Lo más importante que pasó en el 2010 es lo que no pasó
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La Corte Constitucional, con un fallo 7-2, tumbó el referendo reeleccionista y salvó la tradición repúblicana. |
La no reelección de Álvaro Uribe. Y no por ser él, sino porque la forma en que se resolvió la segunda reelección presidencial demostró que lo adquirido institucionalmente por el país era lo suficientemente fuerte para salvar la tradición republicana de Colombia.
La Corte Constitucional respetó la jurisprudencia fijada por la corte anterior. Y –algo no menos importante- el presidente Uribe acató el fallo. Así como los millones de colombianos que querían verlo cuatro años más en el país y que se contentaron con elegir a su sucesor.
Que esas tres cosas se dieran parecen obvias ahora, pero no lo eran hace un año. Como lo describió La Silla Vacía en el artículo “Así los uribistas están escribiendo el guión de la tercera elección”, bajo la teoría del Estado de Opinión, según la cual “la democracia de opinión es la fase superior del Estado de Derecho” para agosto de este año los uribistas estaban discutiendo varios planes B y C por si se hundía el referendo en el Congreso.
Estos iban desde convocar una consulta popular vía decreto o una Asamblea Constituyente a través de una especie de Séptima Papeleta hasta hacer valer los ‘cinco millones’ de firmas a favor del referendo (que en realidad fueron 3,9 millones pues las demás no eran válidas) porque como dijo el ahora Ministro de Defensa ‘la política no debe, no puede estar por encima de todo’.
Sin la decisión de la Corte y el acatamiento de Uribe y de los colombianos al fallo y a la Constitución, todo el esfuerzo de la Seguridad Democrática (y de años de constituir una democracia, así sea imperfecta) se hubiera echado por la borda.
Con una Corte de papel, un Congreso de bolsillo (sin hablar de un procurador y un defensor que sigue siendo invisible), una tecnocracia relegada, unos empresarios callados con exenciones y la mayoría de medios alineados con el poder seducidos por la promesa de un Tercer Canal, hoy muy seguramente Colombia sería considerado un ‘Estado fallido’. Estaría siguiendo el nefasto sendero de la Venezuela chavista, aunque con un populismo de derecha.
Que el país hubiera respetado las reglas de juego en la decisión política más importante que enfrentó en décadas es el hecho más importante del 2010.
El futuro
El reto para el próximo año es cómo institucionalizar la nueva gobernabilidad. Y como hacerlo con dos variables muy difíciles: las elecciones territoriales y el desastre invernal.
Desde que fue elegido, Juan Manuel Santos ha sabido capitalizar tanto el uribismo como el antiuribismo, creando una nueva coalición y un nuevo lenguaje, que mal que bien ha mantenido contentos a todos, salvo a los más radicales de ambos lados del espectro ideológico.
Pero el próximo año, las elecciones territoriales pondrán a prueba la fórmula de la ‘Unidad Nacional’ cuando esté en juego la nueva distribución del poder regional. Y ahí nuevamente, la incógnita es si el expresidente Uribe llegará hasta octubre formando parte de esa coalición.
Por primera vez en la historia reciente de Colombia, un expresidente decide jugar un papel activo en la política, y no tras bambalinas, como lo han hecho en el pasado los otros, sino en el barro (y en twitter). Con el poder de la opinión, y no de unos cuantos columnistas, sino la del pueblo que lo quiere, Uribe seguirá siendo una fuerza política decisiva el próximo año.
En principio, al expresidente le conviene montarse en la ola ganadora, que suele ser la del que dispone del presupuesto nacional. La pregunta es si ante la unión entre Cambio Radical y el Partido Liberal, Uribe provocará un rompimiento de la Unidad Nacional obligando a Juan Manuel Santos a tomar partido. Y si es así, ¿qué partido tomará el Presidente?
La respuesta no es obvia, porque estas elecciones se darán en medio de una reconfiguración de todo el sistema de partidos: si la U se mantiene unida; si los liberales absorben a Cambio Radical; si el Polo logra superar el descalabro de Samuel Moreno y la partida de Gustavo Petro; si los Verdes están a la altura de la ilusión que provocó su Ola; si el PIN sigue siendo un partido marginal o se convierte en el poderoso aglutinador de todos los pequeños movimientos mafiosos castigados en las pasadas elecciones.
De cómo se terminen decidiendo las reglas de esa nueva gobernalidad, dependerá que el país pueda superar el modelo caudillista uribista y transitar de la agenda de seguridad a la de prosperidad que propuso Santos.
No será fácil. Nunca es fácil hacer nada en Colombia diferente a vetar cosas, pero lo será menos por la tragedia invernal. El mayor reto político del próximo año es que el invierno no eche por la borda la agenda reformista que le propuso Santos al país en sus primeros meses de gobierno.
Con unas presiones fiscales inmensas, la promesa de restituirle las tierras y reparar a más de tres millones de víctimas –un paso ineludible para lograr algún día la reconciliación del país- ahora entrará a competir con la atención de emergencia a los damnificados del invierno.
Por eso el reto del país en 2011 es cómo convertir la crisis invernal en una oportunidad para finalmente hacer las reformas de fondo que se necesitan para sacar zonas enteras de la pobreza estructural en la que están hoy, incluyendo el permitirle a las víctimas reconstruir sus proyectos de vida.
Todo eso en medio de unas elecciones en las que los que perdieron en 2010 con lo que no pasó intentarán recuperar ‘el tiempo perdido’ en el 2011.