La Ley de la Selva: el mundo de los contratistas gringos

La historia de la guaca que encontraron los soldados en 2003 y que en pocos días los llevó a pasar de pobres a millonarios y a pobres nuevamente, fue contada mil veces. Pero un dato pasó desapercibido: ese pelotón antiguerrilla iba en busca de los tres contratistas gringos secuestrados por las Farc.

‘Law of the Jungle’, escrito por el corresponsal estadounidense John Otis y publicado hace unos días en inglés, cuenta la historia de dos mundos que se cruzan: el de los contratistas y el de estos soldados, muertos de hambre, que luego son consumidos por la ambición.

En esta entrevista, Otis hace un recorrido por esa dimensión desconocida de los gringos que llegan a Colombia a pelear la guerra por contrato.

¿Cuántos contratistas estadounidenses están en Colombia?
En ese entonces eran 400 y luego subieron a 600. Muchas veces hay menos. Desde que arrancó la guerra en Afganistán muchos recursos se han ido por esos lados. Si uno pasa por Tumaco, por Larandia, siempre se ven.
¿Cuáles son las diferencias entre un soldado gringo y un contratista?
Hay muchas diferencias en percepción en Estados Unidos, por lo menos. Como cuento en el libro, si muere un contratista nadie presta atención. Nadie sabe cuántos contratistas hay en Afganistán, por ejemplo. Si tienes un uniforme puesto eres un patriota luchando por la patria. Si eres un contratista, eres visto como un mercenario. Aunque estás haciendo lo mismo.
¿Pero son meros mercenarios?
Yo creo que hay de todo. Hay gente muy machista, que le encanta ese ambiente de ser un Rambo en otro país, rompiendo reglas, pero la gran mayoría es gente muy profesional que está haciendo lo mejor que puede, gente muy patriota, que cree mucho en la misión.
Muchos son ex militares, ¿cierto?
Muchos de los contratistas son ex militares. El problema es que el gobierno de Estados Unidos pasa tiempo entrenándolos y luego de formar a un experto, el soldado ve que hay un contrato en el que le van a pagar el doble, y salta al otro lado. Son las leyes del mercado, pero ha sido un problema para las Fuerzas Militares. Por ejemplo, Marc Gonsalves era un especialista en inteligencia para las Fuerzas Navales, y estaba ganando muy poco. Con California Microwave Systems triplicó su sueldo.
 
‘Law of the Jungle’, pág 15
 
¿Por qué prefiere el gobierno de Estados Unidos contratar contratistas que emplear soldados cuando los primeros son más caros?
Si necesitas más soldados para una guerra y reclutas más soldados, es gente que vas a tener en la nómina por muchos años. Es más difícil liquidarlos después. En cambio, contratas un servicio de un contratista por un año, y no necesitas darles beneficios, salud, etc. De esa manera, puede ser más barato, aunque el sueldo puede ser más alto.

También cuento en el libro la parte de los costos políticos. Es más fácil mandar contratistas a zonas calientes que soldados. Es la lógica de la Legión Extranjera de Francia. Era más fácil formar extranjeros.

¿Qué diferencia hay en los protocolos de operación?
A veces existen los mismos ‘standard operating procedures’, a veces no los siguen. En California Microwaves, la empresa de los tres contratistas secuestrados, querían ganar el contrato y por eso pusieron el presupuesto lo más bajo posible: hicieron las especificaciones con la Cessna Caravan que no es una buena avioneta en situación de guerra. Fue un monomotor con una larga historia de problemas. Es lo que pasa cuando se mezcla el sector privado con la guerra.
¿Cuánta plata del Plan Colombia se queda en manos de los contratistas?
Más o menos la mitad de los fondos están siendo canalizados por contratistas. Es muy difícil saber con certeza, y como cuento en el libro, los mismos congresistas muchas veces tienen dificultades en encontrar información. Jan Schakowsky me dijo que era más difícil encontrar información sobre algunos contratistas que encontrar información de la CIA. Si es una empresa privada, puede argumentar que es un secreto de la empresa.

El problema aquí es que hay mucho misterio alrededor de los contratistas privados, que muchas veces están haciendo cosas muy básicas, lavando ropa, preparando los alimentos, pero hay tanto misterio alrededor. Es difícil el acceso a la prensa, la información de los contratos es confidencial.

“En ese momento, justo antes de la invasión de E.U. a Irak, sus trabajos bien pagos estaban en la cima de la pirámide del mundo de los contratistas. Sin embargo, nunca se le aclaró a los pilotos y a la tripulación durante cuánto tiempo serían sus contratos o si tendrían trabajo el próximo mes. Sus jefes parecían ser intencionalmente ambiguos acerca de eso y no había nada por escrito. Los pilotos y sus acompañantes sentían permanentemente la presión de entregar resultados”
‘Law of the Jungle’, pág.20
John Otis es un corresponsal estadounidense, trabajaba para el Houston Chronicle antes de escribir el libro
¿Qué tan importante es Dyncorp en el mundo de los contratistas?
Es una de las empresas más grandes. Por muchos años se encargó de las misiones de fumigación aquí, que son las más peligrosas. California Microwaves ya no existe. Blackwater, ahora se llama XE, cambió su nombre para cambiar su imagen después de que su reputación se manchó fuertemente en Irak. En el lado de contratos para la USAID, está Chemonics, que es muy grande aquí.
¿Qué tanto impactan la guerra en Colombia los contratistas?
Probablemente hay muchos episodios que ocurren y nunca salen a la luz pública. Por ejemplo, me contaron todo ese episodio del general Gallego: los contratistas llegando a rescatar el jefe de la Policía Antinarcóticos. Supuestamente hay claras reglas de operación pero en un momento muy tenso, ¿qué vas a hacer? Quieres salvar a un ser humano. De vez en cuando estas situaciones ocurren. No creo que por cuenta de los contratistas haya un cambio en el balance de la guerra. Más bien ayudan con inteligencia. Todas las victorias contra las Farc han sido fruto de inteligencia.
¿Y ha sido proveída por contratistas?
En parte. Keith, Marc y Tom estaban sacando fotos de laboratorios de las Farc. No creo que inclinen la balanza de la guerra, pero sí ha sido una manera de ayudar a las Fuerzas Armadas colombianas, sin llamar tanta atención de los Estados Unidos.
¿Se evita una supervisión de su presencia?
La supervisión es más dificil. Esa es la crítica más grande a los contratistas. Y el misterio alrededor de esos programas. Siempre surgen problemas cuando hay misterio y secretos.
¿Cómo es la interacción entre los contratistas y los soldados?
En Irak y Afganistán vi mucha interacción. Pasé más tiempo con ellos allá. Aquí hay menos contratistas. Pero sí hay bastante interacción, y el problema son las reglas de juego para cada sector. En Larandia, por ejemplo, hay policías, soldados colombianos, soldados gringos, contratistas gringos. Cada uno con diferentes reglas, y eso hace la coordinación para situaciones de emergencias muy difícil. Como el día del secuestro de los contratistas que se demoraron en ir al rescate porque necesitaban un permiso.
 
 
¿Si no fuera por eso podrían haber sido rescatados los soldados?
La ex embajadora de Estados Unidos Anne Patterson insiste en que hicieron todo lo que pudieron. Pero hablé con contratistas que estaban frustrados porque tuvieron que esperar unos 20 minutos en Larandia por el permiso. Pero uno puede argumentar que si llegan sin planear hubieran podido matar a los secuestrados. En todo caso, creo que hubiera sido muy difícil rescatarlos. Ellos cayeron en manos de las Farc en tres minutos después de que se cayó la avioneta. Y las Farc tienen orden de matarlos en caso de un rescate.
¿Qué papel jugaron los contratistas en la Operación Jaque?
Fue muy colombiana la operación de lo que he podido averiguar. Hay un capítulo en el libro donde cuento la historia de cómo llegaron a ver a los contratistas en el río Apoporis, pero llegaron demasiado tarde. Hubo como tres comandos colombianos mirándolos durante tres días, pero no pudieron rescatarlos porque eran pocos y estaban en un campamento grande de las Farc. Intentaron hacer cordones humanitarios. Los Boinas Verdes los acompañaron, hicieron el cerco pero se escaparon, porque la selva es tan espesa. Participaron los Boinas Verdes pero no contratistas. En la Operación Jaque hubo un avión de inteligencia, gente del FBI, expertos en negociar liberaciones para rehenes en San José de Guaviare. El plan B era que si fallaba la operación iban a montar cerco humanitario y tratar de negociar con ‘Gafas’ y ‘César’. Había expertos de Estados Unidos muy cerca para negociar.
En su libro se percibe que cuando secuestraron a los contratistas, los gringos no tenían mucha inteligencia sobre la guerrilla.
Cuando fueron secuestrados, ni los colombianos ni los americanos tenían buena inteligencia. Por muchos años no tenían ni idea dónde estaban. Cuando la inteligencia se mejoró, cuando las operaciones conjuntas mejoraron, empezaron a soltar más pistas, guerrilleros desertando, espías, etc. Supongo que el entrenamiento de Estados Unidos en Larandia ayudó. Al final del secuestro, sí sabían dónde iban, tenían los códigos de las Farc, ya sabían cómo hablaban por radio. Habían estudiado. En esa operación donde vieron los americanos, pusieron cámaras en el sendero por donde iban a pasar ‘Gafas’ y ‘César’, y en efecto pasaron por ahí. Al final, la inteligencia era muy buena.
¿Qué tanto cambia la situación con el Acuerdo de las Bases?
Soy muy malo para predecir. Yo lo veo como un acuerdo más amplio de lo que ya existía, pero es controvertido porque hay mucho misterio. Será más ayuda pero tampoco creo que altere el balance. Y está cambiando tan rápido la situación de la guerra, con estas bandas, estos nuevos ‘paracos’, que uno ya no sabe qué va a pasar.
Usted también pudo conocer de cerca de los soldados colombianos que estaban buscando a los contratistas y que encontraron la famosa guaca. ¿Cómo eran?
Todos muy humildes. De familias muy pobres. Cuando me encontré con ellos, era obvio que habían perdido todo. Tuve que pagar la cerveza, nadie tenía un peso. Sentían que habían sido quemados y jodidos por las Fuerzas Armadas. Yo creo que en ese momento todos estaban haciendo su deber, estaban sin comida. Sus oficiales les dieron luz verde para coger el dinero. ¿Quién no va a aprovechar? Hubo un par que no querían aprovechar, y pensaron que sus compañeros los iban a matar.
¿Los condenaron?
Yo creo que el Ejercito repensó esto. Hasta el general Ospina dijo que era demasiado fuerte lo que pasó con ellos, que fuera un castigo administativo en vez de cárcel por cinco años. Todos fueron condenados, los tenientes hasta nueve años, y los rasos, tres o cuatro años. Pero luego fue anulado el juicio porque no llegaron los abogados en algunas instancias. Supuestamente va a ver otro juicio, pero por ahora están libres.

Lo insólito es que las Fuerzas Armadas los reclutaron de nuevo para volver al Caguán a buscar el resto de la guaca. Entonces, después de despedirlos y mandarlos a la m… los buscaron. La promesa es que iban a limpiar su pasado judicial y darles visa.

“El Coronel Leonardo Gallego, el energético comandante de la división antinarcóticos de la Policía colombiana, fue sitiado por los rebeldes de las Farc a 50 millas de la base. Él y sus hombres no podían devolverse a sus helicópteros. Pero hubo una demora en conseguir el permiso de la Embajada de Estados Unidos para ayudarlo. En ese momento, Gallego era visto en Washington como un héroe de la lucha antinarcóticos y el equipo de DynCorp estaba que se moría por salvarlo. Pero se suponía que ellos no deberían involucrarse en situaciones obvias de combate. Para asegurarse que los contratistas estadounidenses no terminaran enfrentando a los guerrilleros, los copilotos y los que disparaban tenían que ser colombianos. Solo los copilotos podían dar la orden de disparar, y sólo en defensa propia. Pero todas la reglas fueron ignoradas. A medida que las llamadas de auxilio de la Policía se volvieron más urgentes, Sanjinés y sus hombres despegaron y fueron a la ofensiva”.

‘Law of the Jungle’, pág.40
 

Soy la directora, fundadora y dueña mayoritaria de La Silla Vacía. Estudié derecho en la Universidad de los Andes y realicé una maestría en periodismo en la Universidad de Columbia en Nueva York. Trabajé como periodista en The Wall Street Journal Americas, El Tiempo y Semana y lideré la creación...