Las promesas de reconstrucción de Santos no se cristalizan en Santa Lucía

 

Con la ola invernal, como con todo lo de su gobierno, Juan Manuel Santos ha sido muy optimista. Poco después de iniciada la tragedia dijo a la revista Semana que estaba convencido de que con ese estado de excepción se podía cambiar la historia. Y luego en mayo repitió que estaba empeñado en “hacer de la tragedia invernal que atravesamos no un viento desfavorable sino uno que nos conduzca a un país mejor que el que teníamos. Para nuestro gobierno son una prioridad los más de 3 millones 300 mil afectados que ha dejado. La reconstrucción de nuestro país se ha convertido en una misión no sólo del Gobierno sino de todos los colombianos”. Pues esa misión ‘histórica’, ese viento en popa y esa prioridad no se han visto en la reconstrucción de Santa Lucía, un pequeño pueblo del sur del Atlántico.

Las conclusiones de un estudio del Banco de la República son desalentadoras frente a los avances de la reconstrucción de este pueblo, uno de los más golpeados por la ola invernal. “La inundación desencadenó una situación de emergencia que desde hace ocho meses parece prolongarse indefinidamente”, dice el estudio.

El caso de Santa Lucía es particularmente difícil por las características de la inundación, la pobreza del pueblo y la ineficiencia de algunas entidades. Pero también es una muestra de las dificultades de la reconstrucción y de la lentitud de las acciones del Estado que prometió el presidente Santos.

Santa Lucía

Santa Lucía es un municipio del sur del Atlántico, que sufrió más que cualquier otro durante la ola invernal porque fue allí que Canal del Dique –que lo separa del departamento de Bolívar– se rompió de forma espectacular en diciembre de 2010.

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Así se veía Santa Lucía en enero, en plena emergencia invernal

Foto: Julián Lineros

El pueblo se inundó hasta el punto de que en algunas zonas había que transportarse en canoa.

Foto: Julián Lineros

Con la inundación de la cabecera municipal, algunos habitantes, especialmente los más pobres, armaron cambuches junto a la carretera, porque es una zona más alta.

Foto: Julián Lineros

El agua que entró del canal arrasó con todo a su paso. En dos días había inundado totalmente el pueblo y la laguna que se fue formando siguió creciendo. Finalmente anegó todo el territorio de Santa Lucía, de Suán y de Campo de la Cruz, dos municipios vecinos, además de buena parte de Manatí, Candelaria y Repelón.

El caso de Santa Lucía fue dramático. Según el estudio del Banco de la República, todos sus habitantes debieron desplazarse, unos a Barranquilla, otros a Soledad. Los que no tenían a donde ir terminaron refugiados en cambuches que hicieron arriba del terraplén que protegía al pueblo del Canal del Dique.

Todas las casas resultaron afectadas, todos los cultivos se dañaron, los campesinos perdieron cientos de animales. En un municipio de once mil habitantes que viven de la agricultura y la ganadería, 81 por ciento de los hogares reportó haber perdido ganado y 30 por ciento sus cultivos.

Antes de la inundación, Santa Lucía tenía un índice alto de necesidades básicas insatisfechas. Un 60 por ciento de sus habitantes clasificaban como pobres según este índice. Una cifra similar a la del Guainía en 2005, pero solo a un centenar de kilómetros de Barranquilla. Ahora su situación es peor.

Los problemas de la reconstrucción

Ocho meses después de la inundación en Santa Lucía, la reconstrucción no ha empezado. “Aún se pueden observar barrios inhabitables, viviendas destruidas y familias viviendo en refugios improvisados sobre la carretera” dice el informe. “El municipio aún se encuentra en una situación de calamidad”.

Aunque toda la población recibió ayuda humanitaria de emergencia, no hay en el horizonte perspectivas de que su situación mejore.

La reconstrucción se ha dificultado porque la inundación sigue, se ha invertido un porcentaje muy bajo de los recursos disponibles para la reconstrucción, las escuelas siguen cerradas, el canal de riego sigue inservible, la economía está paralizada y básicamente no hay quién se apersone del problema.

La gran obra de la reconstrucción en Santa Lucía, que era indispensable, fue el taponamiento del boquete en el Canal del Dique. Esta obra se hizo famosa por las dificultades en conseguir la maquinaria que la pudiera hacer y el tiempo que tardó. Pero aunque finalmente se logró, esto no acabó con la inundación del sur del Atlántico.

La inundación se mantuvo porque el agua no tenía a dónde ir. A diferencia de otras inundaciones que se dieron en las márgenes de ríos crecidos, bajaron cuando se acabó el invierno y los ríos volvieron a su cauce, en el sur del Atlántico el agua quedó empozada en miles de hectáreas. Fue solo gracias al tiempo, la evaporación y la filtración del agua al suelo, que la inundación fue bajando.

Pero no se ha retirado del todo. La laguna de oxidación de Santa Lucía, por ejemplo, sigue inundada. “Se podría decir que Santa Lucía no cuenta con servicio de alcantarillado, ya que las aguas negras se mezclan con las filtraciones de agua provenientes del Canal del Dique, las cuales recorren las calles del municipio”, dice el informe.

Lo que es increíble es que el Plan Departamental de Agua, fundamental para llevar a los damnificados agua y alcantarillado, sólo había ejecutado, para el momento en que el Banco hizo el informe entre julio y agosto, 300 millones de casi 31 mil millones disponibles.

Santa Lucía, y en general el sur del Atlántico, han sufrido por la poca ejecución de los recursos disponibles. Según el estudio, el Atlántico sólo ha gastado el 21,5 por ciento de los recursos asignados para atender la emergencia invernal. Solo Vichada, Risaralda, Boyacá y Cundinamarca han ejecutado menos.

Eso contrasta con la afectación: Atlántico fue el quinto departamento con más personas afectadas, con 175 mil damnificados, un 7,5 por ciento de toda su población.

En algunas áreas esta falta de ejecución es igualmente preocupante. Para todo el Atlántico, según el estudio, en junio de este año no se había ejecutado ni un peso de los que tenían los Ministerios de Vivienda y de Educación para la emergencia.

Hasta el 25 de julio, según un informe de Colombia Humanitaria, ninguna de las seis escuelas de Santa Lucía se había intervenido, ni en la emergencia inicial con dineros del Fondo de Calamidades, ni en la fase de reconstrucción con plata del Fondo de Adaptación. Es decir, la educación estaba abandonada.

Eso mismo dice el estudio, que suma a esa falta la del Ministerio de Educación, que tampoco había ejecutado sus recursos para la emergencia en el Atlántico. “La situación actual del sector educativo es crítica y evidencia la carencia de una gestión eficiente por parte de la Secretaría de Educación departamental”, afirma.

Así se veía Santa Lucía hace un mes. Aunque la inundación ha cedido en estos meses, el piso sigue encharcado y convertido en un lodazal en el que hay aguas negras. La mayoría de las casas siguen sin repararse.

Foto: Andrés Sánchez

Los cambuches junto a la carretera han sido el hogar de centenares de personas, que aún aspiran a volver a tener una casa. Así se veían hace poco más de un mes.

Foto: Andrés Sánchez

Hasta cuando se redactó el informe, ninguna de las escuelas estaba abierta para clases, que se estaban dando en otros lugares, sin los materiales adecuados. Las clases empezaron tarde y se dan en casas distantes entre sí y que fueron tan afectadas por la inundación como las escuelas que no se están utilizando por seguridad.

La economía paralizada

Como la economía de Santa Lucía es básicamente agropecuaria, la inundación –como dice el estudio- fue un “golpe de gracia” a un municipio pobre y con pocos ahorros para sobreponerse al totazo.

Una persona que ha estado recientemente en Santa Lucía le relató a La Silla Vacía que los pobladores están viviendo del rebusque. “Cultivan lo poquito que pueden, tratan de pescar algo”, dijo.

Y es que en una población tan pobre, el problema no es sólo lo que se perdió sino la dificultad para reemplazarlo. Los pobladores no tienen ahorros, y los que quizás tenían algo se lo gastaron para salir del pueblo y para sobrevivir en otros lugares. Agotada esa reserva y con los cultivos arruinados y los animales muertos, recuperar la economía local va a requerir un gran esfuerzo.

Un esfuerzo que se tiene identificado pero que aún no se ha hecho. La agricultura de Santa Lucía depende en buena medida del funcionamiento del distrito de riego Suán–Santa Lucía, que se vio afectado por la inundación. Sus canales quedaron llenos de sedimentos y, por ahora, son inutilizables.

La reconstrucción del canal, según el estudio, cuesta 2.170 millones de pesos. Y de ella dependen más de mil usuarios, que necesitan el riego para poder volver a cultivar las tierras cuando éstas finalmente se sequen.

Y se va para Barranquilla

Uno de los problemas que tienen los habitantes de Santa Lucía es que no tienen quién defienda sus intereses.

Según un conocedor de la situación consultado por La Silla Vacía “tan pronto se produjo la inundación, el alcalde se hizo el loco y se desapareció”. De hecho, el ministro de Transporte Germán Cardona ya lo calificó de negligente en el pasado por no proteger las obras, y un diario local escribió que “desde que inició la emergencia no han visto ni sombra del alcalde”. Lo cierto es que se fue para Barranquilla, pero esto dejó una sensación de desamparo entre los pobladores y un municipio acéfalo.

“El Atlántico no se encuentra preparado para atender eficientemente una emergencia como la sucedida”, afirma el estudio del Banco. Y dice que “una parte de dicha ineficiencia podría ser atribuida a factores institucionales”. Menciona la falta de metodología establecida, la selección de un constructor de viviendas sin experiencia específica y, sobre todo, la inexistencia de entidades pensadas para manejar este tipo de crisis.

Este es un problema que no se limita al Atlántico sino que, según el estudio, afecta a todo el país. Pero se agrava en el departamento por la falta de un gerente dedicado a manejar la emergencia invernal.

Y es que lo cierto es que aunque el presidente Santos escogió como el Zar de la Reconstrucción a Jorge Londoño, ex presidente del Banco de Colombia por ser uno “de los mejores empresarios del país”, su nueva ‘empresa’ aún presenta muchas falencias.

Colombia Humanitaria no ha publicado información consolidada de las obras que se han ejecutado. Publica informaciones fragmentadas, generalmente del dinero ejecutado y no en qué fue gastado.

Esta falta de información, de hecho, fue motivo de duras críticas en el Congreso. Citados a debate de control político por el representante Plinio Olano, Jorge Londoño, presidente de la Junta Directiva de Colombia Humanitaria afirmó que  las obras de reconstrucción “deben ser pensadas, analizadas y estudiadas, no apresuradas”. Y aunque eso tenga algo de razón, situaciones como la de Santa Lucía sin duda requieren más premura.

Fui usuario y luego periodista de La Silla Vacía. Tras más de una década haciendo de todo en esta escuela de periodismo, de la que fui director editorial, me fui a ser lector y SuperAmigo. Ahora me desempeño como redactor jefe de El País América Colombia.