El presidente de Chile, Gabriel Boric, votando en el Plebiscito. Foto: Twitter de Gabriel Boric.

Ayer, el 61.8% de los chilenos rechazó en las urnas la Constitución que una Convención Constituyente convocada tras la explosión social de 2019 había puesto a su consideración. El proceso de convocatoria, discusión, debate público, y el resultado final, –una propuesta de Constitución muy progresista– deja lecciones para Colombia, ahora que el país se embarca en una era de reformas bajo el liderazgo del gobierno izquierdista de Gustavo Petro.

Principalmente, que para que los procesos de cambio profundo tengan éxito deben incluir y escuchar a todas las voces, más allá de hacer invitaciones nominales. Una lección que, por ahora, resuena de manera ambigua en el presidente Gustavo Petro. Por un lado, sobre el caso chileno Petro opinó que el rechazo significó que “Revivió Pinochet!”, un comentario que le restó legitimidad a los ganadores del plebiscito. Por el otro, en Colombia ha invitado a amplios sectores de la sociedad, incluyendo la oposición uribista, a discutir sus propuestas de cambio.  

Lo que pasó en Chile

Durante décadas Chile fue el mayor caso de éxito económico en América Latina, gracias a un modelo muy favorable al sector privado. Ese modelo se basaba en un principio constitucional conocido como el de subsidiariedad del Estado, según el cual siempre que el mercado pudiera operar con eficiencia en algún sector, ese espacio en ningún caso sería ocupado por el estado.

De ahí que Chile sea uno de los pocos países del mundo donde el agua es privada, y la salud y las pensiones son administradas principalmente por empresas no estatales.

Ese impresionante crecimiento económico no logró del todo cerrar las brechas de inequidad social, y en 2019, a raíz de un moderado incremento en las tarifas del metro de Santiago, estalló una revuelta social que paralizó al país durante semanas. El gobierno derechista de Sebastián Piñera, en acuerdo con todas las fuerzas políticas, logró sacar adelante una propuesta para canalizar ese estallido social y sus exigencias a través de una Convención Constituyente que asumió la misión de redactar una propuesta de nueva Constitución, con el propósito de reemplazar la que se había adoptado durante la dictadura de Augusto Pinochet, en 1980.

La Convención Constituyente, elegida democráticamente, tuvo una prevalencia de partidos de izquierda, grupos étnicos, independientes y activistas. “Fue un proceso en el que la derecha casi que se excluyó a sí misma, y la elección de la Convención tuvo una baja participación”, anota Yann Basset, profesor de ciencia política de la Universidad del Rosario.

El texto que finalmente salió de sus deliberaciones recogió sin mucho consenso las aspiraciones de esos grupos.

Gabriel Boric, que había sido de joven líder estudiantil, y luego miembro del Congreso, salió elegido como Presidente de Chile en diciembre de 2021, a hombros de esta ola progresista. Por eso, la aprobación del texto propuesto por la Convención era para Boric un punto esencial de su plataforma.

“Como Presidente, recojo con humildad este mensaje y lo hago propio. Hay que escuchar la voz del pueblo”, dijo el presidente Boric tras la derrota, que abre paso a una serie de escenarios que van desde convocar a una nueva Convención Constituyente, hasta continuar con la misma Constitución

Por qué la decisión de los chilenos impacta el debate en Colombia

Algunos de los temas de mayor controversia en Chile durante la campaña que culminó ayer, y que explican el abrumador rechazo final, resuenan con la agenda de cambio que propone el presidente Petro:

  • Género: El borrador proponía que en todas las instituciones públicas, sin distinción alguna, las mujeres ocuparan por lo menos el 50% de los cargos. En este sentido, habría sido la constitución más paritaria del mundo, pues la mayoría de las que tienen reglas sobre paridad la circunscriben al órgano legislativo o al gabinete. La redacción llevaba, según sus críticos, a que los hombres pudiesen ser minoría, pero en ningún caso las mujeres.
  • Autonomía indígena: Con una redacción muy parecida a la Constitución colombiana de 1991, el proyecto chileno establecía el principio de la plurinacionalidad, reconociendo autonomía jurídica a los pueblos indígenas. Los defensores de este punto trajeron a colación las experiencias canadienses y neozelandesas, pero los críticos lograron persuadir a una gran mayoría de votantes que este punto rompería la unidad de la nación chilena y el principio de igualdad ante la ley. Dentro de esta discusión general, también apareció el tema de las consultas previas para proyectos de infraestructura y de minería, bien conocido en Colombia.
  • Minería: La actual constitución chilena establece que todos los minerales que hay en el subsuelo deben ser explotados por la vía de contratos de concesión. El borrador rechazado ayer proponía que la regla sobre si dar en concesión o no un yacimiento minero fuera una decisión de la legislación ordinaria. En este, como en otros puntos, el debate se centró sobre la “incertidumbre” de dejar temas tan importantes a futuras y cambiantes mayorías en el Congreso.
  • Seguridad social y el sector privado: El borrador redactado por la Convención chilena proponía declarar a Chile como un estado social, lo que se interpretaba como una derogación del principio del estado subsidiario. Según muchos, esto ponía en peligro la participación del sector privado en áreas como la salud, las pensiones y la educación, pero ninguna constitución social ha impedido esa participación. Eso es tema que se define a través de leyes, pero el temor al cambio influyó en el resultado de ayer.

Además de los contenidos que encuentran un reflejo en la propuesta de Petro, también hay advertencias sobre la teatralidad del proceso, un factor que pesó en Chile. 

En la forma me refiero no solo al lenguaje del texto, sino como fue su proceso de redacción, marcado por las payasadas y escándalos de una parte de los constituyentes. Esto ha ensuciado el trabajo de la CC y ha sido gasolina para el Rechazo.

Cuatro imágenes que lo reflejan: pic.twitter.com/T5WOIRbGLW

— Jaime Bordel (@jaimebgl) September 5, 2022

Se trata de formas a las que miembros del Pacto Histórico de Petro, donde hay influencers y activistas, también han acudido.

Las lecciones de Chile para Colombia

En Colombia el Gobierno Petro apenas arranca, y, hasta ahora, en el papel su agenda de reforma está atada a proceso de diálogo social profundos. En ese sentido ha planteado construir el Plan Nacional de Desarrollo a partir de acuerdos vinculantes en regiones, por ejemplo.

“Una lección valiosa de la experiencia chilena es la necesidad de entablar diálogos más simétricos, invitar a todos los puntos de vista que parecen tan opuestos”, dice Carolina Cepeda, profesora de relaciones internacionales en la Universidad Javeriana.

Para Cepeda “hubo un triunfalismo a la hora de votar la Convención”, donde luego las visiones minoritarias de otros sectores fueron derrotadas. A la luz del proceso Chileno, ese tipo de diálogos no deberían excluir a sectores antagónicos al Gobierno.

Yann Basset, profesor de ciencia política de la Universidad del Rosario advierte sobre los riesgos de hacer paralelismos entre Chile y Colombia. Sobre todo, por la situación particular de una constituyente que vive Chile, frente a un proceso de reforma que se propone en Colombia. “Son profundidades de cambio totalmente distintas”, anota. Sin embargo, tras la reacción de Petro al rechazo de la Constitución en Chile, Basset dice que “como presidente de la República uno no puede andar comentando procesos electorales ajenos con tanta imprudencia”. 

Desde el 2021 soy el editor general de La Silla Vacía. Estudié filosofía en la Universidad Nacional, luego hice una especialización en periodismo en Los Andes y una maestría en comunicación en la Universidad de Georgetown. He trabajado en TV, radio y prensa.

Abogado, especialista en relaciones internacionales, experto en salud e infraestructura.