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Este 12 de mayo comenzarán dos semanas más de cuarentena en el país y para ellos y también para quienes están exceptuados, el cóctel de emociones se prorroga.

La Silla Académica entrevistó a Alberto de Castro, decano de la División de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad del Norte y experto en ansiedad, quién explica lo que se pone en riesgo para las personas con el confinamiento más allá de lo obvio que es la restricción a la movilidad, los efectos diferenciados según las condiciones de las personas, los riesgos que puede tener la ansiedad acumulada y los retos que tiene el Estado en salud mental.

De Castro es coautor del libro “Psicología clínica: fundamentos existenciales” y del artículo “Comprensión cualitativa de la experiencia de ansiedad”, con base en los cuales hacemos esta entrevista.

La Silla Académica: Usted es experto en ansiedad y aunque aparentemente casi todos tenemos alguna noción de lo que es, usted dice que una comprensión simplista puede derivarse en un tratamiento equivocado ¿qué es la ansiedad?

Alberto de Castro: La ansiedad es una sensación de aprehensión, de amenaza que surge cuando algo importante para una persona está en riesgo, como la incertidumbre que hoy experimentamos frente al coronavirus; porque podemos enfermarnos, incluso morir, perder el trabajo o agotar los ahorros, sin que podamos tener mucho control sobre lo que pasa.

Y los síntomas son múltiples.

LSA: ¿Cómo podemos identificarla?

A.deC.: A nivel mental, las personas pueden experimentar pensamientos intrusivos, recurrentes. Los más comunes son: ‘me voy a morir’, ‘me voy a volver loco’ o ‘voy a perder el control de mi mismo’.

También hay aceleración del pensamiento: muchos pensamientos juntos que no tienen relación, algo que le dificulta a las personas concentrarse.

A nivel emocional, se siente un desajuste, insatisfacción permanente, intranquilidad, coloquialmente la gente dice ‘no me hallo’.

Y a nivel corporal se manifiesta de muchas maneras y tiene una clara repercusión en la salud física. Hay aumento del ritmo cardíaco y dificultad para respirar, que puede sentirse como una opresión en el centro del pecho. Las personas pueden sufrir estreñimiento, diarrea, gastritis, reflujo, aumento o disminución del apetito e incluso pueden desarrollar una úlcera cuando la ansiedad es constante.

Pueden presentar también espasmos, tensiones en la espalda baja o alta, en la nuca, hormigueo en las piernas o en los brazos, sudoración, mareos o dolor de cabeza.

LSA: Aunque la ansiedad no necesariamente es mala, ¿puede ser problemática en la situación actual en que la cuarentena va a cumplir dos meses y, según la Gallup, la mayoría de la gente cree que lo peor está por venir?

A.deC.: La ansiedad, cuando es crónica, es decir, que se extiende por mucho tiempo, puede llevar a que las personas se sientan muy tristes, o con mucha rabia o ira y en un ataque explosivo, pueden pretender destruir la situación que les genera ansiedad o atacar a la persona que identifican como responsable.

En este caso no pueden hacer desaparecer la pandemia. Pero sí pueden manifestarse en contra de las decisiones políticas que se toman o desahogarse con las personas que están a su alrededor.

LSA: Así como la pandemia tiene efectos diferenciados porque unas vidas son más vulnerables que otras en términos de acceso a los servicios de salud, por ejemplo, ¿Cuáles son los efectos diferenciados de la cuarentena en materia de ansiedad?

A.deC.: Las personas que tienen condiciones objetivas desfavorables tienen una exigencia de salud mental mucho mayor.

A partir de mi experiencia clínica puedo decir que el hecho de vivir en un espacio físico reducido, por ejemplo, de no tener lugares para estar solo, aumenta la sensación de claustrofobia, de ahogamiento y disminuye el espacio mental que se necesita para poder pensar en soluciones o en alternativas a los problemas.

Aunque en materia de ansiedad se cruzan dos factores, uno objetivo dado por la situación que está viviendo una persona, y otro subjetivo, que es la valoración o interpretación que cada uno hace de la situación. Y las personas independientemente de su estrato socioeconómico pueden valorar de forma negativa esta experiencia por diferentes razones.

LSA: ¿Qué es lo que se afecta con el confinamiento más allá de lo obvio que es la restricción a la movilidad?

A.deC.: Lo que se afecta muchas veces es la valía propia. Muchas personas se dan valor a sí mismas, se hacen respetar, mantienen su estatus, a través del contacto social: es la forma en que sienten que tienen incidencia social o política. A través de acciones como ir a la oficina, hacer deporte, hacer reuniones con amigos o familia, viajar, lucir lo que compran.

Lo que se afecta muchas veces es la valía propia

Alberto de Castro

Con la restricción de la interacción ha quedado limitada también la forma como muchas personas se dan valor, algo que hace que se empiecen a sentir insignificantes y altamente ansiosos.

El confinamiento también evidencia fracturas en las relaciones de pareja y familiares que, con la libertad de interacción y movilidad, se podían disimular.

LSA: ¿A qué se refiere?

A.deC.: Me refiero al alto índice de divorcio en ciudades como Wuhan y el maltrato familiar y la violencia de género generalizadas. Relaciones que de por sí no eran buenas se sobre llevaban no estando en la casa, por ejemplo.

Así que muchas personas no solo ya no tienen aquello que les daba valor sino que su vida quedó reducida a los aspectos que no funcionan.

La exacerbación de las emociones está quedando en evidencia también, por ejemplo, en los conflictos entre vecinos que se han dado en las copropiedades horizontales.

Cuando la ansiedad se acumula y la gente no siente que puede defender su valor como ser humano, esa ansiedad se transforma en agresividad.

La ansiedad está pasando de ser el último recurso a ser el primero.

La ansiedad está pasando de ser el último recurso a ser el primero

Alberto de Castro

LSA: Los niños mayores de 6 años ya podrán empezar a salir desde el lunes, pero siguen sin volver al colegio ¿Cómo puede afectarlos esta circunstancia?

A.deC.: Los niños son la población más afectada, pues están perdiendo sociabilidad en una etapa que es crucial: entre los tres y seis años los niños interiorizan las normas básicas para vivir en sociedad a través de su relación con los padres y con otros niños de su misma edad y profesores; cosas tan sencillas como esperar el turno, por ejemplo, pedir la palabra, pedir permiso para usar las cosas de los demás, las aprenden jugando con sus pares.

Los niños tienen, además, una lógica de pensamiento muy distinta, lo que llamamos pensamiento mágico en el sentido que pueden deformar la realidad, asociar e interpretar lo que pasa de formas muy distintas. Pueden asumir que no pueden salir porque se están portando mal, que es un castigo. Es muy común que los niños, por ejemplo, crean que sus padres se divorcian por su culpa y que los van a abandonar por completo.

En esta área ha faltado capacitar más a los padres con herramientas sencillas para que les ayuden a sus hijos a poder describir lo que sienten, a reconocer sus emociones, explicarles qué es la rabia, la tristeza, la ansiedad.

El papá y la mamá son figuras de autoridad y para los niños es muy importante poder hablar con ellos, les da tranquilidad y soporte emocional.

LSA: Mucho se ha hablado del riesgo de contagio que tiene el personal de salud, menos del riesgo que corre su salud mental ¿cómo cree que pueden salir afectados de una manera particular? Según un artículo de The Lancet después de tres años siguen teniendo síntomas depresivos.

A.deC.: En efecto están sometidos a mucha presión, a lo que hay que sumarle que en países como el nuestro el personal de salud está bastante desprotegido, empezando porque muchos no tienen el equipamiento adecuado lo que incrementa la carga psicológica que ya tienen de poderse contagiar y de transmitirle el virus a sus familiares.

Tienen que tomar, además, decisiones sobre la vida de las personas constantemente, lidiar con la impotencia y el sentimiento de culpa cuando no logran los resultados que esperan. Y no están recibiendo la capacitación necesaria para manejar la ansiedad que les produce todo esto.

Si ellos se enferman o si su salud mental se afecta por un tiempo prolongado, ¿quién va a curar a los demás?

En Colombia no hemos llegado al tope del sistema de salud, que ha provocado en otros lugares que los médicos o enfermeras tengan que escoger entre varios enfermos a quién darle la cama de la UCI o el ventilador.

Ya me decía un médico colombiano que está trabajando en Europa que se le habían muerto más pacientes en semana y media que en 20 años de carrera y que no estaba pudiendo manejar la culpa.

Deberíamos estar ganando tiempo para fortalecer nuestro personal de salud de manera integral. Sin embargo, en los planes del Gobierno el componente del cuidado al cuidador es tímido.

En la Universidad del Norte, por ejemplo, abrimos canales de atención al personal de los hospitales como una iniciativa privada.

De hecho, la misma vicepresidente, Martha Lucía Ramírez, que en meses anteriores dio unas declaraciones desafortunadas, ha agradecido públicamente a las asociaciones de psicólogos el apoyo gratuito que están dando, pero el personal de salud requiere más atención porque su salud mental se está deteriorando muy rápido.

LSA: ¿Qué tan preparados estaban los psicólogos para atender las necesidades que la gente tiene en esta crisis?

A.deC.: Los psicólogos clínicos, que son los encargados de la salud mental, porque hay otras ramas dentro de la psicología, están bien formados en general en cuanto al conocimiento que necesitan para hacer intervención en momentos de crisis. El reto ha estado en aplicarlo de forma virtual, algo que ya venía transformándose, pero que con esta crisis lo tuvieron que hacer de forma masiva e improvisada.

Con la nueva realidad, en los planes de formación ya tiene que haber un componente grande de tratamientos psicológicos que se puedan hacer virtualmente, es lo que ya estamos haciendo en la universidad.

Por otro lado creo que los psicólogos podemos actuar de una manera más coordinada, aunando esfuerzos. En esa tarea de articulación, el liderazgo del Colegio Colombiano de Psicólogos puede ser mayor.

LSA: El mismo artículo de The Lancet señala que la forma en que los gobernantes comunican el encierro es muy importante ¿cómo cree que lo han hecho los nuestros?

A.deC.: Me parece que la comunicación ha sido atropellante. Ha habido un tsunami de información, solo en el caso del Gobierno hace más de una semana ya iban más de 140 decretos y los que regulan las extensiones de la cuarentena los ha sacado además sobre el tiempo.

Entiendo que ningún Gobierno estaba preparado y les ha tocado ir respondiendo en el camino, pero a la incertidumbre que ya genera la situación de una pandemia le han agregado la de no poder abarcar todas las decisiones que se están tomando.

Dar a conocer de forma permanente que hay una medida nueva genera más angustia, no le ayuda a la gente a tener un asidero, a lo que se le suman las diferencias que se han dado entre las determinaciones del Gobierno y las de los gobernadores y alcaldes.

En cómo se recibe la información, además, hay un factor clave que está jugando en contra y que el Presidente no ha tenido suficientemente en cuenta.

LSA: ¿A qué se refiere?

A.deC.: Me refiero a la desconfianza. En la situación actual, yo puedo recibir una directriz mejor si confío en la persona que la toma, si entiendo y comparto sus motivaciones. De lo contrario, me va a generar malestar y más ansiedad.

En el plano personal si alguien en quien tú confías te llama la atención, seguramente lo vas a recibir mejor que si te lo dice alguien con quien no te la llevas bien.

En el plano político también opera así. El Presidente Duque ha tenido una alta imagen desfavorable, excepto por el repunte que tuvo en las últimas semanas.

La sensación de no ser tan importantes para el Gobierno, de no tener su atención, exacerba la ansiedad al punto que se puede convertir en agresividad

Alberto de Castro

Esa desfavorabilidad ha estado relacionada con el hecho que perciben su Gobierno como cercano a los gremios y a los empresarios. Escucho a diario en redes formales e informales que sólo está ayudando o priorizando a las empresas, algo que resienten otros sectores sociales cuya vulnerabilidad ha quedado en evidencia con esta pandemia, como los de la economía informal.

Y aún con las ayudas que ha dado: la activación de programas como Familias en Acción, Jóvenes en Acción, el nuevo Ingreso Solidario, la carga de desfavorabilidad que ya traía aunada a la carga de ansiedad que tiene la gente, afianzan su desconfiaza hacia el Gobierno, la sensación de no ser tan importantes, de no tener su atención.

La ansiedad acumulada se puede transformar en agresividad y ésta dar paso a actos vandálicos. Ya ha habido protestas, pero me refiero a oleadas más grandes. Cuando la gente se siente agobiada, al límite de su capacidad de defenderse racionalmente o defender lo que le importa, les queda la violencia.

Estamos a un paso de que haya vandalismo. Cuando la gente se siente agobiada, al límite de su capacidad de defenderse racionalmente o defender lo que le importa, les queda la violencia

Alberto de Castro

LSA: En redes sociales circulan memes sobre que faltan 15 días para que nos digan que faltan 15 días y así… Es claro que nadie tiene certeza absoluta, tampoco los gobernantes, pero ¿Sería más sano que supiéramos que la cuarentena va para largo?

A.deC.: Luego de la primera cuarentena -porque hacerlo de entrada habría generado un choque muy grande-, el Gobierno ha debido ser más claro en que lo más probable es que se iba a extender por dos meses, por ejemplo, como una forma de preparar a las personas y ayudarlas a que se mentalizaran, pues tras varias prórrogas la incertidumbre sólo crece.

De esa forma, las personas ajustan sus expectativas.

En la medida que los gobernantes sean más honestos y explícitos comunicando lo que está pasando, explicando cuál es la situación, mejor. Esto aplica también para comunicarle a la gente, por ejemplo, que antes había recursos para “x” proyectos y que ahora no los van a realizar, pero los van a destinar a “y”.

LSA: Usted recomienda distraerse, pensar en otras cosas, hacer otros planes, como estrategia para manejar la ansiedad ¿cómo cuidar la salud mental sin terminar evadiendo la realidad y siendo indiferente con quienes necesitan ayuda?

A.deC.: La clave es que la situación de ansiedad no te genere disfuncionalidad: si estás tan ansiosa que pierdes la capacidad de concentración, de hacer bien las actividades que te propones, la recomendación es focalizar la atención en una actividad a la vez y no tratar de resolver todos los problemas al tiempo, no desengancharse.

Un profesor de una escuela de fútbol que conocí le decía a sus alumnos, si te caes, si te raspas, levántate, no dejes de correr. Yo les digo a mis pacientes, si sientes que tu papá no te pone atención, que no está presente en tu vida, trabaja en eso, pero sigue adelante.

Para que hacer eso no implique en todo caso desconectarse y estar de espaldas a la realidad, la ansiedad debe permitirnos ver qué es importante en nuestra vida, qué nos abruma, que nos da miedo perder.

La ansiedad es como la fiebre: solo es un síntoma de la infección.

Experimentarla puede ayudarnos a reconocer aquello por lo que queremos luchar, pero también a cuestionarnos si estamos invirtiendo demasiada energía en algo que no vale la pena.

Con la pandemia y puntualmente con el confinamiento, muchas personas perdieron las defensas con las que se protegían.

Con la pandemia y puntualmente con el confinamiento, muchas personas perdieron las defensas con las que se protegían

Alberto de Castro

LSA: Usted cree que la cosa va para largo… que la interacción social como la conocimos no volverá a ser igual por mucho tiempo ¿en qué sentido lo dice y cuáles serán los efectos en materia de neurosis, por ejemplo?

A.deC.: La cuarentena tiene que terminar en algún momento, pero esto va a implicar durante años -tres, cuatro, mínimo dos, de acuerdo a las predicciones epidemiológicas más conservadoras- restricciones sociales importantes: tendremos que salir a la calle con máscaras, guantes, al llegar de la calle tendremos que limpiarnos, estaremos temerosos de que nos infecten cuando alguien tosa o nos toque.

Todo esto ya ha generado y lo seguirá haciendo, una desconfianza fuerte hacia nosotros mismos y hacia los demás y comportamientos obsesivos, muy centrados en la limpieza, en el orden, en el cuidado.

Hasta cierto grado esto es manejable, en algunos casos incluso deseable, pero en el punto que nos genera conflicto e intranquilidad y nos impide hacer las actividades diarias puede ser problemático.

Debemos estar atentos, porque antes de la pandemia ya traíamos una carga grande. En el mundo, en la última década, se han triplicado los trastornos de ansiedad y cuadruplicado los de depresión, pues, entre otras razones, se han incrementado las exigencias sociales:

Los estándares de los proyectos de vida son cada vez más altos -el suicidio había aumentado en los niños y adolescentes antes de la pandemia, por ejemplo-, al tiempo que el contacto familiar y los vínculos afectivos han perdido fuerza y hay menos tolerancia a la frustración.

Va a ser difícil aprender a vivir con estas restricciones sociales y van a transformarse muchos patrones culturales que generarán una sensación de desajuste mientras nos acostumbramos. Piensa en un costeño que no pueda salir o que no pueda abrazar.

Para citar:

de Castro Correa, A., & García Chacón, G. (2011). Psicología clínica: Fundamentos Existenciales (2nd ed.). Universidad del Norte.

de Castro, A. (2005). Comprensión cualitativa de la experiencia de ansiedad. Suma Psicológica, 12(1), 61-76. Retrieved from http://publicaciones.konradlorenz.edu.co/index.php/sumapsi/article/view/…

Historiador. Politólogo. Coordinador de La Silla Llena. @ebricenof