En su intervención de anoche, el presidente Juan Manuel Santos endureció su discurso frente al fallo de La Haya sobre los límites con Nicaragua, sin echar por la borda las formas jurídicas. Con eso, Santos logró desactivar un tema difícil del debate electoral y puso en marcha una estrategia que probablemente terminará en la negociación de un tratado con Nicaragua.
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Anoche Juan Manuel Santos presentó la estrategia para enfrentar el fallo de la Corte Internacional de Justicia sobre los límites marítimos con Nicaragua. Foto: Presidencia |
En su intervención de anoche, el presidente Juan Manuel Santos endureció su discurso frente al fallo de La Haya sobre los límites con Nicaragua, sin echar por la borda las formas jurídicas. Con eso, Santos dio un paso para desactivar un tema difícil del debate electoral y puso en marcha una estrategia que probablemente terminará en la negociación de un tratado con Nicaragua, pero no en el corto plazo.
Santos explicó que la estrategia tiene cuatro puntos. El primero es argumentar que el fallo no se puede aplicar porque es inconstitucional; el segundo que Colombia va a declarar una zona contigua integral; el tercero que va a defender la reserva Seaflower; y el último, que Colombia va a declarar la unión de sus plataformas continentales desde Cartagena y desde San Andrés, para frenar la pretensión de Nicaragua de tener aguas territoriales entre las islas y la costa colombiana.
En ese discurso Santos asumió una posición dura frente al fallo: no solo dijo que no lo va a aplicar hasta que no haya un tratado internacional, sino que se refirió a las “pretensiones expansionistas de Nicaragua” solo una semana después de que Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, le propusiera crear una comisión binacional para armar un tratado para poner el práctica el fallo.
El duro discurso de Santos responde a la posición de la gran mayoría de colombianos que, según las encuestas, rechazan la aplicación del fallo.
Además, fue bienvenida por la mayoría de las fuerzas políticas. El ex presidente Álvaro Uribe celebró la decisión, y lo mismo hizo Antonio Navarro, eventual candidato de la tercería
Apoyo firmemente la posición fijada hoy por el presidente Santos sobre San Andrés. Aunque con ella quiera recuperar imagen…— Antonio Navarro (@navarrowolff) September 10, 2013
Ese apoyo de dos de las principales figuras de la oposición muestran que la posición de Santos saca del debate electoral uno de los puntos más débiles para su reelección.
Así, Santos evita uno de los temas más difíciles de su eventual campaña para quedarse otros cuatro años en la Casa de Nariño. Y lo hace sin dejar de mostrarse respetuoso del derecho, por lo menos en el discurso.


El objetivo central de la estrategia de Santos es sentar a Nicaragua a negociar en mejores términos para Colombia, según le dijo a La Silla una fuente cercana al gobierno que conoce a fondo este tema.
Pero también tiene como efecto que Santos va a ganar tiempo antes de tomar la inevitable y costosa decisión de aceptar la pérdida o rechazar el fallo. Como dice la internacionalista Laura Gil, “la posición de Santos pospone las decisiones difíciles”.
En cualquier caso, la aplicación del fallo exige una negociación entre las dos partes. Y, en medio de su duro discurso, Santos mostró que lo sabe.
Uno de sus puntos fue la preservación de la reserva Seaflower. Sobre ella ya hay una base para negociar: uno de los principales puntos del tratado que propuso Ortega es el manejo de la Seaflower, por lo que ya está claro que necesita del trabajo de los dos países para ser efectivamente protegida.
Al recordarla e incluirla en su estrategia, Santos muestra que quiere negociar.
El problema es que Nicaragua no tiene ningún incentivo para acordar menos de lo que ya ganó en La Haya, pero para un presidente colombiano es difícil políticamente concederle algo más.
Precisamente por conciencia de eso es que ayer Uribe dijo que lo que dijo Santos equivale a una “inaplicabilidad absoluta” de la sentencia, aunque el Presidente no lo haya expresado así. Uribe sabe que Santos no puede ceder, y por eso la negociación significa que el fallo no se va a poner en práctica, por lo menos por ahora.
Como negociar es inevitable, pero ante el rechazo del fallo no es una alternativa vendible por ahora, lo que hace Santos es preparar el terreno para llegar a la mesa más adelante. Y lo primero es bajar las expectativas de su contraparte.
Ayer Santos mencionó que Colombia va a declarar la existencia de una plataforma continental que sale de San Andrés hacia el oriente, lo que busca quitarle fuerza a la pretensión de Nicaragua de que se le reconozca una plataforma continental de 350 millas náuticas, que llegaría casi hasta Cartagena y le daría mar entre San Andrés y la costa colombiana.
Esa aspiración no es nueva. Nicaragua la incluyó en su demanda ante la Corte de La Haya pero ésta dijo que no se había probado que existiera – lo que no quiere decir que no se pueda probar ahora.
Como el punto sigue abierto, Colombia prepara argumentos para demostrar que tiene un mejor título sobre la zona. A diferencia de la plataforma de 350 millas náuticas, una de 200 no tiene que ser probada; la jugada de Colombia es reclamar dos plataformas sobre la misma zona, una que sale de Cartagena al occidente y otra de San Andrés en sentido contrario, con la idea de que dos plataformas seguras pesan más que una que habría que probar.
Para darle más fuerza a esta movida disuasiva, Santos anunció que buscará una alianza con Panamá, Jamaica y Costa Rica, que serían víctimas de Nicaragua, y que le llevará personalmente una carta de protesta a Ban Ki Moon, secretario general de las Naciones Unidas.
Pero esa alianza no tan sencilla de lograr. Especialmente en el caso de Costa Rica. Por una parte, el tratado de límites entre Costa Rica y Colombia no está vigente, porque el Congreso de ese país no lo ha ratificado. Por eso, tiene incentivos para esperar lo que ocurra entre Colombia y Nicaragua, y tratar de pescar en río revuelto para quedarse con más mar.
Por otra parte, aunque Costa Rica tiene un diferendo con Nicaragua, y en esa medida podría estar del lado de Colombia, está en medio de un proceso en la Corte. Alinearse con un país que le está dando largas a cumplir una sentencia de esa Corte no le resulta conveniente, y menos cuando esas críticas pueden interpretarse como un incumplimiento del fallo.
Los otros dos componentes de la estrategia que anunció Santos buscan explotar las debilidades del fallo de la Corte para mejorar la posición de Colombia en una futura negociación, según le contó a La Silla la fuente cercana al gobierno y conocedora de la estrategia.
Uno de esos puntos es que, como la Constitución dice que los límites solo los definen los tratados internacionales, el fallo no se aplica directamente en Colombia. Solo lo haría a través de un tratado – lo que es otra señal a Nicaragua de que hay que negociar.
Para reforzarlo, Santos anunció que va a demandar ante la Corte Constitucional la ley por la que Colombia ingresó al Pacto de Bogotá, que fue el instrumento que permitió que el diferendo terminara en la Corte de La Haya.
Con esa demanda, lo que busca el gobierno es que la Corte Constitucional diga explícitamente que es inconstitucional que una corte internacional defina los límites del país.
Eso le daría más peso al argumento porque mostraría que su posición no es una interpretación jurídica del gobierno sino del Estado, obligatoria para cualquier presidente.
Sin importar lo que ocurra en la Corte Constitucional (donde la demanda se podría enredar), en la práctica Colombia está poniendo sus normas internas por delante de sus compromisos internacionales.
Eso rompe la tradición legalista de Colombia en las relaciones internacionales, podría llevar a dificultades como que en el futuro Honduras use el mismo argumento y recuerde que su Constitución dice que el cayo Serranilla es hondureño, no colombiano, y puede ser usado para señalar a Colombia de usar sus normas internas para incumplir una decisión internacional.
El componente más problemático es el anuncio de sacar un decreto para declarar una “zona contigua integral” que incorpora todas las islas y cayos.
La zona contigua, que consiste en una franja de 12 millas náuticas después del mar territorial (que es una primera franja de 12 millas náuticas contadas desde la costa), es una figura jurídica reconocida. En ella los Estados solo tienen derechos en algunos asuntos como los migratorios o los aduaneros.
Aunque la podía haber declarado antes, solo el gobierno lo hace para crear un choque entre dos derechos: el de la zona contigua colombiana y el de la zona económica exclusiva que le otorgó la Corte a Nicaragua, y que solo crea derechos económicos.
El argumento es que, como los derechos son diferentes y se traslapan en algunas partes, hay que negociar cómo compaginarlos. Es decir, también busca sentar a Nicaragua en la mesa en una posición menos fuerte.
Pero hay dos problemas. El primero es que aunque las zonas contiguas son reconocidas, las zonas contiguas “integrales”, como la que anunció Santos, son una novedad. La Silla habló con cuatro internacionalistas y ninguno conocía antecedentes de la figura. Una revisión en Google en tres idiomas tampoco arrojó resultados diferentes al anuncio de Santos.
Ese concepto es clave porque es la que permite “desenclavar” a Quitasueño y Serrana y muestra un mapa en el que el mar perdido parece menos. Si bien su novedad no quiere decir que necesariamente sea un concepto errado o inútil, si la hace más difícil de defender. Y, curiosamente, es muy similar a la idea de Enrique Gaviria, desechada por Colombia hace veinte años y no usada en su defensa, de que el de San Andrés y Providencia es un “archipiélago de Estado”.
El segundo problema es que también sirve para decir que Colombia incumple el fallo. Como el argumento tiene un alto grado de filigrana jurídica y crea derechos colombianos en partes del mar que la Corte le adjudicó a Nicaragua, no es difícil señalarlo de ser una máscara bonita para un incumplimiento del fallo, como ya dijeron El Nuevo Diario y Trinchera, medios nicaragüenses.
Sea incumplimiento o creatividad jurídica, la estrategia le abre varios caminos a Nicaragua.
Una opción es que, vía el debate sobre la zona contigua, termine solicitando una aclaración del fallo a La Corte de la Haya. Esa aclaración, aparte de darle más tiempo a los dos países para negociar, difícilmente podría cambiar el equilibrio entre ellos.
Otra posibilidad es que entienda la declaratoria de la zona contigua integral como un incumplimiento. En ese caso, podría demandar a Colombia ante la Corte. Pero, como la Corte va a perder su competencia frente a Colombia en noviembre (cuando se cumple un año de que el país denunciara el Pacto de Bogotá) tiene poco tiempo apra preparar esa demanda.
También podría llevar el problema al Consejo de Seguridad de la ONU, donde por primera vez se podrían imponer sanciones por incumplir un tratado de límites. Sin embargo, Colombia arrancaría con el apoyo de Estados Unidos, que tiene derecho de veto, y tendría además su argumentación de las zonas contiguas para señalar que no hay incumplimiento. En todo caso, el Consejo tendría que pronunciarse si Nicaragua lo solicita, así sea mediante una declaración sin sanciones, lo que sería un mal precedente para Colombia.
Otra posibilidad sería pedirle al Consejo Permanente de la OEA que se pronuncie, aunque solo lo ha hecho una vez sin unanimidad, precisamente contra Nicaragua. En Unasur sería más difícil tanto por la debilidad de esa organización como porque Nicargua no está en ella.
La última opción es abrir negociaciones diplomáticas para llegar a un tratado, como ofreció Ortega y como desea Colombia. De hecho, hasta ahora ningún fallo de la Corte que trate de límites ha dejado de aplicarse. Aunque algunos que se han demorado mucho en ponerse en práctica, finalmente han terminado en tratados que definen cómo aplicarlos, pero que no cambian las fronteras.
Sin el poder económico y político que impulsa a los presidentes de México o Brasil y sin la buena imagen de un Pepe Mujica, la estrategia de Santos de enredar el cumplimiento de una sentencia de la Corte Internacional de Justicia entierra su sueño de ser un líder latinoamericano, aunque le sirva para evitar un campo minado para la reelección.