Sin una fecha fija y aún sin una ley de sometimiento, el comisionado para la paz, Danilo Rueda, anunció el pasado viernes una mesa de diálogo con las estructuras armadas y criminales de Medellín. “Lo primero en esta fase es que diseñaremos los aportes frente a la reincorporación”, dijo Rueda en una rueda de prensa en la que aclaró que a pesar de no tener ese marco jurídico, en los diálogos se adelantaran negociaciones sobre desarme, desmovilización y reintegración (DDR).

Por ahora, según el Comisionado, el compromiso de las cerca de 12 organizaciones, que suman según el comisionado entre 12 y 14 mil integrantes, es cesar las hostilidades en los barrios y declarar la guerra al fentanilo: un opioide familiar de la heroína.

“En el proyecto de ley de sometimiento, en su versión actual, el Estado debe caracterizar a los grupos de crimen organizado para evaluar si cumplen ciertos requisitos. Pero un asunto retador es caracterizar a estos grupos porque sus estructuras y membresías son fluídas”, dice Santiago Tobón. “En sus condiciones actuales, la ley de sometimiento puede generar incentivos perversos: Si alguien de un barrio de Medellín se encuentra cumpliendo una condena y el grupo que controla ese barrio está en el proceso de sometimiento, se dan las condiciones para que esa persona trate de ingresar a ese grupo para beneficiarse. Sería muy difícil hacer una verificación juiciosa. El reto de caracterizar estas organizaciones y sus miembros es muy difícil cuando se tiene una definición tan tajante, como si se estuvieran caracterizando micro-, pequeñas- y medianas empresas.”

Tobón y Gustavo Duncan, de la Universidad Eafit de Medellín, junto a Christopher Blattman y Benjamin Lessing, de la Universidad de Chicago, y un equipo de Innovations for Poverty Action, llevan seis años intentando comprender estas estructuras. Han entrevistado en profundidad a una docena de líderes y mandos medios de estos grupos. También hicieron una encuesta a 7 mil residentes y negocios de estos barrios en 2019 para recoger información sobre cómo es la gobernanza de los combos: indagaron sobre el cobro de vacunas y extorsiones, y sobre cómo la gente percibe su legitimidad versus la del Estado.

Esta historia sobre las múltiples caras de los combos es el reflejo de esa investigación y de una entrevista a profundidad con Tobón. Forma parte de la Sala de Redacción Ciudadana de La Silla Vacía con Valor Público, el centro de pensamiento e incidencia de la Universidad Eafit.

Las múltiples caras de los combos

El origen de los combos: la mayoría de los combos existen desde finales de los años 80, inicios de los 90. Surgieron sin ninguna ideología, en medio de la explosión del crimen en Medellín, de pandilleros y sicarios que le prestaban servicios a Pablo Escobar y que tenían una ventaja comparativa para explotar un territorio.

Después de que matan a Escobar, se desata una guerra entre el antiguo grupo de La Terraza y la antigua Oficina de Envigado por el control de los combos de Medellín. La Oficina, bajo el liderazgo de Berna, salen vencedores y luego de un proceso de organización terminan conformando el Bloque Cacique Nutibara. Cuando durante el gobierno de Uribe se desmovilizan, Berna nombra sus delegados y les asigna el control de los combos de cada barrio. Esos delegados son en su mayoría los jefes actuales de las ‘razones’ o ‘bandas’.

La organización interna: la Alcaldía de Medellín y la Fiscalía calculan que en la ciudad existen diez grupos delictivos organizados (GDO) y 82 grupos de delincuencia común organizada (Gdco).

La investigación de Valor Público, en cambio, sugiere que existen 17 grandes grupos criminales —que en la calle en ocasiones se llaman ‘razones’— y que a su vez subordinan militarmente a más de 350 combos, que actúan en los barrios. Y calculan que hay entre 10 mil 12 mil jóvenes vinculados a estos grupos en Medellín, más o menos la misma cifra que da el Comisionado Danilo Rueda.

El jefe de cada ‘razón’, que normalmente está en prisión, coordina varios combos, que a su vez mandan en sus barrios.

Tampoco hay guerras para tomarse el barrio que ya controla otra ‘razón’. Después de que Berna fue extraditado por Uribe, se desató en Medellín una guerra a muerte entre los combos que se alinearon con Sebastián y con Valenciano, un líder criminal famoso, que controlaba unas rutas de narcotráfico en la Costa y tenía mucho dinero. Fue una época muy violenta en Medellín. Los homicidios pasaron de 34 por cada 100 mil habitantes en 2007 a 94 por cada 100 mil en 2009. La tasa de homicidios de hombres entre 15 y 28 años fue mayor a 500 personas por 100 mil, un nivel de violencia mayor al de muchos conflictos civiles.

A la postre, y después de miles de muertos, ganó Sebastián, pero tanto él como Valenciano fueron capturados. En todo caso, su victoria reconfiguró el crimen en Medellín porque después de eso no surgió ningún nuevo gran capo. “Parte de por qué Medellín es tan pacífico ahora es que no hay un gran jefe y esto los ha obligado a tener mecanismos de coordinación”, explica Tobón.

Aunque estos grupos no obedecen una ‘constitución’ como sí lo hacen algunas pandillas de Brasil, por ejemplo, la relación entre las ‘razones’ y entre ellas y los combos está regulada por normas implícitas que todos respetan para proteger su negocio de narcotráfico y mantener a las autoridades lejos del barrio.

Los jefes de las ‘razones’: los jefes de las ‘razones’ tienen en general más de 40 años, y son líderes criminales veteranos. La mayoría hicieron parte de la desmovilización del Cacique Nutibara y entraron como delegados de Berna. Algunos de esos delegados de Berna ya están muertos pero los jefes de las ‘razones’ son líderes criminales más veteranos.

La mayoría de los jefes de las ‘razones’ están en las cárceles, desde donde manejan todo el crimen de Medellín. Hace algunos años, por ejemplo, cuando la violencia en Medellín venía en aumento, un traslado de los jefes en las cárceles —posiblemente como una forma de castigo— terminó en instrucciones en las calles de Medellín para bajar la violencia. Al mes siguiente, Medellín registró el mes con menos homicidios en años.

El Comisionado de Paz ha hablado con estos jefes de ‘razones’ que no solo están presos sino condenados, en su mayoría por concierto para delinquir. De acuerdo con el proyecto de ley de sometimiento, si entran en una negociación saldrían de la cárcel un año después. Ese sería un gran incentivo para negociar. Otra cosa es que una vez afuera renuncien al negocio al lucrativo negocio. 

Los miembros de los combos: cada año entran a los combos entre 400 y 500 jóvenes, en su mayoría hombres. No hay reclutamiento forzado. Tampoco una ceremonia de iniciación, como las que hacen en El Salvador para admitir miembros a las pandillas de las Maras.

La mayoría de los pelados se acercan a los combos entre los 13 y 14 años, y su entrada se da de manera más orgánica; comienzan a hacerles un favor a los grupos, esconderles un arma o llevar un recado, y cuando menos piensan ya son miembros importantes del grupo. En promedio, el coordinador de combo tiene entre 25 y 30 años, casi todos con bachillerato y muchos con servicio militar.

En un proyecto relacionado, donde también participa Arantxa Rodríguez-Uribe de la Universidad de Princeton, se encuentran encuestando miles de niños en Medellín y ya han encontrado algunos patrones: los niños que están en más alto riesgo de reclutamiento son aquellos que más subestiman el valor de la educación, los que menor aversión al riesgo tienen, los que más estatus perciben de una vida en el combo, y los que cuentan con menor supervisión de sus familias, entre otros.  Aunque el reclutamiento se da en barrios de nivel económico medio y bajo, este no es un fenómeno que se concentre exclusivamente en la población de más bajos ingresos.

Normalmente, los que prestan seguridad andan armados; los que cobran extorsión no. Pero así no las usen, los combos tienen muchas armas guardadas. Es una especie de ejército de reserva. 

Aunque el reclutamiento se da en barrios de nivel económico medio y bajo, qué tan pobres son no es un factor determinante.

En principio, los miembros pueden salir del combo tan rápidamente como entraron. La excepción es si están metidos en el corazón del negocio de la venta de drogas u otros negocios sensibles. Ahí sí es más difícil salir. Pero si su labor es solo cobrar extorsiones, por ejemplo, posiblemente basta con pedir permiso al jefe para irse.

Así funciona la organización criminal: toda la organización criminal de Medellín gira alrededor de la venta de droga, que no es la única fuente de ingresos pero sí la principal. Y aunque los jefes de las ‘razones’ pueden participar a nivel personal en el narcotráfico internacional, la mayoría de lo que maneja la ‘razón’ es para el mercado interno. Al fin y al cabo, Medellín es la ciudad con el mayor consumo interno del país.

“El involucramiento de los grupos de Medellín en el narcotráfico internacional es menor hoy a lo que era hace dos décadas. La parte importante de la cadena la han cogido los carteles mexicanos y otros grupos en Colombia”, dice Tobón.

Cada ‘razón’ funciona como una firma independiente de las otras, aunque tienen sofisticados mecanismos de coordinación y de resolución de conflictos entre ellas.

Una ‘razón’ suele tener bajo su control varios barrios continuos donde operan los respectivos combos y con quienes tienen una relación de subordinación en la cadena del suministro de la droga. Los jefes de las ‘razones’ les dan instrucciones a los combos vía whatsapp desde las cárceles, les dan plata y les ponen toda la marihuana y la cocaína que se vende en esa plaza de vicio.

“Nadie puede vender heroína o bazuco”, explica Tobón. “Hay una regulación del mercado de las drogas que está en cabeza de las ‘razones’”.

Los combos solo pueden vender droga de su respectiva ‘razón’, salvo circunstancias excepcionales. Los jefes de las ‘razones’ mandan gente a comprar droga para supervisar que sí tengan las marcas de ellos y sus castigos a los desobedientes son muy violentos.

En un sector de la zona nororiental de Medellín, por ejemplo, hay unas alcantarillas muy grandes que suelen usar como calabozos. Si encuentran a un muchacho de un combo vendiendo ‘de contrabando’ droga de otra ‘razón’ lo meten ahí encadenado dos días.

Los combos tienen que vender al precio establecido por las ‘razones’. Si acaso, tratan de competir con los otros combos bajando la calidad del producto. En una ocasión, en el barrio Antioquia, al lado de la plaza de vicio más grande de la ciudad, a un combo le dio por bajar el precio. Todos los otros combos se quejaron con una de las dos razones que les presta ‘seguridad’ a las familias dueñas de la plaza del vicio y la razón forzó una negociación que condujo a que todos le bajaran el precio.

Barrio típico donde se implementaron intervenciones territoriales

El negocio: el jefe de una ‘razón’ puede ganar entre 4 mil o 6 mil millones de pesos al año. Un coordinador de combo puede ganar entre 5 y 10 millones de pesos mensuales.  Eso varía mucho, dependiendo del poder que tienen ‘razones’ y combos.

El negocio del combo es tener la capacidad coercitiva para ejercer el monopolio local de la venta de droga. Pero con eso asegurado, pueden diversificar sus ingresos. Entonces, varios tienen también el monopolio de la venta de arepas, de trago, de pipetas de gas, y extorsiones en las terminales de rutas de bus.

El hurto también está altamente regulado en Medellín. Si el combo se especializa en robo de autopartes de motos, los ladrones tienen que pedirle permiso al coordinador del combo del barrio y pagarle un ‘impuesto’. A cambio, si los cogen presos, el combo los protege en la cárcel.

“El coordinador se queda con el negocio más rentable”, explica el investigador. Y es muy rentable. Por ejemplo, están haciendo un edificio en uno de sus barrios y entonces el jefe del combo llega donde el constructor a ofrecerle “seguridad”. ¿El precio? Uno, dos o cinco apartamentos, dependiendo del tamaño del proyecto. Si se niega el constructor a pagar la extorsión, en ocasiones van y les disparan a los porteros de la obra. 

Su relación con la comunidad: la relación de los combos con las comunidades varía entre barrio y barrio. Igual, los combos tratan de congraciarse con la gente del barrio para que no los denuncien ante la policía.

“La gente los percibe como menos legítimos cuando hay plazas de vicio, y ellos tratan de compensar prestando un ‘servicio’ de vigilancia”, dice el investigador Tobón. “Son menos extractivos que las Maras de El Salvador”.

Los combos son con frecuencia llamados por la comunidad a que les solucionen problemas de violencia doméstica antes que la policía. Y pueden cobrarle al marido violento una multa de 500 mil pesos, pero sobre todo para evitar que los llamen todo el tiempo.

Y lo que es un hecho es que la extorsión por parte de los combos es generalizada. En la encuesta que hicieron los investigadores en 2019, encontraron que al menos 150 mil negocios y hogares dijeron que pagaban vacunas semanales. Un número exorbitante frente a las entre 200 y 400 denuncias que se registran al año por extorsión en la ciudad.

En algunos barrios, los hogares están obligados a pagar entre 2 mil y 5 mil pesos semanales; una tienda puede pagar hasta 10 mil pesos semanales y un negocio ya establecido hasta 200 mil o más.

Una conclusión interesante del último estudio de los investigadores “Gang Rule” es que en un barrio donde se vende droga, entre más acceso haya a servicios del Estado los combos ofrecen más ‘servicios’ a la comunidad para evitar llamar la atención de las autoridades. Si no hay venta de droga, entonces el combo se relaja y no tiene esta relación estrecha con la comunidad.

Su relación con las autoridades: los combos tienen una relación dinámica con las autoridades locales. Para los patrulleros de los cuadrantes es un reto complejo. Es que la relación es bien desigual: hay poco más de 200 cuadrantes de policías con dos patrulleros en promedio mientras que cada uno de los 350 combos tiene en promedio 25 o 30 jóvenes. Con la presión que reciben los patrulleros por generar positivos, en ocasiones terminan negociando con los combos una incautación o una captura. Seguramente, a un nivel más alto existe otro tipo de corrupción con las ‘razones’ pero los investigadores no se metieron a ese nivel.

Relación con la política: Los combos carecen de motivación política pero en elecciones en algunos barrios se movilizan para organizarles reuniones a candidatos y luego para sacar a la gente a votar; hay combos que tienen una corporación que recibe incluso plata del presupuesto para proyectos.

Incentivos para la negociación: Pocos. Los combos ganan mucha plata y tienen muy poco riesgo de ser capturados o de ser asesinados pues por la coordinación que existe entre las ‘razones’ hay pocos muertos. “Las condiciones de la negociación por parte del gobierno parecieran no anticipar un comportamiento estratégico por parte de los miembros del crimen organizado. No creo que sea mal intencionada la paz total, ni mucho menos, pero en sus condiciones actuales tiene muchos riesgos de no salir bien”, opina Tobón. “De convertirse en un plan de retiro para los cabecillas.”

Soy la directora, fundadora y dueña mayoritaria de La Silla Vacía. Estudié derecho en la Universidad de los Andes y realicé una maestría en periodismo en la Universidad de Columbia en Nueva York. Trabajé como periodista en The Wall Street Journal Americas, El Tiempo y Semana y lideré la creación...