La sorpresiva baja de los precios del petróleo –que ningún economista vaticinaba hace un año- detonó una crisis en un sector boyante e incluso ostentoso que ahora anuncia recortes de producción, de gastos y –por supuesto- de personal. La “fiesta” fue mejor que en otras partes porque aquí se les otorgaron por vía legales, e incluso por circulares administrativas, multimillonarias exenciones que ellos compensaban patrocinando la Selección Colombia y todo tipo de “juergas”. Ahora al gobierno –léase a nosotros- le toca arreglar el desorden que deja la fiesta.

La sorpresiva baja de los precios del petróleo –que ningún economista vaticinaba hace un año- detonó una crisis en un sector boyante e incluso ostentoso que ahora anuncia recortes de producción, de gastos y –por supuesto- de personal. La operación es la más simple del capitalismo: buscar y sacar el crudo cuando se vendía casi por cinco veces el costo de producción era gran negocio, cuando el costo se acerca al precio de la venta ya no se justifica y en el caso de las empresas extranjeras es mejor empacar e irse con la “forja” llena producto de los años de bonanza.

La “fiesta” fue mejor que en otras partes porque aquí se les otorgaron por vía legales, e incluso por circulares administrativas, multimillonarias exenciones que ellos compensaban patrocinando la Selección Colombia y todo tipo de “juergas”. Ahora están recogiendo, incluso ya no insistirán en que les prorroguen el contrato de Campo Rubiales, para lo que pagaban lobistas de todo tipo hasta hace poco. Ahora al gobierno –léase a nosotros- le toca arreglar el desorden que deja la fiesta.

 

El Ministro de Trabajo Lucho Garzón reaccionó rápido para tratar de mitigar los efectos de los damnificados por la resaca. Calculan que unos 30.000 trabajadores quedarán cesantes. Se trata de personas a las que apenas les llegaron migajas de la francachela. Si bien tuvieron trabajo y era bien remunerado, su salario no se trepaba en proporción al aumento de los precios como para que hubieran podido –como lo hicieron los accionistas- ahorrar o invertir para el momento en que se apagara la música.

Nos enrostran que el sector petrolero le producía 32 billones de pesos al año a las arcas públicas, por regalías o por vía de impuestos, pero –claro- si ganaban, algo tenían que pagar, de todas maneras muchos menos de lo que debieron. Ahora pagarán menos aunque se quejan de la reforma tributaria, por la sencilla razón de que ganarán menos. No entienden bien el principio de progresividad tributaria porque siempre han hecho todo para que no les aplique.

Mientras Garzón dijo que iba a hacer lo que pudiera para proteger a los cesantes y consiguió incluso que los trabajadores anticiparan que podrían renunciar a parte de sus ingresos prestacionales, los empresarios pidieron “ayuda”, rebaja de impuestos y otros.

El Ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, dijo que está trabajando en un plan de choque que incluye hacer más ágil el licenciamiento ambiental y algunos beneficios tributarios para los petroleros. En realidad alguien ha debido ahorrar para cuando fuera la hora de apagar y lo hicieron los empresarios en el extranjero pero Cárdenas no propuso, qué se yo, un Fondo de estabilización social, por llamarlo de alguna manera, en el que se dejaran los dólares excedentes cuando el precio sobrepasara los 80 dólares el barril o algo así. Eso tendrían que haberlo diseñado con rigor los economistas, pero no lo hicieron. Ahora, a las volandas, ¡en Hacienda trabajan para dar beneficios tributarios a los empresarios y no a los trabajadores! ¿Por qué en vez de rebajar los impuestos no los destinan a un fondo de protección al cesante o algo así?

A los economistas ortodoxos y llenos de títulos, que hablan la mitad en inglés y la mitad en español, estas ideas les deben parecer traídas de los cabellos. Ellos tendrán mejores, como todas las que siempre nos conducen a alguna crisis que no son capaces de predecir.

Ojalá en este caso en el Gobierno atendieran más el sentido común de Garzón que las “modelaciones”, los indicadores y etc que con tanta arrogancia intelectual exhiben los economistas, mientras culpan de todos los males a los políticos y a los abogados.

Ya entre todos pagamos la crisis de sectores del agro que se vieron afectados por la tasa de cambio. Vender café, azúcar y flores con un dólar a $ 1.800 era casi hacerlo a pérdidas. Ahora el dólar se cotiza a $ 2.350, sorpresivamente porque los economistas no se lo esperaban. Incluso el Ministro Cárdenas hizo todo durante dos años para tratar de que pasara de 1.800 a 1.900 y no lo logró.

Los cafeteros recibieron billonarios subsidios estatales. Ahora han prendido la música, no tan duro como los petroleros: tienen una ética distinta, no les gusta hacer ostentación del dinero y seguramente serán más mesurados en los planes publicitarios. Los cafeteros han trabajado toda la vida para construir un capital, no se lo han encontrado de la noche a la mañana, pero pregunto ¿alguien estará pensando en cómo nos devuelven parte de los subsidios que recibieron, o al menos en cómo guardan una parte para que no nos tengan que pedir de nuevo cuando sorpresivamente baje el dólar o –también sorpresivamente- tengan que enfrentar un “Niño” o una “Niña”?

Solo en Mayo del año pasado, los caficultores recibían $ 400 mil pesos por carga y $160 mil de subsidio. Hoy la Federación la paga a $735 mil y están produciendo considerablemente más. ¿Dónde se queda esa bonanza? ¿Por ejemplo, a un recolector este año le pagarán 25 o 30 por ciento más que el año pasado? ¿Los transportadores recibirán más por fletes? ¿Dónde se quedan los $170 mil pesos de diferencia entre lo que reciben hoy y lo que recibían hace solo siete meses? ¿Podrán dejar alguito para cuando vengan las sorpresas que no consiguen predecir los economistas ni los meteorólogos?

Coletilla: Difícil imaginar algo más doloroso que la tragedia que vive el senador Antonio Navarro. Nada compensa semejante impacto, pero Antonio recibió solidaridad sincera y unánime de quienes lo conocemos, aún de quienes han sido sus contradictores. Después de firmar la paz en nombre del M-19 se ha ganado la admiración y el aprecio de todos por su lealtad con los principios que inspiraron ese acuerdo, por su apego a la democracia, por su sensatez.

Ojalá ese dolor, que no tiene nombre, como diría la escritora Piedad Bonnett que pasó por una tragedia parecida, pueda ser mitigado en algo por el cariño sincero que debe haber sentido en estos días. En las manifestaciones de solidaridad no había expresiones simplemente protocolarias sino manifestaciones espontáneas de afecto. Antonio y Marcela se lo han ganado.

Héctor Riveros Serrato es un abogado bogotano, experto en temas de derecho constitucional, egresado de la Universidad Externado de Colombia, donde ha sido profesor por varios años en diversos temas de derecho público. Es analista político, consultor en áreas de gobernabilidad y gestión pública...