“The buck stops here” fue el centro de la intervención del congresista del Centro Democrático, Gabriel Santos García, contra la ministra de las TIC Karen Abudinen. La frase es del expresidente de Estados Unidos Harry Truman, y significa que la responsabilidad política no puede pasarse a nadie más. Fue una forma agringada de decirle a la ministra que la responsabilidad del escándalo de corrupción más grande del Gobierno del presidente Iván Duque dependía de ella y de nadie más.

Santos fue el único congresista del partido de Gobierno en pedir que Abudinen se fuera. Las mayorías de su bancada se opusieron a que el representante por Bogotá usara el tiempo que tenían para intervenir en el debate para sumarse a la oposición. Sin embargo, tenía el apoyo del expresidente Álvaro Uribe, quien a sabiendas del contenido de su intervención, lo dejó hablar.

Esta fue la última de varias pullas que el hijo de Francisco “Pacho” Santos, exvicepresidente de Álvaro Uribe y exembajador de Colombia en Washington del Gobierno Duque, ha hecho contra el Gobierno donde trabajó su papá. El Gobierno que representa la política en la que su familia ha militado y defendido por 19 años, y con el que los Santos tienen una relación de amor y odio que los mantiene vigentes en la política.

Gabriel Santos no quería ser político de joven y terminó de congresista por solicitud del expresidente Álvaro Uribe. Entró como un delfín más. Es de derecha, pero ha sido polémico por sus posturas a favor de la legalización de la droga, la eutanasia y el aborto.

Tres personas le hablan al oído: Pacho Santos, su esposa María Cristina Naranjo, y su suegro, el general Óscar Naranjo, exvicepresidente del Gobierno del primo de Pacho, Juan Manuel Santos.

“Santos no sería lo que es hoy si no estuviera en el Centro Democrático, él se vuelve interesante en la medida en que es diferente y dice lo que a otros les cuesta trabajo decir”, le dijo a La Silla el estratega político Juan Abel Gutiérrez.

Un delfín

Nació en 1990 en Bogotá y viene de una de las familias más importantes de la política y el periodismo del país. Es nieto de Hernando Santos Castillo, que fue director y dueño de El Tiempo; bisnieto de Enrique Santos Montejo “Calibán”, senador del Partido Liberal y periodista de El Tiempo y hermano de Eduardo Santos, dueño de El Tiempo y presidente de Colombia entre 1938 y 1942.

Su padre, Francisco, es primo hermano de Juan Manuel Santos, con quien tiene una rivalidad política y familiar que detonó cuando Juan Manuel llegó a la presidencia y se alejó del expresidente Álvaro Uribe.

Ese distanciamiento ha definido la forma como el uribismo ha hecho política hasta hoy. Con la oposición al Gobierno de Juan Manuel Santos nació el Centro Democrático en 2013. Dos años después, Gabriel Santos empezó a hacer política. Pero nunca pensó que iba a terminar de congresista, pues en su infancia nunca fue ese niño que por tener acceso al poder decía que cuando creciera quería ser presidente.

“A mi me sorprendió que Gabriel dijera que quería ser político, nunca fue líder de ningún comité de nada en el colegio y nunca mostró querer ese camino”, le dijo a La Silla un amigo del colegio que prefirió no ser mencionado en esta historia.

Santos nació en una casa con privilegios, pero permeada por la violencia que generó el narcotráfico. Cuando él estaba recién nacido, Pablo Escobar secuestró a Pacho, entre septiembre de 1990 y mayo de 1991, que en ese momento no era político sino jefe de redacción de El Tiempo.

Cuando soltaron a Pacho, junto a su esposa María Victoria, crearon la Fundación País Libre, una organización no gubernamental contra el secuestro que fue el trampolín para que Pacho terminara en la política. Se convirtió en un activista defensor de las víctimas de secuestro, hizo varias marchas contra el secuestro en todo el país y en 1999 creó el movimiento ¡NO MÁS! con el que organizó una gran marcha contra el ELN y un famoso apagón pidiendo la paz de Colombia.

Eso le costó a Pacho el exilio con su familia a España durante dos años. Gabriel ya había entrado al Colegio Anglo Colombiano, un colegio de la élite del país. Volvieron en 2002 para que Pacho se posesionara como vicepresidente del primer Gobierno de Uribe. Su llegada al uribismo hizo un puente entre el exgobernador de Antioquia y la clase alta bogotana.

Gabriel, entonces, a los 12 años, se había convertido en el hijo de un vicepresidente. Al año siguiente fue expulsado del Anglo por un episodio de matoneo, según él mismo le contó a La Silla, y terminó en el Liceo de Cervantes, un colegio tradicional de curas de Bogotá. Cuando se graduó de ese colegio se fue para la Universidad de Virginia, Estados Unidos, para estudiar Administración de Empresas, pero sólo estuvo un año allá porque se dio cuenta que eso no era lo suyo y entró a estudiar derecho en la Universidad de los Andes.

Desde el segundo semestre empezó a trabajar en una firma de abogados llamada Holland and Knight y cuando estaba más avanzado en la carrera entró a trabajar a la firma Gómez Pinzón.

Según él le contó a La Silla, su apellido le ayudó a entrar tempranamente a estos trabajos, pero dice que con su esfuerzo fue ganando espacio, pues su carrera estaba enfocada en ser abogado, a pesar de que todavía no se ha graduado del pregrado.

Gabriel dice que la razón por la que todavía no tiene su título es porque empezó a coger vuelo en Gómez Pinzón y por algo de testarudez e inmadurez creía que no necesitaba un título. “Dejé de ir al consultorio jurídico y ahí me despegué de la carrera”, le dijo a La Silla.

Esto se supo públicamente cuando arrancó su campaña al Congreso en 2017. En los perfiles que había de él decía que había “estudiado” derecho, algo que no es falso, pero capcioso. En todo caso le tocó salir a aclarar en medio de la campaña que en realidad todavía no se había graduado.

En la creación del Centro Democrático y la campaña de Óscar Iván Zuluaga, Gabriel no participó, pues era su hermano mayor, Benjamín, quien ayudaba a Pacho en los temas políticos.

Sin embargo, Benjamín se asqueó de la política en esa campaña y el siguiente en la fila era Gabriel, quien se metió de lleno a coordinar la fallida campaña, en 2015, a la alcaldía de Bogotá de Pacho.

Gabriel empezó ahí su activismo político y lo empató haciéndole, con fuerza, campaña al No en el Plebiscito y siendo muy crítico del Gobierno de Juan Manuel Santos.

“Recuerdo que como en 2015 tuvimos, en alguna fiesta, una discusión muy dura con Gabriel sobre política, él era muy radical en sus posiciones en contra del Proceso de Paz y de Santos. No era fácil discutir”, dice Diego Escallón, un compañero de universidad de Gabriel. Ese era un momento en el que las divisiones entre el uribismo y el santismo eran radicales y prácticamente llegar a consensos era imposible.

Gabriel, ya metido en el mundo político, conoció en la campaña a la alcaldía al reciente posesionado como congresista y hoy director de Asomovil, Samuel Hoyos. “En ese momento me hacía falta una persona que me coordinara la UTL, e invité a Gabriel”, le dijo Hoyos a La Silla.

Gabriel estuvo de 2015 a 2017 en la UTL en donde se empapó del mundo del Congreso y donde se abrió la ventana para una candidatura, pues el expresidente Uribe llamó a Pacho a decirle que lanzaran a Gabriel, pues quería gente nueva en las listas a la Cámara por Bogotá, y así fue.

“Mi papá me llamó un día y me contó que Uribe había pedido eso. Mi papá estaba muy feliz pero mi mamá no, por todo lo que ha tenido que vivir mi papá, y en todo caso acepté lanzarme”, le dijo Gabriel a La Silla.

Renunció a la UTL de Samuel Hoyos y esa relación, aunque hoy en día es muy buena, en su momento fue tensa, pues ambos iban a salir a buscar votos con un perfil parecido y tuvieron un desencuentro frente a sí la lista debía ser cerrada o abierta. Hoyos peleaba por la cerrada, pero Gabriel por la abierta. Finalmente, Uribe decidió que todas iban a estar abiertas.

Gabriel arrancó a caminar por la calle con una estrategia similar a la de la campaña al alcaldía de Pacho: opinión uribista, enfocada en el voto de la clase media y alta. Sin embargo, en medio de la campaña, tuvo contacto con una maquinaria política de Bogotá, pero que al final no lo apoyó.

Gabriel, logró llegar a la Cámara con un poco más de 22 mil votos y en el cuarto lugar debajo de Edward Rodriguez, Samuel Hoyos y José Jaime Uscategui. De esa lista entraron en total cinco personas.

Un “outsider”

Santos arrancó siendo un congresista más del uribismo y su primer momento para figurar fue cuando, en 2019, Samuel Hoyos renunció a su curul para buscar ser el candidato del Centro Democrático a la Alcaldía de Bogotá. En ese momento Hoyos era el presidente de la Comisión Primera y ese espacio, por acuerdos dentro del partido, estaba entre el representante Gabriel Vallejo y Santos. Se lo ganó Santos con un “cara o sello”.

La Comisión Primera es por donde pasan las reformas a la Constitución y para el primer año de Duque era muy importante, pues había presentado una serie de reformas como a la Política, a la Justicia y siete proyectos anticorrupción.

Ese primer año de Duque en el Congreso fue un desastre políticamente, además de que no había entregado mermelada, Nancy Patricia Gutiérrez como ministra del Interior había cometido muchos errores que le salieron caros a Duque y en uno de esos Gabriel estuvo envuelto.

Por la Comisión estaba pasando uno de los proyectos anticorrupción, el que obligaba a que los funcionarios públicos presentaran, antes y después de dejar su cargo, la declaración de renta.

En el debate, Santos abrió el registro para votar pensando que estaban los representantes suficientes para aprobar el proyecto, pero en ese momento algunos estaban ausentes y ningún asesor del Ministerio estaba pendiente, por lo que el proyecto acabó archivado a falta de un voto.

Nancy Patricia le echó la culpa a Santos, alegando que supuestamente él no sabía que una reforma constitucional necesitaba la mayoría absoluta para salir adelante. En todo caso el proyecto murió no por falta de mermelada sino de organización.

Antes de eso, Santos venía buscando una reunión con Duque para hablar de la agenda legislativa, ya que él era presidente de la comisión, pero nunca la logró. Solo hasta que se cayó ese proyecto fue que a los dos días el presidente lo citó.

“En esa reunión el presidente me regañó por lo que había pasado, pues se había hundido una de sus banderas, pero yo le dije que estaba dispuesto a llevar las banderas de su Gobierno en el Congreso”, recuerda Santos.

Eso, en todo caso, nunca ocurrió, pues Duque había marcado una distancia muy grande con el Congreso, incluso con su partido, buscando reforzar su política anti-mermelada, pero que sólo le duró unos pocos meses más.

“Mi distancia con el Gobierno empezó ahí, yo no acepté que Duque fuera a empezar a entregar puestos”, dice.

Además, en una reunión de bancada que hubo del Centro Democrático a la que asistió el presidente, Duque le reclamó a Santos, según él mismo, por un trino que había hecho su hermano menor, Pedro, en contra del Gobierno reclamando por el asesinato de líderes sociales.

Por el lado del Gobierno, según le dijo un ex funcionario de Palacio a La Silla, “Gabriel nos generaba frustración porque no entendíamos cómo alguien joven criticaba tanto a un Gobierno de alguien joven”.

Eso se tradujo en duras críticas, sobre todo en redes, y empezó a encasillarse “como otro Santos traidor” ante sectores del uribismo. Además, empezó a quedarse sólo en su partido y allí se empezó a formar la imagen de un “outsider”. Alguien que está en el uribismo, pero es diferente a los demás. Pacho, en todo caso, estuvo de acuerdo en que Gabriel armara su propio discurso, a pesar de que le tiraba pullas al gobierno donde trabajaba.

Eso estuvo influenciado por el hecho de que empezó a trabajar con personas que pensaban diferente a él. Hizo una gran amistad con congresistas de otros partidos, como Juanita Goebertus del Verde, José Daniel López de Cambio Radical y Juan Carlos Lozada del Liberal.

Además, entró a la Comisión de Paz del Congreso, lo que lo acercó a la implementación del Acuerdo de Paz, pues empezó a viajar a las Pdet y a verlo con otros ojos.

“Gabriel se ha dedicado a hacer una política basada en la evidencia y con unas convicciones muy claras, algo que lo ha llevado a tener desencuentros con su propio partido”, le dijo José Daniel López a La Silla, quien además también considera que su forma de hacer política no es con cálculos.

Sin embargo, para otros congresistas, como Edward Rodríguez, “Aunque yo defiendo que tengas sus propias posiciones, a él le gusta figurar y pienso que su posición frente a Karen Abudinen fue la de un mal perdedor al interior de la bancada”, aseguró.

Santos quiere volver a la Cámara en 2022, y tiene el espacio para armar un camino propio de centro derecha con las ideas liberales que ha venido defendiendo en el Congreso, como la legalización del aborto, de la droga, la eutanasia, la libertad de culto, pero con una política económica similar a la que ha impulsado el expresidente Uribe.

Una propuesta que, si bien genera roces en el Centro Democrático, es tolerada por Uribe, que tiene una experiencia de décadas lidiando con distintos Santos. 

Estudié Historia en la Universidad de los Andes e hice la opción en periodismo. En mis vacaciones de la universidad trabajé en La Silla, haciendo de todo un poco, luego hice mi práctica de grado trabajando en La Cachaca, de ahí salté a cubrir el Congreso y ahora cuento noticias en el #ElPaísEnVivo...