Mañana el gobierno lanzará en Turbaco, Bolívar, el primero de 48 diálogos regionales vinculantes que harán por todo el país de aquí a noviembre. Es una apuesta con la que el presidente podría lograr tres objetivos: estructurar un Plan Nacional de Desarrollo que cuente con legitimidad y respaldo popular; pavimentar su estrategia de Paz Total; y prender la máquina para arrasar en las elecciones regionales y locales de 2023.
Los diálogos regionales vinculantes, que por ahora tienen el nombre preliminar de “Tú tienes la palabra”, estarán organizados en función de regiones y no de departamentos.
Según explicó Mauricio Lizcano, el secretario general de Presidencia, dividieron el país de acuerdo al agua, a las zonas de conflicto y a las subregiones funcionales.
Por ejemplo, un diálogo se hará en la Mojana (que comparte todo el tema de inundaciones y adaptación al cambio climático) y otro en el Magdalena Medio, que incluye municipios de varios departamentos que comparten problemáticas similares. Y otro más en la subregión del Atrato, y así. A cada ministro le asignaron la coordinación de varios diálogos regionales.
Cada diálogo dura tres días. El primero, los técnicos de Planeación Nacional que definieron la metodología se la explican a todos los asistentes; el segundo día, los asistentes se dividen en mesas de trabajo por temas y discuten cuáles son las necesidades y soluciones para la región; y el último día, unos voceros elaboran el acuerdo con las prioridades para ser incluidas en el Plan Nacional de Desarrollo.
La convocatoria a estos diálogos está principalmente a cargo de la Consejería para las regiones, liderada por el ex senador liberal Luis Fernando Velasco. Velasco dice que serán convocatorias abiertas, y que esperan que participen entre 1,5 y 2 millones de colombianos. Puede llegar el que quiera sin invitación, aunque Petro le ha insistido a sus ministros que convoquen a todos los sectores sociales que tienen interlocución con sus carteras: los sindicatos, los líderes estudiantiles, las asociaciones médicas, etc.
Velasco dice que desde que Petro mencionó los diálogos en su discurso de victoria, la gente en las regiones comenzó a organizarse y que ya en varios sitios organizaciones sociales tienen sus propuestas estructuradas. Él, por su parte, dice que ha invitado a los alcaldes y gobernadores, a las federaciones de concejales y diputados, a los delegados de la Conferencia Episcopal, a los gremios, por mencionar algunos sectores.
“Estamos llamando a todo el mundo, queremos la participación más amplia posible”, dice el Alto Consejero para las Regiones.
Lizcano lo secunda: “Es una gran movilización social para construir un gobierno popular, el pueblo tiene poder de decisión”
Ambos insisten en que son diálogos vinculantes porque la idea es que las propuestas que surjan se vuelvan ley por la vía del Plan de Desarrollo. Aunque en la práctica no será así.
Para comenzar, tienen que enmarcarse dentro del plan de gobierno del Presidente. Si, por ejemplo, en el diálogo regional de la zona petrolera en Barranca los asistentes acuerdan que se debería hacer fracking, esa idea no será tenida en cuenta. “Tampoco puedes montarle conejo al programa del presidente —dice Velasco frente a este ejemplo hipotético— no puede ir en contravía de los elementos esenciales del programa que fue elegido”.
Tampoco serán vinculantes todos los proyectos si cuestan más que la plata que hay para invertir. Cuando Petro fue a Catatumbo, por ejemplo, había un consenso entre la gente de que la región necesitaba la troncal del Catatumbo para conectar la Gabarra con la Ruta del Sol. Si en cada uno de los 48 diálogos regionales salen priorizadas obras de esa magnitud, no habrá plata para todo.
“Es un insumo, una parte vinculante y otra atada al presupuesto plurianual de inversiones”, aclara Lizcano.
Y, en todo caso, el Plan de Desarrollo tendrá que ser luego discutido y aprobado por el Congreso.
Pero más allá de que una parte o mucho de lo que se ‘acuerde’ quede en letra muerta, estos diálogos regionales permitirán una confluencia de gente muy diversa en las regiones, que rara vez dialoga entre sí (indígenas con empresarios, pescadores con los dueños del puerto); y que quizás logre ponerse de acuerdo en cuáles son los grandes problemas de la región y en soluciones que no se les hayan ocurrido a funcionarios en Bogotá. Y eso ya sería un avance democrático.
Esto, claro, si realmente convoca a todos los sectores sociales y no solo a los afines al petrismo y si el ejercicio se traduce luego en algunas obras concretas.
Una jugada a tres bandas
En su reciente libro sobre el triunfo de la izquierda, el analista León Valencia cuenta que ya desde los años 90 el M-19 pedía ”diálogo nacional y democracia”, una versión no muy diferente de lo que ahora intentará Petro.
Queremos una democracia multicolor profunda. Queremos que el dialogo social en cada territorio sea el camino de la soberanía popular y de la paz.
— Gustavo Petro (@petrogustavo) September 11, 2022
Y aunque ese es el sueño, la estrategia de los diálogos regionales también apunta a unos objetivos más prácticos que no mencionaron ni Lizcano ni Velasco pero sí una persona con información de primera mano sobre los diálogos regionales que no quiso hablar on the record.
El primero tiene que ver con la paz, y particularmente con el ELN. Estos diálogos regionales coinciden casi milimétricamente con la propuesta que esta guerrilla viene haciendo hace años de una “Convención Nacional”, que entienden como un gran diálogo vinculante en las regiones.
Es una propuesta que los elenos siempre han planteado como un inamovible en su agenda de negociación y que es una talanquera de entrada pues se convertirían en unas mini-constituyentes bajo su veeduría armada. Adelantándose con su propuesta de los diálogos regionales, Petro quita esa carta de la mesa con el ELN y puede no solo darla por cumplida antes incluso de sentarse a negociar con ellos, sino que, de paso, le quita ese ‘anclaje’ social a la guerrilla.
De hecho, en Arauca, bastión del ELN, La Silla confirmó con varios líderes de la región que están anhelando el diálogo regional, más que por participar en la elaboración del plan de desarrollo, por la necesidad de visibilizar la violencia en la que están sumidos.
La guerra entre el ELN y la disidencia del Frente 10 de las Farc completa nueve meses y hasta julio iban cerca de 200 homicidios. “El mensaje que hay por parte de ambos actores y sobre todo del ELN, es que no se puede hablar de diálogos entre ELN y disidencias Farc. Han manifestado que se tiene que resolver sí o sí militarmente”, le dijo a La Silla un personero de la región.
Es que tal y como dijo el comandante del ELN Pablo Beltrán en una entrevista reciente, para ellos la disidencia no tiene su mismo estatus. El ELN la ve hoy como una banda más, con intereses de sembrar coca en el departamento (en Arauca el ELN prohíbe el cultivo de coca).
De modo que la movilización social que reclama paz está escondida. Y es que según nos dijeron un político, un personero y un periodista de Arauca, las alcaldías y la gobernación, también están silenciadas.
“A nosotros nos han enviado el mensaje desde la administración que cuando vayamos a hacer lectura del contexto de la situación, tratemos de matizarlos, minimizarlos”, le dijo a La Silla un personero.
Todas las fuentes coincidieron en que el escenario del diálogo regional va a servir para visibilizar el problema. “Hay organizaciones sociales armando un paquete de peticiones para la región. Pero entre los líderes sociales, lo que estamos esperando es que el Gobierno nos ayude a parar esa guerra”, le dijo a La Silla una defensora de derechos humanos.
Y el 2023
Aunque nadie en el gobierno lo acepta de frente, los diálogos regionales vinculantes son también una estrategia política con miras a apuntalar el proyecto petrista a nivel regional y local en las elecciones de 2023.
En estos encuentros, según la fuente que conoce de cerca la lógica de los diálogos, el Pacto Histórico podrá identificar y posteriormente apoyar los líderes regionales y locales con los cuales armar luego las listas cerradas que Petro ha propuesto llevar a Concejos y Asambleas el próximo año para repetir el éxito que tuvieron al Congreso.
También será una oportunidad para cohesionar bajo una misma sombrilla a nivel más regional a los grupos políticos tan disímiles que hoy conforman la coalición oficial en el Congreso.
Por ejemplo, la hasta hace poco senadora conservadora huilense Esperanza Andrade dice que ve con buenos ojos que se escuchen las necesidades de las regiones y que se incluyan en el Plan de Desarrollo. “Cuando se va a provincia se ven cuáles son las necesidades. En el Huila hay un tema agrario muy importante. Apostémosle a que el gobierno —al que no apoyé pero del que ahora formamos parte de la coalición— pueda hacer las cosas bien”.
Velasco dice que después de que queden las propuestas en el Plan de Desarrollo, posiblemente el presidente Petro saldrá por todo el país a hacer seguimiento a los acuerdos como una continuidad de los talleres de “Petro escucha” que hizo en campaña. “Es el ejercicio político legítimo”, dice. Y cuenta que el día que se posesionó, el presidente le dijo que un aforismo Maya debería guiar su gestión como Alto Consejero para las Regiones: “para volar como águilas, hay que reptar como serpientes”.
Los diálogos regionales serán la forma de hacerlo.