El domingo la Ministra de Educación decidió criticar el ex presidente Uribe por su posición frente al proceso de paz con las Farc. Hoy le cayeron todos los uribistas. Es una pelea en la que Gina Parody tiene todas las de perder.
El domingo la Ministra de Educación decidió criticar el ex presidente Uribe por su posición frente al proceso de paz con las Farc. Hoy le cayeron todos los uribistas. Es una pelea en la que Gina Parody tiene todas las de perder.
Parody sacó una serie de trinos contra Uribe en los que básicamente señala que el ex presidente no tenía autoridad moral para criticar que hubiera impunidad en la negociación con la guerrilla porque “Hacer la paz con enemigos es una cosa. Eso hace el presidente Santos con las Farc. Fácil era proceso con paras para perdonar a los amigotes”
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Parody escogió un momento significativo para revivir esta pelea: fue justo después de que la entrevista de De la Calle con Juan Gossaín había salido al aire en una estrategia concertada desde Palacio con los grandes medios que en un hecho inédito la republicaron al tiempo.
Fue una entrevista polémica no solo porque el gobierno anunciaba la posibilidad de pararse de la Mesa sino porque también decía que no tendrían que pagar cárcel los guerrilleros y que podrían adelantar el cese bilateral, dos temas que daban para fuertes críticas desde el uribismo.
Parody ha dicho que sus trinos no fueron concertados con el Presidente disipando la idea de que fue parte de una “estrategia pitbull” para atacar a la oposición antes de que arremetieran por la entrevista de De La Calle o por los atentados en Bogotá.
Aún así, su intención de ayudar al Presidente y asumir ese rol que nada tiene que ver con el cargo que ostenta se le devolvió como un bumerán.
Uno de los trinos más complicados de la ministra fue este:
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Es complicado porque Parody fue la “niña consentida” de Uribe durante cinco años, desde 2002 hasta 2007, y esa cercanía la propulsó políticamente. Aunque también es cierto que incluso durante ese período Parody dio peleas muy importantes dentro de la coalición uribista contra la parapolitica, solo renunció al uribismo en 2009 cuando ya habían pasado siete de los ocho años de mandato uribista.
Parody se unió a la campaña de Uribe en 2001, cuando el candidato tenía el 2 por ciento en las encuestas y Parody tan solo unos pocos años de experiencia como miembro de la UTL de María Isabel Rueda en el Congreso.
Comenzó ayudandole a Uribe a hacer sus discursos y formó parte de su equipo programático. En enero de 2002, se decidió que ella se lanzara como candidata a la Cámara por Bogotá. Uribe la acompañó a inscribirse.
Como lo contó La Silla cuando escribimos el perfil de Parody en la pasada carrera por la Alcaldía de Bogotá, con 28 años, una campaña creativa, cuantiosas inversiones en publicidad y el apoyo abierto de Uribe, la carismática Parody obtuvo 73 mil votos, la segunda votación después de la de Gustavo Petro.
En su campaña a la Cámara andaba con su equipo en un Transmilenio de cartón para invitar a las personas a “subirse en el bus” de Álvaro Uribe.
En los años siguientes, así como ahora hace una defensa aguerrida del proceso de paz, con el mismo ímpetu Parody defendió públicamente en esa época propuestas duras, como el polémico estatuto antiterrorista, del que ella fue ponente y que a la postre hundió la Corte.
Frente a la primera reelección de Uribe, Parody defendió la propuesta inicial de Noemí Sanín, fue una de las escuderas de su paso por la Cámara y era asistente asidua de las reuniones en la Casa de Nariño para asegurar el paso del proyecto.
Parody estaba tan convencida que propuso un referendo ciudadano como plan alterno para asegurar la reelección. Con Óscar Iván Zuluaga, Manuel Enríquez Rosero, Nancy Patricia Gutiérrez y Adriana Gutiérrez, fue una de las redactoras del proyecto de reforma constitucional para cambiar el ‘articulito’.
También, con uribistas como Mario Uribe, Sandra Ceballos, Adriana Gutiérrez y Carlos Ignacio Cuervo, había fundado el Nuevo Partido en 2003.
Era una uribista purasange, pero que ya marcaba sus diferencias frente a lo que eufemísticamente se comenzó a llamar el ‘uribismo rural’, que eran los uribistas ligados a los paramilitares.
Aunque en muchos aspectos Parody actuaba como un alfil obediente de Uribe, frente a los paramilitares siempre mostró su independencia: en 2004 cuando los jefes paramilitares de las AUC Salvatore Mancuso, Ramón Isaza y Ernesto Báez visitaron el Congreso y fueron recibidos con aplausos y discursos elogiosos por muchos congresistas, Parody y Rafael Pardo se quedaron sentados mientras muchos de sus colegas aplaudían de pie. Ese día dio un discurso impresionante contra la presencia de los paras en el Congreso.
“Fue un espectáculo vergonzoso y lamentable. Lo que tenemos que esperar es que todos los delincuentes terminen aquí explicando por qué cometieron sus delitos”, criticó valientemente el episodio en El Tiempo.
También se enfrentó con el Alto Comisionado de Paz Luis Carlos Restrepo en la discusión del primer proyecto presentado por el Gobierno que prácticamente amnistiaba a los paramilitares. “El proyecto de Justicia y Paz del Gobierno no tiene verdad y no trae justicia” dijo entonces, marcando su distancia con el Gobierno en ese tema en concreto.
Aunque en una entrevista posterior, hablando bien de Uribe, Gina dijo: “Antes de la votación del proyecto de justicia y paz, yo fui y le dije que si él quería yo votaba sí. ‘Jamás le pediría a una persona que votara algo de lo que no está convencida. Lo más importante es tu conciencia’. Él es súper tranquilo”, según contó Semana.com, la oposición de Parody frente a este proyecto no se quedó en discursos.
Con Rafael Pardo y Andrés González, en el Senado, y con Luis Fernando Velasco, Gustavo Petro, Venus Albeiro Silva y Wilson Borja en la Cámara, trabajó en un proyecto alternativo de Justicia y Paz que incorporaba los estándares internacionales de derechos humanos, pero que finalmente fracasó, ante la aprobación del proyecto del Gobierno. Sin embargo, ante la presión internacional, el Gobierno acogió algunos puntos de los presentados por Pardo, Parody y sus compañeros, lo que evitó que en la práctica se les diera una amnistía.
El debate se centró, en gran medida, en hasta dónde se acogían esos puntos, como el de la confesión como requisito para acceder a los beneficios de la ley. El proceso terminó con la aprobación del proyecto del Gobierno, en una tumultosa sesión en el Congreso en la que Parody salió chiflada y abucheada por sus propios compañeros.
El trámite de este proyecto de Justicia y Paz puso en evidencia para muchos que la agenda que estaba tratando de sacar el gobierno de Uribe era la de los parapolíticos y que los políticos decentes de centro derecha como Parody eran más bien la cara bonita del uribismo que se ponía en Bogotá mientras que detrás se tejían alianzas más complicadas.
Ante esas evidencias, Rafael Pardo se retiró del uribismo. Pero Parody comenzó todo un acto de equilibrismo para marcar distancia frente a los elementos oscuros de su partido y al mismo tiempo no perder los beneficios de la popularidad del uribismo.
En 2006, cuando los paramilitares en Ralito participaban activamente en la campaña electoral, Gina llegó a la U a encabezar la lista al Senado de la U, un partido que era tan uribista que había adoptado la inicial del apellido del Presidente.
Gina aceptó la invitación de Juan Manuel Santos de encabezar la lista de su partido pero no sin antes exigir que se expulsara a cualquier político señalado de vínculos con los paramilitares –justo cuando se estaba desatando el escándalo de la parapolítica.
El Tiempo afirmó que ella había solicitado que sacaran a Luis Eduardo Vives, Habib Merheg, Dieb Maloof, y éste último dijo que demandaría a Parody. Pero luego la misma Parody negó haber dado nombres específicos y Armando Benedetti escribió que quien habían logrado ese veto era César Gaviria.
En cualquier caso, con sus exigencias -que fueron ampliamente reproducidas por La W y los demás medios que hasta ese momento llevaban seis meses ignorando las denuncias de la parapolítica realizadas por Claudia López en Semana.com – Parody desencadenó una fuerte purga en La U y Cambio Radical.
Así, Parody logró una victoria en la limpieza de su partido. Pero buena parte de esos parapolíticos terminaron en Colombia Viva, el partido de Mario Uribe, el primo del presidente, e incluso en su propio partido quedaron otros personajes que ya en ese entonces habían sido cuestionados por sus vínculos con los paramilitares como Mauricio Pimiento o Zulema Jattin en las columnas de Claudia López (pareja de Gina en ese entonces) y en artículos de Semana.com. Eso no impidió que ella siguiera adelante con su aspiración.
En esa época Parody decía “una cosa es Uribe y otra el uribismo”.
A finales de 2006 su malestar con el uribismo creció. Con Armando Benedetti, Marta Lucía Ramírez, Mauricio Lizcano y Nicolás Uribe armó una disidencia de uribistas que no estaban contentos en La U, una situación que los llevó a quedar al borde de la expulsión de ese partido. Se enredaron en una fuerte disputa con Carlos García Orjuela, presidente de ese partido. Y lo acusaron de avalar a candidatos cuestionados o con poca sintonía ideológica con el partido, en las elecciones locales de 2007. De no haber mediado el presidente Uribe, seguramente habrían terminado expulsados, pero la ruptura entre los uribistas ‘urbanos’ y los ‘rurales’ quedó viva.
Esa ruptura tuvo efectos en las decisiones de Parody. En 2007 decidió no apoyar a nadie a la alcaldía de Bogotá, a pesar de que La U apoyaba a Peñalosa. En 2008 pidió a la Fiscalía que avanzara en sus investigaciones contra los parapolíticos del Magdalena, que habían hecho parte del uribismo. Y durante todo este tiempo mantuvo sus críticas al proceso de reinserción de los paramilitares, al que llamaba una pantomima.
En abril de 2008, fue cuando ocurrió el episodio de Job, que ahora ella le recuerda a Uribe.
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Pero no fue esa la decisión que la llevó a romper con Uribe. Lo hizo hasta enero de 2009.
Desde 2008, ella se opuso públicamente a la segunda reelección de Uribe y se declaró una uribista no reeleccionista. La presión del presidente sobre ella fue tan dura, que finalmente ese año ella decidió dejar su curul sin desafiar demasiado a Uribe, es decir, sin quedarse a obstruir su segunda reelección. Fue un paso calculado, pero no por ello menos lleno de convicción.
Su curul la heredó Marco Alirio Cortés, un uribista reeleccionista. Con lo apretada que estaba la votación del refeendo reeleccionista en el Congreso, ése era un voto clave para el Gobierno y al hacerse Parody de lado, Uribe lo obtuvo.
Por eso Parody no se llevó los aplausos de las personas que estaban contra la reelección al abandonar el Congreso. En lugar de votar en contra, como podría haberlo hecho y como esperaban muchos, Parody le dejó el espacio a alguien que estaba claramente a favor de la reelección.
Los uribistas, obviamente, también resintieron la decisión de Parody. No sólo se quedaban sin la cara de mostrar sino que el que la más consentida del ex presidente se le volteara era un golpe grande para la credibilidad del Gobierno.
En Casa de Nariño no se quedaron quietos e inmediatamente entre los periodistas pusieron a correr el rumor de que Parody se había ido a un centro de rehabilitación para superar una depresión.
Sin embargo, comparado a cómo le fue a otros que se le voltearon al Presidente, a Parody le fue bien. Su regreso a esta campaña y la distancia con Uribe, que se tradujo en desdén mutuo y no en odio y persecución, demuestran que su cálculo sobre cómo alejarse de Uribe, minimizando el daño, fue acertada.
Ahora, con uno de los cargos con mayor capacidad de impactar la vida de la gente y al que le ha dado gran despliegue mediático a pesar de que después de su manejo del paro de maestros ha caído en picada en las encuestas, su decisión de salir a darle palo a Uribe es arriesgada políticamente, por decir lo menos, como lo demostró la arremetida de los uribistas. Pero seguramente, muy apreciada en Casa de Nariño.