más votada, para fortalecer a su candidato camino a la primera vuelta de mayo.
La aspiración, según los cálculos internos de las tres consultas, es sacar al menos 5 millones de votos, de acuerdo con políticos y consultores de todos los bandos consultados.
En este nuevo esquema, cada coalición llega con banderas, dilemas, fortalezas y desafíos distintos en este estreno del esquema de la elección presidencial en 2022.

Su bandera: El verdadero cambio.
Con propuestas como acabar con la exploración de petróleo para arrancar una transición energética con miras a mitigar el cambio climático, Gustavo Petro ha logrado apropiarse de la bandera del cambio. Un cambio que pasa por un modelo económico alternativo, y una ruptura total frente al uribismo.
El principal dilema: Atraer el mayor número de sectores sin desdibujar su discurso de cambio.
El pacto de Petro es para ganar, ante todo. Para ello, han comenzado a invitar a la coalición a políticos tradicionales, con maquinaria, como el polémico exgobernador paisa Luis Pérez, y operadores políticos que venían de los partidos tradicionales como el senador costeño Armando Benedetti, con quien Petro busca construir una estructura más sólida en la Costa Atlántica.
Al mismo tiempo, ha aceptado en su coalición a Alfredo Saade, un evangélico que promete atraer votos cristianos y que tiene un discurso anti aborto y matrimonio igualitario.
Esta apuesta puede sumarle votos de maquinaria, pero estiran su coherencia ideológica y ha creado desconcierto en algunas bases petristas — sobre todo en influencers en redes— pues va en contravía del discurso que durante años ha caracterizado a Petro: el de los “decentes” contra los “mafiosos”. Además, le abre un flanco de ataque frente a la coalición de centro, con la que se tiene que disputar las banderas del cambio, tanto en estas elecciones de coalición, como en primera vuelta.
Su fortaleza: Gustavo Petro es uno de los pocos candidatos en la contienda que despierta el fervor popular. Además, aunque participará en la consulta de marzo ya nadie duda —ni siquiera los demás participantes en su consulta— que él es el candidato y desde ya habla como tal. Por eso no tiene que concertar su programa o sus ideas con el resto del Pacto, una coalición diversa que funciona como un apoyo a su discurso de inclusión.
Su desafío: Tiene la presión de que si su consulta no es la más votada va a parecer que perdió. Ese peso se ha construido por las encuestas y por la aspiración de Petro de ganar en primera vuelta. Pero llevará una consulta poco competitiva, donde se da por descontado que ganará, lo que le quita emoción al elector que en otras coaliciones puede darle más peso a su voto. Además, tiene que impulsar una lista cerrada al Senado, lo que le restará votos tanto a la consulta como a la lista.

Su bandera: El cambio alejado de los extremos, con una nueva forma de hacer política.
El principal dilema: Cómo sumar votos con una propuesta antipartidista.
Aunque tras el estallido social de mayo quedó en evidencia el desprestigio de la clase política, dada la cantidad de candidatos que se medirán en las consultas los partidos políticos terminarán teniendo un peso importante en definir los ganadores de cada coalición.
Porque si bien las maquinarias políticas hace años que ya no ponen Presidente, sí siguen siendo muy importantes para mover a la gente a votar durante las legislativas, donde hace cuatro años llevaron a 17 millones de personas a las urnas. Como las consultas coincidirán con las elecciones del Congreso, los partidos —que son los que tienen estructuras políticas profesionales— tendrán un margen importante de influencia sobre sus estructuras.
Y si bien el discurso antipolítico del centro no implica que carezca totalmente de estructuras, la más importante, el Partido Verde, llega dividido, con una parte apoyando a Petro.
En esa medida, la consulta de la centro derecha, que es donde se concentran todos los partidos tradicionales, tiene un chance alto de ser la que gane momentum a partir de marzo. Los del Centro Esperanza dependerán en gran medida del voto de opinión.
Su fortaleza: Su discurso anticorrupción y de rechazo a la política tradicional. Se refleja en una mayor cohesión ideológica como bloque y en el mensaje que envían de ser un equipo que tendría capacidad de gobernar de una forma distinta, sin el temor a un salto al vacío. Internamente es una consulta competitiva. Si bien Fajardo tiene un liderazgo claro al inicio, con Galán estrenando partido con el logo de Luis Carlos Galán, y la promesa incumplida de Alejandro Gaviria aún latente, hay condiciones para un enfrentamiento político novedoso y diferente.
Su desafío: Salir de la discusión mecánica y comunicar.
El centro enfrenta la paradoja de que a pesar de tener un discurso antipolítica tradicional y clientelista, no han podido salir de la discusión mecánica. Primero, por el veto que le impusieron a Alejandro Gaviria por el apoyo que tenía de César Gaviria. Y ahora, por la conformación de las listas al Congreso.
Aunque todos promulgan la unidad del centro, ya parece claro que por lo menos llevarán dos listas al Congreso pues Galán quiere ir con una lista propia y cerrada del Nuevo Liberalismo. Humberto de la Calle, el ex jefe negociador de paz del Gobierno Santos, que es el nombre más fuerte de la coalición para jalonar una lista al Congreso, ha supeditado su participación a que la coalición lleve una lista única y cerrada.
Con lo cual, a pocos días de la inscripción de listas, el centro aún no tiene claro quién los representará al Congreso. Lo que es un problema táctico (que de hecho comparte con el Pacto Histórico donde Fuerza Ciudadana armó lista aparte) se ha convertido en esta coalición en un nuevo capítulo de disputas, intereses personales e indecisiones sobre mecanismos en la que es, supuestamente, la coalición de la antipolítica.
El otro reto es que Fajardo, el candidato que lidera por mucho esta coalición en las encuestas, tiene un proceso en la Contraloría y otro en la Fiscalía que empañan su campaña anticorrupción.

Su bandera: La experiencia de los políticos ante el miedo a Petro.
El principal dilema: Cómo desligarse de la impopularidad del uribismo, del Gobierno Duque y del rechazo a la política tradicional —de la idea de que son la continuidad— en un momento en que la gente quiere un cambio.
Todos los integrantes del Equipo Colombia han apoyado a un Gobierno que termina con una desaprobación histórica. Este dilema está expresado en su indecisión sobre si aceptar al candidato del Centro Democrático, Oscar Iván Zuluaga, que viene pidiendo pista desde que ganó la nominación.
Si no lo incluyen, se arriesgan a llevar el bloque de derecha y anti petrismo dividido a primera vuelta y quedarse por fuera. Pero si incluyen al candidato uribista, movilizan el antiuribismo en su contra.
Su fortaleza: La maquinaria y la composición regional de sus miembros.
Esta coalición cuenta con tres exalcaldes con arraigo en tres fortines electorales: Enrique Peñalosa en Bogotá; Federico Gutiérrez en Medellín; y Álex Char en Barranquilla. También, está la exgobernadora valluna Dilian Francisca Toro, presidenta del partido de La U, aunque todo indica que no quiere aspirar como precandidata.
Además, están el Partido Conservador, alineados por el Senador y candidato David Barguil, y una parte significativa de Cambio Radical de la mano de los Char. De los partidos tradicionales, solo faltaría el Partido Liberal, que aún no ha decidido con quién va.
Aunque hoy en día representar un partido político puede ser un lastre, en la elección de consultas las estructuras de los partidos pueden terminar arrastrando a su candidato al disponer de la logística para llevar a la gente al puesto de votación. Además, todos los candidatos a los que el Gobierno Duque les ha hecho un guiño, están en esa coalición.
El Equipo por Colombia se ha ido apropiando del discurso anti-Petro. Con el candidato del Centro Democrático todavía calentando motores, enarbolar la bandera del miedo a la izquierda los puede impulsar.
Su desafío: Lograr llevar los votos de la coalición en marzo, apalancados por sus partidos y las elecciones legislativas, hasta la primera vuelta. El antecedente de la candidatura de Germán Vargas Lleras pesa en la memoria de los políticos de esta coalición, cuando a pesar de tener el apoyo de varios de los mismos partidos que componen el Equipo por Colombia, sacó apenas 1,4 millones de votos.
Esas maquinarias que en las elecciones de marzo van a ser una fortaleza, se convierten en primera vuelta en un lastre por el desprestigio de los partidos y su asociación con prácticas corruptas, en unas elecciones donde el voto de opinión es mucho más fuerte. Especialmente, cuando en primera vuelta los espera Rodolfo Hernández, un político que atrae los apoyos de la derecha, y el candidato de la coalición de centro, que también se ofrece una opción para enfrentar a Petro.