Hoy el Banco de la República decidió dejar intactas las tasas de interés en 13,25%. La decisión fue dura y la deliberación se pasó por casi 45 minutos del tiempo establecido. Mientras dos votos, de los siete, se alinearon con las intenciones del gobierno y propusieron bajar las tasas de intervención en 0,25 puntos básicos, otros cinco directores restantes decidieron dejar intacta la tasa de interés.
La identidad de los votos es secreta, pero el ministro de Hacienda recalcó “la preocupación que seguimos teniendo en el gobierno en generar las condiciones para reactivar el crecimiento de la economía”
El principal argumento en que se basó la decisión de la Junta para congelar las tasas fue la persistente inflación. A pesar de la reducción de la inflación anual (11,4%), su nivel se mantuvo alto y alejado de las estimaciones del mercado.
La inflación en los alimentos es particularmente alta: Una ensalada de cebolla y tomate, por ejemplo, es 20% más costosa hoy que hace un mes. Otras señales de la economía —algunas impulsadas desde el gobierno, como subir los precios de la gasolina— hacen que los precios no puedan bajar al ritmo esperado.
De hecho, en la rueda de prensa posterior a la reunión, el ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla se refirió al enorme peso de los combustibles en la canasta: “Estamos resolviendo una deuda del pasado, si no la tuviéramos la inflación hoy sería mucho más baja.”
En la rueda de prensa, Bonilla también aclaró que la postura del gobierno era bajar las tasas de interés. Y es que la encrucijada de política monetaria entre bajar las tasas para facilitar el crecimiento y la inversión, o mantenerlas para luchar contra la inflación; ha estado cruzada por una presión política con pocos precedentes.
Por ejemplo, en su reunión con empresarios el 31 de agosto, Petro declaró que “la variable fundamental del estancamiento económico son las altas tasas de interés” y pidió abiertamente el apoyo de los empresarios y del sector financiero para solicitar su reducción.
Sin embargo, el gerente general de la junta, Leonardo Villar, recalcó en la declaración oficial que “una inflación alta introduce distorsiones en la asignación de recursos y genera redistribuciones en contra de los estratos de ingresos bajos de la población.”
Por estas razones, la mayoría de la Junta decidió que “con la información disponible, no es prudente iniciar un proceso de reducción de las tasas de interés”.
Estas fueron los distintos factores que tuvo que sopesar el Banco de la República para tomar su decisión:
Una inflación persistente pero ambigua
Según el consenso de los analistas económicos, la inflación llegó a su techo límite en marzo. Esto corresponde al subidón en las tasas de interés que ejecutó el Banco de la República desde finales del 2021 hasta su tope, establecido el pasado mayo. Desde entonces, el Banco la ha mantenido estable, en uno de sus puntos altos históricos, lo que aprieta la economía y hace muy costoso el endeudamiento. Sin embargo, la inflación actual sigue siendo muy alta (11,4%) y continúa tres puntos porcentuales por encima de las expectativas de mercado.
En los dos últimos meses, la reducción de la inflación ha perdido velocidad. La variación mensual venía bajando desde febrero (1,66%) hasta junio, donde llegó apenas a 0,3%. Pero en julio creció de nuevo dos puntos porcentuales (0,5%), y el último mes repuntó a 0,7%.
Según un economista dentro del Banco, que pide no ser nombrado por no ser vocero autorizado, esta pérdida de velocidad puede deberse a una “inercia inflacionaria estructural” o, en términos más sencillos, una inflación pegajosa. Es decir, que responde lenta y perezosamente a la subida de las tasas de interés.
Esta inercia se ve de distintas maneras:
Principalmente, a través de una inflación básica o “subyacente” particularmente alta (10%). La inflación básica es el cálculo de la inflación restando los rubros más volátiles de la canasta, la alimentación y la energía. Esto quiere decir que, incluso sin los productos más reactivos, la inflación “del promedio” de los artículos sigue siendo considerablemente alta.
Además, la caída del índice de inflación ha sido frágil y lenta comparada con otros países en Latinoamérica. Colombia es el único país, a excepción de Argentina y Venezuela (cuya inflación es superior al 110%), con una inflación de dos dígitos. Para Carolina Soto, exmiembro de la Junta Directiva del Banco, “hay una tendencia a la baja, pero esta es muy lenta. El rumbo se corrigió, pero se transita lentamente y las reducciones son graduales.”
Otro de los elementos que contribuye a la lentitud con la que ha descendido la inflación es el incremento en el salario mínimo por encima de la productividad del país. Para Soto, este incremento afecta la reducción de la inflación: ”En una economía como la nuestra, que está muy indexada al salario mínimo, un aumento del salario mínimo en términos reales genera mucha presión en los precios.”
Es decir, los precios de los servicios, matrículas, seguros, etc., incrementan inmediatamente al subir el salario mínimo. Por eso, el gobierno estudia desde el año pasado desligar algunos de estos productos que, según Hacienda, aportan un 6,14% de la inflación.
En principio, el alto nivel de precios haría que la Junta ejerza cautela a la hora de bajar las tasas. Sin embargo, deben sopesarse distintos matices. Para Gonzalo Hernández, profesor titular de la Javeriana y ex viceministro técnico de Hacienda con Ocampo, es importante considerar el componente oferta de la inflación. Es decir, los elementos de la inflación que no corresponden a un exceso de demanda de dinero, lo que se logra frenar con tasas altas, sino a problemas en la oferta y en la producción: “Alimentos y transporte son elementos inflacionarios que no se van a corregir con tasas de interés más altas”, dice Hernández.
El economista aconsejó una baja en las tasas, a pesar de los problemas con la inflación. En una columna dice que la Junta debería contemplar una reducción de 50 puntos básicos. Mientras, el gobierno debe “poner en marcha la estructuración de programas de empleo con cooperación pública y privada, anticipando el deterioro del empleo por las bajas tasas de crecimiento y en general, activar programas de desarrollo productivo”.
Pero ante la presión que enfrenta el Banco, una persona que conoce como funciona la Junta, también señala que los codirectores estarán considerando el rol de otros actores en la inflación, además de las tasas, para reactivar la economía.
La fuente, que pide no ser nombrada, afirma que “los enormes depósitos de caja del gobierno están quitándole liquidez al mercado. En el gobierno actual pasaron a 40 billones de pesos, generando presiones en el sector financiero y elevando los costos de financiamiento.” Estos depósitos corresponden a los recursos del gobierno que no se han ejecutado y encarecen el acceso a créditos. Este argumento señalaría que el gobierno no está haciendo todo lo posible para bajar los precios.
La gasolina y El Niño pueden elevar aún más los precios
Los alimentos que registraron mayores incrementos de precio este mes fueron el tomate (24,6%), la cebolla (22,64 %) y la arracacha (9,5%).
Los alimentos son uno de los rubros más volátiles de la canasta familiar y el aumento en el precio de la gasolina, los paros de transportistas y el cierre de la vía al llano han incrementado su precio por encima del promedio anual.
Sin duda, el rubro con mayor incremento en los precios ha sido el transporte, encareciéndose 18,5% desde agosto del 2022. El alza en los combustibles, una de las decisiones más audaces del gobierno Petro, encarece muchos otros productos de la canasta al aumentar los costos de transporte y de producción.
Esto es el resultado de la política del gobierno que busca cerrar el enorme déficit del Fondo de Estabilización de Precios de Combustibles (Fepc). Pero el impacto en el bolsillo del colombiano ha sido muy duro: el aumento del costo del combustible para vehículos ha sido el segundo incremento en el 2023 con un aumento del 34%. (Las naranjas con 38% son el producto que más se ha encarecido este año).
Además, el próximo mes se vienen choques que, históricamente, aumentan el nivel de precios en Colombia. Por ejemplo, ya ha comenzado el fenómeno del Niño. Este reduce las lluvias y afecta la producción de alimentos locales y de energía hidroeléctrica, lo que encarece los precios de ambos.
Además, el contexto energético está crispado. Hay una falta de institucionalidad estable en el sector, como señaló Carlos Caballero en una reciente columna en El Tiempo: “no hay viceministros de Minas y Energía, ni director de la Agencia Nacional de Energía, ni comisionados de la CREG en propiedad, ni director de la UPME”. Esto contribuye a la falta de eficiencia del sector y la reducción de precios.
En el contexto internacional, según José López, director de investigación en Corficolombiana, la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) contempla la posibilidad de aumentar sus tasas en 25 puntos básicos. Eso podría afectar la decisión del Banco de la República ya que, si bajamos nuestra tasa doméstica, esto podría incentivar la salida de capitales hacia Estados Unidos. Aunque para López: “el diferencial de tasas tiene un colchón muy amplio y no va a ser una consideración de primer orden para la Junta.”
Aunque para Soto, la excodirectora del Banco, en un país pequeño como Colombia, “un diferencial entre nuestra tasa de cambio y la estadounidense puede ser nociva. Aunque no hay un consenso en la literatura.”
Por eso, tanto desde afuera, como en alimentos, por la gasolina, y en energía, por El Niño, las señales que recibe la Junta podrían ser incentivos a favor de mantener las tasas estables.
Sin embargo, de nuevo el análisis de la Junta puede ir por otro lado. Hernández, por ejemplo, señala que “en cualquier caso, ese componente inflacionario sobre la energía no se corregiría con tasas de interés más altas y el efecto en los alimentos tampoco.”
Además, la presión política dificulta la decisión
Actualmente, la economía colombiana está creciendo muy por debajo del promedio (0,3% interanual) aunque, según López, se esperan mejoras a fin de año y no hay indicios de recesión.
Por ahora, esta disminución en la producción no se ha transmitido al sector laboral. Para Hernández: “La desaceleración económica del 2023 continuará, según muchos análisis, en el 2024. Se debe anticipar este escenario en materia de política monetaria y evitar el deterioro del mercado laboral comenzando una reducción gradual de las tasas de interés”.
En esa misma línea fue que, en un comunicado inusual, el 4 de septiembre, el ministro de Hacienda, la ANDI y Asobancaria invitaron al Banco a bajar sus tasas en 75 puntos porcentuales. Esto, según conocedores del Banco, es bastante atípico. Mientras que el sector privado ha pedido varias veces reducir las tasas, y también lo hayan hecho varios presidentes, no es frecuente que el sector financiero y, mucho menos, la cartera de Hacienda pida públicamente al Banco bajar las tasas.
El ministro de Hacienda preside la Junta del Banco y es raro que este dé declaraciones públicas sobre las acciones que debería tomar. Para la fuente adentro, “esto muestra una falta de respeto a la autonomía del Banco, que ha mostrado su competencia y su éxito en controlar la inflación”.
Esta nota del 13 de septiembre fue actualizada el 29 de septiembre para incorporar la decisión de la junta.