“América Latina tiene que jugar un papel unido”, dijo el presidente Gustavo Petro desde la cumbre de presidentes que organizó Luiz Inácio Lula da Silva en Brasilia el martes pasado. “Esta reunión tiene que ver con clarificar ese papel, tratar de llegar a consensos y buscar una voz unificada de América Latina en el mundo”, dijo el presidente.
Al evento asistió Nicolás Maduro, el primer foro Suramericano en el que participa desde 2018. Al final, los 11 países asistentes firmaron el Consenso de Brasilia, una declaración conjunta de nueve puntos, en la cual prometen un reencuentro de cancilleres y la creación de un grupo de contacto. La movida le puso fin al aislamiento regional que había vivido Venezuela desde que la elección amañada de Maduro fue desconocida por 28 países en 2019.
El Consenso hace parte de una larga lucha que ha librado Lula por la unidad latinoamericana. Aunque hubo un disenso público sobre cómo entró Venezuela, de Chile y Uruguay, todos los países aceptaron al final, en el documento, incluir a un país abiertamente antidemocrático y violador de derechos humanos, sin condiciones ni cuestionamientos abiertos.
Petro fue más allá. Fue el único mandatario que anunció, a través de Twitter, el regreso de Colombia a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), rebautizada Asociación de Naciones Suramericanas.
El proyecto de Lula surge con alguna resistencia desde el norte. Dos asesores del gobierno de Joe Biden hicieron un llamado a no negar la compleja situación política y económica de Venezuela. Sin embargo, Washington ha asumido una actitud expectante, con la esperanza de que el foro sirva para destrabar los diálogos entre el chavismo y la oposición en México.
La “narrativa venezolana” embolata la unidad latinoamericana
En la noche del domingo antes de la cumbre, Maduro fue recibido con una alfombra roja y un camino de honor al bajarse del avión. Lula incluso dijo que la compleja situación política y económica en Venezuela es resultado de un “bloqueo deshumanizante” y de una “narrativa que han construido del autoritarismo, de la antidemocracia”. Y le hizo una invitación al presidente chavista a deconstruirla y “mostrar su propia narrativa para que la gente cambie de opinión”.
Los primeros en rechazar las declaraciones de Lula fueron dos de sus invitados. “No es una construcción narrativa, es una realidad seria, y he tenido la oportunidad de verla en los ojos de cientos de miles de venezolanos que hoy en día están en nuestra patria”, dijo el presidente chileno, Gabriel Boric. El mandatario uruguayo, Luis Lacalle Pou, dijo que “lo peor que podemos hacer es tapar el sol con un dedo”, refiriéndose a la narrativa venezolana de la que habló Lula.
“Es necesario un nivel de coordinación con los países de Suramérica”, Ronal Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, “pero la dinámica debería poner unos mínimos para participar, unas líneas rojas, para entrar Venezuela debería garantizar un mínimo que no tiene”, agrega.
Aunque el compromiso “con la democracia y los derechos humanos” aterrizó en el segundo punto de la declaración conjunta, la cumbre dio pocos detalles sobre si esta es una precondición necesaria para los países que integran el grupo de contacto.
“La unidad suramericana va a requerir consensos, por bajos que sean, sobre valores democráticos”, le dijo a La Silla Carolina Jiménez, presidenta de la Oficina de Washington para América Latina (Wola), un centro de pensamiento de centro-izquierda con sede en Washington. “Suramérica está viviendo un déficit democrático, no puedes ignorarlo, debes auparlo”, agrega.
“Originalmente, la cumbre de Lula se iba a citar a través de la Unasur”, le dijo a La Silla una fuente de Cancillería, que pide no ser citada para dar detalles del detrás de escena de la cumbre, “pero con el retiro de algunos países, se complicaba la convocatoria”, cuenta. La decisión de regresar a Colombia a la Unasur la tomó el presidente Petro, pero la Cancillería hizo antes una evaluación de la necesidad de un espacio multilateral para tratar temas de integración regional.
“Por ahora, no tiene cláusula democrática”, dice la fuente diplomática, “en principio es un tema que se puede dejar de lado, más adelante va a haber posiciones muy críticas”. Para el expresidente Ernesto Samper —quien fue secretario general de la Unasur entre 2014 y 2019—, en este relanzamiento es clave la desideologización de los países. “Es un intento por entendernos sin poner de precedente las consideraciones ideológicas de cada uno”, le dijo Samper a La Silla, “la democracia y los derechos humanos están en el ADN de Unasur, en lo que tenemos diferencias es en cómo se tramitan esos temas”, comenta.
Para Sandra Borda, profesora de Ciencia Política de los Andes, “en un escenario en el que ninguna organización multilateral está funcionando, es clave darle la bienvenida a estos espacios”, pero advierte que las posiciones que ha asumido Lula “no son para nada desideologizadas”. “Le otorgan legitimidad a posiciones muy problemáticas, es un intento loable, pero no es tan fácil de conseguir, entre otras cosas, porque Unasur es una organización que fue concebida como escenario de discusión política”, dice Borda.
Y no solo es la entrada de Venezuela, la integración, según Borda, “está empezando por los lugares difíciles, donde hay menos consensos, como el de la moneda común”, dice. “El gran reto que tiene es lograr poner a la organización a funcionar por encima de las diferencias entre países”, concluye Borda.

La unidad por encima de la democracia en América Latina
“Podemos tener un debate sobre las políticas de sanciones, sobre cómo promover el diálogo, pero tenemos que identificar las cosas como son”, dijo el principal asesor de la Casa Blanca para asuntos latinoamericanos, Juan González, refiriéndose a las declaraciones de Lula durante la cumbre el jueves pasado.
“Pero González estuvo en Caracas el año pasado y sabemos que hay conversaciones entre el gobierno venezolano y el estadounidense porque hay intereses comunes”, dice Jiménez, de Wola, “a Estados Unidos le conviene tener una Venezuela democrática para avanzar en temas energéticos y migratorios”, agrega.
Esos acercamientos entre Venezuela y Estados Unidos —y otros países de la región como Colombia— han ido dejando atrás la idea de aislar diplomáticamente a Venezuela para que Maduro ceda ante la presión que el aislamiento ejerce sobre su gobierno.
“Estados Unidos entiende que es clave volver a tener canales de comunicación con el régimen”, le dijo a La Silla una fuente diplomática, que ha trabajado en el canal secreto entre Estados Unidos, la oposición venezolana y el régimen para que Maduro vuelva a la mesa de negociación que tiene con la oposición en México. “Los países latinoamericanos pueden ser un mecanismo de presión para que Maduro vuelva a la mesa”, explica.
Esa fue una de las anotaciones que hizo Brian Nichols, el subsecretario de Estado para este hemisferio, durante la conferencia del Banco de Desarrollo de América Latina en Washington el jueves pasado. Nichols dijo que el “hemisferio debería enfocarse en promover un proceso electoral libre y transparente que refleje la voluntad del pueblo venezolano”.
La conferencia de Bogotá, que organizó el gobierno Petro sobre Venezuela, tenía como objetivo conformar un grupo de países que acompañe el retorno de las partes a la negociación en México. Estos espacios multilaterales “podrían convertirse en un apalancamiento para Maduro”, dice Rodríguez, del Rosario, “los gobiernos de la izquierda democrática podrían hacer presión para disminuir las prácticas antidemocráticas”.
A diferencia de la conferencia de Bogotá —que terminó con una solitaria declaración del canciller Álvaro Leyva—, Lula logró montar a los 11 países en una declaración conjunta, un resultado que reversa la intención de liderazgo regional de Petro. “Para el liderazgo no basta con que uno quiera ser líder, se lo tienen que reconocer los demás”, dice la fuente diplomática, “Brasil pretende actuar más como líder mundial, pero también asume liderazgos en la región”.
“El aislamiento diplomático fracasó e hizo que Maduro se acercara a potencias extracontinentales que no son ni democráticas ni respetan los derechos humanos”, dice Rodríguez, del Rosario, refiriéndose al acercamiento que tuvo Venezuela con Irán o con Rusia. Para Rodríguez, la unidad regional puede llevar a Maduro a ceder en sus prácticas antidemocráticas, “o por lo menos a fingir democracia, pero eso podría acercarlo a respetar unos mínimos de derechos humanos”, dice.
Para Tamara Taraciuk, directora del programa sobre Estado de derecho del Diálogo Interamericano, el tanque de pensamiento sobre democracia, incluir a Venezuela, no puede terminar en darle “concesiones gratis” a Maduro. “Debe haber un compromiso por parte de toda la región para estar dispuestos a dar concesiones a Venezuela a cambio de fortalecer la democracia, asegurar elecciones y liberar presos políticos”, le dijo a La Silla.
El resultado posible es que Maduro intente instrumentalizar su regreso a espacios multilaterales sin volverse a sentar a negociar con la oposición. “Pero él aquí está construyendo su nivel de convivencia para los próximos años. Ahora tiene un ambiente favorable con gobiernos afines, pero las elecciones de España y Chile vaticinan un giro de la región hacia la derecha”, dice Rodríguez, del Rosario. “Maduro tiene que construir el año que le queda —antes de las elecciones— los niveles de convivencia en el continente que le van a durar los próximos seis años que estará en el poder”, concluye.