
Juan Manuel Santos salió elegido con la bandera del continuismo pero durante los primeros cien días el sello más característico de su Gobierno ha sido el reformismo. Y en este modelo, su alianza con Germán Vargas Lleras ha sido la pieza clave.
Es paradójico. Santos se convirtió en el heredero del uribismo jugando en Palacio y en el Congreso la carta anti-Vargas, pero ya elegido, ha utilizado a su ex rival para neutralizar a Álvaro Uribe.
Durante sus ocho años de gobierno, Uribe prácticamente armó una hegemonía política, reduciendo al Polo y a los liberales a su mínima expresión, aniquilando cualquier posibilidad de que Vargas Lleras llegara a la Presidencia, y haciendo girar todo el gobierno alrededor del tema de la Seguridad Democrática.
Santos le jugó a ese esquema para ganar la primera vuelta y apenas lo logró despedazó el diseño hegemónico de Uribe. Al incorporar a los liberales y a Cambio Radical bajo la sombrilla de la Unidad Nacional, logró una coalición en el Congreso suficientemente grande para no necesitar el apoyo de los conservadores y tampoco de los uribistas más fieles de la U. Logró no ser rehén del uribismo.
Para armar la Unidad Nacional, la adhesión de Vargas Lleras fue fundamental. Vargas y Santos, ambos liberales, pragmáticos y descendientes del efectivo dúo presidencial Eduardo Santos-Carlos Lleras, habían sido muy amigos durante años. Pero se apartaron cuando Vargas Lleras se opuso a la segunda reelección de Uribe y Santos aprovechó la oportunidad de convertirse en el sucesor de Uribe. Durante la campaña, Vargas, disminuído políticamente, tendió puentes con el candidato de la U.
Una vez Santos derrotó a Mockus en la primera vuelta, era obvio que Vargas se subiría en el bus ganador. Menos evidente es que lo hicieran los liberales, que llevaban ocho años dandole palo a Uribe. La adhesión de Vargas Lleras lo facilitó.
Con su posterior nombramiento como Ministro del Interior, Santos se desmarcó de Uribe. Cuando casi nadie hablaba de seguridad, de fortalecer las Fuerzas Armadas y de mano dura contra la guerrilla, Vargas Lleras ya lideraba esos debates en el Congreso. Y por eso tan pronto se lanzó Uribe, Vargas Lleras se volvió su aliado.
Pero cuando el ex presidente decidió lanzarse por segunda vez, Vargas Lleras saltó a la otra orilla. Y Uribe no le perdonó que se le hubiera atravesado a sus aspiraciones como lo hizo con su mano derecha, el entonces presidente de la Cámara Germán Varón, que torpedeó el trámite del referendo de principio a fin. Vargas Lleras se volvió en enemigo declarado del uribismo.
Cuando Santos lo metió en su gabinete envió el mensaje contundente de que él gobernaría con su agenda (y su gente) y no con la de Uribe.


Santos tenía que meter a Vargas Lleras en su gobierno porque sabía que él por fuera del gabinete se podría convertir en su mayor opositor y rival para su eventual reelección. Y Vargas lo necesitaba para resucitar políticamente después de que su partido no solo perdió varios escaños en el Congreso sino que la mayoría de los congresistas lo traicionaron en la contienda presidencial apoyando a Santos.
Es posible que sus agendas y sus personalidades ambiciosas choquen en el futuro y que esta alianza sea efímera. Pero así como Juan Manuel Santos ha tomado prestado de los liberales ideas como la Ley de Víctimas, el Estatuto de Tierras y la ley de Primer Empleo es de Vargas de quien tomó el modelo de gobierno: el uribismo revisado más reformismo con respeto institucional.
Salvo un breve período en el que se alió con Claudia de Castellanos y su movimiento cristiano, Vargas Lleras ha defendido siempre ideas liberales. Durante la campaña fue el primero –incluso antes que Petro- en hablar de la necesidad de una reforma agraria (Alejandro Reyes lo asesoró a él y a Santos durante la campaña), de una revolución en vivienda y de reformar el DAS. También de cambiar la relación con las Cortes y de respetar la independencia de la justicia.
Durante estos tres meses, Vargas Lleras es quien ha tenido que mover las reformas claves del Gobierno. Es el trabajo natural de un Ministro del Interior. Pero como durante el período de Uribe el presidente monopolizó el manejo de la política, el protagonismo de Vargas Lleras ha resaltado por contraste.
La animadversión que le tiene La U, ahora bajo el liderazgo de su antiguo amigo y aliado político Juan Lozano, ha enredado el trámite de algunas de las reformas que impulsa Vargas Lleras. Aunque es un zorro político, casi no logra salvar la reforma política, el estatuto anticorrupción seguramente se hundirá, y tuvo que posponer hasta el próximo año la radicación de la reforma a la justicia (que es bastante floja). Aún así, la discusión de esas reformas y la relación que ha entablado con las Cortes y la oposición, han marcado el nuevo tono del gobierno.
Aunque la principal prioridad de Santos sigue siendo sacar adelante la ley de regalías e impulsar la economía a través de la vivienda y la minería su bandera de la Prosperidad Democrática no es la que ha definido el talante de su mandato los primeros cien días.