La historia depende de quien la cuenta. Y la radio de alguna manera ha sido la voz de la historia. En la obra Llamado de guerra, el artista Esteban Ferro en el marco del XIV Salón Nacional de Arte Joven, en la galería Santafé, recreó un espacio radial para transmitir o, mejor retransmitir a modo propio, los sonidos que escuchó Colombia desde RCN Radio durante la toma del Palacio de Justicia, en noviembre de 1985. De ahí sobresalieron cinco apartes de ese cubrimiento donde los periodistas daban su perspectiva de lo sucedido dentro del edificio que tomó la guerrilla del M-19 y que desencadenó las trágicas consecuencias que conocemos. Además, por medio de estrategias de locución y ambientación sonora y aludiendo a la locución de la época, se recreaban las escenas vívidas en el palacio durante esos dos días. Ferro volvía a narrar la historia del palacio “en vivo y en directo” esta vez para nuevos oyentes.
Desde que estudió artes plásticas en la Universidad Nacional, Ferro se ha preocupado por revisar cientos de archivos sonoros del siglo XX. En Llamado de guerra, además del Palacio de Justicia, quiso reunir y, a la vez, reinterpretar el sonido de esa “historia”, transmitida por radio principalmente, relacionada con diferentes acontecimientos políticos en América Latina. Su puesta en escena invita a la reflexión sobre el papel de los medios durante momentos complejos en los que la población busca “una verdad” de los hechos. Si bien la objetividad en el periodismo parece imposible, en el planteamiento de Ferro se confronta esa narración; el periodismo al final es la evidencia de épocas enteras y queda en voz -para bien y para mal- de quien la cuenta. Por un lado, el artista plantea la posición de “poder” del locutor de turno; y por el otro, de quien oye como si estuviera escuchando un sermón de alguien que habla desde un púlpito.
Entre otros hechos históricos que lo han interesado está el suicidio al aire en la cabina de transmisión de locutor cubano Eduardo Chibás, pero también los sonidos de la toma del palacio de la moneda en Chile, cuando cayó el gobierno de Salvador Allende. ¿Cómo sonaban esos tiempos? ¿Cómo se transmitieron esos hechos?
El antecedente a este proyecto fue Entre azul y rojo donde el artista partió de una inquietud personal relacionada con su abuelo, quien durante su vida siguió distintas ideologías políticas que iban desde el socialismo hasta posturas radicalmente conservadoras. La pregunta sobre qué influyó a su abuelo para que en su búsqueda personal hubiera esa ambivalencia, lo llevó a encontrar cinco momentos puntuales de su vida y a revisar qué pasaba justamente en el país y el continente en ese momento. Todo esto, claro, desde la revisión de un archivo que le permitió ir hilando referencias personales a los hechos de entonces. Fue este justamente su proyecto de grado: una transmisión radial desde una cabina y, a la vez, la divulgación de unos periódicos que daban fe del archivo consultado. Por citar un solo ejemplo, su abuelo oía al influyente locutor cubano José Pardo Llada, exiliado en Colombia.
La puesta en escena planteaba recorrer los espacios íntimos de un hombre y recrear lo que externamente motivó sus pensamientos políticos. La voz de Ferro se convierte en la de él. Nuestra postura ante los medios es, al final, una postura ante la historia. ¿Quién queremos que nos le cuente? ¿Hasta dónde debemos creer lo que oímos? Las preguntas se trasladan inevitablemente a las redes sociales, al desbordamiento de desinformación, a la ligereza de verdades propias que van de chat en chat. Quien busque la historia de hoy en 20, 30, 50 años, ¿qué evidencias encontrará para reconstruirlas? El arte de Ferro nos deja esa pregunta.
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