El cese bilateral es un primer logro significativo de las conversaciones con el ELN. Pero aún así, varios protagonistas de esa mesa tienen pocos incentivos para una negociación que conduzca a su desarme. Especial de La Silla Vacía.
Este domingo arrancó el cese bilateral de fuego y hostilidades con el ELN que irá hasta el 9 de enero de 2018, el primer logro con un impacto real para los colombianos que tienen las conversaciones con esta guerrilla de inspiración cubana desde que arrancaron los contactos exploratorios en 2014.
Para el cese bilateral transitorio el ELN se comprometió (por fin) a suspender el secuestro, el reclutamiento de menores, las minas antipersonales y los ataques a la infraestructura y el Gobierno se comprometió a fortalecer el sistema de alerta tempranas para -principalmente- combatir de manera más eficiente a las bandas criminales, a mejorar las condiciones de los elenos recluidos en cárceles y a despenalizar la protesta social. Ambas partes se comprometieron a mantener una comunicación fluida para evitar la confrontación armada.
La verificación de 50 observadores de la ONU y de las parroquias en las zonas donde el ELN tiene influencia garantizarán que estas obligaciones se cumplan.
Las hostilidades económicas no están incluidas, por lo cual, la extorsión por parte del ELN y la minería ilegal y el narcotráfico continuarán, y el Estado podrá capturarlos si los encuentra cometiendo este tipo de actividades ilegales.
Lograr que este cese se cumpla será todo un desafío por varias razones. Porque exigirá una unidad de mando que los jefes del ELN no han demostrado tener hasta ahora; porque las tropas no estarán concentradas y se estarán moviendo por territorios donde hay otros actores armados como las disidencias de las Farc y las bandas criminales; y porque implementar las alertas tempranas como se deriva del acuerdo de cese bilateral será prácticamente imposible en el corto plazo, lo que dará pie muy seguramente para que el ELN diga que el Gobierno está incumpliendo el pacto.
Aún con estas dificultades, este cese bilateral es un primer paso significativo para una negociación que no ha avanzado nada en los casi dos años que han transcurrido desde que se anunció la agenda de las conversaciones. Y sin demeritar el alivio que podría representar para campesinos en zonas como el Chocó, asediado por el ELN, la falta de incentivos que tienen varios de los actores decisorios de la negociación con esta guerrilla no permiten demasiado espacio para el optimismo. Sobre todo porque el cese ‘mejora’ la alternativa a la negociación de los más reticentes.
La Silla Vacía, con el apoyo de la KAS, realizó este especial sobre la negociación con el ELN, que permite en esta primera entrega, ver quiénes son los verdaderos protagonistas de esta mesa de conversaciones (puesto que el ELN aún no ha tomado la decisión de negociar para llegar a su desarme), cuáles son sus incentivos para negociar, y las alternativas que tienen si no lo hacen.