En una metáfora sobre la vida, la artista Laura Castro pinta fachadas de casas, puestos de venta ambulantes, “zorras” y moteles, para aludir, detrás de lo estético, a lo que no se ve.

Hay un concepto muy presente en la obra de Laura Castro: la apariencia. Desde la tesis de grado que presentó en la Universidad de Los Andes, en donde recogió objetos en desuso, en mal estado, para darles una nueva cara, “tapando” su pasado, su “vida” anterior, se propuso reflexionar sobre eso que siempre buscamos esconder. Como si unos retoques estéticos fueran suficientes para ocultar lo que no siempre se quiere mostrar.

Así fue como encontró unos tenis en la calle y los pintó de varios colores de tal manera que parecía un objeto decorativo ideal para cualquier casa. Tomó trozos de madera inservibles y creó una composición de tal manera que las esquinas aludían a esos marcos que se ven en las marqueterías. El espectador debía mirar con detenimiento para darse cuenta de que detrás de una apariencia llamativa se ocultaban objetos obsoletos, trajinados, no tan evidentes a la vista.

Esa cuestión sobre la apariencia también se ve, por ejemplo, en barrios populares de Bogotá o los mismos puentes de la ciudad que se buscan “embellecer” con colores, con pinturas que los haga más agradables a la vista. Si se mira hacia arriba, los puentes “verdes” buscan desviar la mirada hacia abajo: indigentes, basura, inseguridad. Si se mira al norte, sobre los cerros orientales, las fachadas coloridas de cientos de casas esconden las verdaderas problemáticas sociales y de desigualdad.

Justo es la línea que ha venido trabajando Laura Castro en sus proyectos: desde pinturas minuciosas, detalladas, de fachadas de casas de Ciudad Bolívar, Usme o Bosa, por ejemplo, hasta la reproducción misma de los puestos de venta callejeros. Sus pinturas nos ponen ante, justamente, la apariencia por la que optan los habitantes de algunos sectores de Bogotá. Lo mismo ocurre con las “zorras” que se han vuelto una imagen más de las calles capitalinas. La informalidad también tiene un sentido estético.

Esta abstracción de los diseños de las casas, lucen aquí fuera de contexto, solo como si se tratara de una imagen de un paisaje más, como si fuera simplemente imaginación de la artista, ajena de cualquier realidad social.

Así nació también su serie de pinturas sobre moteles. ¿Cuál es la estética del amor? ¿Cómo se representa ese amor, a veces prohibido, en el lenguaje de estos lugares? Sobre fundas de almohadas, Castro plasmó estas postales donde lo decorativo busca darle un color al placer, el deseo y también a los sentimientos. 

En su obra no hay exageración, no hay críticas, no hay comentarios: Castro abstrae las imágenes para confrontarnos ante espacios donde las puestas en escena tienen toda una razón de ser. La “apariencia”, un término que domina la sociedad hoy en día y más con el auge de algunas redes sociales donde hay un afán para que todas las vidas parezcan perfectas y felices, queda aquí expuesta desde el rebusque, la vulnerabilidad o la pobreza.