Ayer comenzó a circular la edición especial de elecciones de la revista Semana. En su artículo de portada – “Y cómo es él…” – hace una elogiosa descripción del ganador. “De Juan Manuel Santos se han dicho muchas cosas. Cómo es en realidad el nuevo Presidente de Colombia”, dice la entrada del texto. Lo interesante de este artículo es el contraste con el perfil que publicó la misma revista hace un mes, firmado por la periodista Marta Ruiz.

“[Santos] fue presentado por la mayoría de los columnistas y algunos líderes de opinión como un clientelista y oportunista, carente de credenciales éticas, responsable de los falsos positivos y capaz de cualquier cosa con tal de conseguir un objetivo”, explica el artículo más reciente, e inmediatamente desvirtúa esa imagen: “Esta interpretación es caricaturesca y simplista (…) Lo de politiquero oportunista y sin ética no es tan así. Oportunista sí ha sido, pero no más que los otros políticos de su generación, incluida la mayoría de sus rivales en las pasadas elecciones (…) La otra parte de la acusación, la de politiquero sin ética, no es verdad. Esa estigmatización obedece a que Santos es un político que sabe manejar como nadie el Congreso”.

Sobre el supuesto oportunismo de Santos, dice el perfil publicado por Semana en mayo pasado: “Usando una mezcla de periodismo, manzanilla e intenso cabildeo consiguió ser nombrado designado del presidente Gaviria (…) Posiblemente llevado por un exceso de ambición y por el vértigo y el impulso de apostar fuerte, Juan Manuel Santos terminó señalado de conspirador. (…) Por muchos años Santos llevaría el mote de ‘conspiretas’, y se puede decir que este es el más grande error político de su vida”.

Y sobre los posible reparos éticos contra el presidente electo, dice el perfil anterior: “Esta operación [el bombardeo al campamento de Rául Reyes], así como Jaque – en la que se utilizaron emblemas humanitarios – y otras de menor envergadura, ratificaron la idea de que para Santos lo importante son los fines y que no repara en los medios que tenga que usar para llegar a ellos. Una lógica que se conoce como la del mal menor que puede ser efectiva pero éticamente muy cuestionable”. Y después de describir cómo estos logros políticos lo catapultaron, cuenta que “otros creen que es un lobo vestido de oveja, para quien el poder es un fin en sí mismo, y sin escrúpulos. No obstante, lo que define a Juan Manuel Santos es el vértigo y la tensión de apostar, más que las ganancias que obtiene. Al fin y al cabo el poder nunca le ha sido ajeno”.

Por último, el artículo de ayer también destaca “la buena estrella” de Santos a lo largo de su carrera política: “(…) fue nombrado en tres ministerios clave bajo tres gobiernos y llegó a la Presidencia de la República sin haber participado en una elección en toda su vida”. Esto, según el perfil inicial tiene una explicación diferente: “Los ministerios han sido su camino más seguro. Se podría decir que Santos también sabe cuándo sus cartas no son las mejores para arriesgar una mano y sabe esperar la próxima barajada”.

En su última entrada en el blog ‘El ojo del medio’, María Teresa Herrán se pregunta cómo será la revista Semana en el gobierno de Santos, amigo cercano del dueño y tío del director. Este cambio de línea siembra las primeras dudas.