Luego de semanas de crisis internas y divisiones públicas, los cinco precandidatos del Centro Democrático están logrando un acuerdo clave: las reglas de juego para las dos encuestas que definirán quién será el candidato presidencial del partido de Álvaro Uribe.
Los compromisarios de las senadoras Paloma Valencia y María Fernanda Cabal; el exministro Óscar Iván Zuluaga, el exgobernador Alirio Barrera y el exviceministro Rafael Nieto ya acordaron la fecha de arranque de las mediciones, quiénes las harán, en qué ciudades y un detalle clave: que los simpatizantes no inscritos en el Centro Democrático tendrán más peso dentro de la encuesta que los carnetizados.
Esta fórmula le servirá al uribismo para mostrar que el que gane en la medición sea “el que dijeron los uribistas” y no solamente “el que dijo Uribe”. Un cambio que evidencia –de nuevo– que el expresidente, pendiente más de sus líos judiciales, dejó en manos de los uribistas esta decisión. Pero más aún, que su intención es que la coalición de la centro derecha que él busca para ganarle a Gustavo Petro no gire únicamente alrededor del Centro Democrático.
El diablo está en los detalles
A un mes de que el Centro Democrático revele quién será su candidato, los aspirantes ya tienen varios acuerdos base para arrancar a hacer las mediciones: iniciarán el 13 de noviembre y se conocerán el 22 de noviembre. Las harán las empresas Yanhaas y el Centro Nacional de Consultoría. Habrá una auditoría externa y un comité garante.
Se hará en ciudades donde el uribismo tiene alta votación, una será telefónica con la base de datos de carnetizados; la otra será presencial con simpatizantes, que tendrán que pasar tres preguntas de filtro para demostrar su ideología de derecha.
La principal diferencia de este proceso interno frente a los anteriores es que Uribe está mirando a la distancia.
Desde agosto no se reúne con el grupo de cinco precandidatos, asiste por zoom a una parte de los foros (como el primero en Bogotá donde estuvo solo en los himnos) y ha tenido encuentros esporádicos privados en su finca con algunos.
Cada precandidato definió a un compromisario para arreglar los detalles de lo que viene en el siguiente mes.
El de Zuluaga es el exsenador Evert Bustamante; el de Cabal es su esposo el presidente de Fedegán, José Félix Lafaurie; el de Valencia es el presidente de Asomóvil, Samuel Hoyos (quien ha dicho en las reuniones privadas que discute asuntos técnicos y no políticos); el de Barrera es su hija, Laura Barrera; y Nieto no nos dio el nombre de su compromisaria.
“Uribe está dedicado a su tema judicial”, nos dijo Bustamante, confirmando la ausencia del máximo líder del partido.
La otra es el peso que tendrá la palabra de los simpatizantes sobre el resultado final. Aunque aún no existe un porcentaje definido, el consenso general es que tengan un peso del 75 al 80 por ciento. Es decir, que se tomará más en cuenta la medición de esas bases sobre los que tienen carnet del partido.
Este detalle resulta clave para reunir a lo que dentro del Centro Democrático llaman “las bases uribistas”. “Es que hay más uribismo que partido”, dice el precandidato Nieto.
La definición alrededor de ese punto llegó relativamente fácil, de acuerdo con tres de los compromisarios con los que hablamos.
Eso de entrada es llamativo, teniendo en cuenta que los dos precandidatos más visibles del grupo, Zuluaga y Cabal, han venido calando en segmentos diferentes de los posibles encuestados.
Con la mayoría de los congresistas de su lado (33 de 52), Zuluaga pinta fuerte entre parlamentarios que en muchos casos tienen maquinarias o grupos políticos propios en las regiones y que militan oficialmente en el Centro Democrático. Mientras que después de su repunte en el Paro, su exposición mediática y su discurso radical, la senadora Cabal terminó ganando tracción en un sector de la derecha molesto con el Gobierno Duque.
“No queríamos repetir experiencias pasadas”, nos dijo uno de los compromisarios con los que hablamos. Los otros dos dieron una respuesta similar. Hacen referencia a las encuestas en las que Iván Duque ganó la candidatura uribista en 2017 y Ángela Garzón la aspiración para la Alcaldía de Bogotá en 2018.
En ambas, los resultados levantaron ampolla dentro del uribismo “purasangre”: los ganadores fueron escogidos de encuestas abiertas y a los consultados no les fueron aplicados filtros ideológicos para que votaran solo los uribistas.
Al final, Duque, en los hombros de Uribe, fue el Presidente. Durante estos tres años ha tenido que lidiar con las quejas de quienes no se sienten interpretados por el mandatario, como las senadoras Valencia y Cabal. Mientras que a Garzón la sacaron de la contienda porque el Centro Democrático adhirió al aspirante Miguel Uribe —visto como más cercano al uribismo— y la exconcejal renunció al partido.
Contexto
“La última experiencia presidencial con encuestas fue en 2018 y ahí Paloma y Nieto querían garantías”, nos dijo Zuluaga. “Hace cuatro años el 80 por ciento de los encuestados no eran uribistas”, resumió Nieto.
¿Y cómo definen quién es el uribista simpatizante? Es ahí donde entran una serie de preguntas “filtro” que las encuestadoras harán antes de preguntar por cuál de los cinco votaría.
“Esos externos que no están en el partido deben tener una filiación con el uribismo, que se identifiquen con nuestros planteamientos”, nos explicó Zuluaga. “Para evitar que alguien de la izquierda llegue y quiera incidir en nuestra encuesta”.
Ninguna de las ocho fuentes dentro del uribismo con las que hablamos nos quiso decir qué preguntas están planteando. “No podemos compartirlas porque sino se daña la muestra y se puede engañar al encuestador”, fue la advertencia de José Félix Lafaurie.
Lo que nos dijo un senador que conoce del proceso por dentro es que las encuestadoras han vetado preguntas como si el encuestado apoya el porte legal de armas en ciudades específicas, como Cali, donde existe un debate impulsado por uribismo. “Las vetaron por antitécnicas”, señaló.
A todo ese filtro se suma que los precandidatos tengan acceso a la encuesta completa una vez se conozcan los resultados. Una garantía que no tenían cuando se escogió a Duque. Ninguno pudo ver la ficha técnica.
Básicamente, las directivas del Centro Democrático en cabeza de Nubia Stella Martínez y Uribe recibían los resultados y llamaban al descabezado de turno, en el caso de la encuesta presidencial.
En la de la Alcaldía, llamaron a los tres aspirantes (Garzón, Samuel Hoyos y el hoy minDefensa, Diego Molano) a una reunión para anunciar los resultados.
“Todas las garantías que quieran se las estamos dando con la condición final de que todos apoyen los resultados y no tengan dudas”, nos dijo un alto directivo uribista que ha estado en las reuniones pero pidió no ser citado para que no lo saquen de la discusión.
Una muestra cerrada
Que el que gane tenga la estampa uribista le sirve a los precandidatos para decir que no es solo el de Uribe (aunque él no lo definió) sino también el de las bases. Algo que puede ser un incentivo para llegar con peso dentro de la consulta que busca el expresidente con otros aspirantes de la derecha y el centro.
Pero lo que han mostrado encuestas —como la Invamer de agosto o la del Centro Nacional de Consultoría en Semana, que muestran que casi la mitad de las personas aún no tiene candidato o no se identifica en los extremos— y han evaluado expertos es que para que la derecha le gane al candidato de izquierda Gustavo Petro tendrá que morder al voto de centro.
Los parámetros definidos dentro de la encuesta uribista hacen que quien salga elegido tenga como respaldo una derecha radical, lo que hace que sean menores las chances de que al final el Centro Democratico ponga al candidato de esa coalición de centro derecha.
“La intención del procedimiento no es encontrar al candidato más elegible, sino al más cercano a los ideales del Centro Democrático”, señaló el analista Andrés Mejía. “Si quieres encontrar al candidato más elegible, tu buscas la base más amplia con indecisos, porque en una elección presidencial no ganas solo con militantes y simpatizantes, sino que tienes que buscar a los indecisos, que son una masa importante”.
Una percepción en la que coincide el encuestador César Caballero, director de Cifras y Conceptos: “es de todos modos una muestra muy pequeña de votantes”.
El encuestador recuerda que la última medición de Ecoanalítica publicada en El Tiempo el fin de semana mostró que solo el 7,3 por ciento de más de 1.400 encuestados votaría en una consulta del uribismo.
Esa medición levantó ampolla dentro de simpatizantes de los precandidatos Zuluaga y Cabal porque comenzó a rodar como la medición oficial uribista en la que el primero resultaba ganador. La campaña de Cabal pidió explicaciones al diario y al Centro Democrático le tocó sacar un comunicado desmintiendo los rumores.
Pero para los precandidatos tener a las bases del lado puede eliminar las dudas alrededor de las distancias y rupturas internas del uribismo. Sobre todo porque al ser indagados por cuántas personas pueden conformar esa base, tanto senadores y aspirantes hacen cálculos de más de 2,5 millones de personas. Una cifra que también manejan las directivas del partido.
“¿Qué proceso político no tiene fricciones? Eso es normal, la definición de la política como búsqueda del poder trae estas cosas. Se le da demasiada espectacularidad a eso”, dijo Zuluaga. “A diferencia de las veces anteriores ahora no hay muchas fricciones”, nos dijo otra persona vinculada a los compromisarios.
Bajo este panorama es que se están dando las discusiones dentro del uribismo. De mañana en un mes, el país conocerá quién será el ungido del Centro Democrático. Uno que, por primera vez en una década, no llegará solamente como el que señaló Uribe, pero sí será el que lleve las banderas dentro de una eventual consulta para el fin último de la derecha: ganarle como sea a Petro.