Siguiendo nuestro especial de los Súper Poderosos, La Silla identificó quiénes son las diez personas que más capacidad tienen hoy de incidir en la transformación del sector rural o en bloquear cualquier cambio significativo. En otras palabras, quiénes deberían comprometerse con el gran pacto agrario convocado por Santos para que no quede en el papel.
El próximo 12 de septiembre se lanza el gran Pacto Nacional Agrario, que es la iniciativa de Juan Manuel Santos después de los paros para redireccionar al sector rural. “Con el nuevo pacto nacional agrario se busca fijar pautas concretas para que se traduzca en acciones determinadas, en proyectos de ley, en decisiones de presupuesto”, explicó el Presidente.
Siguiendo nuestro especial de los Súper Poderosos, La Silla entrevistó a un ex ministro, dos senadores, un ex viceministro, tres expertos en tierras, un alto funcionario del Gobierno, un alto funcionario del sector, tres líderes gremiales y un líder de la izquierda para identificar quiénes son las diez personas que más capacidad tienen hoy de incidir en la transformación del sector rural o en bloquear cualquier cambio significativo. En otras palabras, quiénes deberían comprometerse con ese gran pacto para que no quede en el papel.
No fue una selección fácil pues si bien hay gente que tiene mucho poder en el campo, éste está bastante territorializado y fraccionado. Por ejemplo, hay terratenientes muy poderosos pero cuyo poder no se siente más allá de sus departamentos. También hay personas muy poderosas en cada sector productivo -como los Dávila Abondano en el sector bananero, Jaime Abraham Murra en el arrocero o Jenaro Pérez entre los lecheros de Antioquia- pero que no alcanzaron a entrar en una clasificación nacional.
Y se quedaron afuera organizaciones del agro que en el pasado fueron poderosas y representativas, como la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), la Federación de Cafeteros o la Anuc, que ya no reúne a los pequeños agricultores como hace dos décadas.
Curiosamente, tampoco fue mencionado ningún funcionario del Gobierno encargado del agro dentro de los súper poderosos, posiblemente -en parte- a la interinidad en la que está el Ministerio.


Luis Carlos Sarmiento
El hombre más rico de Colombia es un super poderoso del campo no sólo porque ha venido comprando tierras y tiene proyectos agroindustriales en la Altillanura, sino porque -como dice una de las fuentes consultadas- “la banca tiene una deuda histórica para hacer penetración financiera en el campo y poner a los pequeños productores en la senda de la productividad”. Con lo que cualquier cambio en el modelo del campo depende en parte del sector financiero, donde él es el principal jugador.
Sarmiento no es uno de los mayores terratenientes en el país, pero su poderío se refleja en la capacidad que tiene de que sus preocupaciones sean vistas en Palacio como temas urgentes. Por ejemplo, cuando estalló el debate sobre la apropiación irregular de antiguos baldíos y congresistas del Polo denunciaron que una de sus tierras en el Meta tenía ese origen, El Tiempo -de su propiedad- sacó un editorial advirtiendo sobre la inseguridad jurídica y los “falsos dilemas” que amenazan las inversiones en el campo.
Y su abogado de cabecera, el ex ministro Néstor Humberto Martínez, se convirtió en el asesor de facto del Gobierno en el polémico proyecto de ley de los baldíos y, como contó La Silla, ha defendido la tesis de que los empresarios que habían hecho esas compras no podían saber que estaban saltándose los topes legales que les ponía la Unidad Agrícola Familiar (UAF).
En total, Corficolombiana -una de sus empresas- posee más de 12 mil hectáreas de palma y 4 mil de caucho en el Meta, el cultivo de su tipo más grande de América Latina.


Los Caicedo y los Éder por los azucareros
Los Éder (Henry y Harold, dueños de Manuelita), los Caicedo (dueños de Riopaila y de Castilla) y el Grupo Ardila Lülle son los más poderosos del sector de la caña, que es a su vez el sector productivo con más peso político en el campo colombiano.
Ambos ingenios tienen tierras en el Valle del Cauca y en los últimos años han venido incursionando también en cultivos de palma en la Altillanura, abriendo un nuevo frente de inversión en biocombustibles. Manuelita tiene 37 mil hectáreas entre Meta y Casanare, mientras que Riopaila tiene las 40 mil hectáreas en Vichada que se convirtieron en el epicentro del debate sobre las compras de antiguos baldíos saltándose los topes legales.
El poder de lobby de los azucareros ha sido muy efectivo, como lo muestran el TLC con Estados Unidos o la Alianza del Pacífico, en los que lograron proteger el azúcar en los tratados, excluyéndolo del segundo e incluynéndolo en condiciones muy ventajosas para ellos en el primero. Al frente de ese lobby ha estado Asocaña, donde la voz cantante la llevan los industriales del sector y no tanto los cultivadores de caña. Este gremio, que dirige Luis Fernando Londoño Capurro, tiene también influencia en la SAC -cuya junta directiva preside-, el Consejo Gremial Nacional y la Andi.


Carlos Murgas, Jens Mesa y los palmicultores
Los palmicultores tienen menos influencia que la que tenían durante la presidencia de Álvaro Uribe, pero siguen siendo uno de los sectores con más peso político en el agro y ahora tienen un MinAgricultura que viene de allí.
Y entre ellos sobresale Carlos Murgas, que fue ministro de Agricultura de Andrés Pastrana y es conocido como el “zar de la palma” por las 44 mil hectáreas sembradas que tiene su grupo Oleoflores en Cesar, Bolívar y Norte de Santander. Murgas fue uno de los pioneros de los proyectos de asociación con campesinos que ahora Rubén Darío Lizarralde -también un reconocido palmicultor y ex gerente histórico de Indupalma- intentará impulsar desde el Ministerio de Agricultura.
La voz del gremio la lleva Jens Mesa, el presidente de Fedepalma desde hace más de dos décadas y su figura más visible. En su junta directiva están la mayoría de sus grandes jugadores, como las familias Dávila Abondano y Lacouture, el nuevo MinAgricultura, Murgas o el santandereano César de Hart.


Sergio Jaramillo
Como responsable de la “ruta mental” del proceso de paz, el Alto Consejero de Paz de Santos logró identificar la transformación del campo como el eje de la negociación con las Farc junto con crear las condiciones para el ejercicio democrático de la oposición en Colombia.
Si el proceso de paz funciona y las Farc abandonan las armas, la fase de implementación del proceso de paz ideada por Jaramillo y cuyas bases ya se están sentando desde su Oficina será de lejos el motor más revolucionario que podrá tener el campo.


Andrés Gil y Marcha Patriótica
A pesar de contar con figuras conocidas como Piedad Córdoba o Carlos Lozano, es la base campesina de Marcha Patriótica la que más poder de movilización social tiene hoy en el campo, como lo demostró el paro en el Catatumbo y como lo está mostrando esta segunda fase del paro agrario en el suroccidente del país. Como dice una fuente consultada por La Silla, “se han ganado su puesto en este nuevo escenario de movilización agraria”.
Parte de esa fortaleza la explica su cercanía con Fensuagro, uno de los mayores sindicatos agrarios, y con el movimiento de zonas de reserva campesinas, reunidas en Anzorc. Su figura más visible en los últimos meses ha sido César Jerez, el líder campesino de la reserva del Valle del Río Cimitarra que ganó el Premio Nacional de Paz en 2011 y que se convirtió en vocero -y rostro- de los campesinos del Catatumbo (pese a que no vive allí). Pero quien juega un papel aún más decisivo es Andrés Gil, otro líder histórico del Río Cimitarra que es el enlace entre Marcha y los grupos campesinos.


Las Farc
El control que ejercen las Farc sobre amplias zonas de territorio y su rol histórico en el despojo de tierras -junto con los paramilitares- significan que cualquier transformación del campo pasa necesariamente por ellas también.
En estos momentos, las Farc están, al tiempo que negocian en La Habana, explorando escenarios de incidencia, viendo qué eco tienen sus ideas, cuánta gente logran movilizar y midiendo su capacidad política. Están, como dice un ex alto funcionario del Gobierno, “viendo si la piscina tiene suficiente agua para nadar”.
Como contó La Silla, para la guerrilla sería insostenible cualquier acuerdo de paz que solucione su problema pero no el de las comunidades cocaleras que han vivido bajo su control y que constituyen su base social más firme. Eso significa que para atacar el primer eslabón de la cadena del narcotráfico y transformar las condiciones productivas de esas zonas hay que contar con las Farc.


Álvaro Uribe y José Félix Lafaurie
El ex presidente aparece entre los súper poderosos más que nada por su capacidad de influir en la manera cómo piensa una parte muy importante de los grandes y medianos productores del campo, que podrían obstaculizar cualquier reforma verdaderamente progresista en el campo ya sea viniendo de La Habana o del Pacto Agrario.
Y por su visión crítica de las negociaciones en La Habana, uno de cuyos ejes es precisamente la transformación del sector rural. “Su posición política refractaria contra los cambios rurales pueden ser un obstáculo serio”, dijo una fuente experta en el agro.
La opinión del ex presidente tiene mucho juego principalmente en gremios como Fedegán, dirigido por José Félix Lafaurie, quien suena como precandidato presidencial azul. En los últimos años, el gremio ganadero le ha venido apostando a un ambicioso proyecto que, con el apoyo del Banco Mundial, busca reconvertir el hato ganadero de la ganadería extensiva -y más improductiva- hacia un modelo en el que se mezcla con el cultivo de bosques nativos para hacerla más intensive y sustentable, y de paso apostarle al ‘capitalismo verde’ de los incentivos forestales.
Lafaurie también ha dicho que los ganaderos estarían dispuestos a “aportar” a la paz diez millones de hectáreas. Si lo que reconvierten no es un “desenhuese”, esto permitiría hacer más productiva la tierra, que es uno de los grandes problemas del campo colombiano, uno de los ejes de la negociación con las Farc y uno de los factores más importantes en la transformación del campo.


Las Dignidades
Buena parte de los sectores campesinos en el paro agrario pertenecen a las ‘Dignidades’, una serie de “movimientos emergentes” de pequeños y medianos productores que se han venido articulando en las últimas semanas, que en poco tiempo han asumido la voz de un sector que no tenía mayor visibilidad desde los años más fuertes de la Anuc y que han logrado poner el campo en la agenda nacional. Varias de ellas tienen vínculos con el Moir, el ala del Polo Democrático que lidera el senador Jorge Robledo.
La primera de ellas fue Dignidad Cafetera, que organizó el paro cafetero de febrero y cuya convocatoria fue el motor original del paro actual. Ese “tal paro que no existía”, según Santos, cobró fuerza realmente con las protestas de los campesinos de clima frío, que fueron dando forma a las ‘Dignidades’ papera, cebollera y lechera.
Con ellas han venido ganando espacio nuevos liderazgos, como el del líder papero César Pachón. O, entre los cafeteros, los del político polista Óscar Gutiérrez en el Eje Cafetero, el ex representante liberal Orlando Beltrán en el Huila y el empresario Luis Guillermo Gaviria en el suroccidente antioqueño.


Los herederos de Víctor Carranza
A pesar de haber muerto este año, Víctor Carranza sigue siendo -según la mayoría de fuentes consultadas por La Silla- uno de los súper poderosos del campo.
El poderío del esmeraldero, que comenzó en el Magdalena medio y fue extendiéndose hacia Boyacá y los Llanos, llegó a ser tan grande que se ha calculado que a su muerte tendría hasta un millón de hectáreas de tierra. No se sabe a ciencia cierta en manos de quién o quiénes quedó su imperio rural.
Y a pesar de tener un denso prontuario judicial, Carranza murió sin que jamás le tocara sincerarse sobre muchos temas que conocía de cerca, como la expansión del narcotráfico, el origen de los paramilitares, la guerra contra las Farc, el fracaso de la extinción de dominio y el despojo de tierras en los últimos treinta años. Es decir, sobre muchos de los factores que permitieron la enorme concentración de la tierra en Colombia en las últimas décadas.


Jorge Robledo
Una parte importante del capital político que tiene el senador del Polo, hoy la figura más visible de la oposición, es su conocimiento de los problemas del agro y, sobre todo, el hecho de que su trabajo político comenzó cerca del sector rural.
Robledo no tiene la capacidad de incidir en las políticas del agro, pero sí de influir en la manera cómo muchos sectores interpretan la situación del campo. Goza de gran credibilidad en gremios como el caficultor, el arrocero o el de pequeños mineros, que tienen una presencia muy importante en Tolima y el Eje Cafetero, los dos lugares donde él se forjó políticamente.
Y en el Congreso ha liderado algunos de los debates más sonados sobre temas agrarios, como el de Agro Ingreso Seguro durante el gobierno de Uribe y más recientemente el de tierras que terminó costándole el puesto al embajador en Washington, Carlos Urrutia, cuya antigua firma de abogados asesoró a Riopaila y Cargill en sus compras en Vichada. Más que poner los debates sobre la mesa o hacer la investigación que los sustentan, Robledo ha sabido lograr que calen hondo en la opinión pública.