El enfrentamiento de Vicky Dávila y Hassan Nassar pone en evidencia la estrategia de medios de la Casa de Nariño, agrieta otro huevito del Uribismo y pone en evidencia los riesgos del nuevo modelo de Semana
El enfrentamiento de Vicky Dávila y Hassan Nassar hoy al mediodía desnuda la estrategia de medios de la Casa de Nariño, agrieta otro huevito del uribismo y pone en evidencia los riesgos del nuevo modelo de Semana.
El programa de Vicky en Semana comenzó con una entrevista de rutina de la periodista al vocero del Presidente sobre el polémico viaje de la Primera Dama, sus tres amigos, tres compañeros de la hija y sus mamás a Armenia para celebrar el cumpleaños de la hija del Presidente en el parque recreativo Panaca.
Ante la pregunta de Dávila sobre si estaba justificado ese viaje de civiles en el avión presidencial, Nassar explicó que obedecía a razones de seguridad de la familia presidencial. Cuando ella contrapreguntó por los invitados, comenzó este enfrentamiento:

Utilizando la estrategia de que la mejor defensa es el ataque, Hassan le preguntó a Vicky sobre si ella llevaba a veces a los amigos de sus hijos en el carro que, por seguridad, le presta la Unidad de Protección. Ella pidió no llevar el tema a lo personal, pues, al fin y al cabo, estaban hablando del Presidente.
Entonces, él sacó el as que llevaba bajo la manga. Y le criticó la “hipocresía” de los periodistas que atacan a la Primera Dama por este viaje cuando ellos viajaron en el pasado en el avión presidencial, como Vicky.
No fue un ataque personal improvisado. Llevaba el papel en la mano con la lista de los periodistas que durante el gobierno Santos viajaron con sus parejas en el avión presidencial, como Vicky.
Vicky viajó invitada por el presidente Santos a la canonización de la Madre Laura, con su esposo. No solo lo hizo ella (que en todo caso fue una de las periodistas más críticas de Santos) sino varios de los directores de medios más importantes del país, que con sus parejas viajaron a este evento y a otros internacionales con el anterior presidente.
La acusación de Nassar desnudaba la cercanía de los medios tradicionales al poder y también que los estándares que los periodistas aplicamos a los otros no siempre los respetamos.
La periodista explicó que había ido a cubrir el evento, pero cuando Hassan hizo énfasis en el marido que la acompañó se desató una pelea totalmente personal.
Vicky, que había sido jefe de Hassan en la FM y que fue reemplazada por él en cargo cuando fue despedida, se descontroló y comenzó a insultarlo: lo llamó fracasado, trepador, cobarde, inepto, tipejo peludo, cosa, Tarzán, bárbaro, badulaque, patán y Archibaldo (por los muppets, supongo).
Obviamente, el episodio tuvo un tráfico inmenso, fue tendencia en twitter todo el día y se convirtió en una fábrica de memes y stickers.
Más allá del chisme periodístico y del humor que desató en redes, el incidente pone al desnudo varias cosas.
La primera, y más grave, es la estrategia de ‘comunicaciones’ que utilizó el Consejero de Duque.
La estrategia del Gobierno
Hassan Nassar ha sido un exitoso periodista, que ha labrado una carrera reconocida desde que arrancó en NTN 24, pasó por Cable Noticias con el programa de opinión 360 grados. Después lideró En Jaque en Red+ y de ahí salió para la FM.
En todos sus programas, Nassar se caracterizó por sus preguntas agudas y por ser un periodista con posiciones de derecha y crítico del gobierno de Santos, una excepción en el sector periodístico donde la mayoría de periodistas y opinadores son más de centro izquierda.
Cuando el Presidente anunció en diciembre del año pasado su llegada a la Casa de Nariño, la expectativa es que Nassar llevara al cargo su olfato político y su conocimiento de los medios para solucionar el problema de comunicaciones al que el mismo Presidente atribuía sus problemas de popularidad.
Antes de arrancar oficialmente el 7 de enero, Hassan se enfrentó por twitter con el humorista Daniel Samper Ospina, al que le sacó en cara un contrato que tuvo la esposa del periodista con el gobierno Santos, un incidente que mostraba que aún no había asumido la vocería oficial.
El nombramiento del nuevo gurú de comunicaciones del gobierno es un gesto de reconciliación: un puente para que nos unamos y comprendamos que el maltrato a quienes no piensan como nosotros, jamás será premiado (y menos con mermelada). Bien, Presidente. #LaLenguaEsElAzoteDelDuque pic.twitter.com/BYa8je7vY2— Daniel Samper Ospina (@DanielSamperO) December 14, 2019
Pero hoy, ya estaba actuando no solo en calidad de funcionario público, sino en representación del Presidente. En otras palabras, hablaba el Presidente Duque a través suyo, pues esa es la definición de vocero.
El Presidente es siempre respetuoso en sus interacciones públicas con los periodistas y nunca pierde el control. Incluso cuando los periodistas lo tratan de títere, lo caricaturizan o lo menosprecian. Sin embargo, alrededor de su gobierno se ha ido tejiendo una imagen de censura, una percepción que refuerza la estrategia usada por su jefe de comunicaciones hoy de usar información de Presidencia para sacarle los trapitos al sol y acallar una pregunta válida de un periodista.
“Este gobierno no está dando buenas señales de respetar a la prensa”, dijo a La Silla Jonathan Bock, director encargado de la Fundación para la Libertad de Prensa.
Bock hace referencia a varios incidentes. El primero es el retiro arbitrario del programa Los Puros Criollos de la parrilla de contenidos de Señal Colombia. La liga contra el Silencio reveló una grabación en la que Juan Pablo Bieri, el gerente de RTVC de Duque, revelaba su intención de sacar del aire el programa en retaliación por las criticas que unos días antes había hecho el director del programa Santiago Rivas a un proyecto de ley promovido por el Ministerio de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones.
La movida de Bieri fue criticada por la Flip como un acto de censura y tras la ola de críticas, Bieri renunció a su cargo. Un año después, Duque lo reenganchó como asesor de su mano derecha Maria Paula Correa.
El segundo incidente ocurrió el año pasado en Barranquilla. Después de que un periodista del diario barranquillero El Heraldo le preguntó a Duque por el bombardeo a una disidencia en la que murieron menores reclutados a la fuerza en Caquetá y éste respondió “¿De qué me hablas, viejo?”, la avanzada del Presidente, según denunció el periodista, lo agredió físicamente. Y la alta consejera para las regiones, Karen Abudinen, una de las personas más cercanas a Duque, le pidió que borrara el video y las fotos que había hecho.
Frente a este incidente, la Flip le pidió en una carta a Duque que se manifestara en contra de este segundo acto de censura, carta que el Presidente ignoró; también ignoró otra más en la que la Fundación que defiende la libertad de prensa le pidió manifestarse a raíz del exilio de unos periodistas que fueron amenazados.
El tercer incidente es lo que se ha llamado “la bodeguita uribista” , denunciada también por La Liga contra el Silencio en días pasados. A partir de una chiva de La Silla Vacía, este grupo de periodistas rastreó la actividad en redes de un grupo de Whatsapp, liderado por dos funcionarios del gobierno de Iván Duque e integrado por varios uribistas, que diseñó estrategias en redes sociales para posicionar entre otras cosas campañas contra el canal Noticias Uno. Uno de esos funcionarios, el entonces consejero Víctor Muñoz, es todavía parte del círculo más íntimo del Presidente en la Casa de Nariño.
Y el último, y más escandaloso, es la persecución por parte de miembros del Ejército al periodista de Semana que investigó las chuzadas ilegales del Ejército bajo el general Nicasio Martínez, entonces comandante del Ejército, un incidente respecto al cual la actitud del gobierno fue no solo defensiva sino que Duque despidió al general como un héroe de la patria.
Como en el gobierno de Álvaro Uribe fue una práctica común la estigmatización de periodistas críticos del Presidente, e incluso su organismo de inteligencia DAS chuzó ilegalmente a algunos reporteros, que este gobierno -también uribista- apele a esta estrategia de ataque personal a un periodista que le hace preguntas incómodas es preocupante.
Más preocupante aún porque el Presidente no ha desautorizado lo que hizo su consejero de comunicaciones, con lo cual queda claro que Duque se sintió interpretado por su vocero.
Quizás apeló a la agresión porque la pregunta de Vicky cuestionaba el discurso de austeridad que ha defendido Duque como una de sus banderas, y que ha sido un caballito de batalla de su partido, el Centro Democrático, y de su mentor Uribe, que durante los últimos ocho años señaló el despilfarro de recursos por parte del gobierno Santos en pauta oficial, eventos y viajes. Para la muestra un botón:
Ojo a lo que dijo el presidente @IvanDuque el 3 de noviembre de 2018, a propósito de que usa el avión presidencial para las actividades personales del círculo cercano a su familia: pic.twitter.com/mXmWV0h2En— Julián F. Martínez (@JulianFMartinez) February 11, 2020
Ese caballito de batalla también había sido el de Hassan como periodista. Cuando el hijo del presidente Santos, Martín, fue a Anapoima en el helicóptero presidencial con amigos, Hassan -como muchos uribistas- se fue lanza en ristre en contra de Santos, un trino que obviamente hoy se le devolvió.
#AviónPresidencialEsPara este es Hassan Nassar el vocero de Duque. El que habla de hipócritas. Indigno! pic.twitter.com/UaOyVALad4— Vicky Dávila (@VickyDavilaH) February 11, 2020
La nueva cara de Semana
Por el lado de Vicky, insultar a un entrevistado está por fuera de cualquier cánon periodístico.
Los casos de enfrentamientos personales entre periodistas y sus entrevistados ha sucedido en el pasado. El embajador en Washington Pacho Santos se enfrentó no hace mucho a Julio Sánchez Cristo en la W; Claudia López tuvo tremendo agarrón con el director de Blu Radio Néstor Morales; y Darío Arizmendi, de Caracol Radio, se trenzó en una pelea personal con el entonces candidato Gustavo Petro. Pero ninguno en términos tan bajos como los utilizados hoy al aire por la periodista.
El tema habría sido menos noticioso si no fuera porque lo hacía la nueva cara de la revista Semana, una marca que se ha identificado a lo largo de los años con la mesura, con una intención -o por lo menos pretensión- de objetividad y en el que la elegancia y el equilibrio del tono han sido su sello.
Con los cambios en la propiedad del medio, y el liderazgo que ha asumido su nuevo propietario Gabriel Gilinski, la revista ha dado un giro alrededor del nuevo canal digital que liderará Vicky Dávila y que estrenará la próxima semana como una audaz apuesta del medio.
Es una estrategia basada en la transmisión en vivo, en la exacerbación de las emociones y el drama y en el uso de periodistas celebridades, que puede ser muy rentable económicamente para un modelo de negocio que apunta a generar suscripciones, tráfico con pauta asociada y monetizar los datos de la audiencia. Pero que, por esto mismo, es más riesgosa para la reputación de una revista construida sobre otro tipo de periodismo dirigido principalmente a enriquecer el criterio de la élite.
Vicky se disculpó con los oyentes, dijo que la audiencia no tendría que haber presenciado ese tipo de enfrentamiento, pero se ratificó en que Nassar no estaba a la altura de su cargo. “Qué bueno que esto que pasó hoy no haya ocurrido, pero esa no puede ser la estrategia del Gobierno”, dijo la periodista a La Silla cuando la llamamos. El consejero presidencial quedó de devolvernos la llamada pero hasta el momento de publicar esta historia no lo había hecho. El Presidente Duque, por su parte, hasta el martes a la media noche, no se había distanciado de su vocero.