Después de 9 meses de gobierno, el presidente Petro comienza a pasar del discurso a los hechos en un nuevo enfoque de la guerra contra las drogas, que insiste ha sido un fracaso. Este fin de semana ante miles de campesinos reunidos en Olaya Herrera, Nariño, les habló de oferta estatal, de paz con grupos armados y de sustituir la hoja de coca por “economías lícitas”, pero también de alternativas para usar la coca, que repitió no es “la mata que mata”.
La Silla estuvo en el lugar donde el Gobierno lanzó su nueva política de sustitución y habló con más de 10 campesinos que cultivan coca. Ellos tienen la expectativa de que les den las garantías para consolidar una estrategia que permita reemplazar la coca, marihuana y amapola, no sólo por productos sino por economías legales. En eso coinciden con el gobierno nacional.
Uno de los propósitos del evento era escuchar las propuestas de los asistentes para tener una especie de hoja de ruta que permitiera aterrizar la nueva política.
Así como la coca se siembra, se procesa y tiene un mercado propio que dejaba ganancias en el territorio, el gobierno de Petro espera sustituir esa misma economía, ahora ilegal y en crisis, por una legal, sostenible y sustentable que los campesinos puedan sembrar, transformar y comercializar desde el territorio con ayuda del gobierno nacional. Para eso, la dirección de Sustitución de Cultivos Ilícitos le apunta a impulsar y beneficiar empresas asociativas de las mismas comunidades.
Es una apuesta por industrializar y tecnificar el campo que, según las propuestas de los mismos asistentes al evento, requiere de reducción de gastos de transporte para comercialización, plantas de procesamiento en el territorio, créditos blandos para campesinos y apoyo del gobierno para buscar mercados nacionales e internacionales.
Todas esas propuestas estaban atravesadas por necesidades más grandes que, según los mismos campesinos, deben ser atendidas de forma transversal: seguridad, presencia de grupos ilegales, conectividad a internet y ausencia de acueducto y alcantarillado.
“Aplaudimos que el presidente piense en la industrialización del Pacífico. Pero no puedes venir a poner una fábrica acá porque te la van a quitar los grupos (armados ilegales)”, dice Nilson Estupiñán, de la delegación de Tumaco.
La estrategia es un cambio en la política de sustitución de cultivos que hasta ahora se ha centrado en reemplazar la coca por otros cultivos o productos, sin generar cadenas de mercado y priorizando los proyectos individuales. Por ahora, esa política está en construcción y pretende alimentarse de eventos como el de Olaya.
El evento tuvo una nutrida participación de alcaldes de la región y también de funcionarios del Gobierno como Felipe Tascón, director de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito y Danilo Rueda, Alto Comisionado para la Paz. Incluso hubo miembros de organizaciones internacionales como la Misión de Apoyo al Proceso de Paz (MAPP) de la Organización de Estados Americanos.
Hacer esta convocatoria, con campesinos de cuatro departamentos, en un territorio alejado y de difícil acceso, hace parte de las iniciativas de Petro de llegar a lugares donde el Estado no existe, aunque él mismo admite que el reto es hacer presencia siempre y no en visitas fugaces como la de este fin de semana.

Olaya Herrera, la sede del evento
Desde las diez de la mañana y hasta casi las cuatro de la tarde del jueves 11 de mayo, las delegaciones de 18 municipios del Pacífico llegaron hasta Bocas de Satinga, el casco urbano de Olaya Herrera, para asistir al evento de dos días.
Para llegar a Satinga desde Cali, la capital más cercana, hay que coger un avión a Guapi, Cauca, y de ahí una lancha hasta El Charco, Nariño, para hacer trasbordo hacia Bocas de Satinga. Desde Tumaco, el recorrido puede tardar hasta cuatro horas en lancha y varía dependiendo del punto de salida. Algunas delegaciones tardaron hasta 12 horas en llegar al destino.
Todos llegaron por el pequeño puerto de cemento que puede recibir hasta tres lanchas a la vez y que está ubicado sobre el río Patía. El río es la única vía de acceso que tiene el municipio. El transporte, en su mayoría, fue financiado por las alcaldías de cada municipio o por la misma Dirección de Sustitución.
“Este es un acto simbólico”, dijo Luis Fernando Bolaños, coordinador de la dirección de Sustitución de Cultivos Ilícitos en el Pacífico. Contó que Satinga es clave en el panorama del mercado y lo resume así: “esta es la fábrica más grande de coca en Colombia”. La coca, el transporte, los insumos y los servicios del clúster de la coca se dan en Olaya explica Bolaños, por lo que este se convierte en un epicentro de esa economía ilícita, como la denomina el Gobierno.
“Este es el punto donde tiene que mandar el mensaje de la nueva política de sustitución”, agrega Bolaños. También dijo que hay un mensaje político poderoso de Petro: “me metí donde está el problema”. Y uno social: “estoy aquí para solucionarlo”.
Las estrechas calles pavimentadas de Satinga, interrumpidas por pasto y por tablas en los sectores más cercanos al río, parecían una competencia entre transeúntes y motos, que junto con las bicicletas son los únicos medios de transporte que hay en el casco urbano.
Con el evento del fin de semana, el municipio de 30 mil habitantes tuvo un respiro económico tras la crisis del mercado de la coca que tiene a los campesinos, afros e indígenas que la siembran o la procesan, sin poder vender una arroba de hoja ni un kilo de pasta base hace meses. “Sin la plata de la coca todo está parado”, dice el hombre calvo con una barba tipo candado, que se encarga de uno de los 15 hoteles que tiene el municipio y que suelen llenarse de campesinos que llegan de las veredas a vender madera o cultivos de pancoger después de la cosecha de la coca.
A esa crisis se suma la guerra rural entre la Segunda Marquetalia, el frente 30 y el frente Franco Benavides. “Están matando mucho en las veredas”, dice un campesino. En Olaya nadie quiere dar su nombre porque “acá para sobrevivir hay que estar calladito”, asegura un habitante de Satinga.
A pesar de la mala racha económica y de la guerra en lo rural, el comerciante que habló a condición de no ser citado espera que con la llegada de Petro el panorama cambie para bien. Una esperanza que parece calcada entre los asistentes que saben que parte del triunfo del presidente Petro se lo deben al litoral Pacífico.
Lo que el Gobierno encontró: esperanzas e incredulidad
El viernes 12 de mayo, en una cancha que es mitad de pasto, mitad de arena, estaba la carpa gigante con torres de sonido, tarima y pantalla dispuesta para el evento que recibió más de mil asistentes. El lugar está rodeado por un muro de concreto a medio construir, por lo que desde las ocho de la mañana los habitantes del lugar empezaron a sacar sus sillas plásticas y escaleras para presenciar lo que iba a ocurrir.
Por primera vez, Olaya Herrera era sede de un evento que reunía a varios departamentos y, sobre todo, de uno donde se escucharía al presidente. El entonces mandatario Juan Manuel Santos había estado en la zona entregando obras en 2018, pero nunca un presidente le había hablado a la gente en Olaya Herrera.
“La gente está emocionada por la visita. Toca ver si el presidente lo ayuda a uno, si le tiende la mano”, dice Anunciación Borja, un campesino que fue desde una vereda del municipio a Satinga a vender el limón y el banano que cosechó. Pensaba devolverse ese mismo día, pero prefirió quedarse una noche más para esperar al presidente. Desde la casa en la que se hospeda tiene vista directa al evento.
Borja dice que tiene “unas cuantas” matas de coca sembradas que le ayudan a sostenerse económicamente. “La coca le sirve a uno pa’ luchar contra la pobreza — asegura —. Si a uno le dicen que deje de cultivar coca, ¿qué se pone a hacer?”.
William García, coordinador de la guardia indígena del pueblo Awá, en Tumaco, dijo que espera que el presidente pase de lo simbólico a las acciones. “Todos venimos con la expectativa de irnos con las manos llenas, de llevar a la comunidad noticias de los compromisos del gobierno nacional”.
La esperanza sigue viva para García, aunque reconoce que aún no ve el cambio prometido por Petro. “En Bogotá se habla muy bonito de la Paz Total, pero en el territorio no se vive así”. Desde abril está desplazado de Tumaco por amenazas en su contra.
Para otros, el evento en sí mismo es una muestra del compromiso. Es el caso de Carlos Andrés Ocoró, integrante del Consejo Comunitario Renacer Negro de Timbiquí, Cauca, quien ve en el acto un hecho “emblemático” y la oportunidad para “buscarle una solución” a una economía que ya no es sostenible.
“El 90% de la gente (del consejo comunitario) está dispuesta a cambiar el cultivo”, dice. Y asegura que la propuesta es tener dos o tres líneas productivas que puedan sembrarse, procesarse y comercializarse dentro y fuera del territorio, como el arroz o el cacao.
Pero no todos vieron con entusiasmo la llegada de Petro. Fredy Riascos, líder social de Francisco Pizarro, Nariño, era uno de ellos. “¿Expectativas? Acá vivimos de expectativas. Ya estamos cansados de eso, de los diagnósticos, de las evaluaciones, de los pilotos. Queremos pasar del discurso”, dijo ante la incredulidad de que se hagan realidad los cambios.
Elsa Caldas, lideresa social de La Tola, Nariño, cree que el evento debe dar respuestas claras a las necesidades de los campesinos del Pacífico. “Las comunidades sabemos cuál es el problema y cómo podemos resolverlo. Tenemos la capacidad de salir de la ilegalidad a la legalidad, pero necesitamos la mano del Estado. Si hay voluntad política, habrá acciones”, afirmó.
Mientras el calor parecía estancarse en la carpa, las personas esperaban atentas. Pasaron cuatro horas y finalmente comenzó el acto. Uno de los primeros en hablar fue el alcalde de Olaya Herrera, Cruz Dalmiro Olmedo, quien propuso hacerle seguimiento a lo que se acordara esos dos días.
“Existe la preocupación de que esta implementación sea real. Existe un interrogante: ¿hoy empieza y vamos a avanzar, o empieza hoy y se acaba mañana cuando el presidente se vaya?”, dijo el alcalde anfitrión.
Entre los discursos de los alcaldes, el que más retumbó fue el de la alcaldesa de Tumaco, Emilsen Angulo. Ella aseguró que había que valorar el esfuerzo por llegar a zonas apartadas para recuperar la confianza en el Estado, pero advirtió que no era suficiente. “Hoy los funcionarios del Gobierno han vivido en carne propia lo que nosotros vivimos: sin energía, sin agua, sin seguridad. Hay gente que no vino por miedo”.
En el lugar también estaba el alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina como parte de la apuesta que tiene las Empresas Municipales de Cali (Emcali) de extender sus servicios por el Pacífico para llevar acueducto y conexión eléctrica al litoral.
Los funcionarios del gobierno nacional repetían la idea de que no se trataba de sustituir un cultivo por otro, sino de reemplazar una economía ilícita por una legal. La idea es no “demonizar” la hoja coca, que insistieron no se debe ver como “la mata que mata”, en relación a la propaganda de la Dirección Nacional de Estupefacientes promovida durante el gobierno Uribe.
Con 89.266 hectáreas, hoy el Pacífico es la región con más coca sembrada en el país. A pesar de eso, sólo dos municipios fueron incluidos en el Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos Ilícitos que nació del Acuerdo de Paz: Dagua, Valle, y Tumaco, Nariño. Su fin era cambiar la coca por un producto legalizado, pero la mayoría de la región quedó por fuera, según explicó en tarima Felipe Tascón, director de Sustitución de Cultivos Ilícitos.
“La dirección de sustitución no puede limitarse a Dagua y a Tumaco. Entonces, ¿qué hacemos?¿nos lavamos las manos? No. Si gobiernos anteriores no incluyeron otros municipios, nosotros debemos hacerlo. Nuestra función es de bisagra, de llegar al territorio y conectarlos con la institucionalidad”, dijo Tascón.
Desde la Dirección de Sustitución enviaron un documento llamado “Narrativas” que, además de explicar la nueva política, despliega un glosario en el que explican, por ejemplo, que no se debe hablar de “cultivos ilícitos” sino de “uso ilícito” porque la coca, la marihuana y la amapola también se usan con fines legales.
Además, que en lugar de hablar de “territorios cocaleros” se denominen “territorios con presencia de cultivos de coca, amapola o marihuana” ya que la existencia de estos es por motivos de subsistencia y no define a un territorio.
Contexto
Petro en tarima, ¿y cuándo Petro se va?
En Olaya, el comercio abre después de las 8 de la mañana. Antes de esa hora algunos habitantes salen a barrer las calles y unos pocos locales empiezan a acomodar sus ventas de ropa o zapatos. Por eso era extraño que el sábado a las 7 de la mañana, el pueblo ya estuviera en movimiento. La razón no era otra que la visita de Petro.
Incluso desde las seis de la mañana había afán por coger un buen puesto en el escenario, el más cerca a la tarima. Hubo discusiones, alegatos, colados y hasta un policía tuvo que acompañar a las 8 personas que controlaban la entrada para evitar que la situación se saliera de control. A las 11 de la mañana la fila había terminado y ya no había asientos disponibles.

El sonido del helicóptero que sobrevoló la carpa alertó a los asistentes. Algunos salieron al sol a agitar mochilas, camisas y trapos tratando que desde el cielo el presidente viera los intentos por saludarlo.
Pasadas las dos y media, Petro apareció entre los escoltas con una camisa blanca y una gorra de las Fuerzas Armadas. Entre el público, algunos saltaban de alegría, otros alzaban la mano con el puño cerrado, la mayoría tenían los celulares prendidos grabando el minuto a minuto.
Petro sacó su celular, tomó una foto, cambió la gorra azul oscuro por una verde con el logotipo de la Dirección de Sustitución de Cultivos Ilícitos y se sentó en la tarima entre Tascón y Danilo Rueda, Alto Comisionado para la Paz, que había llegado minutos antes.
Las conclusiones de lo que hasta ese momento había ocurrido en el evento se las leyeron al presidente tres mujeres: una indígena, una campesina y una afro. Representantes de comunidades que son parte del poder popular que quiere afianzar Petro y del que habló en repetidas ocasiones en su discurso.
Inició recordando el fracaso de estrategias para la lucha contra las drogas, como la fumigación aérea con glifosato. “Ustedes nos enseñan que hay que sustituir una economía por otra y es más complejo que sustituir una máquina por otra”, dijo, aunque aseguró que su Gobierno iba a seguir adelante dando el debate internacional porque, agregó, “el balance en números es desastroso, es una hecatombe”.
En su intento por desarrollar la idea de reemplazar economías y no cultivos, el presidente puso como ejemplo el maíz: “poco hacemos si a la mata de hoja de coca se le reemplaza por una mata de maíz, si no hay un comprador, si no hay una transformación industrial, si no hay unos medios de transporte, si no hay una asociatividad, si no hay un mercado que compre el maíz”, explicó.
Pero la estrategia no implica únicamente reemplazar los cultivos de uso ilícitos por otros, sino aprovecharlos. “Demos un paso hacia la utilización de la hoja de coca sin alcaloide, no a su demonización”, dijo Petro al hablarle a Tascón, a quien le propuso incluso que el Estado cree fábricas para hacer fertilizantes a base de coca.
En algún momento el presidente habló en tercera persona: “Viva Petro, dicen en las esquinas, pero Petro llega y Petro se va. ¿Qué queda fuera del recuerdo? El Estado se tiene que quedar”, dijo durante sus últimos minutos en tarima al recordar que no estaba de acuerdo con que la única presencia estatal fuera de policías y militares, “de las armas”, como aseguró.
Para eso, anunció la apertura de una nueva sede de la Universidad de Nariño en Tumaco, que empieza clases en agosto, y otra sede en Barbacoas, que empezará en febrero del próximo año.
En la tarima, también habló de los diálogos de paz y admitió que era difícil un cese al fuego en todo el país, como el fallido que anunció el 31 de diciembre pasado. Por eso insistió en la propuesta de hacerlo regional, que podría iniciar en Nariño.
“La Colombia potencia mundial de la vida se construye es así, con el poder popular, con la gente del pueblo. No nos queremos separar de la gente del pueblo”, cerró Petro.
Fue el final de la presentación de una política de drogas que aunque busca aterrizar su discurso de cambio de enfoque en la guerra contra las drogas, en el caso de la coca va a implicar décadas antes de que pueda materializarse, como él mismo se los admitió a los olayenses.