María Victoria Uribe es una de las investigadoras del Grupo de Memoria Histórica que en una semana publicará la reconstrucción completa de las masacres de la Rochela, de Bojayá, de Bahía Portete y uno sobre las disputas de la tierra en Córdoba y Sucre desde 1960, todos casos emblemáticos de las diferentes violencias que ha sufrido el país a manos de los paramilitares.

 

María Victoria Uribe ha estudiado la guerra durante más de 20 años. Más recientemente ha investigado qué hacen las víctimas con sus recuerdos.
Fotos: Sara Rojas.

María Victoria Uribe es una de las investigadoras del Grupo de Memoria Histórica que en una semana publicará la reconstrucción completa de las masacres de la Rochela, de Bojayá, de Bahía Portete y uno sobre las disputas de la tierra en Córdoba y Sucre desde 1960, todos casos emblemáticos de las diferentes violencias que ha sufrido el país a manos de los paramilitares.

El trabajo de la ‘Toya’ Uribe, enmarcado en el proceso de Justicia y Paz y financiado por The Open Society Institute, se centró en encontrar qué hace la gente en Colombia cuando la guerra le cae encima y la aplasta. ¿Cómo sobreviven y siguen funcionando y encontrándole sentido a la vida?

Para ello recorrió el país haciendo un mapeo de iniciativas de memoria relacionadas con el conflicto paramilitar. Un conflicto, en el que según el último reporte de la Unidad de Justicia y Paz, cobró la vida de más de 14 mil colombianos en 2.500 masacres y en el que han sido desaparecidas 32.348 personas.

Uribe habló con La Silla Vacía a nombre personal sobre lo que aprendió de esa experiencia.

La Silla Vacía: ¿Qué hace la gente para vivir después de la tragedia?

María Victoria Uribe: Las mujeres se organizan, se reúnen, se inventan estrategias para elaborar el duelo. Tejen colchas de la memoria, organizan galerias de la memoria. Están empeñadas en que las memorias de la guerra no se olviden. Hay de todo, cosas efímeras y cosas más durables.

LSV: Mencione una que le impresionó.

MVU: Magdalenas por el Cauca, una iniciativa de Gabriel Posada, que se ganó una beca en el Ministerio de la Cultura. Diseñó unas balsas de guadua y les puso una vela, y en esa vela, pintó al óleo rostros de víctimas, y las echó a navegar por el río Cauca. Las balsas van solas. Su idea era limpiar el Cauca, porque le han botado tantos cadáveres.

¿Cuándo fue esto?

Lo hizo a principios de este año para conmemorar la masacre de Trujillo, Valle. Y el año anterior. Es efímero porque las balsas naugrafan, pero es la idea de limpiar el río. Lo hizo con víctimas y con habitantes de la ribera del Cauca. Se junta con los pescadores y las construyen, y la iconografia está relacionada con esa masacre.

¿Por qué es tan importante la memoria?

Es importante porque este es un país amnésico. Si miras la violencia de los años 50, que es una monstruosidad, hubo 300 mil víctimas, pero ahí el concepto de víctima no existía. Entonces esa violencia quedó tapada, en la impunidad y el olvido. El país no digirió eso, lo enterró. Entonces, vuelve y sale. De hecho, toda esa violencia, esas prácticas atroces vuelven y salen con los paramilitares. La sociedad tiene que mirarse en el espejo de la memoria o si no está condenada a repetirse.

 
Fuera del portal verdadabierta.com, que ha hecho algo extraordinario, es muy triste el papel de los medios.”– MVU

Pero eso que pasó en los 50, de no digerir colectivamente la violencia, es un poco lo que está pasando ahora con los testimonios de Justicia y Paz, ¿no?

Sí, claro. Este país puede ser muy light. Pero hay sectores que sí se están mirando ahí, que están horrorizados, y que dicen no puede suceder otra vez. ¿Por qué? Porque tenemos unos señores paramilitares confesando crímenes, hay unos que han confesado haber cometido personalmente hasta 1.200 homicidios. Los medios ahí no han ayudado nada.

¿Por qué cree que los medios se han comportado así?

Tengo un desprecio profundo por los medios masivos de comunicación. Sacaría la radio, pero la forma como los canales de TV y los medios impresos narran el conflicto es patético. Los medios en Colombia no se ocupan de estos problemas de la guerra, ni se esfuerzan por analizarlos, ni por hacer una reflexión al respecto. Son flashes de noticias, entre una masacre y otra, un partido de fútbol, un reinado de belleza. Fuera del portal verdadabierta.com, que ha hecho algo extraordinario, es muy triste el papel de los medios.

¿Cómo se explica que a diferencia de países como Sudáfrica donde hubo una catársis colectiva con las audiencias de verdad y reconciliación aquí las confesiones de los paras en Justicia y Paz no hayan permeado a la sociedad?

En la Comisión nos lo preguntamos mucho; tenemos un proyecto en Memoria Histórica para mirar las versiones libres y el sistema de justicia y paz, y nos ha impactado la ausencia del país ahí. No aparece. Los medios tampoco aparecen. Lo que tienes ahí son unas confesiones atroces, y el país de espaldas.

¿Será por lo que el conflicto continúa? ¿Por qué quizá darle relevancia a los testimonios de los paras fortalecería a la guerrilla?

Puede ser parte eso, porque la guerra continúa. Pero también es un cansancio y una naturalización de la violencia, la violencia hace parte del paisaje.

¿Qué es lo que más quieren recordar las víctimas?

En general, abogan porque no se muera el recuerdo de sus seres queridos. También hay memorias más colectivas de comunidades que han sufrido una violencia masiva como Bojayá, allí tienes gente que no quiere que esa memoria colectiva se pierda.

¿Qué tipo de memorias quiere conservar la gente de su seres queridos?

La honra de sus seres queridos, la dignidad. Cuando le matan a un pariente por ser auxiliador de la guerrila, no descansan hasta que quede limpio el nombre y por dignificarlo.

¿Recuerda algún caso?

Un caso muy conmovedor de una mujer que le matan un hermano, se lo desaparecen los paramilitares. Lo acusan de ser auxiliador de la guerrilla. Y esta mujer emprende una búsqueda de años impresionante, se pone por sí misma a buscar quién pudo haber sido el asesino de su hermano. Averigua qué frente operaba dónde le matan al hermano y ubica a un versionado en una de la cárceles, le lleva la foto, le pregunta si mató al hermano. Finalmente ubica quién lo mató y le pide que le cuente como fueron los últimos minutos del hermano. Quiere saber si pidió clemencia. Cuando el tipo le cuenta que se quedó callado, ella descansa. Yo le pregunto por qué descansó con eso. “Porque esa es la dignidad, uno no puede arrodillarse a nadie”, me contesta. “Ya quedé tranquila.”

¿Y qué tan cierto es lo que el victimario les cuenta?

Puede ser puro cuento. Yo por eso no hablo de verdad sino de imaginario de verdad. Puede ser cierto como puede no ser cierto. Pero a ella le sirve esa verdad.

En ese caso sí, pero ¿podría pasar que la verdad no te sirva?

Hay veces que la verdad no sirve, y la gente sigue buscando, hay todo tipo de casos. Hay una constancia y es la necesidad de conocer cómo murió la persona y como fueron sus últimos momentos.

¿Qué le pasa a un país que no sabe cómo murieron sus muertos y que ni siquiera los puede enterrar?

Hay una cosa que es muy difícil de preveer. Son duelos no resueltos, quedan suspendidos, no se qué le pasa a un país cuando eso sucede. Eso después sale por alguna parte.

¿Y qué significa para los victimarios contar la verdad?
No nos hemos encontrado el primer victimario que tu sientas que está arrepentido de lo que hizo.

“Las víctimas no descansan hasta que quede limpio el nombre”

¿En serio? Pero sí piden perdónHay un libreto, que es el de Justicia y Paz: tiene que pedir perdón, mostrar arrepentimiento, etc. Ellos siguen el libreto, todos piden perdón. Pero he visto que piden perdón en las versiones libres y luego se carcajean contando cómo mataban. Ese arrepentimiento es poco creíble.

¿Por qué es eso?

Uno de ellos me decía que cuando uno cruza una línea muy tenue, que generalmente lo representa el primer muerto, matar es una rutina y ya no hay vuelta atrás. No están arrepentidos, es lo que saben hacer, y lo que hicieron. Me lo dijo así, y a lo mejor tiene razón. Piden perdón, hasta lloran, pero quién sabe qué tan cierto sea eso.

Pero habrá por lo menos un caso de un arrepentido…

De pronto sí. En una de las audiencias, versionaban cuatro personas, un muchacho de unos 20 años se acercó a uno y le dijo lo siguiente: ‘usted me mató a toda mi familia, mató a mi papá y a mis cuatro hermanos. Los únicos que quedamos vivos son mi mamá, que está viejita y ciega y yo. Mi mamá le manda a decir que lo perdona, pero que por favor le diga donde está enterrado mi hermanito pequeño.’

Eso quebró al tipo. Se puso a llorar y dio la orden entre todos sus subalternos de ubicar esa fosa común a como diera lugar.

¿En todo el proceso de recuperación cuál es el peso que le atribuye a la verdad en relación con la justicia o con la restitución?

Le doy el máximo peso a la verdad. Mucha gente te dice “no me importa la justicia, quiero saber por qué me mataron a fulanito”. Hay muchas víctimas que rechazan la reparación, mi muerto no tiene precio, dicen. Lo que nunca rechazan es la verdad. Es una búsqueda impresionante.

En los casos emblemáticos que han estudiado de las masacres, ¿qué hay de común en ellos?

Lo que Memoria Histórica hace es escoger casos representativos. Por ejemplo, la masacre de la Rochela es un caso representativo de la victimización de la rama judicial. Con la masacre de Bojayá en una iglesia en el Chocó, se mira la situación de guerra para los afrocolombianos. Esos casos tienen la intención de a partir de un caso concreto mirar el pais.

¿Y qué hay de común en ellas?

Si uno mira en detalle lo que ha sido la modalidad especifica de la guerra en Colombia, se da cuenta que ha sido una guerra de masacres. Se usa para producir terror y desplazar.

Y los civiles, ¿son cómplices o víctimas?

No creo que sea una guerra contra la sociedad como dice Daniel Pecaut. A veces la población civil está en medio de territorios de disputa, queda en medio de la guerra, o está cerca de uno de los dos bandos en guerra, porque le presta servicios en sus zonas de influencia. La población siempre termina siendo el objetivo, es mas fácil liquidar civiles. Esa es otra de las características de la guerra, es una guerra donde el grueso de las victimas pertenece a la sociead civil desarmada.

¿Qué tanto se hizo esta guerra por plata?

Hay de todo. Las Farc han sido una guerrilla ideologizada hasta hace unos años; encuentras grupos de autodefensa originales que eran antisubversivos, como las del Magdalena Medio, algunos de Los Llanos. Con la entrada del narcotráfico, cambia por completo, se vinculan y de ahí saltan al paramilitarismo, que es la fase tardía de las autdofensas, más cruel y despiadada.

¿Los motivos? Hay de todo. Hay zonas donde los motivos económicos son fuertes, hubo una participación de las empresas en financiación, había la intención de desplazar población para quedarse con grandes territorios para sembrar palma. Las características de la guerra son muy regionales y varían mucho de un lado a otro. Es mentira caracterizar la guerra con una frase.

¿Tendrá algún día final?

Yo pienso que nos estamos acercando al posconflicto. Todo esto que llaman las bandas emergentes son maras al estilo salvadoreño. Al país le está pasando lo que le sucede a los países en posconflicto: cuando hay un desarme general de los grupos esa gente queda sin oficio y lo único que saben hacer es matar, conforman bandas. Es un síntoma clasico del posconflicto.

¿Es posible que después de recordar se pueda finalmente olvidar?

Sí, si se enfrenta el asunto, y se mira de verdad, se puede después olvidar. Si no queda como contenido latente siempre. Sería mas sano si cada vez que asesinan 15 campesinos en Sucre los colombianos se sintieran aludidos.

Ahora, son 15 campesinos en Sucre y a nadie le importa. En Justicia y Paz están inscritas 360 mil víctimas. Más víctimas que en los años 50. Y eso que hay un subregistro total y que solo corresponde al tamaño de la población victimizada por el paramilitarismo.


Las bandas emergentes son un síntoma clásico del posconflicto”– MVU