No hay duda que la fuerza política que lidera el expresidente Alvaro Uribe se ha jugado sus posibilidades de éxito a que el proceso que se adelanta en La Habana fracase.

No hay duda que la fuerza política que lidera el expresidente Alvaro Uribe se ha jugado sus posibilidades de éxito a que el proceso que se adelanta en La Habana fracase. A Uribe le sirve que las Farc ataquen poblaciones, secuestren, maten policías para exhibir sus fotografías que abonen a su tesis de que Santos abandonó la política de Seguridad democrática e hizo concesiones a la guerrilla que significan la prolongación de la guerra. La misma que él necesita para hacer política.

A ese propósito le sirven los riesgos que se asumieron de negociar en medio de la confrontación. Cada vez que la guerrilla desafía a la sociedad colombiana con una destemplada declaración en La Habana o con un acto que deja más dolor en alguna parte del país pareciera haber motivos de celebración en las toldas uribistas.

Uribe no dudó un minuto en exhibir los cuerpos ensangrentados de dos policías brutalmente asesinados por la guerrilla, ni en “lamentar” el secuestro de otros dos en Pradera (Valle), se le pasaron los de Tumaco pero seguramente usará a los muertos de La Guajira. La campaña avanza.

Un proceso que termine con un portazo o uno mal negociado sería el escenario perfecto para enfrentar la reelección de Santos, aún con un candidato que hoy tenga menos del 3% de intención de voto y servirá para inflar la lista al Senado que encabezará el expresidente.

Santos y los que lo apoyan para su reelección ya se jugaron por la solución negociada con las Farc. El proceso hay que preservarlo. Hay que explicar porqué un acuerdo de cese del fuego bilateral significaría la posibilidad de una ventaja militar para la guerrilla que no queremos. Hay que explicar que los actos de violencia de la guerrilla ocurren no por el diálogo sino por el conflicto que se quiere terminar. Hay que explicar que la guerrilla está derrotada militarmente pero que conserva  capacidad de daño. Hay que explicar que al aceptar negociar con la guerrilla se le está reconociendo parte de legitimidad democrática para discutir con ellos temas de la sociedad colombiana. Hay que explicar que no se trata de pactar la rendición. Hay que explicar que estamos en este punto porque era el paso obvio después de los éxitos militares que le quitaron a la guerrilla cualquier posibilidad de lograr algo mediante la guerra. Hay que explicar que el uribismo también intentó negociar con la guerrilla y que incluso ofreció convocar una Asamblea Constituyente con representación de las Farc a cambio de la terminación del conflicto. Hay que explicar, no caer en la trampa de la retórica de la guerra.

Claro también hay que avanzar porque un proceso sin resultados en medio de los cadáveres exhibidos por Twitter no es sostenible. Ahí hay otra trampa porque cualquier acuerdo sobre el punto uno de la agenda, el del desarrollo rural integral, sin que simultáneamente se convenga la terminación del conflicto será interpretado como una claudicación. Ahí sí que habrá justificaciones para repetir que a la guerrilla se le está entregando todo a cambio de nada, que están definiendo nuestro modelo de desarrollo amparados en la violencia y etc, etc. Así que estamos frente a la paradoja de que cualquier avance que no signifique la cesación de la violencia transitoriamente no girará a favor sino en contra del proceso.

La Unidad Nacional está a prueba. Una coalición como la que construyó el Presidente Juan Manuel Santos solo se justificaba para tomar decisiones arriesgadas como la de adelantar un proceso de paz. No se trata solo de una coalición de partidos, sino de organizaciones sociales, de sectores de poder que fortalezcan por necesaria la solución negociada. En adjetivos contra la guerrilla siempre va a ganar Uribe, ese escenario es el lugar equivocado para el Gobierno.

El expresidente Uribe está como en el 2002, oponiéndose a un proceso de paz y esperando los réditos de su fracaso. Santos se la jugó por un proceso que no permitiera ventajas militares para la guerrilla para que la opinión no lo interpretara como un retroceso. En la comunicación parece estar ganando Uribe que cobra cada hecho de violencia y el Gobierno comete el error de jugar en la cancha del contrario.

Santos tiene poco tiempo para mostrar las bondades de las decisiones del primer año relacionadas con la ley de víctimas y restitución de tierras y para “traicionar a los de su clase” y “poner a chillar a los ricos” como ofreció, de lo contrario no habrá base social para sostener la apuesta de un proceso –que será largo- con la guerrilla.
 

Héctor Riveros Serrato es un abogado bogotano, experto en temas de derecho constitucional, egresado de la Universidad Externado de Colombia, donde ha sido profesor por varios años en diversos temas de derecho público. Es analista político, consultor en áreas de gobernabilidad y gestión pública...