Ayer domingo, Uribito se tomó un trago amargo en el restaurante Patagonia en Usaquén, Bogotá. Llegó con su esposa y su hija Eloísa a almorzar, pero apenas se sentó sus vecinos de mesa pidieron la cuenta. Y dijeron, subiendo la voz, que se iban porque no querían estar en el mismo sitio que “un defensor de intereses ilegales y una persona a la que le parece un chiste caer en prácticas bajas para comprar votos”. Arias incómodo pidió que lo pasaran a una mesa en el extremo del salón.