
Uno de los argumentos que esbozó Jorge Pretelt para defenderse el viernes pasado, podría terminar devolviéndosele como un bumerán.
Uno de los argumentos que esbozó Jorge Pretelt para defenderse el viernes pasado, podría terminar devolviéndosele como un bumerán.
En su entrevista en La W, el magistrado de la Corte Constitucional intentó explicar el escándalo en el que se ha visto envuelto como el resultado de un complot del Fiscal General, quien se habría vengado de él por tener una posición diferente frente al castigo para los guerrilleros que están negociando en La Habana.
Cuando habla de las comidas en las supuestamente el fiscal Eduardo Montealegre lo habría tratado de convencer de que no exigiera cárcel para los guerrilleros, Pretelt dijo que nunca cedió en lo que pensaba hasta ese momento que se trataba de un debate académico.
“En últimas le manifesté claramente que no daba mi brazo a torcer en el sentido de que todas aquellas personas que hubieran cometido delitos de lesa humanidad o crímenes de guerra, deberían tener una pena real y efectiva”, explicó. “Él mismo me quiso convencer a mí, en su casa, delante de su señora Tania, de que por favor colaborara con el proceso de paz y dejáramos abierta la posibilidad de que no pagaran un solo día de cárcel los guerrilleros”.
Estas frases, que encajan con la narrativa que han usado los uribistas para alegar una persecución por parte del Fiscal, podría ser tomada como una confesión de prejuzgamiento y convertirse en la estocada final del período de Pretelt en la Corte.
El prejuzgamiento
El decreto que regula los procesos ante la Corte Constitucional, dice que un magistrado deberá declararse impedido si ha “conceptuado sobre la constitucionalidad de la disposición acusada”.
En este caso, y asumiendo que estas conversaciones ocurrieron antes de que Pretelt hiciera la ponencia del fallo sobre el Marco Jurídico para la Paz, que salió en agosto del 2013, podría abrir el debate sobre si la posición que el magistrado dice que le manifestó al Fiscal indicaría un prejuzgamiento. De hecho, ya hay constitucionalistas discutiendo este tema.
El prejuzgamiento consiste básicamente en dejar entrever la decisión por fuera de los espacios de la misma Corte antes de tomarla oficialmente. Es grave porque pone en cuestionamiento la imparcialidad del magistrado, pues deja ver un pre-juicio antes del momento de actuar como juez con base en la información que trae el expediente.
Por esta razón, es que cuando, por ejemplo, un magistrado ha escrito en una columna su posición frente al matrimonio gay y luego le llega un caso con ese mismo problema jurídico, se debe declarar impedido.
En la sentencia del Marco Jurídico para la Paz, el fallo terminó yendo más lejos que la demanda de inconstitucionalidad y concluyó que “no podría haber suspensión total de la ejecución de la pena para los condenados como máximos responsables de los delitos de lesa humanidad, genocidio y crímenes de guerra cometidos de manera sistemática”. Es decir, reflejó la posición que Pretelt dijo haberle manifestado de manera tajante a Montealegre.
Haber ocultado un impedimento es una falla disciplinaria. Y una falla disciplinaria puede ser causal para que el Congreso haga una declaración política de indignidad, que podría provocar la salida forzosa de Pretelt de la Corte.
Para que eso ocurra, Pretelt tendría que ser investigado por la Comisión de Acusaciones de la Cámara, y adelantar un proceso que pasaría luego a la plenaria de la Cámara, para decidir si lo acusa; luego llegaría a la Comisión de Instrucción del Senado para que ésta decida si apoya la acusación; y, finalmente, a la plenaria del Senado, quien decidiría si es o no culpable. Y Pretelt solo quedaría suspendido de su cargo en el momento en que llegara a arrancar el juicio en la plenaria del Senado.
Es decir, todo un proceso paralelo al que ya tiene abierto por la denuncia penal que interpuso su compañero de Corte Mauricio González por el caso Fidupetrol.
Pero en el caso de la supuesta falla disciplinaria, el proceso sería más fácil que el penal pues no exige un estándar tan alto de evidencia y está su confesión como prueba.
Ahí lo clave será saber si Pretelt ya había escrito la ponencia cuando se dieron las conversaciones que él confesó pero antes de que saliera la sentencia. Si la tesis que él manifestó ya estaba en la ponencia, habría revelado un secreto pero podría alegar que no hubo prejuzgamiento pues su posición ya la había plasmado en el documento pertinente.
También podría alegar que lo que dijo en la entrevista no era cierto. En ese caso, evitaría el juicio disciplinario pero acabaría con su polémico argumento de defensa.