Hoy llegó a su fin, por lo menos temporalmente, el cese unilateral del fuego por parte de las Farc y la suspensión de los bombardeos por parte del gobierno. El costo de la ambigüedad que ha existido alrededor de estas medidas de desescalamiento devuelve, además, varios meses la confianza (incipiente) que se había comenzado a construir entre los militares a favor del proceso de paz.
Hoy llegó a su fin, por lo menos temporalmente, el cese unilateral del fuego por parte de las Farc y la suspensión de los bombardeos por parte del gobierno. El costo de la ambigüedad que ha existido alrededor de estas medidas de desescalamiento devuelve, además, varios meses la confianza (incipiente) que se había comenzado a construir entre los militares a favor del proceso de paz.
Cuando las Farc declararon el cese unilateral del fuego en diciembre, las Farc dijeron que “se daría por terminado solamente si se constata que nuestras estructuras guerrilleras han sido objeto de ataques por parte de la fuerza pública.”
El Gobierno aceptó esta declaración y como acto recíproco, unos meses más tarde, en marzo, ordenó la suspensión de los bombardeos por un mes.
Sin embargo, muchas cosas quedaron sin definir explícitamente. No se definió qué se consideraría una acción ofensiva. Por las declaraciones de Alape, parecería que ellos consideran que el control territorial del Ejército en una zona donde ellos tienen fuerte presencia como esa zona del Cauca es una justificación para atacar.
Ya desde el 21 de marzo, ONG del Naya habían alertado que “varios helicópteros del ejército nacional efectuaron un desembarco de tropas conjuntas de Ejército y Policía antinarcóticos en la vereda La Mina jurisdicción del Municipio de Buenaventura del Valle del Cauca, y el día de hoy 22 de marzo en horas de la mañana arribaron cuatro helicópteros más a la vereda El Placer, jurisdicción del municipio de Buenos Aires Cauca, completando un numero de trescientos miembros de la fuerza pública fuertemente armados en el sector.”
Tampoco se definió si la extorsión sería considerada una hostilidad o mecanismos de comunicación para que no se ‘encuentren’.
En medio de esas ambigüedades, ayer un grupo de guerrilleros atacó a un destacamento del Ejército que estaba escampando de un aguacero en el coliseo de la vereda La Esperanza, que queda en la zona montañosa del municipio de Buenos Aires, Cauca. Es decir, en la zona que comunica el valle del río Cauca con el Alto Naya y el Pacífico.
Como resultado, murieron un suboficial y diez soldados y quedaron heridos otros 20, una cantidad de muertos y heridos que, según el director del Cerac Jorge Restrepo, no se veía desde antes de que se iniciaran las negociaciones en La Habana.
Esta acción ofensiva por parte de las Farc, que el jefe guerrillero Pastor Álape justificó diciendo que se trataba de una acción defensiva (a pesar de que no dijo cuál era la acción ofensiva del Ejército, y no descartó que se hubiera tratado de una emboscada de los guerrilleros), provocó la decisión en muy pocas horas del presidente Santos de reanudar los bombardeos.
La inoportunidad
Esto ocurre en el momento más inoportuno, justo cuando se acababan de dar unos avances muy significativos en uno de los frentes que representaba uno de los riesgos más grandes para el proceso de paz: el de los militares.
Después de que el gobierno logró controlar la crisis provocada por la renuncia del general Jorge Enrique Mora y que permitió que volviera a la mesa de negociación en la Habana, hubo un cambio significativo en las Fuerzas Militares.
Este cambio se expresó con el proyecto sustitutivo a la reforma al fuero penal militar en el que, después de más de un año de resistirse a hacerlo, el Ministerio de Defensa finalmente lo ajustó a las recomendaciones de los activistas de derechos humanos y a la legislación internacional.
De manera significativa también, el Centro Democrático, que expresa un sector importante de las Fuerzas Militares, retiró su proposición de darle un año a la Fiscalía para devolverle a la justicia penal militar los casos que no cumplieran con los requisitos del fuero extendido, y por donde desde Human Rights Watch hasta la Comisión Colombiana de Juristas habían advertido que se terminarían colando cientos de casos de falsos positivos.
Los militares también, por primera vez, han aceptado hablar públicamente de cómo se someterían a la justicia transicional los miembros de la Fuerza Pública que hayan cometido violaciones de derechos humanos -en caso de que se de un acuerdo de paz con las Farc- y llevan ya un tiempo definiendo internamente cómo se podrían beneficiar ellos de una justicia que no sería la ordinaria ni tampoco la penal militar por la que siempre habían abogado y que implica necesariamente la aceptación del proceso de paz.
Estas dos movidas se unen al revelador discurso del general Mora en los batallones antes de su regreso a la Habana, en el que disipó los grandes temores de los uniformados: dijo que el proceso de La Habana no va a perjudicar el bienestar de los militares, la democracia ni el sistema económico. Y los invitó a apoyarlo.
Con esas palabras, el general mostró que si bien el corazón de la mayoría de militares puede estar con el ex presidente Álvaro Uribe, la decisión interna de las fuerzas fue que les iba mejor alineándose con el proceso de paz bajo la égida de lo que les ofrecía el presidente Santos.
Teniendo en cuenta que uno de los factores que debilitó los procesos de paz pasados fue la oposición de los militares a un proceso de paz con las Farc, haber logrado que un sector mayoritario se subiera de manera más decidida al bus de la Habana es un avance crucial para las negociaciones.
Por eso lo que sucedió anoche es muy inoportuno, no solo por la muerte de diez colombianos, sino porque esa convicción de apoyar el proceso, que ha costado tanto construir, es más difícil de mantener si las Farc rompen su promesa de respetar la tregua unilateral y si se vuelven a fortalecer los argumentos del sector de la sociedad que cree que la mejor salida para el país es la arremetida militar contra la guerrilla.
“Aunque las operaciones no se han detenido, la ausencia de estos hechos sí había generado cierta confianza en la tropa”, dijo un militar a La Silla. “Esto devuelve la agenda bastante”.
Además, dice esta fuente, que “se rompe la confianza y eso facilita el camino para esa lluvia de mensajes que hacen mucho daño”.
Entre los mensajes que hoy han circulado entre los batallones, según este militar, está éste de Ricardo Puentes, el director de ultraderecha del site Periodismo sin Fronteras, quien tuiteó :
FARC masacran 9 soldados y 1 oficial en Cauca. Tropa pidió apoyo aéreo pero se le negó por orden presidencial, del ministro y cúpula militar
— Ricardo Puentes M. (@ricardopuentesm) abril 15, 2015
“Esta situación da cabida a cualquier especulación, incluso ésta que no tiene pies ni cabeza, pero al soldado que está en el Putumayo y que le llega el chat se le quiebra la confianza”, dice.
Ahora, el reto será reconstruirla.